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Ismael Pérez Vigil

Estrategia del voto en el exterior

Ismael Pérez Vigil

Para cerrar el ciclo del voto en el exterior como tema y contribuir a la definición de algunos elementos de orden estratégico, hay que explorar lo de las posibilidades técnicas del voto en el exterior, que no tienen buenos augurios. La semana pasada concluí mi artículo con una pregunta: ¿Es factible superar todas las dificultades para que quienes están en el exterior puedan votar?; afirmé que, aunque es difícil, es posible; y agregué que próximamente hablaría de algunas experiencias concretas, desarrolladas incluso en Venezuela, que demuestran esa posibilidad, sujeto a una condición que no es nada trivial: Que se logre un acuerdo político.

Naturaleza del problema

Estamos hablando de casi cuatro millones de venezolanos, que por el momento se puede decir que no tienen derecho a votar, por regulaciones jurídicas inconstitucionales, como el artículo 124 de la LOPRE, que supedita el derecho al voto de un venezolano, al requisito migratorio que le imponga el país donde reside −nuestros derechos sujetos a las leyes de otro país−; pero sobre todo, por decisión política del régimen venezolano que no hace nada por superar las dificultades técnicas, físicas, para garantizar a ese venezolano, su derecho constitucional a votar; se excusa en que no puede hacerlo por razones jurídicas, le niega ese derecho y hace muy pocos esfuerzos por buscar alguna alternativa, que permita votar, sino a los cuatro millones de venezolanos, al menos a una buena porción de ellos.

Pero es esa la realidad: Millones de venezolanos en el exterior no podrán votar y el Estado venezolano no hará nada por remediarlo, pues el régimen que detenta el poder en Venezuela, no tiene interés en que los millones de venezolanos −que han abandonado el país por el desastre humanitario causado por ese régimen−, puedan ejercer el derecho al voto, que seguramente sería en su contra.
Cómo se enfrenta el problema

Esta realidad se enfrenta de diferentes maneras. Algunos lo encaran demagógicamente; sin explicar de manera clara donde están las dificultades reales para ejercer ese derecho; da la impresión de que no se han paseado por la perspectiva que supone organizar, de manera presencial o remota, la votación de casi cuatro millones de venezolanos y alientan falsas esperanzas, lo convierten en una vana bandera de lucha, en un reto imposible con el cual toman posición, para desalentar la vía electoral, sembrar desesperanza o negar su participación electoral, haciéndole el juego al régimen que pretende, con una efímera minoría, que no llega al 15% del electorado, volver a imponer en 2024 su voluntad política para mantenerse en el poder, por vía electoral, hasta el 2030.

Otros alimentan la fantasía de que sí es posible, que hay tiempo para organizar un registro, abrir consulados o mesas en muchos países y ciudades en el mundo, en donde haya una población masiva de migrantes venezolanos; o bien, organizando una votación masiva por correo, como tienen algunos países, especialmente europeos; y los más imaginativos ven posible una votación electrónica, por internet, que salve todas las dificultades. La maravilla de la tecnología lo hará posible y algunas experiencias permiten alentar ese sueño, del que yo mismo, en algún momento, fui víctima. Pero examinemos algunas de esas opciones, desde la vía actual y algunas posibilidades de votar a distancia.

La vía presencial

Es la vía actual. Nuestra legislación constriñe a los venezolanos inscritos en el exterior −unos 107 mil solamente− a votar en consulados y sedes diplomáticas. Pero hoy la mayoría de los consulados, en países con alta migración, −Colombia, Perú, Estados Unidos, España, y otros− están cerrados o resultan manifiestamente insuficientes dado el incremento de migrantes venezolanos en esos países. Aun estando todos los venezolanos que allí viven, en condiciones de votar, porque se hayan resuelto las dificultades jurídicas, inconstitucionales, impuestas por el régimen y el CNE, resultan insuficientes las instalaciones físicas actuales para hacerlo. Tomemos solo el caso de Colombia, donde se espera que para el 2024 estén reabiertos los consulados, realmente es difícil sino imposible que más de un millón de venezolanos, que hoy residen en Colombia, puedan votar en los ocho consulados disponibles.

Las vías remotas

Por correo es la vía más utilizada por muchos países, para que voten sus nacionales en el exterior, e incluso para aquellos que por razones de trabajo o personales no lo pueden hacer en el propio país en la fecha electoral prevista y tienen la alternativa de adelantar su voto por correo.

En Venezuela somos testigos de varias experiencias de residentes extranjeros con derecho a voto en sus países de origen. Algunos votando en sus consulados, pero otros lo hacen por correo. En particular el que conozco más a fondo es el de España. Los españoles con derecho a voto, o que tenemos doble nacionalidad, podemos votar, previo registro en la Provincia en la que nos corresponde. Para ello debemos estar registrados también en el consulado como residentes en Venezuela y enviar a través del mismo o por vía electrónica o por correo, algunos documentos a la respectiva Provincia. Llegado un proceso electoral, por correo o email, se manifiesta la voluntad de votar en el mismo (antes no era preciso, se recibía por correo, automáticamente, el material de votación) y se recibe por correo el material electoral de la respectiva Provincia.

El material electoral que se recibe consiste en las boletas de votación, una copia del registro electoral y tres sobres; uno de los sobres es para introducir el registro, otro es para las papeletas de votación y un tercero, con franquicia postal pre pagada para introducir los dos anteriores, que se puede enviar por correo, antes de una determinada fecha; o bien dirigirse al consulado a ejercer el derecho al voto con el sobre en el cual se introdujeron las boletas de votación. No sé si el escrutinio se realiza en el propio consulado o si las boletas son enviadas a España por valija diplomática o por correo postal. Pero de esta manera los españoles en el exterior ejercen su derecho al voto.

Según podemos ver, la experiencia del voto en el exterior está permitida en 121 países, bajo la modalidad que denominan “presencial”, votando en consulados o sedes diplomáticas, obviamente en las capitales o ciudades más importantes; pero la modalidad “remota”, se limita en la mayoría de los países al voto por correo postal y la modalidad electrónica, por Internet, se reduce a unos pocos: Estonia (2007), México (2021), Panamá (2019) y algo en Países Bajos y otros países europeos, en donde la información disponible es confusa. Estonia es el pionero, desde 2007, y muestra un incremento en la votación de más del 40% desde que implantó la modalidad.

Por vía electrónica

De acuerdo a información actualizada, lo que es una novedad en muchos países es el voto electrónico, en el propio país; el voto electrónico desde el exterior es bastante escaso, se reduce a unos pocos países y en algunos a escala limitada. Ya en una oportunidad al referirme al tema recomendé un artículo de Leandro Querido; no hay mucho desarrollo posterior a ese artículo.

De acuerdo con la información disponible, en todos estos países la modalidad es similar: Se requiere de un registro previo, además del electoral, en el cual se provee un correo electrónico, por el que se recibirá un código, con el cual se accederá a una página Web para votar. La mayor complejidad, entonces, descansa en el registro previo; que supone, de parte del votante, además de la documentación normal, tener un correo electrónico y acceso a computador para ejercer el voto, lo cual no es algo a lo que todos los migrantes, pensando en los venezolanos, tienen acceso.

Por otra parte, cuando alguien en Venezuela se inscribe por primera vez en el registro electoral o cambia su domicilio, lo hace frente a algún funcionario que verifica sus datos, los documentos que entrega, la cedula de identidad, etc. En el exterior es similar cuando se hace en algún consulado; pero si se va a hacer masivo, es obvio que habría que desarrollar todo un operativo, con suficiente personal en el exterior, para que se pueda atender el volumen de electores y su dispersión por todo el mundo. Dudo que esa sea una tarea para la cual el régimen actual vaya a disponer recursos para emprenderla, si además no obtendrá un beneficio electoral importante de ello.

El tema del registro de los venezolanos en el exterior, no es una tarea simple, sobre todo, repito, si no hay un acuerdo político para ello. Pero ese es solo el primer problema. El acto de la votación en sí, luce simple, siempre y cuando haya un acuerdo en que el proceso es confiable; otra cosa es la “verificación y la auditoria”. En Venezuela, cuando alguien vota electrónicamente, la máquina emite un comprobante, que puede ser verificado al instante por el votante; este comprobante se deposita en una caja y al final de la jornada, después del cierre de las mesas y del escrutinio, más de la mitad de las urnas y de los comprobantes −lo que constituye un porcentaje estadísticamente suficiente− son verificados. Días más tarde, las máquinas de votación y los dispositivos de memoria, que son del CNE, son igualmente auditados. Hasta ahora ha habido un porcentaje muy bajo de discrepancias en los resultados. ¿Cómo sería este proceso con votación electrónica desde el exterior? ¿Las máquinas tendrían que ser provistas por el CNE?, lo que lo volvería un problema muy complejo y muy costoso. No parece sencillo.

Algunos ejemplos

Pero volviendo a la votación electrónica, para cerrar, algunos alientan la posibilidad a partir de las experiencias de algunas universidades −UCV y USB− que organizaron las votaciones de las asociaciones de sus egresados de manera presencial y de manera remota,−la UCV, completamente electrónica, la USB, fue una mezcla−; ambas dicen haber incrementado, gracias a la vía electrónica, el porcentaje de participación, con plena seguridad de la data y a un costo muy aceptable; pero, a nadie se le escapa que no es lo mismo hablar de un registro electoral de unos pocos miles de egresados a uno de varios millones. Y lo más importante, el factor confianza o desconfianza.

La confianza, factor clave

La mayor desconfianza, en la mayoría de los países, es hacia el sistema electrónico como tal, por la posibilidad de alteración del voto mediante intervención externa, y todas las razones que bien conocemos en Venezuela, pues son “nuestro pan” de cada proceso electoral. Hoy en día, no habría mayor problema en votar electrónicamente, en una pantalla táctil, desde Los Teques o desde Madrid, Bogotá, Lima, Santiago de Chile o Miami; o como los egresados universitarios, desde EEUU, España, Colombia, Argentina, México, etc. siempre y cuando se cumpla una condición previa fundamental: Que se confié en el proceso y sobre todo en el ente electoral que lo regula. Nadie en esas universidades va a cuestionar el proceso por desconfiar en sus comisiones electorales; pero ese no es el caso, al menos en Venezuela, con respecto al CNE. De manera que, la clave es confianza. Y confianza es precisamente lo que nos falta en Venezuela, donde una buena parte del país, probablemente con sobradas razones, desconfía de la eficacia y, sobre todo, de la neutralidad del ente electoral.

Espero haber puesto en claro el tema de las dificultades reales del voto en el exterior, pues da la impresión que algunas personas no las ven y piensan que es fácil y basta solo con declarar que es un derecho político o con desearlo.

Conclusión y estrategia

Como quiera que no estoy en un concurso de popularidad y no compito para ningún cargo ni puesto de elección, me siento en libertad de decir sin ambages cual creo que debe ser la estrategia del voto en el exterior −o mejor dicho, la de los votantes en el exterior−, que no se puede basar en alcanzar la utópica participación de tres y medio millones de votantes; para empezar porque probablemente, por datos estadísticos, se abstendría la mitad. Por lo tanto, la estrategia de los venezolanos en el exterior se debe basar en metas posibles, alcanzables:

1- Luchar, cómo no, hasta el último aliento por el restablecimiento del derecho al voto de los venezolanos en el exterior −pues a los derechos no se renuncia−, exigiendo la modificación de la LOPRE y denunciando la conculcación del derecho en todas las instancias internacionales posibles. Por cierto, un primer paso en esa lucha es exigir, con más fuerza que la desplegada hasta ahora, que se abra el registro electoral en el exterior. Pero,

2- Trazarse metas realistas, posibles de alcanzar; por ejemplo, lograr que, cuando menos, se triplique, tanto el registro −de los 107 mil actuales−, como la votación en el exterior, que no ha pasado de los 62 mil votos.

Esas dos metas son alcanzables, con plena consciencia de la limitación de nuestras fuerzas actuales; y sobre todo sin demagogia, sin plantearnos metas imposibles con el voto y los votantes en el exterior y sin utilizarlos como excusa para nuestros objetivos políticos en Venezuela.

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Recapitulando

Ismael Pérez Vigil

“Ahora es que la gente está comenzando a entender el tema de la Guerra de las Galaxias, Sr. Presidente, hay que continuar hablando de él”, palabras más o menos, fue la respuesta de uno de sus asesores cuando el Presidente Ronald Reagan le reclamaba que en todos los discursos lo ponían a hablar de ese tema. Sin pretender comparaciones y guardando las debidas distancias, de respeto e ideológicas, la anécdota, que no sé si es apócrifa, me sirve para justificar porque de nuevo toco temas de los que ya he hablado.

He comprendido dos cosas, en este trajinar de escribir sobre política; una, que es necesario volver varias veces sobre temas y argumentos, resumirlos, explicarlos, porque hay mucha gente que les pasa por encima o ni siquiera les pasa por encima; y dos, que como los temas políticos son infinitos en sus derivaciones y matices y dado el limitado espacio de esta forma de comunicarse, no queda más remedio que, en cada uno de ellos, seleccionar algún aspecto a tratar y prescindir de otros, con el riesgo de que quien los lea, seguramente echará de menos justamente aquellos que no se tratan y que para él son los verdaderamente importantes.

Las últimas semanas he tocado temas álgidos y polémicos −Negociación, Las Primarias, Voto en el exterior, Empresarios y Política, Muerte de los Partidos, Muerte de las Ideologías, Tareas Opositoras, Propuesta de Almagro, etc.− sobre los cuales he recibido comentarios muy diversos; de manera que, dadas las presiones, comentarios y críticas me parece oportuno recapitular, más bien, resumir, mi posición sobre algunos de ellos.

Recuperación económica y empresarios.

Es una tontería negar los indicadores económicos que nos arrojan que ha habido algún crecimiento de la economía: Magro crecimiento del PIB, después de una caída cercana al 80% desde 2013; la circulación de dólares, que cada vez compran menos; la construcción de edificios de oficinas en algunas zonas del este de Caracas; la proliferación de productos importados en las estanterías, pero fuera del alcance de la mayoría de la población; la apertura −y cierre cada vez más frecuente−, de lujosos “bodegones” y otros puntos, que no vale la pena enumerar; pero que es claro que no significa que ese “crecimiento” esté llegado a la gran masa de la población −más del 90% − que sobrevive precariamente, algunos en la pobreza. Es indudable una cierta desregulación económica y la apertura en algunas áreas; pero, aunque algunos de esos indicadores que vemos puedan tener algún asidero económico temporal, nadie puede garantizar que tengan algún resultado sostenible en el tiempo.

Eso es algo que los empresarios −que son los generadores de empleos bien remunerados y riqueza sólida−, deben tomar muy en cuenta, para no errar en sus estrategias políticas y confundir la necesaria coexistencia e inevitable relación con el gobierno, con una posición y relación que confunda, al país y a ellos mismos. Como dije, aunque ese “crecimiento” pueda tener algún asidero económico temporal, es insostenible en el tiempo, si no hay un cambio político de fondo, que hoy nadie puede garantizar; y ya estamos viendo como la devaluación de las últimas semanas −sorpresiva según algunos, provocada, según otros− está acabando con la “ilusión de cambió”; por tanto, la supuesta “mejora” no puede ser el basamento de una actitud o posición política que desconozca la realidad de un país arruinado. Así como no se pueden negar los signos de mejoramiento y algunos indicadores económicos positivos, también es una tontería negar que gran parte de la población del país sigue sumida en la pobreza, sin servicios básicos de agua, electricidad, salud, educación, transporte público, por solo nombrar los más gruesos, aunque el gobierno ofrezca pingues negocios y espejitos llamativos.

Tal pareciera que, para algunos, nada de eso es relevante, porque lo importante es la propaganda del gobierno y sus acólitos, que dicen que se están produciendo cambios. Y sí las cosas ya están cambiando, ¿Para qué hacer nada?, quedémonos como estamos, porque, además, los que hacen algo, corren riesgos innecesarios, los que bien apunta Luis Almagro, en sendos artículos publicados en julio y agosto de este año.

En la propuesta de Luis Almagro

En efecto, Luis Almagro, otrora campeón de la “resistencia”, con críticas se refiere a la situación económica, propone contrapesos y dice, a su modo, que hay que buscar la convivencia con el régimen. Mas allá de cualquier consideración política o ideológica sobre la propuesta Almagro −porque es así, política o ideológicamente, como se evalúa su propuesta−, desde un punto de vista meramente práctico la propuesta tiene una piedra de molino atada al cuello: Quien tiene el poder −el régimen− y por lo tanto la capacidad de acceder a compartirlo, no tiene hoy ninguna razón, aliciente o estímulo para hacerlo. La propuesta Almagro se vuelve así una utopía.

En un segundo artículo, publicado el 31 de agosto en Infobae −Venezuela o la continuación de la nada; https://bit.ly/3ee2Am1 − Luis Almagro, aclara que su propuesta va en el sentido de estimular la negociación y explica que su “cohabitación” no implica “complicidad” ni “connivencia”, sino el reconocimiento que la política en Venezuela no puede seguir siendo un juego de “todo-o-nada”, como ha sido en los últimos 20 años, sino una “solución política” a la cual pocos en el régimen y en la oposición están dispuestos; la aclaratoria de Almagro es concluyente: “La noción de cohabitación subraya la necesidad de compartir el poder… Funciona con contrapesos, no es un sistema de complicidad e impunidad, pues revertir la crisis venezolana requiere un nuevo compromiso político.”

No voy a profundizar sobre este nuevo texto de Almagro, me basta para mi propósito actual que Almagro, en ambos artículos, reconoce que la situación del país sigue más o menos igual para el 80% o más de los venezolanos y así lo refleja cuando formula su propuesta y advierte sobre la pésima condición de vida de la mayoría de los venezolanos. El meollo de la propuesta Almagro no es la situación económica del país y nada puede ocultar la intención de su recomendación, que aclaró más en su segundo artículo: Es necesario negociar con el régimen de Miraflores, para encontrar una salida que alivie al pueblo venezolano y nos lleve de regreso a la democracia.

Negociación y elecciones

Y así llegamos a los temas álgidos, a los que se teme abordar, que a muchos producen urticaria y no saben bien cómo enfrentar: Negociación y vía electoral, para superar la crisis humanitaria y restablecer el estado de derecho.

No voy a argumentar más de lo ya argumentado, solo resumiré lo que pienso al respecto porque cuando no se tiene fuerza para obligar al contrario a dejar el poder −por la fuerza de las armas o de las masas en la calle−, la única vía que queda para encontrar una salida es negociar. Y habrá que ir al infierno, si es preciso, a negociar con el diablo; mucho más habrá que hacerlo con los que de facto gobiernan en Venezuela, aunque los califiquemos como sea; habrá que negociar con quien sea y donde sea necesario, para aliviar los padecimientos y sufrimientos de la gente.

Y al final de todo, resumiendo mi segunda premisa, la solución última a la que habrá de llegarse se reducirá a un proceso electoral, a unas elecciones, pues por eso somos demócratas y queremos que sea el pueblo quien decida quién y cómo quiere ser gobernado; por lo tanto, ¿Que de malo tiene, entonces, irnos organizando cuanto antes para esa eventualidad inevitable? Sobre todo si sabemos que el régimen se prepara a conciencia para ese evento y con todo su poder y artimañas desplegadas y su precaria minoría, menor al 15% del electorado, se dispone a imponernos su voluntad hasta el 2030.

Pero ojo, no antepongo principios y creencias como leyes y valores universales e inmutables; cuando hablo en favor de la negociación y en favor de la vía electoral, lo hago como vías políticas, no fanáticas, disfrazadas de “principios”; eso quiere decir que, a pesar de creer en esos dos principios fundamentales, negociación y elecciones, estoy dispuesto a aceptar que no se negocie y a abstenerme −como lo he hecho en tres oportunidades: 2005, 2018 y 2020− si esa es la decisión de la mayoría opositora, pues por encima de esos dos principios está el valor de la unidad opositora, del pueblo, para derrotar este régimen.

Por eso, en esos aspectos no soy muy “kantiano”, no me pongo como “modelo” de acción para la conducta de otros; escribo para reflexionar e inducir la reflexión; escribo en Venezuela y sobre todo no predico ni aconsejo a otros hacer cosas que yo no estoy dispuesto a hacer o a participar.

El voto en el exterior.

Concluyo, brevemente, con el voto en el exterior, tema al que me referí en un par de artículos, y que sigue tomando calor. Yo hablé de cuatro razones, en orden de su importancia y de menor a mayor, como barreras para votar en el exterior; la primera es la jurídica, el “marco legal” electoral, que llaman algunos, y que es el más fácil de superar; pero después vienen por orden de gravedad: las técnicas, las políticas y la más grave de todas las barreras, la falta de motivación para participar… ¿O es que alguien cree que quienes están en el exterior se fueron de vacaciones o por turismo? La mayoría se fueron por razones de peso y miles no quieren saber mucho de lo que dejaron atrás, excepto de sus familias. Por lo tanto, la barrera emocional contra el voto, contra la política y los políticos, esa “antipolítica” que ha sido cuidadosa y sistemáticamente cultivada, alentada por el régimen y secundada por algunos “opositores”, será la barrera más difícil de romper.

¿Es factible superar todas las dificultades para que quienes están en el exterior puedan votar? Es difícil, pero posible. En una próxima entrega hablaré de algunas experiencias concretas, desarrolladas incluso en Venezuela, que demuestran que es posible hacerlo si se logra la decisión política.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Desesperanza

Ismael Pérez Vigil

La desesperanza ronda por el país; en foros, artículos de prensa y encuentros entre ciudadanos; ronda como mal, como política, como motivo de preocupación de analistas diversos y de la propia población. Imposible, entonces, no sucumbir a la necesidad de tratar el tema, pero al menos no caeré en la tentación de comentarlo como un tratado psicológico, baste con verlo en su connotación política.

En algunas ocasiones la palabra aparece sola −o alguno de sus seudónimos, como indefensión−, sin mayores calificativos, pero otras veces se escucha tras de ella el vocablo: “inducida” o “aprendida”, para crear así una frase terrible, que muchos asimilan a la acción del gobierno, a la estrategia que desarrolla el gobierno bien tejida –en un “juego crónico … de sembrar desesperanza”, como viene diciendo Ángel Oropeza hace varios meses y reitera la semana pasada en: Aprendiendo cómo se derrota al gobierno, (El Nacional, agosto 18, 2022); y se asimila a la reacción pasiva o autodestructiva, del pueblo, de la oposición, frente a esa acción del gobierno.

Algunos simplemente la dan por sentado, como si se tratara de una condición del “alma venezolana”, del “modo” de ser venezolano, o instalada como una fatalidad que solo desaparecerá cuando desparezca el régimen, todo él, por arte de magia, por “arte de un birlibirloque”, pues por lo general −salvo afirmar la enfermedad− los que así piensan, nada proponen para aliviarla.

El gobierno, permanentemente, ha desarrollado una estrategia de intimidación, para eternizarse en el poder; el mensaje es: “nada vayas a hacer, porque es inútil, somos demasiado poderosos… y si haces algo, sufrirás consecuencias: violencia, persecución, cárcel, exilio… o muerte”; y sobran los ejemplos para demostrar que eso es así. Al igual que la intimidación, la de exacerbar la “desesperanza” es también una deliberada estrategia del gobierno. El mensaje, al final, siempre es el mismo: “no vale la pena hacer nada… no se puede contra el régimen… vinieron a quedarse para siempre… no perdamos el tiempo”.

Fue así desde el principio del régimen −desde los albores del siglo XXI, con los prolegómenos de la “Lista Tascón”−, cuando Hugo Chávez Frías arremetía fieramente contra los procesos electorales y desprestigiaba el voto: “Nosotros sabemos cómo votas… no importa por quien votes, de todas maneras, nosotros vamos a ganar…Además, todos los políticos opositores son unos corruptos y sus partidos también”.

De allí pasaron a organizar elecciones fraudulentas, abusando del poder, utilizando los recursos del Estado, cambiando circuitos electorales, modificando fechas de elecciones, inhabilitando candidatos y partidos, alterando el registro electoral, impidiendo el voto a los venezolanos en el exterior, desconociendo resultados. Al gobierno, que controla con mano de hierro a un porcentaje de los votantes, hoy no menor al 15%, que cuenta con recursos para movilizarlos y desarrollar el clientelismo, siempre le ha convenido que la oposición se abstenga. Todo abona contra el voto y a favor de la “desesperanza”.

Pero ahora, tras la pandemia, todos estamos más familiarizados con los virus y entonces podemos decir que la propagación de la “desesperanza” por el gobierno es como la propagación de un virus, que va cambiando, mutando, que se hace resistente.

Aparecen nuevas modalidades, sin haber desaparecido las anteriores; así hoy estamos bajo los ataques y efectos de una nueva “cepa”, la cepa del “país que se arregló… del país que está cambiando…” y nos alientan a “estar atentos a los cambios que lleva adelante el gobierno…”; en efecto hay cambios y todo nos lo presentan como novedades y avances: unos bodegones por aquí, unos edificios lujosos por allá, costosos espectáculos públicos, dólares circulando, estanterías más llenas de productos, cambios en legislación, más tráfico en las vías, más gente en la calle, restaurantes y en los automercados, algunos de los migrantes que regresan y −ante una economía prácticamente muerta− hay un pequeño crecimiento que se ventila a los cuatro vientos.

Cómo no alegrarse de cualquier pequeña mejoría, como no celebrarla, hay que hacerlo, todo lo que mejore alguna condición de vida de los venezolanos, pero denunciando que no es suficiente que unos pocos, muy pocos, tengan acceso a ella, la situación del país sigue más o menos igual para el 80% o más de los venezolanos y no me perderé en describir que persisten los males que todos conocemos.

Lo que queremos es que todos los venezolanos tengan la oportunidad de mejorar y eso solo es posible con un cambio político a fondo, con un cambio de sistema, saliendo de este régimen de oprobio. Si no es así, si eso no ocurre, abonamos a su estrategia, al mensaje que apunta al mismo resultado final, solo que ahora es más sutil, más sofisticado −en el original sentido de la palabra−, falso; el mensaje ha variado muy poco: “para que hacer nada, es inútil… además, el país ya está cambiando… hay que adaptarse al cambio”

A éste se nos suma otro mal y es que −con las consecuencias de la pandemia que no cede, la guerra en Ucrania, una posible recesión mundial, las amenazas de China a Taiwán, el tormento ambiental y del clima que siguen, y muchas preocupaciones más−, al mundo parece que tampoco le importa ya tanto la tragedia venezolana, al menos no como hace dos o tres años; los países nos dicen: tenemos otros problemas graves que atender.

En el pasado los mensajes mudaban, pero en esencia eran: “Fíjate como cambiamos las fechas de votación, las condiciones y los circuitos”, “Y cuando no ganamos, como en el Edo, Bolívar en 2017, cambiamos los resultados”, “Recuerda la AN de 2015, si perdemos, la anulamos”, “A los diputados, les allanamos su inmunidad”, “A los opositores, personas o partidos, los inhabilitamos, como a la MUD, o se los entregamos a opositores dóciles”, “A quien se nos oponga irreductiblemente, lo metemos preso o lo forzamos al exilio”. Esos mensajes junto con la persecución a periodistas, líderes estudiantiles y políticos opositores, dieron su resultado: temor y contribuyeron a lo que llamamos “desesperanza”. La del país que se “arregló”, un tanto más sutil, es la nueva forma de inducir “desesperanza”, que viene a hacer compañía a las anteriores, cuyos mensajes no desaparecen, se complementan con los del “arreglo” del país.

Pero hay una cara más de la moneda, en la que no voy a abundar, apenas una referencia, y es que la “desesperanza” no solo se estimula desde el gobierno; un importante sector de la sociedad civil y algunos partidos lo hacen desde la oposición, con posiciones como, por ejemplo: “Para qué votar, si van a hacer trampa y siempre van a ganar ellos… y para qué negociar nada, además, no se negocia con bandidos…”

A la abstención de los indiferentes, que son legión desde 1998, sobrepasando el 30%, se le suma la de los abstencionistas ocasionales o estacionales, que salvo dejar de votar, no hacen nada, no emprenden ninguna acción, excepto insultar y recriminar a quienes votan o hablan de negociación, lanzando mensajes, algunos de estos voceros, estimulando supuestas invasiones, a las que nadie está dispuesto −ahora menos que nunca− o alentando rebeliones, estimuladas desde la seguridad que da estar a miles de kilómetros del país, que cuando se dan, parcialmente, son crudamente reprimidas.

No vale la pena comentar más al respecto o darles palestra a ideas que no lo merecen. Muy bien lo explica el ya citado Ángel Oropeza, cuando en otro artículo nos habló y describió a: “la generación tóxica de desesperanza que desde el gobierno y de otros sectores se siembra todos los días entre los venezolanos” (De vuelta a los principios, El Nacional, abril 28, 2022) Dejemos para otra ocasión como combatir la “desesperanza”, baste hoy con denunciarla, para estar conscientes de ella y no seguir estimulándola.

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

La Propuesta Almagro

Ismael Pérez Vigil

Tema difícil de abordar, éste de la propuesta de Luis Almagro, Secretario General de la OEA; hay que escoger cuidadosamente las palabras y medir bien lo que se dice, para no exponerse gratuitamente a insultos y dentelladas de parte y parte, de opositores y de adoradores del proponente, aunque se da la curiosa situación que los adoradores de hoy fueron los opositores de hace unos meses y viceversa. Además, tengo la impresión, por los comentarios, opiniones y artículos vistos, que esta propuesta no va a gustar ni a tirios ni a troyanos.

No gusta a los más radicales −sospechosamente callados algunos de ellos− porque estos no aceptan nada distinto al “Chávez vete ya” y menos que alguien, sea Almagro o quien sea, que les diga que hay que “reconocer”, aunque sea “de facto”, al régimen actual y coexistir con él, eso les resulta intolerable; mucho más si se les dice empleando la palabra “cohabitar” que es el insulto favorito que nos endilgan a los que no estamos de acuerdo con sus propuestas y planteamos la vía de la negociación, para llegar a unas elecciones libres y supervisadas internacionalmente.

Y por lo que estoy viendo, los menos radicales tenemos, cuando menos, nuestras dudas acerca de varios aspectos de la “Propuesta Almagro”; por ejemplo, en mi caso particular, la tengo sobre la parte final de la misma, en la que habla de “institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos”. Tengo mis reservas, pues no hay en Venezuela, hoy por hoy, eso que él llama “estado compartido”, ni siquiera su posibilidad inmediata, con una oposición tan fragmentada y debilitada. Si esto es así, entonces uno se pregunta ¿A quién favorecería más la propuesta?, obviamente no es difícil concluir que sería al régimen actual.

Cohabitar y coexistir.

Creo que lo más sensible de los términos de la “Propuesta Almagro” es que “cohabitar” tiene entre nosotros una connotación muy peyorativa, de complicidad, claudicación, “conchupancia”; pero, para Luis Almagro, es obviamente otra cosa. Para él la palabra “cohabitar”, porque es un político avezado y culto, probablemente, hace referencia a un término político, para algunos estrenado en la Francia de Mitterrand y Chirac, que implica el reconocimiento del rival, para convivir e incluso gobernar con él. Se podrían escribir tratados, acerca del tema, no es el caso; y también decir muchas cosas sobre la intención de Almagro, pero lo mejor es siempre lo más simple: A pesar de emplear ese término, no creo que Almagro, después de lo que ha dicho en el pasado y reafirma en su propuesta, este planteando algún tipo de claudicación o convivencia con un régimen como el que gobierna en Venezuela.

A pesar de las reservas que se puedan tener con su propuesta, lo importante es que Almagro nos plantea, nos trae a la mesa, la idea de que es imprescindible entender los límites del coexistir, de la convivencia política, el reconocer que en Venezuela hay un gobierno que, aunque abusivamente y con todo tipo de trampas, triquiñuelas y fraudes ha mantenido el poder, no podemos negar que aún tiene cierto apoyo popular. Y eso no desaparecerá de la noche a la mañana, aun cuando se dé un cambio de régimen o de poder en el país.

Con estos argumentos por delante, paso a evaluar la propuesta, prescindiendo de calificativos y juicios acerca de la intención de Luis Almagro; no pretendo escudriñar en su fuero interno, cosa para la que me declaro incapaz, y tampoco explicar porque para muchos pasó de sus posiciones iniciales sobre Venezuela en 2016, al “estrellato” de 2019 y a la desgracia, ahora, en 2022. Lo que sí se puede afirmar es que sus planteamientos han sido siempre polémicos, pero siempre a favor de la democracia y la libertad en Venezuela, y eso se agradece.

¿Dos Almagro?

Por supuesto difiero respecto a que nos encontremos frente a dos personajes, frente a dos Almagro. Se trata del mismo de siempre; político “de raza”, valga el término, que trata de ubicarse en la realidad que él ve y como él la entiende para plantear una estrategia. Por ejemplo, Almagro en 2019 nos planteaba posiciones, para mí extremas, sobre las salidas a la crisis humanitaria compleja que padece Venezuela, como la necesidad de una intervención internacional, con base en el principio de “responsabilidad de proteger”, el famoso R2P que nadie logró explicar bien y que no se ha aplicado en ninguna parte. Hoy Almagro navega en aguas aparentemente más tranquilas y tras admitir el fracaso de la estrategia que él ayudo a trazar en 2019 −fracaso que admite claramente en su artículo− nos propone otra vía.

El diagnóstico de Almagro.

Sin embargo, a pesar de su −para algunos− atenuada propuesta, hay que reconocer y destacar que Almagro reafirma de manera impecable su diagnóstico sobre Venezuela, sus criterios y sus críticas. Hay en Venezuela, dice Almagro, una crisis humanitaria, violación sistemática de derechos humanos, crímenes de lesa humanidad, una crisis migratoria como no se había visto nunca en el hemisferio, ejecuciones extrajudiciales, torturas a detenidos, presos políticos, inhabilitación arbitraria de candidatos, desnutrición y mortalidad infantil, imposibilidad de la población para acceder a medicamentos, dificultades para obtener alimentación. Resalta además el profundo proceso de desinstitucionalización, que ha llevado al gobierno a ser incapaz o insuficiente para resolver necesidades básicas de derecho a la salud de la población, para resolver los temas de violencia y criminalidad que afectan al país, incapacidad de la FFAA para atender el control territorial del país y la protección de la integridad territorial del mismo.

Todo eso y mucho más, está presente en el diagnóstico que acompaña la propuesta de Almagro, y añade que todo ello esta además refrendado y confirmado por agencias internacionales de derechos humanos.

Almagro, tras admitir que Venezuela está hoy en una situación algo diferente a la que vivió en años anteriores, pues está viviendo, dice, una “burbuja económico-financiera”, agrega que ésta en realidad “ha traído una lógica exacerbación de las desigualdades” y que a pesar de todos esos “cambios”, que lo llevan a él a cambiar su óptica y su propuesta de estrategia, reafirma que “Venezuela continúa por el sendero de destrucción, de falta de garantías, de falta de opciones de vida para la gente. Todavía contamos presos políticos, torturados, ejecuciones extrajudiciales, actividades criminales como narcotráfico, minería ilegal, contrabando, corrupción.”

Una propuesta distinta.

Almagro, entonces, no claudica en su concepción sobre el régimen venezolano, solo que, tras admitir el fracaso de la estrategia anterior, propone una salida política distinta a la que favoreció y propugnó en el pasado, que hizo tan felices a los sectores radicales venezolanos −y a los menos radicales, militantes, como ya dije del “Chávez vete ya” −. En efecto, Almagro afirma, y ese es el núcleo de su propuesta, que “…el diálogo sigue siendo la única esperanza… (y que) … esto implica cohabitación…implica un ejercicio de diálogo político real, de institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos” (Negrillas mías)

Antes de continuar con el contenido de su propuesta, debo decir que −en opinión de muchos− parece haber aquí un salto en el discurso de Almagro y creo que en la parte final de su planteamiento, en la frase anterior, se deja llevar por el deseo y el optimismo un tanto excesivo, pues como ya dije, no hay en Venezuela, hoy por hoy, un “estado compartido”, ni siquiera su posibilidad inmediata; desgraciadamente, no hay en Venezuela dos fuerzas similares enfrentándose por el poder del Estado; hay una fuerza, la del régimen; y la otra, la de la oposición, está apenas por construir.

Los contrapesos

Pero, volviendo de lleno al tema, Almagro recoge un tanto −o mucho− sus velas, se coloca límites y advierte claramente la necesidad de definir “contrapesos”, que, sin ellos, la “cohabitación” que plantea se transformaría en complicidad: “Compartir es contrapesar. La cohabitación sin contrapesos puede transformarse en complicidad. El esquema de cohabitación a discutir en un proceso de diálogo debe dar garantías de contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más.”

La “Propuesta Almagro” si bien habla, como vemos, de unos “contrapesos”, sobre los mismos nada o muy poco dice; pero, los insinúa en el contexto y en todo caso, no es difícil imaginar cuáles podrían ser: Apertura de la economía, respeto a los DDHH, respeto e independencia de las instituciones del Estado, libertad de los presos políticos, cese de las persecuciones, y un largo etc. que cuando uno lo lee o contempla lo que se espera del gobierno, no puede dejar de pensar que se está proponiendo que el régimen deje de ser lo que es, conscientemente, y se vuelva exactamente su contrario. Esta es la utopía de Almagro, su buen deseo, que −aun estando plenamente de acuerdo, como lo estoy yo, con la vía del diálogo y la necesidad de coexistir en una Venezuela donde realmente quepamos todos− eso es algo que hoy no se puede dejar de contemplar con un ojo abierto y uno cerrado.

Necesidad de atenuar su propuesta.

Creo también que, vista la fuerza omnímoda de un lado −control de la fuerza armada y de la administración de justicia− y la debilidad del otro, la estrategia opositora debe incluir la consideración de que la supuesta apertura del régimen, la llamada “voluntad democrática” de la “élite” gobernante, no sea más que una farsa.

Pero, además de considerar que éste es hoy un cambio utópico, a favor de su propuesta hay que decir que lo que nos propone Almagro es precisamente el “camino largo” que nos falta recorrer, el final del juego al que debemos llegar, del que todavía estamos lejos, pero es la dirección a la que hay que apuntar.

Viendo su propuesta, aunque algunos mantengan su escepticismo, debemos reconocer, que hoy como ayer Luis Almagro nos ha puesto a pensar en un tema que hemos preferido evadir; y personalmente le agradezco la ruta que hoy nos propone diálogo y coexistencia, mucho más que la que nos propuso en años recientes, con la que nunca estuve de acuerdo. Es decir, reitero que, aunque no estuve de acuerdo con su propuesta estratégica, si le agradezco, como hoy lo hago, que puso a Venezuela en el mapa del mundo y alertó acerca de los desmanes que aquí se cometían y cometen y la vía totalitaria que el régimen estaba recorriendo y recorre.

¿A dónde nos lleva Almagro?

Pero, ¿A dónde nos lleva la “Propuesta Almagro”? De llegar a concretarse, nos lleva a un camino que tampoco agrada a muchos: Cuando tengamos la fuerza, que hoy no la tenemos, habrá que negociar una transición, habrá que hacer concesiones de parte y parte y aunque sabemos claramente cuáles son las que pediremos, no sabemos bien que tendremos que dar a cambio, pero algo tendremos que dar a cambio. Ni la palabra “negociar, ni la palabra “concesiones”, agradan a muchos”.

Pero es claro que el gobierno democrático que surja, será eso, democrático, no puede ser igual al que estamos dejando atrás; quienes asuman el poder tienen que ejercer su mandato, exactamente, de manera opuesta a como se ha ejercido en los últimos 23 años: habrá límites, habrá controles populares, ejercidos a través de las instituciones −Asamblea Nacional, poder verdaderamente ciudadano, tribunales independientes del poder central, etc. – habrá responsabilidad de los funcionarios en el ejercicio de sus funciones, de las que rendirán cuentas, porque se tomará en cuenta que los ciudadanos sí existen y controlan al poder que eligen.

Conclusión.

A pesar de algunas consideraciones y reservas, creo que debemos agradecer a Luis Almagro que no cese de considerar y recordar la situación que vive Venezuela; debemos rescatar de su propuesta su acertado y duro diagnóstico sobre Venezuela; y también que haya admitido el fracaso de una estrategia que no nos condujo a ninguna parte y que ahora nos haya puesto sobre el tapete la necesidad de considerar y discutir la importancia de dialogar y coexistir, para crear un país incluyente.

Si hemos criticado, entre muchas otras cosas, que el actual régimen no es más que el reemplazo de una élite en el poder y la destrucción de los valores de la sociedad en que se basaba el sistema democrático, lo que en el fondo Almagro nos plantea y con lo que estoy de acuerdo, es con que el que vamos a construir no se puede basar en esa misma conducta, en el falso principio del mero reemplazo de una élite y continuar la destrucción de los valores. Para decirlo en otros términos, el gobierno, el sistema democrático que se cree, tiene también una tarea educativa, tiene que ser en sí mismo un sistema de educación democrática, cívica, ciudadana; repito, no es solo cambiar el sistema político, es contribuir a cambiar la mentalidad del venezolano.

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Primarias opositoras

Ismael Pérez Vigil

Es el momento de tocar los temas álgidos de la política venezolana. La semana pasada abordamos el voto en el exterior, sus dificultades y posibilidades reales. Toca ahora reflexionar sobre el tema de las primarias, a lo mejor es tentar demasiado a la suerte.

Aunque no se sabe aún cómo, cuándo, ni otros detalles, la escogencia del candidato de la oposición, para las elecciones presidenciales de 2024 se llevará a cabo mediante elecciones primarias. Sin embargo, resultan bizarros −en su acepción de “raro” y “extravagante” − algunos de los aspectos que rodean la discusión de ese tema.

Las variantes

Las variables que están en juego son innumerables y discusión se decanta emparejando términos y conceptos y haciendo las combinaciones, infinitas, correspondientes. Solo por mencionar algunas, las primarias pudieran ser: con o sin CNE; con una o con doble vuelta; con participación de todos o solo algunos opositores; con votación de todos los inscritos en el registro electoral o mediante algún “filtro opositor”; votarán los venezolanos en el exterior o no votarán; participarán los inhabilitados políticos, partidos y candidatos −en abierto desafío al régimen− o no lo harán; se dará cabida a los presos políticos o se prescindirá de ellos; y por allí seguiría la lista, que como se puede ver, en una respuesta pueden entrar varias o todas esas combinaciones, juntas o por separado, lo que nos daría, aplicando la fórmula correspondiente, varios cientos de posibles opciones y combinaciones. Discutir estas opciones, para algunos es estratégico, pero para otros es simplemente una manera de exacerbar diferencias y generar más rupturas y divisiones.

Restricciones obvias de espacio me impiden tratar todas las opciones y sus combinaciones; solo me referiré a dos aspectos de la muy amplia discusión y, para empezar, resulta ineludible hablar de la más bizantina de esas discusiones −para mi gusto, claro− que es esa de si las primarias de oposición se deben hacer con o sin el CNE.

Digo que una discusión bizantina, porque se hagan o no con el CNE, eso no va a impedir que el régimen intente sabotear o influir en el proceso; bizantina, porque hacerlas con el CNE supone ahorrarse una buena cantidad de dinero y disponer de más centros y máquinas para agilizar el proceso, sabiendo como sabemos los costos que implican estas dos cosas, para los escasos recursos de que dispone −o no dispone− la oposición democrática; bizantina porque seguramente algunos de los que participarán, se declararán “pobres” de solemnidad y sin recursos para contribuir con su cuota del aporte −alegando por supuesto “razones democráticas” de peso, “libertad de voto” y demás excusas, para dejar de aportar lo que deben aportar− y así contribuirán a encarecer el proceso para los que si aportarán o para que se quede con un gran déficit o mono, que nadie sabe −seguramente, nadie− quien lo cubrirá; bizantina, porque pase lo que pase, decídase lo que se decida, en cuanto a hacerlo o no con el CNE, los “inefables radicales” y anti oposición democrática, de todas maneras no participarán, aunque se haga sin el CNE; siempre encontrarán alguna excusa para negarse y darle la patada a la mesa o a la lámpara, o a ambas.

Mi fórmula

Por lo tanto, en mi opinión, lo sensatamente político es que la oposición democrática trate no solo de maximizar la participación, poniendo más mesas, más máquinas y más centros de votación, sino también bajar costos, para ahorrar recursos que pueda dedicar a movilizar votantes, que de todas maneras sabemos que difícilmente pasaremos del 15% los que iremos a votar. Histórica y desgraciadamente ese es el porcentaje de participación en estos eventos y, sinceramente hablando, no se percibe hoy en día un ánimo que pueda superar este porcentaje.

Esto implica, como es fácil darse cuenta, solicitar el apoyo del CNE para realizar la elección, ahorrar recursos e incrementar puntos de votación.

No solo eso, siendo consecuentes y tratando de buscar el mayor consenso posible para el candidato opositor, de no lograr el ganador en primera vuelta un porcentaje significativo −digamos del 30% de los votos−, se debe ir a una segunda vuelta, para que el candidato resultante goce de amplio consenso.

En la misma lógica de lograr la más alta participación deben votar todos los que deseen hacerlo y estén en el registro electoral, inhabilitados o no, incluidos los partidarios del régimen, descartando esa monserga de que de esa forma los “chavistas” decidirían quien es el candidato; creer eso no es más que una fantasía, los ya escasos partidarios de régimen −menos del 18% de los votantes− que no se movilizan para votar por los suyos no lo van a hacer para escoger el candidato de la oposición; y si lo hacen, mejor, aumentarán el caudal de participación y votos. Naturalmente, creo que en el proceso deberán participar quienes están en el exterior, para lo cual la oposición, sin contar en ese caso con el CNE ni los consulados, debe procurar abrir la mayor cantidad de mesas y centros que sea posible e implantar la posibilidad de votar electrónicamente.

Precandidatos a granel

El otro elemento que quiero considerar que no debería ser raro, pero que sorprende a muchos, es la cantidad de precandidatos a disputar esa única plaza. Hasta la última “lista” de precandidatos que revise en persona, había 31 aspirantes; pero ya he escuchado cifras que pasan de 50. Digo que no es algo raro y que además, en vez de lamentarse con discursos moralistas sobre la “ambición política”, ¿Por qué no verlo como una señal del “vigor” de nuestra oposición, que es capaz de generar tal cantidad de aspirantes, por más que todos sepamos que una buena parte de ellos no tiene la más mínima calificación para el oficio, mucho menos el carisma o la simpatía popular?; pero, democracia es democracia y todos puede tener su aspiración y derecho; el pueblo que siempre juega a ganador, se encargará de darles su dosis de “ubicación” y bajarlos de esa nube.

Pero entiendo que, a muchos sorprenda, de manera ingrata, esa hemorragia de ambición, un tanto desmesurada, habida cuenta que el entusiasmo de la población por participar, como ya dije, escasamente llegará al 15% de los mayores de 18 años, aquí y en el exterior. En cualquier caso, cuantos más aspirantes, más gente habrá en la búsqueda de apoyo y mayor será la movilización que se logre, que es de lo que se trata: Sacudir la apatía, indolencia y desánimo alrededor de la vía electoral.

Conclusión

Son muchos más los temas en torno a las primarias, pero creo que con lo planteado tenemos material para discutir y en todo caso, lo importante es definir cuanto antes la fórmula completa, que permita la mayor participación posible y nos permita dedicarnos cuanto antes, con un candidato en la calle, a plantearle al país una opción creíble para salir de este inaguantable oprobio.

Politólogo

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¡No se votará…

Ismael Pérez Vigil

… masivamente en el exterior, en las elecciones presidenciales de 2024!; llego a esa lamentable conclusión, después de tres meses que escribí planteando el tema como una probable tarea; pero, esa es nuestra realidad y cuanto antes la aceptemos estaremos en mejores condiciones para desarrollar una estrategia que nos permita superar esta limitación y obtener alguna ventaja.

Este tema ha desatado una aguda discusión en donde hay de todo, desde el prístino y legítimo deseo de que se cumpla el derecho al voto, que debe ser la aspiración de cualquier demócrata, pasando por una buena dosis de ingenuidad e ignorancia de las dificultades reales del problema, hasta llegar a la demagogia y la mala intención de algunos de buscar un nuevo pretexto para atosigar, insultar y desacreditar a la oposición democrática y el inefable G4, responsabilizándolos por no lograr que voten los tres millones de compatriotas que están en el exterior y que tienen derecho a votar; y todo eso en el campo de lo que podemos llamar oposición.

Desde luego estoy consciente de las antipatías que despertará mi afirmación sobre el tema, pero no por mucho desear algo, se vuelve realidad, ni por mucho voluntarismo se van a lograr las cosas. Tampoco propugno porque lograr que se vote en el exterior deje de ser una meta política de la denominada “diáspora”, pero más allá de lo deseable, lo razonable y lo “constitucional” de un innegable derecho, la votación en el exterior confronta algunos problemas que difícilmente se podrán superar. Lo dijimos hace varios meses (6 de mayo de 2022, https://bit.ly/3kQlRK2): votar en el exterior implica superar dificultades de, por lo menos, cuatro tipos: Jurídicas, técnicas, políticas y de motivación. Veamos cada una de ellas.

Jurídicas.

De acuerdo con las normas y legislación actual, es tarea prácticamente imposible votar en el exterior. Aparte de cambios menores, para permitir el registro y votación en el exterior identificándose con el pasaporte, en vez de la Cédula de Identidad, debido a la dificultad real del estado venezolano de proveer ese documento en el exterior, para ello se requeriría que sea modificada la Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPRE), en varios artículos, pero sobre todo el artículo 124 que establece la limitación del derecho al voto a quienes no tengan residencia legal en otro país, que como sabemos hay muchos venezolanos que están en esa condición. Pero superar esta dificultad jurídica supone un acuerdo político con el régimen, bien para modificar, por parte de la Asamblea Nacional, la Ley Orgánica mencionada o bien para reglamentar esas disposiciones por parte del ejecutivo y sabemos perfectamente que el gobierno no tiene ningún interés en que se vote masivamente en el exterior, sabiendo como todos suponemos que la mayoría de esa votación no los favorecería.

Técnicas.

Superadas las dificultades jurídicas, supuesto que casi podemos considerar negado, habría que superar otras dificultades técnicas, por parte del gobierno y sobre todo por parte del CNE.

La primera dificultad, es actualizar el registro electoral (RE), considerablemente atrasado, y naturalmente mucho más en el exterior; resolver ese retraso en el exterior, si se pretendiera hacerlo como si estuviéramos en Venezuela, de acuerdo con las normas y legislación actual, es tarea prácticamente imposible; solamente hagan números de cuántos “funcionarios” o “voluntarios” y cuántas horas hombre se necesitan para actualizar y registrar casi 4 millones de personas en el exterior, para lo que no existe ninguna estructura instalada.

Superada esa dificultad, sería necesario superar otras, como: establecer Circunscripciones Electorales, de acuerdo con el número de votantes; crear Organismos Subalternos, para organizar y facilitar la inscripción, actualización y votación; establecer Centros de Votación y Mesas Electorales, para garantizar la fluidez y el ejercicio del voto. Actualmente solo se vota en consulados y la mayoría están cerrados, al menos en los países en donde hay altos contingentes de inmigrantes: Colombia, Estados Unidos y varios países de América Latina; y en otros están realmente dispersos, escasos y muy alejados de los lugares en donde viven los venezolanos en el exterior; de igual manera hay que implantar mecanismos para la recolección y trasmisión de resultados; y por supuesto, formar miembros de mesa, observadores y testigos que vigilen el proceso. Ya se ha dicho que todo esto hay que hacerlo para una “circunscripción” que tiene una población de votantes equivalente a los actuales estados Zulia y Miranda juntos, pero que está dispersa por todo el mundo.

Políticas.

No es posible superar las dificultades jurídicas y técnicas sin un acuerdo político y sin contar con la “buena voluntad” del organismo rector, el CNE, cuya “voluntad” sabemos que depende de la del régimen y las instrucciones precisas que reciba; la aislada voz de dos rectores opositores en minoría, bien sabemos que no es suficiente.

Lograr ese “acuerdo político”, es decir esa negociación y acuerdo con el régimen para acometer esta tarea, no es nada trivial; la tarea se contrae a cómo forzar al régimen para que se resuelva la situación, de los millones de votantes que en Venezuela y el exterior, hoy no pueden votar. Y sin ese acuerdo, para emprender todas estas modificaciones, el proceso no va a avanzar. Como ya se ha dicho, bien sabemos que el régimen no favorecerá un acuerdo para que los que viven en el exterior, ni en Venezuela, voten masivamente en su contra.

Motivación.

Resueltas las dificultades anteriores, nos queda una aunque no es tampoco nada sencilla: la voluntad, disposición y motivación a votar de quienes viven en el exterior, muchos de los cuales se fueron del país obstinados de las dificultades que vivieron en él y buscando las oportunidades que aquí han visto negadas. ¿Es muy difícil suponer que, si en Venezuela hay una peligrosa indiferencia y abstención electoral que sobrepasa probablemente el 40% de la población, un porcentaje similar o quizás mayor sería el que hay en el exterior, y que además le toca enfrentar las dificultades señaladas? Ahora lo llaman “desafección” hacia el voto o la política, pero es nuestra innegable realidad.

¿Posible Solución?

Para resolver esto sería no solo indispensable comenzar cuanto antes la tarea, sino también y más importante, comenzar a pensar el problema de otra manera: Romper el paradigma de que es posible votar en el exterior como se vota en el país, convencerse que hay que pensar en el problema de manera diferente, pues si seguimos pensando en votar en el exterior como se vota en Venezuela o como se votaba en el pasado en el exterior, antes de la masiva emigración, el problema no tiene solución y solo favorece las expectativas del régimen de mantenerse en el poder. Hay que plantearse soluciones diferentes y adecuadas a partir del voto remoto, a distancia o por Internet, que no son un sueño, ni un privilegio de países desarrollados; pues, como ya se ha dicho, países tan lejanos como Estonia y tan cercanos como Panamá y México, tienen votación por internet, desde hace tiempo. La pregunta, difícil de responder y sobre todo implantar es: ¿Será posible plantearse hoy la posibilidad de votar remotamente, por Internet, desde el exterior, o por correo? Luce que es una utopía insuperable en este momento y eso es lo que tenemos que tener claro para no equivocarse con una estrategia errada y frustrante.

Conclusión

Lamento ser aguafiestas, pero la estrategia de la llamada “diáspora” debe ser realista y con los pies en la tierra. Volvamos a las tareas pendientes esbozadas en el escrito ya mencionado, publicado hace tres meses, donde se dejaron planteadas algunas acciones que hay que retomar.

Descartando, la primera es terminar de resolver el mecanismo para elegir el candidato que representará a la oposición democrática en las elecciones de 2024, que son el preludio de varios procesos electorales que asoman para 2025 (Asamblea Nacional, Gobernadores, Alcaldes, Asambleas Legislativas y Concejos Municipales); resolver ese tema nos pondrá cuanto antes en la ruta para adelantar un programa de consenso y un discurso político a los electores, que son indispensables para fijarle una meta al país que supere el oprobio en el que vivimos desde hace más de 23 años.

Para quienes están en el exterior, pasar de la consigna del “voto masivo” de la diáspora, a trazarse objetivos que sean factibles es una tarea prioritaria. Hoy solo tenemos poco más de 107 mil inscritos para votar en el exterior, de una posible población votante cercana a los tres y medio millones de votantes. No es exagerado decir que eso compromete seriamente las posibilidades opositoras para las elecciones de 2024 y de 2025 y eso es lo que debemos considerar y contrarrestar.

Está bien tener como meta y estrategia el voto masivo en el exterior, pero considerar que lo realista es avanzar lo más que se pueda en ubicar a los venezolanos en el exterior para que llegado el momento se registren y voten los más que puedan; toda cifra superior a esos 107 mil será una ganancia neta; otra tarea indispensable es presionar en Venezuela para que se actualice cuanto antes el registro electoral, en el exterior, sí, pero más importante es que se actualice en Venezuela, pues el país tenemos un atraso de más de un millón y medio de venezolanos con derecho a voto que no están registrados; no son tantos como en el exterior, pero son un contingente importante que no podemos perder, habida cuenta de lo difícil que será contar con los que están afuera.

Por eso, parece ingenuo, demagógico o mal intencionado escuchar algunas voces, las agoreras de siempre, planteando que hay falta de voluntad en la Plataforma Unitaria y en el G4 para resolver los problemas para que voten quienes viven en el exterior.

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¿Qué nos pasa?

Ismael Pérez Vigil

Repasando lo escrito desde principios de año me doy cuenta que he merodeado varias veces, probablemente sin concluirlo −tampoco lo haré ahora−, el tema de la necesaria renovación de los partidos políticos, como eslabón imprescindible en la cadena para reordenar el rumbo de la oposición democrática venezolana. He dicho que hay tres eslabones en esa cadena, que he denominado de diversas maneras, pero que creo que se pueden resumir en: Programa o propuesta, discurso o “narrativa” −sé que a algunos no les gusta el termino− y liderazgo renovado de dirigentes y partidos.

Tema difícil y algunos signos.

El de la renovación del liderazgo, sobre todo en los partidos, se me hace el más árido, pues no los conozco desde adentro, solo por amigos y por sus manifestaciones y actuación externa. Paradójicamente es el tema más fácil de despachar: Se apela a dos o tres lugares comunes, a cualquier crítica de las que abundan y resuelto, se queda bien con la mayoría del público lector y en las redes sociales y es una vía “segura”, pues como he pensado siempre, nadie va a salir a insultarme o a defenderlos.

Pero ciertamente, algunos amigos y conocidos que militan en partidos o grupos políticos, grandes y pequeños −en realidad, todos son pequeños−, me aseguran que, aunque no en todos, sí hay un proceso interno de revisión, de crítica y autocrítica y sobre todo de intento de renovación de liderazgo y conducción política. No lo voy a ponerlo en duda, no tengo porqué, tampoco ando recorriendo las barriadas y pueblos del país para enterarme de su actividad, pero debemos admitir que no hay muchos signos externos al respecto.

Los Anuncios.

Aclaro que lo que hoy planteo es una preocupación que afecta sobre todo a quienes somos más activos en la actividad política, pero no es que crea que ésta es la preocupación más importante para la generalidad de la población del país. Y lo que nos preocupa a los más involucrados es que solamente hemos visto: Un anuncio de algunos partidos con los resultados de sus procesos de selección de autoridades internas; otros que han anunciado la celebración de congresos ideológicos de discusión; y recientemente la circulación de una lista, algunos dicen que apócrifa, de los precandidatos para la selección en primarias del candidato opositor para las elecciones presidenciales de 2024. Por cierto, la lista que está circulando, contiene pocas sorpresas, solo veo tres que no había visto anteriormente como “presidenciables”, aunque sus nombres no son desconocidos como dirigentes políticos en sus respectivas organizaciones y tienen ya sus buenos kilómetros de rodaje.

Quizás lo exasperante −y sin el quizás− es la lentitud del proceso. Tras casi dos años, tres meses han transcurrido desde el anuncio desde Panamá de la Nueva Plataforma Unitaria, que abarca unas 30 organizaciones, que encabeza un connotado y reconocido dirigente de UNT, y se anunció igualmente que estaba en discusión un nuevo mecanismo de adopción de decisiones para reemplazar el denostado G4, un nuevo mecanismo o reglamento para tomar decisiones y por esa misma fecha o cercana se anunció la voluntad de participar unitariamente en las elecciones presidenciales de 2024 y la ya mencionada escogencia mediante un sistema de primarias del candidato a representar a la Plataforma en ese proceso, durante el próximo año, fecha que a algunos resulta peligrosamente tardía.

Insuficiencia de los anuncios.

Si veinte años no es nada, como dice el famoso tango, tres meses es realmente muy poco y sin embargo en política es una eternidad, sobre todo si desde hace más de dos años se esperaban anuncios de definición política, de rectificación de rumbos −algunos esperaban hasta golpes de pecho, no es mi caso, por ser una práctica inútil− y sobre todo sí después de que se hacen los anuncios, no sabemos mucho más de lo que sabíamos al principio. El vocero de la Plataforma ha guardado el prudencial silencio que lo caracteriza, pero que puede llegar a exasperar.

Por supuesto que no espero infidencias ni discusión pública, por prensa o “asamblearia” de estrategias, pero al menos algún indicio, pues nada sabemos del mecanismo de adopción de decisiones, si existe, si se reúne, si toma decisiones; tampoco sabemos nada del “reglamento” para tomarlas y poco menos se sabe acerca de las famosas primarias, que no sea la catarata de precandidatos −ellos no necesitan de mayor información para lanzarse al agua−, nada sabemos tampoco acerca de quienes podrán o no participar, si finalmente habrá o no apoyo del CNE −punto álgido−, si habrá o no una segunda vuelta, incluso algunos aun hablan de “selección por consenso”, “encuestas”, o algún tipo de “comité de notables”, etc. El único “anuncio” diferente a estos −y que esperaba que fuera un chiste del Chigüire Bipolar o una humorada de Puzkas− fue uno según el cual el presidente interino lanzaba la “estrategia” de no llamar presidente a Nicolas Maduro, sino dictador, incluso algunos están recogiendo firmas al respecto, para enviarlas, nunca sé exactamente a que organismo internacional. Hecho este último comentario, regreso a que, con tales escuetos anuncios, la deuda de renovación de los partidos opositores, pendiente desde los años 90, no se termina de saldar.

Impacto del control informativo.

Es cierto que nos enteramos poco a nivel de opinión pública por el férreo control que mantiene el gobierno en los medios de comunicación social, que filtra, censura y bloquea medios y portales, que restringe la posibilidad de divulgar noticias que no le convienen y que tiene una pericia innegable para difundir noticias falsas, rumores y tiene verdaderos especialistas en eso que hoy en día llaman “posverdad”; pero aun nos quedan redes sociales −al menos a algunos, que no es mi caso− para enterarnos de los avatares de la política , pero lo que a mí me llega por los chats de amigos, es muy poco; al menos de información real, valiosa o confiable, no así de chimes y dicterios de los anti oposición democrática, que son legión y muy activos en esos medios.

En circunstancias normales, que éstas no lo son desde hace 23 años, eso no sería problema; no era de esperarse, en el pasado, una febril actividad política a casi dos años del proceso electoral, pero como ya dije, los partidos opositores nos están debiendo una seria reorganización desde hace más tiempo que esos 23 años; el silencio que guardan cuando fue evidente en 2019 el fracaso del experimento del Gobierno Interino −y conste que soy uno de los fervientes defensores de la gestión de Juan Guaidó− no se subsano con el llamado a abstenerse en las elecciones de presidente en 2018 ni en las de Asamblea Nacional en 2020. Ya vemos los resultados, a Nicolás Maduro no le dio ninguna vergüenza asumir la presidencia, en la que ya lleva 4 años y cada día con mayor reconocimiento, en la práctica, por muchos de los que en principio lo desconocieron y aun lo desconocen en lo formal; ni la Asamblea Nacional ha tenido ningún empacho en legislar y tomar decisiones que en nada ayudan al país y solo favorecen la continuidad del régimen.

Los signos desalentadores.

Se podría decir que hay que continuar con la paciencia, que hay algunos signos, ya mencionados, que pudieran ser alentadores, pero… hay también aspectos muy desalentadores; uno, que en la medida que pasa el tiempo, la situación de emergencia humanitaria del país, no mejora, empeora; eso del “arreglo” de la economía solo lo creen los propagandistas del régimen, sus funcionarios y sus acólitos; y algunos representantes de grupos económicos opositores y sus asesores que algún interés tienen en que sea cierto; dos, y esto es lo verdaderamente peligroso para la democracia a futuro, que cada vez crece más el escepticismo y desánimo en la población hacia la política, cada día en las encuestas crece más el número de los desinteresados que engrosarán sin duda el contingente de abstencionistas en los procesos electorales, que ya es muy alto y se aproximará peligrosamente al 40%, contando allí solamente a los indiferentes, a los abstencionistas endémicos, los que se abstienen siempre, desde 1998, sin incluir “los nuevos abstencionistas”, esos que engrosan las filas con él: “con este CNE, no”… (aunque alguno/a parece que vienen de regreso, al menos en lo que a participación en primarias opositoras se refiere); y tres, pero no únicos, mientras esto ocurre el régimen, hábilmente manipulando la información, crea la impresión de que se consolida y que su “popularidad” crece, aunque sepamos que no, por las múltiples manifestaciones diarias en contra, pero…que debido al control informativo y la falta de darles “organicidad” opositora, no parece que tienen un efecto muy grande en el ánimo de la población.

Conclusión.

De la respuesta que me intento dar a esos tres problemas, viene la pregunta que da título a este artículo: ¿Qué nos pasa? ¿Por qué la demora? ¿Es incapacidad de dar una alternativa? ¿Cómo se rompe esa inercia?... y no tengo respuestas satisfactorias. Regresaré entonces en el próximo artículo a algunos temas más concretos; el del voto en el exterior, por ejemplo, a la espera de la evolución de los resultados y comentarios de algunos eventos que al respecto se dieron en la presente semana.

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Gremios Empresariales y Política

Ismael Pérez Vigil

Las últimas semanas me he referido a los empresarios venezolanos, a su relación con el estado y el gobierno y en particular a la posición de algunos −no todos− y sus “asesores” empresariales o de imagen, con relación al tema de la supuesta “mejoría” o “arreglo” de la situación económica del país, que el gobierno afirma y promueve. Me propongo ahora cumplir lo ofrecido en el último artículo, (Empresarios y Estrategias Políticas, https://bit.ly/3z9WY49) y tratar el tema de los gremios empresariales. Pero antes de eso, haré un resumen de los puntos más importantes que he tratado.

El diálogo, la negociación entre empresarios, empresas, y el gobierno es algo inevitable e ineludible, forma parte del ser, de la “naturaleza” de la empresa y del empresario, en defensa de sus intereses, los de sus asociados, sus trabajadores y las familias que dependen de su actividad; deben negociar precios, tarifas impositivas, regulaciones y restricciones, acceso a divisas y un largo etcétera. El objetivo y la forma de dialogar es lo que debe ser motivo de análisis.

Diálogo individual y colectivo.

La primera forma que adopta ese diálogo es individual, por cada empresa y el empresario, en ese diálogo es muy vulnerable, frente al todopoderoso estado; por eso la finalidad de ese diálogo esta necesariamente limitada a los objetivos inmediatos, parciales, ya descritos, que permiten que la empresa opere y cumpla su finalidad de generar riqueza y bienestar para sus dueños, asociados y trabajadores. Por eso creo que es una falsedad y una falacia alentar la idea de que es posible, a través de ese diálogo o la acción de la empresa de manera individual, que se vaya a lograr un proceso de “apertura”, un cambio de 180 grados en los objetivos, naturaleza y metas del gobierno, como algunos pretenden y que éste se convierta en lo opuesto a lo que es, que cambie su naturaleza autoritaria; cualquier cambio que así se produzca, como ya ha ocurrido, es y será un cambio meramente cosmético, táctico, que se puede revertir en cualquier momento y que le permite al régimen seguir manteniendo el control omnímodo que hoy tiene.

Pero hay otra estrategia o forma de negociación, que conduce a conductas y prácticas sociales de relación con otros sectores de la sociedad civil, muy distintas: La negociación colectiva, que puede contribuir al objetivo general de la búsqueda de un cambio político, única solución de fondo para el oprobio en el que vivimos y que eleva el nivel de conciencia y el costo político al gobierno. Esa es la estrategia que se desarrolla a través de los gremios empresariales.

Los Gremios Empresariales.

Pero sobre los gremios empresariales, antes de plantear cual debe ser su actividad en la relación con el gobierno, hay varios factores a tomar en cuenta. El primero es que los gremios empresariales son muy distintos, a los gremios estudiantiles, profesorales, de trabajadores o de profesionales. Todos los mencionados cuando se agrupan pueden tener sus diferencias de objetivos y modos de lucha y sin duda disputan y compiten por el control y poder en sus respectivos gremios. Pero los gremios empresariales además de disputar el control interno y el poder en su respectivo gremio, las empresas que se agrupan lo hacen con sus competidores reales, con los que también disputan por precios, cuotas de mercado, desarrollo de innovaciones y tecnología que les permita obtener ventaja sobre sus rivales, por el personal capacitado para desarrollar y ampliar el negocio y otros aspectos que convierten a la competencia entre ellos en un tema de sobrevivencia. De allí que la negociación interna, en las cámaras por sector económico de actividad o sectoriales, sea más compleja y los acuerdos más difíciles de lograr, pues no es fácil compartir la información entre empresas que son rivales en el área de la actividad económica en el mercado.

Gremios Intersectoriales y Regionales.

Por eso los gremios empresariales, en casi todo el mundo y obviamente en Venezuela, además de agruparse por sectores de actividad, también lo hacen de manera general, en cámaras intersectoriales u “organismos cúpula”, como los denominamos nosotros, (Fedecámaras, Conindustria, Consecomercio, etc.) y en cámaras regionales, de carácter general, que abarcan diferentes actividades económicas. Es allí, en esas cámaras, en donde se debe preparar el escenario para la negociación colectiva con el gobierno, que trasciende la individualidad de las empresas y permite alcanzar logros más generales y en donde las empresas son menos vulnerables.

Pero, para que esto ocurra debe superarse una perniciosa tendencia, pues entre los empresarios del país, —tanto los que creen que hay que ocultar la cabeza, como el avestruz, para retrasar lo inevitable, como los que creen que la solución es enfrentarse—, también los hay, por desgracia, quienes creen o piensan, que la actividad gremial debe seguir siendo lo que fue hace muchos años: una mera gestoría para obtener reivindicaciones y prebendas inmediatas y parciales del Gobierno y que solo a eso deben dedicar sus esfuerzos los gremios empresariales.

Por supuesto, en Venezuela, teniendo enfrente a un Estado tan poderoso, con tantos recursos provenientes del petróleo −aunque hoy estén mermados− el actuar de los gremios empresariales no ha sido como en otras latitudes, que se constituyeron en verdaderos sindicatos o “corporaciones empresariales” dispuestas a enfrentarse al Gobierno hasta las últimas consecuencias.

Eso ha hecho que, bajo la influencia de sus empresas, en Venezuela, con honrosas excepciones, los gremios languidezcan, sin recursos y sin adoptar posiciones firmes, simplemente dedicados a la gestoría, a conseguir alguna reunión o entrevista −si es individual y privada, mejor− con un alto funcionario, a ir de despacho en despacho en búsqueda de alguna medida que “alivie” temporalmente sus pesares, que son muchos y eso no hay que desconocerlo.

Empresarios ricos, empresas y gremios pobres.

En Venezuela no solo hay empresarios ricos y empresas pobres, como alguien dijo hace varios años, también hay empresas ricas y gremios empobrecidos, sin recursos para investigar, para hacer análisis, para promover una campaña educativa en la comunidad o entre sus afiliados, o simplemente para decir la verdad de los males que afectan a las empresas que generan el empleo y la riqueza del país.

Así, los gremios −piensan algunos− deben ser meras agencias reivindicativas, que, cuando puedan, le hablen fuerte al Gobierno, que le digan las cosas “claras”, porque obviamente las empresas o sus empresarios no lo “pueden o deben” hacer. Son los gremios, piensan, los que deben arriesgar el pellejo y latirle en la cueva al Gobierno, en nombre de todos los empresarios; y todo lo más, creen, que se dediquen −mientras tanto− a realizar cursos de “actualización”, para mantener al día a los empleados de las empresas y realizando actividades con las que, de paso, obtengan los recursos que les permitan sustituir las cuotas de afiliación que las empresas pagan, que cuanto más bajas, mejor. Tristes pensamientos que pasan por la cabeza de buena parte de los empresarios del país.

Pocos gremios en Venezuela −aunque los hay− han podido ser verdaderos centros de actualización empresarial, o de investigación y análisis de la realidad; capaces de hacer, al gobierno y al Estado, propuestas alternativas de políticas públicas o de análisis y denuncia de las políticas económicas gubernamentales que arruinan la economía del país. Cuando han podido hacer esto ha sido gracias al aporte de fondos de organismos multilaterales o agencias internacionales, o gracias a la generosidad de alguna empresa o empresario que han entendido cual es la verdadera misión de los gremios empresariales.

Conclusión

Necesitamos más empresarios que entiendan que sus empresas se deben fortalecer en sus gremios. Que no hay manera de luchar individualmente contra un estado todopoderoso dispuesto −y lo ha demostrado− a acabar con las empresas. Que tampoco es posible evadir lo que ocurre en el país, que la amenaza contra la propiedad privada no ha desparecido y pretender que no está ocurriendo y que, desconociéndolo, dejará de existir esa amenaza. Necesitamos empresarios que entiendan que es a los gremios a los que deben fortalecer, dotándolos con los recursos económicos que les permitan enfrentar la amenaza que todavía se cierne contra la empresa y la propiedad privada en Venezuela y que ese peligro no desaparecerá hasta que no se dé un cambio de modelo económico. Necesitamos empresarios que entiendan que a través de sus gremios deben formar alianzas con el resto de la sociedad civil y con las organizaciones políticas democráticas para impulsar la transformación política, económica y social del país.

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Empresarios y Estrategias Políticas

Ismael Pérez Vigil

Entre los misterios insondables de la política nacional debo señalar que me sorprende la popularidad y opinión favorable que de los empresarios hoy reflejan varias encuestas de opinión, pues como todos bien sabemos, los empresarios, las empresas y sus gremios, junto con los políticos y partidos, han sido el objeto favorito de la maledicencia pública cuando las cosas no salen bien o cuando es necesario sacudirse la culpa en alguien. Ambos, empresarios y políticos, son un blanco favorito, entre otras razones, porque nadie va a salir en su defensa o lo hará muy tímidamente.

Merecida opinión favorable.

En lo personal, dado que conozco bien su mentalidad, posiciones y trayectorias, por haber trabajado con ellos casi toda mi vida profesional −primero como consultor y luego como funcionario de una importante cámara− creo que esa opinión hoy favorable está bien merecida. Pero es raro, debo reconocerlo, debido a la campaña a mansalva en contra de los empresarios y las empresas, desarrollada por una izquierda trasnochada desde hace más de un siglo. En todo caso, me siento en deuda con este sector y creo que merecen un análisis, no objetivo, porque no puedo serlo, sino favorable.

Por eso sería lamentable que −por miopía, por una falsa interpretación del momento, por una estrategia equivocada−, ese reconocimiento, merecido como ya dije, se puede perder. Veamos por qué.

Tipos de estrategias.

Hace ya cuatro meses en La Ilusión Económica, 9 de abril, me referí a la posición de distintos grupos de empresarios con relación al tema de la “mejoría” económica del país (ver: https://bit.ly/36YQeLf), la supuesta apertura que habría traído un bienestar económico al país, que está muy lejos de estar generalizado.

Aclaro que cuando hablo de empresarios excluyo, desde luego, de ese grupo a los llamados “bolichicos” o “enchufados”, que no son tales empresarios sino cómplices del régimen, que han medrado a su sombra y respondido a sus intereses, aunque representen ciertas oportunidades de negocios para algunos otros empresarios, pertenecientes a los llamados “Amos del Valle”.

Como expliqué en el artículo mencionado, es un despropósito, una fantasía que no resiste un análisis serio y formal que algunos empresarios, alentados por sus “asesores” políticos y de imagen, propugnen por autoconvencerse y convencer a otros, que es necesario o posible “estimular” la economía y la inversión más allá de lo que algunos indicios y unas pocas “mejoras”, casi todas en el ámbito macroeconómico, permiten asegurar. Esto no puede ser el basamento de una actitud o posición política que desconozca la realidad de un país arruinado, con su población sumida en la pobreza, sin servicios básicos de agua, electricidad, salud, educación, transporte público, etc. Aparte de ser una total ficción, lo grave es que se ha pretendido que sea la base de una estrategia, políticamente equivocada, aunque pueda tener algún asidero económico temporal, más allá de obtener algún resultado insostenible en el tiempo, que nadie puede garantizar.

Sumarse a la estrategia de buscar un cambio político permanente, es muy distinto a pensar que se puede lograr que el actual gobierno deje de ser lo que es, que cambie su naturaleza autoritaria y busque un cambio meramente cosmético, táctico, que se puede revertir en cualquier momento y que le permite seguir manteniendo el control. Asumir una u otra estrategia, conduce a conductas y prácticas sociales, de relación con otros sectores de la sociedad civil, muy distintas.

Excusas innecesarias.

Lo equivocado de esa estrategia se basa en que los empresarios venezolanos, que han sobrevivido a 23 años de oprobio, ignominia y cerco económico, no necesitan una excusa para reunirse a dialogar con el gobierno, para negociar algunas regulaciones y leyes, para solicitar que se levanten controles de precios y regulaciones asfixiantes. Si se presenta algún resquicio, lo tienen que tomar; si hay alguna apertura, la deben aprovechar; si hay algún chance u oportunidad para invertir, deben invertir; esa es su obligación, su responsabilidad, eso es lo que le deben a sus accionistas, a sus asociados o copropietarios, a sus empleados, trabajadores y a las familias de éstos, cuyo sustento y bienestar depende de que los empresarios cumplan con su papel, con su misión de empresarios, de generar ingresos, bienestar y riqueza.

Además, el gobierno es el socio no deseado, que se lleva sin hacer nada, casi el 25% del negocio, a través de los impuestos. ¿Cómo no se va a negociar, a dialogar, con el socio que te arruina, para tratar que reflexione acerca del mal que está causando y que, en el fondo, se autoinflige? Siendo, además, como lo es, el socio que te da “licencia” para operar, que “registra” y autoriza tu actividad, que te la regula, etc.

De manera que, es una estrategia política equivocada y no tiene mucho sentido que los empresarios −y sobre todo sus asesores− estén buscando pretextos o justificaciones para aprovechar cualquier ventaja que ofrezca eso que el gobierno llama “mejoría” y que bien sabemos que solo llega a unos pocos sectores de la economía y a un porcentaje muy pequeño de la población.

Aprovechar oportunidades.

En resumen, los verdaderos empresarios, maestros en la sobrevivencia a los embates del “Socialismo del Siglo XXI” −que ha arruinado al país con un cerco tendido sobre las industrias y las empresas desde hace varios años− siempre deben tratar, como he dicho, de aprovechar los resquicios de apertura que se les brindan y también tratar siempre −como reprochárselos− de colarse por los intersticios que deja la ineficacia del gobierno, que ni siquiera sus propios controles sabe aplicar, y aprovechar cualquier oportunidad que se presente, para dos cosas, para crecer, para mejorar sus beneficios que es una manera de beneficiar al país, con productos, servicios y empleos de calidad; y para buscar un cambio permanente, no meramente cosmético, o táctico, que se puede revertir en cualquier momento y sobre el cual el régimen es quien tiene el control.

Lo primero es eso que muchos llaman la “responsabilidad social empresarial”, pero el segundo es mucho más profundo y necesario, es la responsabilidad política frente a un país, que es también el de ellos. Y para eso es imprescindible que se comprenda, repito, que se puede hacer política sobre utopías, pero no sobre ficciones o deseos de que las fantasías sean realidad.

Conclusión.

Aparte de la acción individual, imprescindible, a partir de la empresa, como ya he dicho, generando riqueza para ellos y sus empleados y trabajadores y buenos servicios y bienes para el país, los empresarios no pueden renunciar a desarrollar dos estrategias, la imprescindible negociación permanente con el gobierno, de manera individual, por empresa y de manera colectiva, por sectores, a través de su instrumento fundamental de acción política, que son sus asociaciones y gremios. Ese, los gremios, es el espacio para mantener la posición crítica contra “el cerco” destructivo que se les ha tendido durante 23 años y contra una política económica y social que ha arruinado a las empresas y a todo el país. Tema este, de empresarios y gremios, que abordaré en mi próximo artículo.

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Esperanza, mejoría y empresarios

Ismael Pérez Vigil

Por la ruta de la reflexión profunda nos lanza el último artículo del Padre Luis Ugalde (Podemos porque hacemos), y aunque no siempre los comentemos públicamente, son tema de discusión en privado: “¿Leíste el artículo de Ugalde?, nos interroga cualquier persona, en cualquier momento; por eso hay que estar atentos y al día, sus artículos no se pueden ignorar ni pasar por alto.

La esperanza de Ugalde

Del artículo más reciente, de entre todas las reflexiones, se desprenden dos hilos importantes: uno es la lucha contra la desesperanza y el pesimismo y el otro una crítica, aunque lacónica, muy dura hacia quienes hablan de la “mejoría” del país.

Pareciera contradictorio hablar de esperanza, de optimismo, que supone ver aspectos positivos en lo que ocurre en el país y al mismo tiempo, criticar tan duramente a quienes ven signos externos de mejoría económica; pero no es contradictorio. Veamos.
Nos dice el padre Ugalde “…millones de venezolanos dentro y fuera del país estamos haciendo lo necesario primero para sobrevivir y luego para salir adelante”, y así es. Para muchos no hay forma de explicar como hacen millones de venezolanos que no tienen ahorros o ingresos en dólares para sobrevivir en medio de la alta inflación, la carestía de alimentos y medicinas, la carencia de servicios públicos, la severa crisis humanitaria, y paremos de contar; pero el “milagro” ocurre y de alguna manera el artículo nos revela el porqué: se llama esfuerzo y trabajo; se llama, como dice el Padre Ugalde, potenciar lo que el país lleva adentro, “… potenciar el talento de millones de venezolanos que con lo que hacemos damos la prueba de lo que podemos”; esa es la verdadera riqueza del país.

La solidaridad, factor clave

Se llama también solidaridad; solidaridad de los que vivimos aquí y podemos generar algún trabajo, por efímero y poca cosa que parezca, para que alguien tenga algún ingreso; solidaridad de miles de organizaciones de la sociedad civil que hacen que circule el “excedente” −que toda sociedad genera−, en trabajo que produce un ingreso, en alimentos, en medicinas, en atención médica gratuita o casi gratuita, en objetos que se desechan y que se pueden reparar y le sirven a alguien más. Solidaridad de los que se fueron del país y no olvidan a los que se quedaron aquí y envían a sus familiares y amigos alguna cantidad de dinero o alimentos, o medicinas, o algún objeto que se puede intercambiar o vender. Se llama, en definitiva, tener conciencia de que el país sigue vivo, que no se ha muerto y quienes aquí vivimos nos esforzamos por “capear” el temporal y tratar de vivir lo mejor que podemos, a pesar de todas las limitaciones. Desde luego, aprovechamos cualquier resquicio, cualquier viento positivo que sople y no estamos ciegos ni somos tontos para no darnos cuenta de las “burbujas” que se inflan y tratar de aprovecharlas.

¿Se arregló el país?

El otro hilo de reflexión que destaco del artículo de Ugalde se refiere a esa crítica, aguda y muy fuerte, cuando dice: “No seamos cínicos, esto no se ha arreglado”.

No se necesitan más palabras y aunque se asume él y nos asume a todos en el “no seamos”, todos sabemos que a quien se refiere es a algunos sectores, de empresarios, de asesores y analistas que nos pretendan mostrar un país más allá de la realidad, una fantasía económica. Algunos incluso se limitan a enumerar las cuatro o cinco medidas macroeconómicas adoptadas, absolutamente insuficientes para llevar pan a las mesas, generar empleos o resolver la carencia de elementales servicios públicos que atosigan a la población. No voy a abundar más en el tema, pues lo hice con detenimiento en un artículo anterior; pero quería destacar que la escueta frase del Padre Ugalde encierra toda la profundidad de la crisis que vivimos, que está lejos de estar superada.

La crítica del artículo al “cinismo” de los que ven mejoras, junto a lo que nos señalan algunas encuestas recientes sobre la valoración que se tiene de los empresarios, por tratarse de un protagonista importante en lograr sembrar la esperanza y la recuperación del país, vale la pena dedicarle algunas líneas.

La primera advertencia para matizar en algo el excesivo optimismo de algunos es que no olvidemos que por mucho que los indicadores señalen que la economía creció en 2021 y crezca en 2022, se necesitarán varios años para que ese crecimiento nivele al PIB que teníamos a finales del siglo pasado, cuando comenzó este oprobioso régimen; o tan solo para nivelarnos al PIB del 2013, cuando se inició el régimen madurista.

La “mejora” de algunos sectores y de algunos indicadores económicos, o la frivolidad de algunos espacios de consumo y lujosa diversión no son un indicador importante para aseverar que el 80% o más de los venezolanos está saliendo de la pobreza. Y sobre todo no olvidar, como dice Ugalde en su artículo, que: “… el desastre es tan grande y global que es indispensable el cambio político para que en Venezuela sople con fuerza el viento de la esperanza y reverdezca el actual desierto desolador.”

Los empresarios

Sabemos bien que esta “prédica” de la mejoría del país está dirigida a los empresarios, a estimular su interés y sus inversiones y que entre ellos abunda la gente “pragmática”; algunos lo son tanto, que hasta creen que no les interesa la política, ni los políticos y muchos los consideran corruptos y una pérdida de tiempo ocuparse de ellos; excepto cuando tienen chance o no les queda más remedio que “acercarse” a algún político que les facilite la vida con algún trámite, les de acceso a divisas −en los largos períodos de control cambiario− o apure algún contrato; por algo son pragmáticos y deben ocuparse de empresas, de las que dependen miles de empleos y familias.

Nuestros empresarios, al menos una parte importante de ellos, que han sido educados y socializados en un profundo individualismo −como casi todos los venezolanos de clase media para arriba−, obviamente les interesa “su” empresa, su negocio, su vida y solo comparten socialmente con los demás. Por supuesto, ese interés en “su” negocio implica interesarse también por sus trabajadores, para los que buscan las mejores condiciones y los ayudan a que vivan lo mejor posible, porque saben que eso redunda en un mejor rendimiento y es mutuamente beneficioso.

Muchos de ellos se dedican a su comunidad inmediata, pero no mucho más allá, a menos que sean empresas muy grandes, que no nombrare, cuya “comunidad inmediata” es buena parte del país. Pero para algunos, todo lo demás, que no sea su entorno inmediato, se reduce a esa especie de “filantropía” a la que llaman “Responsabilidad Social Empresarial”

Con relación a la política, claro que hay empresarios que se ocupan del poder –es decir, de la política y los políticos– cuando ya lo básico está resuelto y les queda tiempo, siempre y cuando eso no los haga descuidarse de su actividad principal, la que, con toda razón y responsabilidad, nunca pondrán en peligro por dedicarse a otra cosa. Todo lo más se dedicará a “eso de la política” algún hijo, sobrino, hermano, o el fundador de la empresa, ya retirado de los negocios. Esto incluye cámaras y asociaciones empresariales, en donde obtienen información e influencia y alguna vez emprenden actividades colectivas, usualmente con pronunciamientos gremiales o alguna actividad social o deportiva conjunta.

Pero el tema gremial lo pospongo para otra ocasión.

Politólogo

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