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Ismael Pérez Vigil

Elecciones y Esperanza

Ismael Pérez Vigil

Emitir opinión política no es un acto trivial, como algunos piensan o como otros lo hacen de manera ligera; mucho más hoy que las redes sociales permiten que cualquiera opine, sobre lo que sea, de la manera más profunda o ligera y que cualquiera tenga acceso a esa información para replicarla, apoyarla o negarla. De allí que opinar y cuidar lo que se dice es un tema a considerar.

Los regímenes declaradamente hegemónicos, autoritarios, totalitarios o dictaduras, ejercen la “censura” sin ningún tipo de disimulo; simplemente, nadie puede estar diciendo y expresando públicamente, lo que le pase por la cabeza, sobre todo, si se refiere al desempeño, la acción u omisión del régimen de turno y quien lo haga recibe persecución, cárcel o exilio, en el mejor de los casos.

Pero, en ciertos regímenes, más disimulados, se ejerce la modalidad de la “autocensura”; la sociedad, especialmente la política, recibe “avisos” suficientemente claros −que en algunos casos se vuelven amenazas− que les indica a los interesados, lo que dijimos en el párrafo anterior: nadie puede estar diciendo y expresando públicamente, lo que le pase por la cabeza, con relación al gobierno de turno.

Cuando se ejercen ciertas responsabilidades, que implican a una “colectividad” o grupo de personas no se debe, por imprudencia, comprometer los objetivos de esa actividad y se debe medir bien lo que se dice. Sobre todo, en países y culturas en los que somos muy dados a la crítica fácil y palabras altisonantes y, especialmente, a reclamar a otros para que sean ellos los que hagan esa crítica. Se impone entonces un cauto silencio, un medir al extremo las palabras para evitar que se comprometan los objetivos que se deben cumplir.

Siempre hablando de política, ese comedimiento es también válido para hacer las críticas al propio sector político al que se pertenece, pero en ese caso para evitar desestimular, desanimar, ser injustos o simplemente hacerle el juego al gobierno, demoliendo a las propias filas opositoras.

Pero lo que no se puede aceptar es que se pretenda impedir que defendamos las propias ideas sobre lo que debe ser la democracia, si las consideramos justas y válidas; o no permitir que, por mal entendida prudencia, no difundamos mensajes de esperanza, de estímulo, para infundir un ánimo que buena falta nos hace. Por ejemplo, algunos denigran de la vía electoral para enfrentar los problemas políticos del país, obviamente están en su derecho; pero pretenden que los que creemos en esa vía, no digamos nada, no defendamos el voto como esencia y principio fundamental de la democracia y hasta se ofenden si lo hacemos.

Se impone expresar la validez de los que defienden el voto; de los que piden y exigen elecciones libres, justas, supervisadas nacional e internacionalmente; de los que reclaman, por ejemplo, que se abra el Registro Electoral, en Venezuela y el exterior, para que todos aquellos que lo necesiten se puedan inscribir o hacer las modificaciones pertinentes para ejercer su derecho; y así, pudiera seguir listando las actividades que se deben defender para fortalecer el voto o para evitar su conculcación.

Nadie puede tampoco impedir que alentemos a mantener la esperanza; sí, esa esperanza en que Venezuela tiene y se merece un futuro luminoso, importante, que nos libre del oprobio y la ignominia en la que hoy vivimos. Después de más de dos décadas, acumulando problemas, penurias y necesidades, ya somos muchos −y cada vez más− los que aspiramos un cambio político en el país, que permita recomponer su estructura institucional, social y económica. ¿Y cómo no desearlo y querer hacerlo, después conocer las últimas cifras de Encovi2022, del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB)?

Las cifras de esa encuesta o estudio deben alarmar, como para que nos sintamos en la obligación de propugnar por ese cambio político y, en nuestro caso, hacerlo por la vía que consideramos más sólida y segura en el largo plazo, la vía electoral. Pero veamos que dice la encuesta.

En la encuesta, más allá de algunos resultados que parecen favorables, se nos revela que “…la pobreza por razones sociales aumenta de 31% en 2019 a 42% en 2022.” −un incremento del 35% −. Y que esa pobreza, cada vez tiene más que ver con “…factores sociales y de infraestructura, como la vivienda, educación y servicios…”, además de los económicos que ya conocemos.

La encuesta nos advierte que, aunque se note una cierta mejora económica, en general, en el país y en los indicadores de trabajo, la desigualdad no cede y la brecha se hace más grande, pues “…las cifras demuestran que Venezuela es el país más desigual del mundo… [y que]… la diferencia entre los hogares más pobres y los más ricos es de 70 veces el salario…”, [pues] …en los hogares con pobreza solo 45% está laborando”.

En materia educativa es alarmante que más de “…1.500.000 niños no están en el sistema escolar… [debido a]… la poca oferta educativa… que se agrava porque el 73% de los hogares no cuentan con Internet y un 69% carece de dispositivos de comunicación…” que serían factores o instrumentos que permitirían aliviar en algo la situación.

El informe señala que “…se redujo de 59 a 49% el porcentaje de migrantes que envían ayudas a sus familiares en Venezuela, lo que indica que van dejando de ser un complemento para los hogares venezolanos.”

No hay excusa válida para cruzarnos de brazos con pesimismo, cuando las necesidades del país, como nos muestra Encovi2022, son tan grandes. Frente a estas cifras es necesario darnos un baño de optimismo y esperanza, en que las cosas, si las hacemos bien y unidos pueden funcionar y ayudarnos a superar la situación.

Se nos abre un período, desde ahora y una buena parte del año 2023, para realizar un proceso de “elección primaria”, para escoger el candidato unitario de la oposición que enfrentara al del gobierno en la elección presidencial de 2024. Se abre un período para que los diferentes candidatos y aspirantes a ser representante de la oposición democrática recorran el país de sur a norte y de este a oeste, que se asomen a las entrañas de cada ciudad y pueblo importante, hasta el último caserío o barrio, ellos o sus seguidores, para decirle a sus habitantes que en el país sí hay futuro y animarlos a enfrentar la situación. Pero esos candidatos deberán tomar en cuenta que, una buena parte de los venezolanos no han conocido un sistema democrático como el que conocimos los venezolanos de las generaciones políticas que nos levantamos en el país después de 1958; y hay muchos que cuando se realizó la última elección primaria de la oposición, en 2012, tenían apenas ocho o diez años de edad; de manera que tampoco conocen lo que es escoger un candidato por una vía electoral y ahora tendrán la primera oportunidad para hacerlo.

Cumplido este proceso, le tocará a la oposición democrática enfrentar con ese candidato unitario y un Programa Mínimo de Gobierno, acordado por todos los aspirantes y los factores políticos del país, para lograr en la elección presidencial de 2024 una victoria como las obtenidas en 2007, en 2015 y en otras elecciones en una buena cantidad de Estados y municipios importantes del país. Salgamos de nuestra comodidad o desprendámonos del pesimismo y la desesperanza, desempolvemos nuestros mejores ánimos y que los venezolanos recorran el país, junto a esos candidatos de la oposición democrática, tras el que más les guste, pero tras alguno de ellos. Rescatemos para nosotros, para nuestros hijos y nuestros nietos, el valor del voto.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Ruta al 2024

Ismael Pérez Vigil

“Abstención”, “levantamiento militar”, “insurrección popular”, “renuncias”, “marchas”, “¡calle hasta el final!”, “huelga total general”, “paros escalonados”, “paro total”, “gobierno interino”, “sanciones”, “poder dual”, “vía electoral”, “elección primaria”… palabras, palabras que son bengalas, luces de alarma, nombres y conceptos que se suceden con rapidez vertiginosa y no da tiempo a procesarlas, a pensarlas. No hace ni falta, las hemos pensado miles de veces. Todas nos remiten a los últimos 24 años transcurridos en el que no hay presente, todo es pasado y ninguna de esas palabras nos quiere servir para describir el futuro.

Pero todas ellas, ¿son palabras “malditas”?, que como dice Irene Vallejo −la autora española de moda, con toda razón− son palabras que nos enseñaron a callarlas, a medirlas, “…a envainar las frases hirientes: el arte de la mentira amable…”, ¿Cuántas de ellas son “imperdonables”?, como las maldiciones de igual nombre en los embrujados cuentos de Harry Potter, de la hoy también imperdonable J. K. Rowling −por “magia” de los defensores y postuladores de alguno de los “géneros”−; palabras, algunas, que en nuestro país no se pueden mencionar sin temor a represión.

Pero, la realidad nos sale al paso con algunas de ellas. Querámoslo o no −me refiero a los que nos identificamos con la oposición democrática− en 2024 confrontaremos una elección presidencial −una de esas palabras “malditas”−, que buscará presidente para los próximos seis años. Y digo 2024, que es la fecha constitucionalmente hablando, pero que “otros” ya hablan de “adelantos” y nos ponen el país mucho más pequeño.

Pero, por lo pronto, ¿Cómo vamos a enfrentar ese 2024, tan lejano y cerca a la vez? Tenemos algunas “claves”; en la oposición democrática vamos a esas elecciones, con candidato unitario, seleccionado en un proceso de elección primaria, y con un programa también unitario, un “Plan País” −y otras propuestas− que ya estamos desempolvado, con el reto de convertirlas en un mensaje vital, que entusiasme a seguirlo, que nos dibuje un país que valga la pena vivirlo, en contraste con la ignominia que hoy padecemos.
Para llegar a 2024 tenemos por delante ese 2023 con la elección primaria, programada para realizarse en algún momento, lo más pronto que sea posible, con las mejores condiciones de participación, que también sean posibles.

Ese es un reto inmediato, al que, por lo visto y afortunadamente, vamos con bastante consenso, pues desde las voces más radicales hasta las más atemperadas, dentro o fuera de lo que llaman “G algo” dicen que están dispuestos a participar en ellas. Y hasta las vituperadas encuestas parecen recoger la opinión de que la mayoría del país se inclina por participar y por hacer de esa elección primaria la forma de determinar el candidato; y ya sabemos que cuando la “gente común” se plantea una vía unitaria, ¡Ay del que la rompa!

Pero salir con bien del 2023 y llegar con bien al 2024, supone exorcizar los demonios y fantasmas de siempre

El régimen, todos lo sabemos, todos lo decimos −¿o hay alguien que no? − controla todo el poder. Todos los poderes públicos −AN, CNE, Contraloría, Poder Ciudadano−; lo más importante, controla la fuerza armada y las policiales y el sistema de justicia y carcelario. Desde luego, controla los comparablemente mermados ingresos del Estado, que están a su discreción, que no alcanzan para resolver los problemas básicos que han creado en estos 24 años.

Repito, no porque no se entienda, sino por énfasis: el régimen controla todo el poder; pero, lo curioso es que entre quienes lo dicen hay algunos que piensan, pretenden y sueñan, que, a pesar de ese poder omnímodo, seremos nosotros, los opositores democráticos, quienes impondremos las condiciones para celebrar un proceso electoral, a nuestro gusto y medida; y si no es así, entonces, dicen esos algunos: ¡No participamos! Díganme, en frio, sin apasionamiento, si ésta no es una posición un tanto absurda e irreal.

Camino ya recorrido, ese de no participar, de la abstención, como política o como “descuido” y “dejadez”, como “hartazgo”. Debería estar claro, entonces, que con eso probablemente se han dejado sentados e incólumes algunos “principios”; o por lo menos, tranquilizada la conciencia de muchos, que han podido dormir plácidamente, después de darle una “lección” de democracia y civismo al régimen; pero, ¿Cuál ha sido el resultado de esas “políticas”? ¿Se ha debilitado el régimen? ¿Se ha unido más la oposición? ¿Ha mejorado la condición socio económica de los venezolanos?

También todos sabemos que, sin una adecuada presión interna e internacional, de tenaza, que aprisione por ambos lados, todo esfuerzo electoral es inútil, pues no soltarán a su presa por un puñado de votos; no me sonrojaré entonces porque me lo echen en cara, simplemente diré, lo que siempre hemos dicho: la vía hay que construirla y no nos podemos quedar sentados, cruzados de brazos, esperando que ese poder omnímodo ceda y por gracia de birlibirloque nos entregue el poder. La electoral, vía fallida, poco exitosa hasta el momento, sí, pero es una manera de emprender camino, a nuestro alcance, al alcance del más modesto ciudadano. No insistiré en argumentos ya trillados y cansones.

Hago, sin embargo, una ligera concesión y es que sin duda las abstenciones de 2018 y 2020, deslegitimaron al régimen frente a la comunidad internacional; el caso Venezuela se hizo más notorio y evidente; nunca la conciencia internacional había estado más clara en cuanto a la verdadera condición, tiránica, opresiva, del régimen venezolano.

Hasta se tomaron medidas o sanciones contra Venezuela, aplicadas por unos pocos países; lástima que fue de manera incompleta y poco efectiva; seguramente esas medidas perjudicaron “algunos negocios” internacionales; y qué duda cabe que tanto el Gobierno Interino, como Juan Guaidó, como la oposición en general, disfrutó por eso de un reconocimiento internacional, durante estos tres últimos años, como nunca antes lo había tenido. Algunos en su paroxismo libertario, hasta llegaron a soñar con “renuncias” o “invasiones”; pero poco más que elevar el nivel de conciencia −en algunos países− sobre la situación de Venezuela, fue lo que se logró.

Hoy, en nuestra “liderofagia” y en nuestra máquina demoledora de líderes, corremos el peligro de derrumbar, vale decir a patada limpia contra el Gobierno Interino y Juan Guaidó, el poco andamiaje que se logró construir, en vez de darle continuidad y aprovecharlo completamente. Lo cual no nos exime de evaluar, hacer críticas y asignar responsabilidades por lo ocurrido.

Pero, dado que el cántaro aún no está completamente derramado, es posible aun recoger el líquido, con un proceso integral, democrático, decisivo, que nos permita salir con una opción unitaria para enfrentar al régimen en 2024, o cuando sea. La elección primaria del candidato opositor, esa aspiración tantas veces solicitada, durante tantos años, y tan pocas veces lograda, se nos abre nuevamente, no la dejemos pasar.

Politólogo

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Utopías

Ismael Pérez Vigil

“¡Ay! ¡Ay! ¡Utopía, que alumbras los candiles del nuevo día!”

Joan Manuel Serrat

Esta tan adormecido el mundo de la política opositora, que es el mundo de la política que realmente me interesa, que hoy me permito, con la venia de quienes me leen, referirme a un tema, igualmente político, pero un tanto más personal.

Da pie a esta nota algunos comentarios y críticas a mi artículo de la semana pasada, −¿Facil,2024?: https://bit.ly/3SSfq7U, pues a varias personas sorprendió y les lució un tanto pesimista. Para nada, no estoy en absoluto pesimista; es más, creo que el pesimismo no conduce a nada, aunque no se vea fácil, ni cerca, una salida a la oprobiosa situación en que vivimos precisamente por eso, no se puede ser pesimistas.

Las preguntas.

Entre los comentarios recibidos a mi artículo, están los de un amigo, quien vive en el exterior y me pregunta, sin “anestesia”, ni ambages: “Personalmente, ¿qué te emocionaría, entusiasmaría y motivaría, a ti?”. Naturalmente le respondí −siempre lo hago a quienes me comentan, interpelan o preguntan, aunque sea duramente, pero en quienes veo intención y deseo de profundizar−, y le aclaré en mi respuesta que dejaría de lado el tema de la “motivación”, pues creo estar bastante motivado, aunque lo dosifique; pero otra cosa es eso de qué me emocionaría y entusiasmaría, que creo tenerlo más claro.

Las respuestas.

De la respuesta al interrogante de mi amigo, cualesquiera de las que le describí, juntas o por separado, me entusiasmarían y emocionarían… por ejemplo:

Que salgamos de la elección primaria con un candidato, con potencial de líder, al que todos consideremos que es un ser humano, como cualquier otro, lleno de defectos y con algunas virtudes, al que todos le daremos el beneficio de la duda, de que es capaz, honrado y honesto, para conducir al país a una campaña exitosa contra el régimen.

· Que los candidatos derrotados en la elección primaria conformen el Comando de Campaña del ganador, con el segundo que quedó, presidiéndolo, y que todos se lancen por el país a hacer campaña por conseguir votos para quien ganó, sin mezquindad ninguna.

Que partidos, oenegés, “opinadores” y ciudadanos politizados, salgamos con el “Plan País” en la mano, consciente de que no contiene todo lo que nos gustaría, conscientes, también, que es documento perfectible, pero que puede ser la base de un programa alternativo para proponer a la gente y entusiasmarla a votar por el candidato unitario y construir, con base en ese programa imperfecto, un país diferente.

· Que todos los partidos y oenegés dedicadas a la política, salgan de la comodidad de sus teclados y redes sociales a recorrer las calles en los municipios, pueblos, ciudades y estados en donde cada uno es más fuerte, a entusiasmar a la gente a votar y convencerla de que es posible derrotar electoralmente al régimen y defender ese triunfo.

· Ver que los partidos publican en todas sus redes sociales y por todos sus medios disponibles, sus programas de formación y de profundización de sus doctrinas, dirigidos a sus militantes, especialmente a los más jóvenes.

· Que los partidos −apoyados en las oenegés y en los ciudadanos− convoquen a procesos internos de selección de sus lideres y autoridades, en todos los niveles de sus respectivas organizaciones y que veamos surgir de allí algunas caras nuevas y no solo las mismas que hemos visto en los últimos treinta años, o más.

Que la Plataforma Unitaria termine de publicar su reglamento interno de funcionamiento y de toma de decisiones, para que pueda ser seguida y con trasparencia la lógica de sus decisiones.

Y así pudiera seguir, con un interminable listado de ¿utopías?, pero creo que las señaladas son suficientes.

Alguien me hizo también la observación de cómo salir de ese “…pesado retraso o adormecimiento opositor… [ese que] … ve el venezolano común, el hombre de la calle, el ciudadano acogotado por la crisis…− ”Facil,2024?: https://bit.ly/3SSfq7U y esa respuesta es más complicada.

Lo individual vs lo colectivo.

Sin adentrarme en complejas doctrinas económicas y consejos sobre políticas públicas, me sumerjo en cambio en las complicadas aguas filosóficas o psicológicas y comienzo por una formula simple: Como yo lo veo, la mayoría de las veces la solución a los problemas no es una respuesta, solamente individual. Es sin duda individual la decisión de enfrentar algunos problemas y sin la disposición individual, inicial, es imposible enfrentarse a muchos de los problemas del país. Pero la individual funciona como respuesta a los problemas estrictamente personales, de pareja o algunos familiares, no muchos. Pero, cuando un problema, como el que nos afecta en Venezuela, que es colectivo, social, que impacta a muchos, a millones, se pretende enfrentar de una manera individual, el problema difícilmente se resuelve, pues su dimensión y efectos nos superan individualmente; esa acción en solitario, aparte de ineficaz, en el mejor de los casos usualmente para lo que sirve es para tranquilizar la conciencia, pero no para resolver el problema.

Conclusión.

Probablemente esa concepción de enfrentar y tratar de resolver los problemas sociales y colectivos de manera individual, se debe a que la formación, la educación, la capacitación que nos permite enfrentar las cosas, es por lo general también individual; pero, como ya dije, usualmente, dada su magnitud, importancia y efectos, la solución de los problemas es colectiva, social y si no los enfrentamos así, es muy difícil que se resuelvan. A lo mejor nuestro problema individual lo resolvemos, pero todo lo demás seguirá igual y a la larga se nos devolverá y nos seguirá afectando; de lo que se trata es de resolver los problemas del país y de todos, de “nos-otros”.

También esa manera de encarar las cosas, probablemente, es un resultado de nuestra formación y educación excesivamente individualista; y quienes tuvieron formación religiosa, en nuestro país mayormente cristiana, católica, por una errada concepción de esa religión se exacerbó ese “sentimiento” individualista. Y, permítanme la digresión, incluso la “salvación” no es un acto individual; la muerte, que es el paso a ese más allá, preludio de la “salvación, en efecto usualmente nos sorprende solos, no en soledad, pero si individualmente, de allí probablemente esa concepción de “salvación individual”, pero, repito, ni siquiera ese es un acto individual.

Si queremos salir de esta ignominia, no podemos enfrentarla de manera individual, requiere del concurso de muchos, de todos. Y de esta manera concluyo y me disculpo por distraerlos, con un tema que me alejó algo del campo de la política, del cual usualmente me ocupo.

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¿Fácil 2024?

Ismael Pérez Vigil

El gobierno ve fácil la elección presidencial del 2024; al menos eso es lo que piensa, ¡por ahora!, según la infausta frase, de tan nefastos recuerdos. Esta advertencia de la “facilidad” con la que al parecer el gobierno ve esa elección, nos debe servir de aldabonazo, para que reaccionemos y salgamos de esta quietud.

Por su parte, la oposición parece avanzar lentamente; por momentos lo hace en círculos, de lado o retrocede; pasó la época en que parecía que avanzaba a saltos; como por ejemplo, en las elecciones de la Asamblea Nacional de 2015, pero de eso hace ya casi 7 años; o cuando se formó, en 2019, el Gobierno Interino y el famoso mantra −Cese a la usurpación, gobierno… etc.– encabezado por Juan Guaidó, quien fue cayendo en desgracia y pasó de héroe a villano a velocidad asombrosa y de manera un tanto injusta; hoy se cuestiona y discute su continuación a partir de enero de 2023; aunque pueda haber razones, seguramente las hay, llamo la atención a que no es nada raro para un país que, como bien dijo Tulio Hernández, sufre de “liderofagia” y acostumbra a destruir a sus lideres. (Liderofagia, por Tulio Hernández, Frontera Viva, 19 junio, 2020 - http://bit.ly/3TyFypC)

Ruta zigzagueante.

Desde que se anunció la reestructuración de la MUD, que concluyó en la conformación de la Plataforma Unitaria, en abril de 2021, y en que el CNE volviera a admitir como partido político a la MUD, para participar en las elecciones regionales de noviembre de ese año −en la cual la MUD tuvo una muy modesta figuración−, el otro importante avance fue la participación y victoria en la repetición de las elecciones de gobernador del Estado Barinas, en enero de 2022. Pero tras esa fecha volvimos al pesado estancamiento, solamente alterado por el anuncio de la participación en las elecciones presidenciales de 2024 y el anuncio de la selección del candidato unitario de la oposición, mediante un proceso de elección primaria, anhelo de una gran parte del país opositor.

Ahora nos encontramos esperando la divulgación oficial y formal del Reglamento de esa elección, a partir del borrador que se filtró a la opinión pública la semana pasada; esperamos también a que se nombre la Comisión de Primaria, que organizará y regirá el proceso; y que se determine la fecha para realizar esa selección del candidato. Mientras tanto, seguimos en esa “quietud” que le da todo tipo de ventajas al régimen −que no es que necesite muchas−, “quietud” que nos encierra cada vez más en una especie de círculo neurótico de destrucción. La semana pasada, cuando comenté el reglamento de primaria que se filtró a la opinión pública (Reglamento de la Primaria (https://bit.ly/3TkPsLk), comente que volvería más adelante con el impacto político que tiene el que no se haya definido aún la fecha para escoger el candidato opositor. Veamos.

Sin candidato y sin mensaje.

Según lo ve el venezolano común, el hombre de la calle, el ciudadano acogotado por la crisis −esa que llamamos “humanitaria compleja”− siente que hay un pesado retraso o adormecimiento opositor, al que le debemos agregar que estamos próximos a finalizar otro año, sin pena ni gloria. Si no ponemos remedio, y luce que ya es tarde, será otro año que, a los ojos del opositor común, se nos va sin avances significativos en materia política, desde el punto de vista de la oposición democrática.

Dado que ya es un hecho decidido que se participará en el proceso electoral de 2024, es lamentable tener que reconocer que aún no tenemos una opción política clara. Y me refiero a dos cosas: una, que aún no tenemos un candidato y aún hay dudas en detalles importantes acerca de cómo lo vamos a seleccionar; y dos, que tampoco tenemos un mensaje totalmente definido, el que vamos a usar para entusiasmar a un país que parece drogado y adormecido por la fatiga, el cansancio, el hastío, la abstención y algo de antipolítica.

Y conste que cuando hablo de mensaje, no hablo de “programa”, pues bien sabemos que tenemos uno −que en realidad son varios−, el “Plan País” y que sin duda cualquiera de sus partes −o versiones− es un completo programa de gobierno, alternativo y mejor al oprobio en que vivimos. Pero, lo que no está claro es como convertir ese “programa”, ese o esos “Plan País”, en el mensaje alternativo, que emocione, entusiasme y motive a la población; y la prueba está en lo que los entendidos dicen que reflejan las encuestas y se nota en “la calle” al conversar con la gente: la apatía existente para participar en los procesos electorales pendientes: la primaria de 2023, las elecciones presidenciales del 2024 y ni hablar de las elecciones de Asamblea Nacional, locales y regionales del 2025.

Facilidades del régimen.

Por eso me parece que, en este momento, por cómo están las cosas, el régimen no le falta razón en pensar que lo tiene fácil para el 2024; lo que es toda una paradoja, pues el apoyo popular al actual gobierno −o a Nicolás Maduro, que para el caso es lo mismo−, según encuestas, encuestadores y “opinadores”, es bastante magro, apenas oscila entre el 15% y el 18%; mientras que el deseo de que haya un cambio político en el país, al parecer se remonta al 80% y el 85% de los venezolanos. No es una ironía, es la pura realidad, ese escaso margen de apoyo con que cuenta el régimen, redondeémoslo, generosa y exageradamente, al 20%, luce que será más que suficiente para mantenerse en el poder, también por la vía electoral. Y digo “también”, pues bien sabemos que el “apoyo popular” no es la “fuerza” que lo mantiene en el poder.

Factores políticos y numéricos

Ese escaso y abultado 20% se ve engrosado hasta el infinito por factores políticos y numéricos. Numéricamente hablando, el gobierno cuenta además a su favor con un 30%, como mínimo, de abstención endémica, porcentaje, que ocurra lo que ocurra, no baja de allí desde 1998, aunque no se le convierta en votos; cuenta además con un 20 o 25% adicional de abstención, que es producto del desánimo y el hartazgo de los venezolanos con la política y los partidos; y ahora, según nos alertó Súmate hace un par de meses, cuenta con un porcentaje que puede llegar a un tercio del padrón electoral, en el mejor de los casos, que no podrá ejercer el voto por diversas dificultades: por no estar registrado, por estar en el exterior sin facilidades para votar, además de las consabidas trampas y triquiñuelas que bien sabemos que suele hacer el régimen, para dificultar o desaparecer votos.

Conclusión.

Políticamente hablando, tal como hoy lucen las cosas, el gobierno cuenta con un partido, el PSUV, y varios más, que son esencialmente maquinarias electorales y clientelares; cuenta con un candidato, ya decidido y en campaña y aun cuando no sepamos a ciencia cierta si el actual candidato oficial repetirá −que es lo más probable− o si pueda ser cambiado a última o temprana hora, sabemos que, el que pongan, contará con los recursos y el dinero del Estado para hacer campaña y movilizar votantes; contará con las instituciones del Estado para tapar sus marramuncias y defender sus “resultados” en caso de ser necesario; y contará con una “oposición” hecha a su medida y que le sirve de comparsa y ariete contra la verdadera oposición.

Allí están listadas las dificultades y tareas que debe enfrentar la oposición democrática; no son nada fáciles de enfrentar, pero cuanto más tarde en definir su liderazgo, su candidato y su mensaje al país, más difíciles serán de vencer. Ojalá éste y muchos mensajes que circulan en redes sociales no caigan en el vacío y sirvan para estimular una reacción en el liderazgo opositor de partidos y sociedad civil

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Reglamento de la Primaria

Ismael Pérez Vigil

A la memoria de Francisco José Virtuoso, S.J. Compañero en la ruta de la fe y en la ruta de la recuperación de la libertad y la democracia.

Aunque sea difícil sostener el optimismo, sobre todo al considerar la situación de lo que llamamos la oposición democrática, que verdaderamente preocupa, hay que hacer el esfuerzo. Sobre todo, ahora que finalmente ha circulado un documento, que aún no sé si es o no apócrifo, pero que según quienes lo circulan, como es usual, es de buena fuente y contiene las normas y reglamento de la primaria. En todo caso, finalmente hay algo sobre que discutir y aunque no sea la versión final y definitiva, estoy seguro que ésta, cuando aparezca, tendrá pocas diferencias con la que fue dada a conocer.

Resumen del Reglamento.

El documento en sí, es posiblemente anodino; no creo que tenga nada que no esperáramos o que sea especialmente grave; contiene muchas cosas obvias, cientos de detalles, como en cualquier reglamento, algunas partes farragosas, también como cualquier reglamento; pero no es mi idea extenderme en la crítica, tarea para la que se presta éste y cualquier documento; eso lo dejo a otros; solo resumiré y comentare lo que considero más importante. Entre los aspectos que resumo y resalto, sin que el orden signifique importancia, están:

· Cualquiera, que sea demostradamente opositor, mayor de 30 años y seglar, puede ser candidato. Declaración que se dice fácil y que es insuperablemente democrática, pero que no resuelve el “cómo” se logrará eso; pero eso tampoco es materia de un Reglamento

· Toda organización política puede presentar un candidato y éstos también lo podrán hacer por iniciativa propia, con un determinado número de firmas de apoyo.

· Todo mayor de 18 años, obviamente, podrá votar, siempre que esté inscrito en el registro electoral. Aquí está el primer problema, por el retraso del registro y además porque no hay garantía de que el CNE lo actualizará, depurará y corregirá.

· En todo momento la Comisión de Primaria (CP) procurará mantener el secreto y garantizar la seguridad, la confidencialidad de los votantes y el resguardo seguro de los cuadernos de votación. En ninguna parte dice cómo, pero bien sabemos por experiencias anteriores, como la primaria del 2012, que los cuadernos con las firmas y nombres de los votantes fueron destruidos, cuando el régimen, a través del TSJ, trató de obtenerlos.

· Todos los participantes aceptarán este Reglamento como la norma que rige el proceso y se comprometen a reconocer y apoyar a quien resulte ganador.

· Todo candidato suscribirá una declaración de principios democráticos, que le presentará la CP e igualmente un Programa Mínimo de Gobierno. Obviamente, pues se trata que el candidato sea el de la oposición democrática, que significa un compromiso compartido, no individual

· La campaña electoral se regirá por normas de igualdad, respeto, austeridad y equilibrio y desde luego, todo candidato mantendrá una conducta enmarcada en principios y valores democráticos y de competencia leal, evitando caer en ofensas o conductas que violen la dignidad de los demás candidatos

· Todo candidato se compromete, de manera voluntaria (?) a contribuir con los costos del proceso, de acuerdo a lo que establezca la CP. Aun crípticamente y poco claro dicho, ya sabemos que esta condición “eliminará” algunos candidatos que han manifestado su desacuerdo con la disposición, que les parece discriminatoria (?)

Pero tan importante como lo que dice, es lo que no dice el reglamento. Deja fuera los puntos más espinosos y conflictivos, que no están para nada resueltos y que no está muy claro quién los resolverá, si será la Plataforma Unitaria o si se los dejarán a la Comisión de la Primaria, que tal parece es la intención. Algunos de estos puntos son:

La fecha del evento.

· En ninguna parte menciona la fecha del evento. No era de esperarse que el reglamento determinará una fecha de manera precisa, pero al menos podía haber dado algún indicio. El Reglamento alude a que, en el momento de convocar la Primaria, publicará el cronograma y anunciará la fecha de la elección. Pienso que podríamos esperar que la fecha se anuncie cuando se haga la presentación formal de este Reglamento, sin más demoras, la fecha que se ha rumorado −hacia finales de junio de 2023− ya es demasiado tardía. No debería pasar del primer trimestre del próximo año la fecha para decidir este tema, si no, se le está dando una ventaja excesiva, al régimen, que ya tiene suficientes ventajas de las cuales se aprovecha y abusa. Pero, volveré más adelante con el impacto político que tiene el que no se haya definido aún la fecha para escoger el candidato opositor

Una o dos vueltas.

· Tampoco dice nada de si la decisión del candidato se tomará en una vuelta o si − buscando que el candidato seleccionado tenga el mayor consenso posible− se realizará en dos vueltas, en el caso que ningún aspirante saque en la primera más del 50% de los votos. El reglamento parece liquidar limpiamente esa posibilidad, cuando afirma que será: “…el candidato presidencial unitario quien obtenga mayoría de votos.” (Art. 2) Al parecer se acaba la discusión sobre costos, sobre cómo lograr que el candidato tenga el mayor consenso posible, etc.; liquidando de esa manera el tema y la discusión de alternativas posibles, que las hay.

Una ONG había hablado de una fórmula que permitiría realizar ambas vueltas en un solo momento electoral, haciendo que el elector vote por más de un candidato y sumando todos sus votos, como primera, segunda o tercera opción, en caso de que nadie obtuviera más de la mitad de los votos; con base en esa sumatoria se podría hacer una clasificación de los candidatos. Esta fórmula, o una similar, hubiera permitido bajar costos de una segunda vuelta y lograr un consenso mayor.

La apuesta ahora, cosa que es verosímil, por historias de primarias pasadas, es que −como siempre− la gente “juegue a ganador” y elijamos por una amplia mayoría a un candidato unitario; pero es una apuesta.

La votación en el exterior

· Quizás lo que algunos más echan de menos en el reglamento es lo relativo a la votación de los venezolanos en el exterior. La única alusión al tema está en un solo artículo cuando señala el Reglamento: “la CP …promoverá los mecanismos viables a los efectos de la participación de los electores en el exterior” (Art. 5). Como dice un amigo, se despacharon a “…7 millones de venezolanos en un solo renglón”.

No necesito repetir mi escepticismo con el voto de los venezolanos en el exterior, dadas las enormes dificultades para ubicarlos, para registrarlos, para animarlos a votar, etc. Estas dificultades las he analizado en un varios artículos recientes (ver: https://ismaelperezvigil.wordpress.com/ ); y también, en uno de ellos, Primarias Opositoras −https://bit.ly/3VJlvGl− afirmé que si existe la voluntad y el acuerdo entre los candidatos, hay experiencias con recolección de firmas y otras actividades en el exterior, que permiten afirmar que es posible movilizar a los venezolanos para hacer un “registro” de votantes en el exterior y que pudieran votar, al menos en la primaria, con solo presentar su cédula o pasaporte y también se podría promover, en muchas ciudades del mundo, el voto electrónico remoto.

Queda aún una leve esperanza que la CP, con base en el artículo cinco del Reglamento y haciendo uso de sus atribuciones, promueva la participación y voto de los venezolanos en el exterior, como señalé más arriba, con cedula o pasaporte, aun cuando no figuren en el registro electoral del CNE.

Con o sin CNE

· Y el último punto al que haré referencia en cuanto a las omisiones del Reglamento, es el relativo a la participación del CNE en el proceso. Bien sabemos que el tema es un “espanta brujas”, su sola mención enfurece a una buena parte de los electores de oposición, que al escucharlo se cierran a los argumentos de costos, mayor participación, etc. Como en los otros puntos mencionados, sobre este punto el Reglamento no dice tampoco nada de manera directa; pero en uno de sus artículos deja entrever, de una forma muy sutil, la posibilidad de esa participación, cuando señala que: “…En caso de que la votación sea manual, las boletas electorales tendrán en su reverso un mecanismo de seguridad para evitar su falsificación.” (Subrayado mío)

Es obvio que, si la votación no es manual, si es electrónica, o con máquinas de votación, en este segundo caso, es imprescindible la participación del CNE. Tampoco escandalizaré a nadie, pues no es algo nuevo, decir que estoy en favor de la participación del CNE, regido y controlado todo el proceso por la CP, que permitiría bajar costos e incrementar las posibilidades de participación. Con la salvedad de que no sería necesario el CNE para la votación en la primaria de los venezolanos en el exterior, como afirme en el artículo mencionado más arriba.

Elaboración y divulgación del Reglamento.

Pero creo que, política y motivacionalmente hablando, lo grave, según algunos, es, primero, la forma en que se dio a conocer el Reglamento −en lo oscuro, por trastienda, gracias a una “infidencia” −; y segundo, más grave aún, según otros, es la forma en que se elaboró; dicen que sin consultas y sin tomar en cuenta las opiniones de muchos −por ejemplo, los pre candidatos−, que se sentían con derecho a ser consultados.

Ciertamente, eso siempre ocurre con este tipo de documentos, pues es realmente difícil elaborar un reglamento como éste en una especie de comité multitudinario, pues es imposible complacer a todos, mejor dicho, casi que a ninguno. Ya sé que eso no es excusa para los que sostienen que el Reglamento debió ser ampliamente consultado, pero es así, tal como lo describí, en mi opinión y con base a mi experiencia y en cualquier caso no me voy a desgastar en convencer a nadie o en justificar mi afirmación.

Conclusión

En síntesis, el reglamento, aunque tiene cola y lamentablemente no parece que vaya a contribuir a mejorar los ánimos, bien por el disgusto que ha causado en algunos y la apatía con la que fue recibido por la mayoría, al menos es un material sobre el que se puede discutir y nos coloca más cerca de una fecha para tomar la decisión acerca de cómo designar y quien será el candidato unitario.

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El intercambio

Ismael Pérez Vigil

Resultó imposible sustraerme a la mefistofélica trampa de opinar sobre el tema del indulto a los “infaustos sobrinos”, convictos, confesos y condenados por narcotráfico en los Estados Unidos, y su posterior canje por un grupo de estadounidenses, encarcelados en Venezuela, acusados de corrupción, sin que hubiera todavía concluido el respectivo juicio, si es que se inició en algún momento, cosa de la que no estoy muy seguro, pero que ya no importa.

¿Tiene este hecho reprochables implicaciones morales? ¿Sienta un precedente negativo? ¿Debilita a la oposición y fortalece al régimen venezolano? estos y otros son los interrogantes que al menos yo me considero incapaz de responder y es que no es fácil referirse a un tema tan espinoso y además salir incólume, airoso, y sin unos cuantos insultos; pero, bajadas las aguas del acontecimiento −y también las de las tormentas que azotaron al país, que esas sí trajeron verdaderas pérdidas y desgracias− de todo lo que he leído, en artículos y grupos de WhatsApp, sobre el tema, extraigo las siguientes conclusiones:

Los hechos.

- Estados Unidos ha canjeado prisioneros o rehenes, convictos o acusado de delitos comunes, de narcotráfico, etc. en diversas oportunidades y con muy diversos gobiernos, todos ellos dictaduras y tiranías de diverso pelaje; de modo que, no es la primera vez que lo hace y seguramente no va a ser la última. Sobre eso hay abundante literatura y sobran los ejemplos que no vale la pena repetir.

- Aunque sea correcta, me parece una discusión estéril hacer distinción sobre si se trataba de rehenes, si se trataba de prisioneros, si los liberados eran narcotraficantes, hampones comunes, asesinos o lo que fuera; o si se trata de un hecho inmoral, porque la moral de los gobernantes norteamericanos queda, en su criterio, a salvo, por el hecho de que para ellos es más importante rescatar a sus conciudadanos en donde quiera que se encuentren que, por lo visto, cualquier otra consideración.

- En este caso, además, se trataba de dos reos que ya habían sido juzgados y condenados y habían cumplido parte de su condena; por lo tanto, para el criterio del presidente de los Estados Unidos, la justicia norteamericana estaba servida y si un indulto a estos señores y su liberación servía para rescatar a unos prisioneros norteamericanos, encarcelados en otro país, era razón suficiente para proceder.

La moral y la ley.

- De manera que, la decisión del presidente de los Estados Unidos se ajusta a lo que ellos consideran su práctica y su ley, pues hay en efecto una ley que regula esta actividad – la “Robert Levinson Hostage Recovery and Hostage -Taking Accountability Act” −. Estoy seguro que el presidente norteamericano cubrió los extremos de esa ley, de lo contrario sus rivales y enemigos políticos −que no son pocos ni tranquilos− ya habrían demandado la nulidad de ese acto, cosa que no ha ocurrido, se han limitado a hacer señalamientos y consideraciones morales y políticas, que al parecer poco importan a la mayoría del pueblo norteamericano.

- Por cierto, ya que estamos en los extremos legales, valga aclarar que los individuos que fueron indultados y liberados por el presidente norteamericano, los famosos sobrinos, no es que fueron indultados sin más, sino que firmaron un documento según el cual deben cumplir ciertas condiciones, que si no las cumplen se restituye la pena y tienen que cumplir el castigo al que fueron originalmente condenados.

Rechazo a la decisión

- Otra cosa es que la decisión haya sido del agrado de muchos o pocos, en diversas latitudes. Por ejemplo, a un sector de los norteamericanos no les ha gustado la decisión, sobre todo a los rivales políticos del presidente −particularmente en la Florida, y seguramente entre la población de origen cubano y venezolano−, porque piensan que es un acto político −sin duda lo fue− con miras a la campaña electoral que concluye el 8 de noviembre y es una acción a la que el presidente intentará sacarle partido electoral, al igual que sus enemigos tratarán de que pague el precio electoral correspondiente por haberlo hecho.

- Por supuesto, en nuestra parte, a la mayoría de los venezolanos −es decir a toda la oposición− no nos gustó ese indulto y ese canje. Pero lo ocurrido, es importante destacarlo, tal como dije, ya ha ocurrido en oportunidades anteriores, pero es la primera vez que nos afecta directamente. Valga decir que cuando se han canjeado prisioneros acusados de narcotráfico, incluso hampones comunes y hasta terroristas, por parte del gobierno norteamericano y otros gobiernos democráticos con diversas dictaduras y tiranías, en Venezuela nunca dijimos nada; no era nuestro asunto. sobre todo, porque no nos afectaba directamente.

- Como ya dije, la moral norteamericana está salvada, porque se trató de un acto que les permitió liberar a unos conciudadanos presos en otro país y se ajustó a sus leyes. Por lo tanto, no voy a evaluar el tema desde el punto de vista de la ética o los principios morales que pudieran estar en juego, y espero no sonar muy cínico cuando digo que hay que considerarlo, solamente, desde eso que algunos llaman la “realpolitik” o como un evento estrictamente político.

El desagrado en Venezuela.

- Y cuando digo lo anterior me refiero a lo siguiente ¿Por qué no nos gustó a los venezolanos lo ocurrido? ¿Fue por los aspectos morales, éticos, implicados en la decisión? Seamos sinceros, por supuesto que no. Porque si fuera así, como ya dije, nos hubiéramos referido y criticado duramente procesos similares, ocurridos en EEUU o en otros países, que como no nos afectaron no dijimos nada; con lo cual los principios morales esgrimidos con este caso, quedan bastante relativizados, por decirlo suavemente. Obviamente no creo que haya sido la moral la razón por la que no nos gustó lo ocurrido; por supuesto hablando en términos generales −sé muy bien que toda generalización es injusta y hasta grosera−, así que dejo a salvo algunas excepciones, que las hay, que se refieren a la ética y los argumentos morales, que entraron en juego.

- Otra de las razones por la cual no nos gustó lo ocurrido es porque no se trataba de cualquier reo; se trataba de los sobrinos de la esposa del presidente Maduro. Muchas −de nuevo, no todas−, las consideraciones que se hicieron en este caso, y mucho del escándalo que se armó −y que, por cierto, ya parece haberse enfriado− fue bastante mayor que el que se armó, por ejemplo, cuando se puso en libertad al llamado “tuerto Andrade”. O cuando se retrasa ad infinitum y no se termina de concretar la extradición del señor Carvajal, detenido en España. O cuando se liberó de sanciones de la OFAC a otro “sobrino”, de la esposa del presidente Maduro, pero que fue un caso menos sonado que el de estos sobrinos, detenidos y acusados de narcotráfico. Y los ejemplos mencionados son solo por referirme a los casos más notorios, ocurridos últimamente y no a los casos de otros venezolanos que cometieron delitos. Algunos se fueron a los Estados Unidos, donde fueron juzgados y están ya libres; otros están viviendo allá o en Europa, tras cumplir condenas o tras haber sido indultados, por proporcionar “información”. La mayoría están libres y disfrutando de sus fortunas, supuestamente mal habidas, sin que nos hayamos rasgado las vestiduras como ha ocurrido en esta oportunidad.

- Otra razón por la cual no nos gustó −es mi caso− seguramente tiene que ver con habernos dado cuenta de la pérdida de importancia relativa que la situación venezolana tiene ante la llamada “comunidad internacional”. Brutalmente nos dimos cuenta como nuestros problemas, de absoluta y obvia prioridad para nosotros, como sería de esperar, no son de la misma importancia y prioridad para los gobiernos de otros países. Esos países piensan antes en resguardar sus propios intereses y en obtener sus propios beneficios, independientemente de cuál sea nuestra suerte en ese proceso.

Otro ejemplo.

- Abundando en el tema del punto anterior, otro buen ejemplo es nuestra reacción de rechazo cuando el presidente Petro de Colombia decidió normalizar relaciones y abrir las fronteras, en función de sus intereses −y posiblemente por otras consideraciones políticas−. De igual manera, hay que considerar la invitación que hizo al presidente venezolano de servir de intermediario en el diálogo con el ELN; son decisiones que no hacen muy feliz a la oposición venezolana, aun cuando seguramente, la primera de ellas −el normalizar las relaciones con Colombia−, podría favorecer a muchos Venezolanos que están en ese país como inmigrantes o refugiados, que no tienen documentación y que por eso no han podido regularizar su situación o continuar su tránsito, desde Colombia hacía otro destino.

En síntesis, de lo ocurrido y las reacciones, caben las siguientes interrogantes:

- ¿Afectará esto la popularidad del presidente de los EEUU, hasta el punto de incidir negativamente en sus resultados electorales del 8 de noviembre?, este punto solo lo podremos evaluar cabalmente tras los resultados de las elecciones de ese día; pero personalmente, lo dudo. Pensando racionalmente más bien creo que lo beneficia, pues una buena parte de la población norteamericana considera que el primer deber del presidente de su país es proteger a sus ciudadanos. Entre la población de origen cubano y venezolano, que seguramente está molesta por lo ocurrido, posiblemente los radicalizará más, pero ese es un voto que ya está decidido, dada la extrema polarización que vive el pueblo norteamericano.

- ¿Lo ocurrido debilita a la oposición democrática venezolana, al fortalecer la posición del gobierno de Nicolás Maduro, que logra la libertad de esos detenidos?, seguramente sí, pues la frustración y el impacto de esa decisión que hemos visto, expresada en la opinión de calificados analistas, y en general en la oposición democrática venezolana, es notoria e inocultable.

- ¿Afectará el futuro, si es que hay tal, de las negociaciones entre el régimen y la oposición democrática, que supuestamente se reanudarían en algún momento en México?, a pesar de que el gobierno norteamericano lo niega y sigue presionando por su realización, posiblemente sí se vean afectadas, toda vez que parece haber una línea sólida de negociación directa entre el gobierno venezolano y el norteamericano −que siempre fue un objetivo del régimen venezolano− y por el hecho que el diálogo en México tiene ya un año paralizado.

Conclusión

¿Qué fuerza tiene la oposición democrática para presionar ese diálogo, ahora que su aliado más notorio parece haber decidido negociar directamente? Esa pregunta nos martilla y flota en el ambiente.

Para responderla, digerida la normal molestia que un acontecimiento como el ocurrido nos pudo causar, se hace necesario asimilar la lección, de la cual ya hemos hablado en oportunidades anteriores: Si nosotros, opositores democráticos, no nos unimos para hacer frente a nuestros propios problemas, mejor y más eficazmente de lo que lo hemos hecho hasta los momentos, nadie nos va a venir a “rescatar” de nuestro calvario particular; pues, parafraseando al poeta Campoamor, en este “mundo traidor…todo es según el color del cristal con que se mira” y cada quien se ocupa, en primera y última instancia, de sus propios problemas.

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Repolitización.

Ismael Pérez Vigil

Tomo el término que titula este artículo de la última entrevista al Padre Luis Ugalde, SJ, quien siempre nos hace reflexionar. La entrevista, de la que se pueden extraer varias conclusiones, fue realizada por Macky Arenas, quien la titula: «Estamos viviendo el fin de una época, de una manera de hacer política» y fue publicada en “‎Encuentro Humanista”, el 30 de septiembre de 2022. (Los invito a leerla en: https://bit.ly/3MbZKKZ)

Desde luego Ugalde se pasea por temas, como la dignidad de la persona humana, la solidaridad, la subsidiaridad, la educación, la formación religiosa, la Doctrina Social de la Iglesia y sus diferencias con el marxismo en conceptos claves como el Estado y la creación de “‎cuerpos intermedios”, el humanismo, la política y los partidos políticos, los conceptos de derecha e izquierda, tiranía, populismo y una variedad más de conceptos, que algunos apenas menciona y otros desarrolla más a fondo.

La política.

En lo que a mí respecta, centro su mensaje en el tema de la política y los partidos, al cual me he venido refiriendo en las últimas semanas y sus opiniones me parecen un colofón adecuado, por lo que me permito resumir, de manera libre, desde mi estricto punto de vista, las que creo que son sus ideas más resaltantes con respecto a este tema, sin que sean las únicas y sin que su orden signifique la importancia que él les da.

Con respecto a la política y al concepto que tenemos de izquierda y derecha, el planteamiento de Ugalde lo resumo de esta manera:

- “… se ha agotado una manera de entender la política por lo tanto es indispensable una repolitización una nueva forma de entender y hacer la política… lo que significa nueva conciencia ciudadana… la ciudadanía debe asumir su responsabilidad pública” (subrayado mío)

- Estamos viviendo dos fracasos, el de la izquierda y …el de la ultraderecha neoliberal … (y también el fracaso de los) … que sostienen que el mercado resuelve todo y que las políticas sociales están de más.

- Los términos “…izquierda y derecha son palabras, ya no sirven para nada… porque “… sean de derecha o de izquierda (quien llega al poder) … En América Latina … hace política de cúpulas y de convenios.

Los partidos.

Ugalde es especialmente crudo con los partidos, sobre todo los de izquierda, y su concepto del Estado:

- Cuando en los partidos no hay “formación de cuadros … que significaba prepararse para la política… queda la política convertida en psicología de supermercado… eso implica el fin del país…”

- “…el poder político se debilita y eso entrega a los países en manos del poder económico, que ya no es nacional sino transnacional…. preocupa cuando el capital financiero acumula poder político muy por encima del poder de los Estados y no respeta reglas de juego…”

- “…Los partidos de izquierda cuando llegan al poder, lo único que les interesa es “perpetuarse en el poder”, porque para los partidos inspirados en el marxismo, “… el Estado es un instrumento para dominar… es herramienta para someter y dominar… es un instrumento de un grupo social para oprimir al otro… Nada más llegan (al poder), su propósito es convertir la democracia en una dictadura…” y concluye Ugalde, para los partidos de izquierda, el estado “… no el gestor del Bien Común…”

Y finalizo los planteamientos de Ugalde con un resumen de algunas de sus ideas sobre los valores, los principios, la moral y la ética y su relación con la política y los partidos:

- La moral desaparece de lo público… En otras palabras, no hay deber ser…La ética se va ausentando de todos los órdenes de la vida.

- “… el gran peligro es que la política no sea ejercida como tarea, como esfuerzo, por falta de educación ciudadana… sino… como una mera demanda…entonces se le abre el campo a los mesías y al populismo, que es lo peor que puede pasar…” Y lapidariamente finaliza: “Es lo que nos pasó en Venezuela. Apoyamos a quien promete sin ninguna garantía. Así estamos.”

Dicho de otra manera, en mis palabras, parafraseando las suyas, ante el agotamiento de la política, la crisis de los partidos, además de la pérdida de valores, la ausencia de moral y la falta de ética, que es notoria en Venezuela, se impone esa repolitización de la que él habla, que no es otra cosa que lo que en otras oportunidades hemos dicho: la concreción de un nuevo pacto social; él lo denomina “…una nueva conciencia ciudadana…” en la que el ciudadano vea la política como una responsabilidad pública, como esfuerzo y que “… arrime el hombro a un proyecto común que llamamos nación.”

Crítica a la política y a los partidos.

Las críticas de Ugalde, a la forma de hacer política y a los partidos, por ejemplo, aunque resumidas, son certeras y argumentadas. No puede ser para nadie extraño, ni motivo de escándalo afirmar que hay en Venezuela un “‎ambiente” político, una vez más, de reclamo, crítica, queja, denuncia, con respecto a la actuación de los políticos opositores y los partidos. Es algo que se remonta a los principios de los años setenta, del pasado siglo −y quizás antes de esa fecha− pero algunos lo enfatizan en el desempeño de políticos y partidos durante estos últimos dos años y la evaluación del gobierno interino, a quien algunos hasta acusan de corrupto. Sin evaluar la certeza o no de estas denuncias, francamente, lo sorprendente es lo virulentas de algunas de ellas y sea que se logre probar o no alguna falta, lo que no me cabe duda es el aprovechamiento que hace el régimen de esta circunstancia.

A ese respecto, no pongo en duda la crisis severa en la que están sumidos los partidos y que pareciera que algunos no tienen interés serio en superar; tampoco me cabe duda, por las muestras dadas, que con algunas excepciones hay una notoria mediocridad en gran parte de la dirigencia política, falta de formación, banalidad en afrontar los temas y falta de compromiso real por enfrentar los problemas de la población; pero, a pesar de todo eso y tras leer los argumentos de Ugalde, creo que se impone una reflexión más reposada de este tema de los partidos y la política; que nos conduzca a alguna salida o solución, que en el fondo creo que es lo deseable, y es lo que concluyo al leer lo de la "‎repolitización”. Busquemos que la crítica sea una evaluación que conduzca a una rectificación, a aleccionar, etc.; salgamos de esa práctica que parece que lo que persigue es un simple “‎ajusticiamiento”, un linchamiento.

Porque, seamos sinceros, todos sabemos que nadie va a cometer la insania de salir a hacer algo tan impopular como defender a la política, los políticos o los partidos, pues eso de criticarlos, no solo ha estado siempre de moda −al menos desde inicios de los años setenta del pasado siglo−, sino que además es muy “‎seguro”, da “dividendos electorales”, pues usualmente no hay que probar nada, pues “‎todo el mundo sabe que eso es así”, que la política es algo “intrínsicamente malo”, que quien se dedica “‎a eso” tiene un fin oculto o busca de alguna manera beneficiarse personalmente, probablemente de enriquecerse de manera indebida; y además, como dije, nadie va a responder ni a desmentir nada; y si alguien desmiente, no importa, porque en este país a nadie se le ocurre rectificar o pedir disculpas por dar falsa información o difamar.

Y con esa mentalidad, nos vamos sacando los ojos, desde hace más de 50 años, sin señales evidentes de que hayamos avanzado en ese tema esquivo, del que nadie se atreve a hablar mal, del que nadie reniega, pero que no se termina de concretar: La renovación interna de los partidos y su readaptación a la situación política que vivimos.

Sin compromiso de cambio.

Hay otro aspecto de este problema que tampoco se encarna nunca. Si existiera algún compromiso serio por cambiar el medio político o el ambiente político venezolano ¿No cree usted que muchos de los que critican tan ácidamente se deberían meter a hacerlo, a militar en las organizaciones políticas o crear nuevas? Pero es que una de las terribles características de los venezolanos instruidos es que tenemos la peculiar costumbre de saber que deben hacer los demás, para nosotros hacer lo mínimo o no hacer nada; es más cómodo dedicarse a los negocios, a la actividad profesional y en materia política, disparar desde la cintura cada vez que nos provoque.

Por supuesto, tampoco vamos a negar la realidad, los errores cometidos y que esta actitud, la de rechazar y alejarse de la política y de los partidos, es una circunstancia que sus líderes han aprovechado bien para consolidarse en sus organizaciones y evitar cualquier intento de rectificación o renovación. Cuando vemos los resultados de sus “‎procesos internos” de renovación y las “‎nuevas” direcciones políticas, surgidas de ellos, salta a la vista que lo único que ha ocurrido es una especie de “‎enroque” de “‎cargos” y “‎puestos” en las directivas, pues los nombres y los candidatos son los mismos de siempre, pero en diferente orden. Y hasta en los “‎nuevos” partidos, con frecuencia vemos reproducirse los viejos vicios. No solo el pueblo se decepciona, también sus propios militantes comienzan a hacerlo.

Conclusión, lamentable.

Pero lo grave es que, hasta el momento, el régimen enfrenta una oposición democrática desmoralizada, poco organizada, eventualmente fracturada, que ni siquiera ha decidido aún, de manera cabal y detallada, cuál será el método para seleccionar su candidato; y contará además con un sector opositor radical, listo para desguazar lo que quede en pie de la oposición democrática, una vez concluido cualquiera que sea el método de selección del candidato. Y paremos de contar.

Naturalmente que esta tarea de repolitización no será sencilla, pero al respecto vale recordar a Irene Vallejo, la escritora española, quien sabiamente nos señala en su último artículo, Alas de Cera, 3/10/2022 −https://bit.ly/3SJeMuc−: “La sabiduría antigua, tan ajena al pensamiento positivo, nos recuerda que lo habitual no es el éxito, sino estrellarnos y levantarnos del suelo con rasguños y olor a chamusquina”. Aun de esa manera, vale la pena levantarse y continuar.

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Integración de partidos y sociedad civil

Ismael Pérez Vigil

Hace algún tiempo comenté diversos aspectos de la sociedad civil y los partidos políticos: las diferencias en objetivos entre ambos, las diferencias en el liderazgo de unos y otros, las diferencias en las formas de organización, etc. Pero quedó pendiente el tema de las lecciones aprendidas en estos veintitrés años para lograr la integración de estos dos actores, para enfrentar la situación política del país.

Crisis de los partidos

Es hoy un lugar común hablar de la crisis que viven los partidos políticos y la política en general, que ha llevado a que una gran parte de la población se muestre indiferente y rechace la actividad partidista y muy en especial a la actividad electoral. Esta circunstancia no se puede atribuir a una única causa, sino a una mezcla de ellas y me atrevería a describir varias, sin pronunciarme por cual es la más importante, ni pretender afirmar que las que voy a mencionar son todas las que se deben considerar.

Por un lado, a los partidos se les critica que fueron apartándose de sus objetivos, doctrina, principios ideológicos y los fueron reemplazando por vacías promesas populistas, interpretando lo que suponían que el pueblo quería escuchar, pero olvidando su papel de conductores y orientadores; se les señala que dejaron de renovar su liderazgo; que se fueron anquilosando en el gobierno y convirtiéndose en meras maquinarias electorales para mantener el poder; que en el desempeño del gobierno fueron perdiendo eficacia para resolver los problemas de la población y que se fueron deteriorando en el poder, en algunos casos por involucrarse en procesos de corrupción. Críticas fuertes, no siempre justas, al menos para todos los partidos.
Del otro lado a la sociedad, también se critica el dejar de lado su responsabilidad e interés por controlar a los partidos y al gobierno; los ciudadanos, se señala, se fueron alejando cada vez más de los partidos y de la actividad política, para dedicarse más a su familia, a la actividad académica, a hacer dinero a través de su actividad profesional, de negocios −a veces con el propio gobierno− o a través de sus empresas y cuando se vinieron a dar cuenta, los partidos y los políticos ya estaban totalmente “de su cuenta”, sin control social y sólo quedó entonces, para comenzar a rectificar y enderezar entuertos, desatar un despiadado proceso de crítica, que no buscaba renovarlos o corregir errores y defectos, sino reemplazarlos o simplemente acabar con ellos.

Eso dejó el campo fértil para todo tipo de oportunistas; para que demagogos populistas −como Hugo Chávez Frías− se montaran sobre ese proceso de crítica a los partidos y se adueñarán del poder; una vez en él, continuarían un proceso sistemático de destrucción de los partidos, para el que encontraron poca o ninguna resistencia, más bien el apoyo de una parte importante de la población que había perdido toda su fe en los partidos y en la política y por otro lado, se encontraron con unos partidos mediatizados, con poca solidez doctrinaria, sin renovación de su liderazgo y con poca o ninguna formación ideológica en su militancia. La tarea de destrucción era fácil

Surge un nuevo actor

El Gobierno de Chávez Frías se inició montado y continuando el ataque y críticas a los partidos políticos, recogiendo y usufructuando los más de treinta años previos de diatribas contra ellos, no siempre justificadas. Ese intento de eliminar a los partidos cristalizó en la Constitución Bolivariana de 1999, en la cual ni siquiera se les nombra y expresamente prohíbe que sean financiados por el Estado. Algunos pensaron, hoy sabemos que erróneamente, que esto era un comienzo de liberación y depuración para los partidos, cuando en realidad al quitarles el financiamiento público se les dejaba en manos de grupos económicos que pudieran o puedan financiarlos y de cuya influencia se pretendía liberarlos. Se les hizo más dependientes a los de la oposición y se favoreció indirectamente a los del Gobierno, porque son los únicos que pueden contar con los recursos del Estado, como hemos visto hasta la saciedad en estos veintitrés años.

Pero esa estratagema falló, los partidos no fueron aniquilados y surgió un actor con el que nadie −muchos menos Hugo Chávez Frías− contaba: el ciudadano y la sociedad civil, que desarrollaron y adquirieron en estos veintitrés años una experiencia política, invalorable, para la sociedad civil y que también sirve para sacar importantes lecciones, al menos en lo que a la organización política partidista concierne.

Historia del nuevo proceso

Al principio de la instauración del régimen, parecía que asistimos a la sepultura de los partidos tradicionales y al surgimiento y reflorecimiento de “nuevas” organizaciones. En los viejos partidos, se critica, se habían enquistado algunas “elites” que, habiendo dejado de lado ideales doctrinarios, se habían adueñado de esas organizaciones, mediatizado y apartado sus ideales de lucha. Algunos continúan allí, como dice un amigo, como la nata sobre la leche, que siempre sale a flote por más que se revuelva. De esa debacle no se salvó, prácticamente ningún partido, ni siquiera la vieja Izquierda insurreccional. Y tanto a los partidos, llamémoslos históricos, como a los nuevos partidos, los surgidos en años recientes, el régimen se ha encargado de intentar aniquilarlos −por suerte sin éxito completo−, persiguiendo a sus lideres y dirigentes, inhabilitándolos y últimamente, utilizando al TSJ para desmantelarlos y entregar sus organizaciones, colores, locales y símbolos a algunos personajes surgidos de ellos, pero afectos a las políticas del régimen o dispuestos a seguirle el juego de destrucción de la oposición.

Partidos de inspiración militar

Presenciamos también el surgimiento, efímero, en Venezuela, de lo que se llegó a pensar que sería un nuevo tipo de organización de corte cívico-militar (MBR200 y MVR). Estos “nuevos” partidos, inspirados en las ideas del sociólogo argentino Norberto Ceresole, se basaban en un liderazgo de tipo caudillista, con una ideología de “eficiencia militarista” y que parecían llamados a heredar las consignas y estrategias de los partidos de masas de principios del siglo pasado, fuertemente apoyados en prácticas populistas. Se nutrieron de la clientela política que fue abandonando a los partidos tradicionales, de la cual un día también se nutrieron algunos partidos y fenómenos electorales, surgidos entre los años 60 y 90 del pasado siglo, que no viene al caso mencionar.

Sin embargo, esas organizaciones no cristalizaron. El MBR200 no llego nunca a adquirir una forma pública y el MVR, devenido en PSUV, se ha quedado en una mera maquinaria electoral, que depende del carisma de su caudillo principal, usualmente el presidente de la república. Ni siquiera ha podido generar una élite dirigente destacada, diferente a aquella que surgió en 1992 y que acompañaría a Chávez Frías en su aventura electoral de 1998 y años subsiguientes en la instauración del oprobioso socialismo del siglo XXI. No podía ser de otra forma, pues su propio líder creador, Chávez Frías, y quienes lo sucedieron, se encargaron de destruirlos, de mutilarles el alma, al designar a dedo sus autoridades internas y sus candidatos. El resultado es que el régimen actual no se apoya en el PSUV para gobernar, sino en la FFAA.

Las nuevas opciones

De esta lucha por la sobrevivencia y por ganar nuevamente el favor del electorado de manera democrática, han ido surgiendo −y esperamos surjan más− algunas nuevas opciones, nuevos partidos, de inspiración ideológica −Social Demócrata, Demócrata Cristiana y Socialista−, partidos con doctrina; y aunque varios presenten algunos de los vicios del pasado, le tocará a los grupos sanos y jóvenes de esas organizaciones renovarlos y darles nuevo contenido para que, remozados y reconvertidos, pervivan como elemento indispensable, que lo son, de la vida democrática.

Constituye el reto de los partidos y de sus lideres del momento, descifrar este crucigrama y armar este rompecabezas e integrar a un ciudadano, que no quiere alejarse más de la política, de lo público, pero que no se les puede seguir atrayendo con viejas consignas de partidos de masas, leninistas, o sacarlos de su ambiente inmediato de trabajo y de vida para intentar que “participen” en ambientes extraños a su cotidianeidad. Para dar respuesta a este “ciudadano movilizado” necesitamos nuevos esquemas de organización política, más cónsonos con la realidad que vivimos, menos centralizados, más interactivos.

Sabemos que esto no es fácil, pero hay algunos ensayos importantes y exitosos. Se trata de ver como aplicamos algunas de las lecciones que pudo haber aprendido esa sociedad civil, ese ciudadano incorporado a la política −incluso los mismos partidos−, con esquemas organizativos diferentes, propios de su actividad en otras áreas o de su aprendizaje de la experiencia internacional a la que hayan podido tener acceso.

Hacia un nuevo modelo organizativo

Resumiendo lo que ya he dicho en ocasiones anteriores −disculpen los que ya lo han leído− vemos la tendencia en muchos países de apuntar hacia un esquema de partidos u organizaciones políticas, diferentes a los que tenemos actualmente, lo que hemos llamado los partidos históricos y los nuevos, pero inspirados en ese modelo. Hoy en día tenemos que hablar de tendencias que apuntan a organizaciones que se basan en núcleos, muy activos, de militantes o dirigentes y una enorme periferia que se activa y desactiva de acuerdo con circunstancias concretas y en ambientes específicos, en la mayoría de las ocasiones convocados y organizados por medio de las redes sociales. La clave es no sacar al ciudadano de su “ambiente” natural de trabajo y vida en el cual se desenvuelve. De esta forma, los individuos, los ciudadanos, se mantienen activos y ligados a la globalidad, pero desde su propio medio local, parcial y limitado, el cual conocen a la perfección; se organizan rápidamente en función de actividades específicas, muchas veces en forma de “enjambre” y regresan rápidamente a sus actividades cotidianas.

Es la organización que corresponde a un mundo globalizado −aunque a algunos les produce alergia esta palabra−; donde la globalización es un dato, una realidad tecnológica, la forma en que se organiza la producción a nivel mundial y no simplemente una opción económica. Se trata entonces de resolver la paradoja organizativa de los últimos años: antes se nos decía, que pensáramos globalmente y que actuáramos localmente; ahora el reto es pensar localmente y actuar globalmente. ¿Estarán nuestros partidos políticos en capacidad de darnos esa respuesta organizativa? ¿Estarán los ciudadanos en capacidad de comprender esa convocatoria y ese papel? Esa es la gran duda que tendremos que resolver en la práctica.

Ética en los partidos

Hace algún tiempo, en varios artículos, analicé la necesidad de construir una organización moderna −como la ya descrita en párrafos anteriores−, popular, poli clasista, o donde el tema de “clases” no sea un problema, que se plantee claramente la toma del poder sobre la base de un programa explícito, y un compromiso personal y colectivo con ese programa. Desde el punto de vista organizativo, la organización partidista que se forme debe estar basada en postulados éticos, que como mínimo contengan: la transparencia en el actuar y en las funciones de gestión pública; la correcta separación entre los legítimos fines privados del político, los fines del partido y los fines del Estado; la conciencia, en el político, de que su función pública, es una función educativa.

Establecidos estos puntos -éticos- fundamentales, y las formas organizativas descritas, es válido que nos plateemos otros principios: ¿Cómo hacemos para que nuestro programa, en forma de mensaje, llegue a las grandes mayorías del país? ¿Cómo hacemos para que el pueblo entienda que nuestro mensaje es el suyo y que el desarrollo capitalista que queremos para el país, es lo mejor para él? Ese es nuestro verdadero reto. El programa, al menos sus aspiraciones globales están claras, definidas, en las varias versiones, parciales y completas, del llamado Plan País. El problema ahora es como hacemos que llegue a todos los venezolanos y como lo convertimos en postulados compartidos y en ideales de lucha común. Ese sigue siendo un tema para la reflexión.

Conclusión

Insisto, para finalizar, en lo que ya he señalado en oportunidades anteriores, que la tarea del político y la política, entre otras cosas, es educar acerca de cómo vivir en democracia, particularmente, en la importancia de formar lideres con un sentido ético y crear partidos u organizaciones políticas alejadas de prácticas poco trasparentes y poco democráticas; crear organizaciones políticas en donde no se favorezcan conductas proselitistas, como las que eran comunes en nuestro quehacer partidista y son la conducta habitual de los que apoyan a este régimen, para ganar el favor popular. Las tareas concretas a realizar, obviamente no son materia de un artículo como este.

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Sociedad Civil versus Desesperanza.

Ismael Pérez Vigil

A la memoria de Olga Ramos y Rafael Macquhae,

rocas de la sociedad civil, Impenitentes luchadores

por la democracia, la libertad y una educación libre

y de calidad, descansen en paz, amigos…

Siempre que se habla de las formas prácticas de combatir ese sentimiento de angustia y pesar que acogota a todos los venezolanos, la desesperanza, invariablemente pienso en la resistencia de los ciudadanos y de la sociedad civil al régimen que nos asola desde 1999.

Desde siempre y de muy variadas maneras, la sociedad civil, los ciudadanos, han estado presentes en la historia política de Venezuela; pero, especialmente desde 1999, que empezó este régimen de oprobio, que continua hasta hoy, nadie contaba, mucho menos el propio Chávez Frías, que la muerte de los partidos políticos, que él propicio, no sería tan definitiva y mucho menos contaba con el surgimiento de este actor que le ofrecería una denodada resistencia: El ciudadano, organizado como sociedad civil.

Antes de continuar aclaro que, para este concepto tan amplio y algo esquivo, adopto el criterio que sociedad civil (SC) es para mis análisis lo diferente a partidos políticos, organizaciones religiosas, sindicatos y obviamente organizaciones militares. Se trata, entonces, de ciudadanos organizados para actuar política y socialmente, por ejemplo, pero al margen de los partidos y cuyo objetivo no es la búsqueda del poder.

El “comienzo” de lo actual.

Paradójicamente, la actividad política de dos personajes −por muchos motivos antagónicos y opuestos−, Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez Frías, va a ser pieza fundamental en el surgimiento y desarrollo de ese actor político que, sin ser nuevo, pues como dije, está presente a todo lo largo de nuestra historia política, pasa a ser fundamental de 1999 en adelante.

Desde un punto de vista positivo, el impulso a la privatización de las empresas del estado, la descentralización, el impulso a la elección directa de los gobernadores y la elección nominal de los diputados al Congreso Nacional, entre otras políticas desarrolladas durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, abrieron las puertas para una entrada, más sólida, en la política, de este actor.

Desde un punto de vista negativo, Hugo Chávez Frías, con su prédica antipolítica y contra los partidos y a la vez propiciar que fueran los ciudadanos y la sociedad civil los únicos que participaran en la elección de la Asamblea Constituyente de 1999 −que él convocó y cuyos términos, parámetros y contenidos, él definió e impuso−, fue también un impulso para que, como actor, la SC, se manifestara, de manera decisiva. Todos recordamos que en 1999 en las regulaciones con las que se convocó a una Asamblea Constituyente, a la sociedad civil se le dio preeminencia y todo el espacio; pero, no tardamos en descubrir que en realidad esto no era así, sino que se trataba simplemente de una forma más de restar importancia y relegar a los partidos políticos. Desde entonces, la arremetida de este régimen en contra de la sociedad civil, no ha cesado.

El “chavomadurismo” contra la sociedad civil.

Las instituciones controladas por el régimen, desde sus inicios, han arremetido contra la sociedad civil. Por ejemplo, el TSJ con varias sentencias dictadas por la Sala Constitucional, en las que se alude a la sociedad civil, se ha disminuido, confiscado o menoscabado sus funciones. Las arremetidas de la Asamblea Nacional, controlada por el régimen, han sido también notables: limitando su papel en el CNE, con intentos de legislación para controlar sus recursos; y desde luego, las tentativas de control, la persecución a sus lideres y la criminalización de sus actividades, por parte del gobierno de Nicolás Maduro, especialmente desde 2018; y estos son solo algunos de los ejemplos, de los que no voy a entrar en detalles, pues no voy a repetir lo que he dicho en otras ocasiones (ver Nueva Arremetida Contra la Sociedad civil, https://bit.ly/3wAsNR4)

En estos 23 años se han emprendido innumerables iniciativas para salir de este régimen de oprobio: huelgas empresariales, paro petrolero, intentos de golpe de estado, intentos de rebeliones militares, manifestaciones gigantescas, miles de protestas al año, hemos votado innumerables veces, nos hemos abstenido, hemos dialogado y negociado, designamos un gobierno paralelo, etc., y nada ha dado resultado, produciendo esta situación de desánimo y desesperanza que nos agobia.

Pero, a la vez surge de todo esto una reflexión que no podemos olvidar, aunque algunos lo hacen y el gobierno la exacerba: el régimen con sus incontables recursos, que ha utilizado a discreción para comprar voluntades y conciencias y a pesar de todo su poder realizando amenazas, chantajes, intimidación, represión a mansalva, inhabilitación de candidatos y partidos, forzando a miles al exilio, llenando las cárceles de presos, con juicios amañados y sin defensa, torturas y violación comprobada de derechos humanos, etc., no ha logrado eliminar a la oposición, sacarla del juego, evitar que de todas maneras se manifieste y surja. Ese es nuestro principal activo en esta lucha, que no podemos dejar de lado y despreciar, porque es el argumento más fuerte que tenemos contra la desesperanza. Así que, veamos cómo se dio este proceso, desde sus orígenes.

Matizando a la sociedad civil.

En buena parte esa resistencia de la SC se debe a que ha surgido con fuerza y se ha fortalecido desde 1999, con sus oenegés y la actividad de los ciudadanos y vuelve siempre por sus fueros; pero se hace necesario matizar esta actividad, pues me preocupa que se deifique y la cierta sobrevaloración que hacemos de ella.

La SC siempre ha sido celosa de su independencia, sobre todo de los partidos; pero estamos conscientes que en Venezuela, por acción u omisión, todo fue creado por los partidos −los sindicatos, los gremios, incluso los grupos vecinales−; no obstante, precisamente, la caída en desgracia de los partidos y la arremetida que sufrieron desde 1999, fue creando el espacio para que surgiera y se hiciera más fuerte el fenómeno de la SC, con algunas importantes diferencias de la SC, llamémosla histórica, que se manifestó tan ligada a los partidos políticos desde 1958 y que participaba en las campañas electorales apoyando diferentes candidatos, sobre todo de la partidos principales de entonces: Ad y Copei.

Sociedad Civil y régimen de Chávez Frías.

La primera manifestación de resistencia ciudadana y de la SC al régimen impuesto por Hugo Chávez Frías desde 1999, fue la participación de cientos de ciudadanos buscando firmas para postular candidatos y luego elegirlos para conformar la ANC de 1999. Allí tuvimos, los que participamos activamente en la actividad, el primer atisbo de que no es posible derrotar en lizas electorales a las maquinarias partidistas. Luego vinieron otras protestas contra el régimen. De especial mención la de las mamás, en aquellas jornadas de protesta, por todo el país, en las plazas públicas, en defensa de la educación libre y contra del decreto 1011, bajo la consigna: “con mis hijos no te metas”. Y tantas otras, que en estos 23 años, con ese impulso de resistir y combatir a Hugo Chávez, su constituyente y su régimen, desarrollaron un verdadero “boom” que al régimen, que lo propició, se le fue de las manos. Surgieron entones cientos de organizaciones, ligadas a la actividad política, a la resistencia, gente muy crítica que quería hacer oposición y quería hacer política, pero no lo quería hacer en los partidos, bien porque estaban desprestigiados o porque esos ciudadanos no eran capaces de tolerar la disciplina de los partidos.

Los ciudadanos, resistiendo al régimen que se imponía, formaron sus propias organizaciones, a las que se sumaron los disidentes de los partidos, que antes, al desgajarse de su partido de origen, formaban otro y que ahora forman una oenegé. Y también, al sumarse a esa resistencia las oenegés que ya estaban formadas para atender problemas educativos, ambientales, de salud, etc.…y que comenzaron a involucrarse en la política, fueron formando una numerosa e intrincada red.

Sociedad civil hoy.

Hoy tenemos, entonces, cientos de oenegés, cercanas al millar, de organizaciones con motivación específicamente política. Organizaciones que por momentos, es verdad, se comportan, dividen y tienen disputas muy similares a la de los partidos, pero con la diferencia que no están diseñadas, como tales, para luchar por el poder, aunque algunas lo quieren hacer y reemplazar a los partidos. Obviamente estas organizaciones no se comportarán igual cuando retornemos a la democracia y será allí, cuando nadie las persiga ni acose, que van a probar su verdadero valor, pues podrán ser una verdadera fórmula de control ciudadano sobre el desempeño de los gobiernos, locales y nacional. Toda esa energía, volcada hoy hacia la actividad política y el rescate de la democracia, podrá dirigirse el día de mañana a resolver de manera eficaz y eficiente, acuciantes problemas sociales y económicos del país; siempre que no olvidemos, como ocurrió en el pasado, especialmente desde 1958, que los políticos están allí porque nosotros los pusimos allí y dejamos de controlarlos, los abandonamos a su suerte o su buen saber y entender, pues preferimos la vida profesional, la vida académica, dedicarnos a las empresas y la actividad económica, etc. Perdimos todo control sobre la acción de gobierno y sobre la posibilidad de contribuir como ciudadanos a enfrentar los problemas del país, desde una perspectiva que no suponga obtener prebendas políticas, figuración o cargos.

Cómo prepararse.

Ciertamente hoy tenemos muchas oenegés, muy activas algunas, pero una gran indiferencia ciudadana hacia la política, hacia los partidos y hacia las propias organizaciones de la SC que se dedican a la política; ¿Qué se puede hacer para que los grupos locales y vecinales, arremetan contra la desesperanza y como en el pasado, se organicen para votar y sobre todos para defender los votos?

Creo que la respuesta es mantenerlos allí, en ese nivel local, formando redes sociales y políticas, fuertes por su versatilidad y eficaces por su constancia y tenacidad; y desde allí, con posiciones firmes, velar porque las decisiones se tomen democráticamente. Esa es una forma además de crear “capital social”, pues la gente se vuelve demócrata, viviendo democráticamente, tomando decisiones por consenso, tolerando y aceptando las diferencias, siendo flexible. No tenemos democracia en el país, pero la podemos tener en la comunidad en la que vivimos y nos desempeñamos, en el grupo de vecinos, en el barrio, en el liceo, en las universidades, los gremios, en la comunidad inmediata, en nuestras oenegés; y que comprendan que ese problema, local y vecinal, con el que lidian todos los días, no se va a resolver completamente sin conexión a lo general y por eso hay que dar el salto a lo general, a lo político. Para cuando lo den, ya habrán aprendido a vivir en democracia, a ser flexibles y tolerantes, a aceptar las decisiones de los demás. Habremos aprendido lo que es la democracia.

Sociedad civil y “grupos de electores”.

Eso implica aprovechar todas las oportunidades que se presenten y una forma de combatir ese pesar de la desesperanza; por ejemplo, aprovechar que el CNE ha abierto un lapso para que se registren e inscriban “Grupos de Electores”; esto se puede hacer en el nivel local, vecinal, para que los ciudadanos organizados en sus vecindarios puedan presentar o apoyar candidatos; es también una manera de presionar y poner a las organizaciones políticas en la posición de que acepten las reglas del juego democrático de los ciudadanos y sus aspiraciones. Éste es un simple ejemplo de una manera de comenzar un proceso, real, de organización y construcción de redes, de organizaciones políticas al alcance de cualquier ciudadano, en donde los ciudadanos puedan participar sin renunciar a su condición de tal, al espacio vital que conocen y dominan.

Conclusión.

A pesar de todos sus esfuerzos, la sociedad civil venezolana, aun cuando no ha sido exitosa en su empeño de salir de este régimen de oprobio, ha resistido y sobrevivido y ha logrado crecer, en número, en miembros y en determinación. Le quedan dos tareas importantes, una inmediata y otra pendiente.

La inmediata, creo yo, es conectarse con las primarias opositoras, sobre todo en el exterior; tal como ya mencioné la semana pasada −en Contradesesperanza, https://bit.ly/3Ln0OLR −, esa es una tarea que perfectamente puede quedar completamente en manos de la sociedad civil, siempre y cuando se lleguen a acuerdos básicos de aceptar los resultados, de incorporarse todos a la campaña del ganador y en el propósito de llevar una respuesta a un país que espera y hoy muere de mengua y abandono; acuerdos que sean respetados por los precandidatos y partidos que compitan; aunque si no lo hacen, de todas maneras la SC les sabrá pasar la factura.

Y la tarea pendiente, desde hace muchos años, es ayudar y presionar a los partidos políticos a profundizar en su renovación y en sus procesos de reorganización; una manera, a nivel local y vecinal, es ayudar a incorporar cada vez más ciudadanos a la tarea de resistir y se me ocurre que una fórmula puede ser organizando los “grupos de electores”, que ya mencioné, que muestren a ciudadanos y partidos una vía y una forma de organizarse, de ser tolerantes y flexibles, de desarrollar democracia desde la base.

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Contra-desesperanza.

Ismael Pérez Vigil

Desde que publiqué un artículo, “Desesperanza” (https://bit.ly/3RfRoDm), hace varias semanas, he recibido comentarios, opiniones, e incluso una invitación del FAVL de Bolívar y Caroní, para tratar el tema en uno de sus foros, sobre todo: ¿Cómo combatir esa desesperanza?; esas interacciones e intercambios me han hecho reflexionar acerca de algunas de las áreas en donde se manifiesta el fenómeno. Hoy quiero tocar dos de esas áreas en las que más me han insistido, las elecciones primarias de la oposición democrática y el tema educativo de la juventud.

Las primarias.

La oposición democrática tomó la decisión de participar, unida, o al menos con un candidato único −que no es exactamente lo mismo− en las elecciones presidenciales del 2024 −que por las declaraciones recientes de Nicolás Maduro, tal parece que si se realizaran en esa fecha, que es la que se desprende de la constitución y las leyes vigentes, aunque aún falta saber si serán en el mes de diciembre, como ha sido la costumbre por años−. Esa misma oposición ha decidido también escoger ese candidato en un proceso de elecciones primarias, que se llevarían a cabo en una fecha indeterminada del año 2023, según acaba de ratificar la Plataforma Unitaria en un comunicado, pero que aún no se tienen mayores detalles de la forma concreta en que se llevarán a cabo. Eso parece que está ocasionando cierta desesperación a algunos sectores, tanto partidistas, como de la sociedad civil, que han manifestado inconformidad, tanto por la lentitud del proceso, como por el método de las primarias en sí, para escoger el candidato.

Opciones.

Teníamos varias opciones para hacer esta selección: Encuestas, consenso o primarias y como bien sabemos, se hicieron enormes presiones para que fuera mediante primarias. Casi que era un delincuente o un traidor, el que no dijera: primarias; pero, como es usual, una vez tomada la decisión, aparecen las inconformidades, por variados motivos: Lo tardío en realizarlas −primer semestre de 2023−; porque eventualmente se decida acudir al CNE, para que facilite máquinas y logística que abaraten los costos; por la incertidumbre al no saber si podrán participar los venezolanos en el exterior; e incluso, por la forma en que se tomó la decisión, de la que, según dicen algunos, se excluyó a la “sociedad civil”. La preocupación lleva a varios al extremo de dudar acerca si se celebraran o no o si los partidos a última hora desistirán de las primarias y se decidirán por el método del “consenso”, acostumbrados como están a las “componendas”, dicen los inconformes.

Creo que todas las objeciones que han ido surgiendo forman parte de ese fenómeno de la “desesperanza”, en algunos, o el interés en otros en desprestigiar el proceso y a la oposición democrática y nada tendría de raro que esté metida la mano de algún laboratorio de guerra sucia del régimen, para desacreditar a la oposición y de paso estimular la abstención, que siempre los ha favorecido a ellos.

Rebatiendo argumentos.

Mas allá de que siempre es posible que en efecto haya algún “arreglo” y se de vuelta atrás en la decisión, creo que los argumentos que están en la calle son fácilmente rebatibles. Por ejemplo, lo de la falta de consulta o que la decisión la hayan tomado los partidos en el marco de la llamada Plataforma Unitaria, hay que decir que “alguien” tenía que tomar la decisión y lo hicieron los únicos que estaban −y están− organizados para ello: Los partidos políticos, es decir: la MUD, el G4, el G7, el G10, o el G-lo-que-sea. Si los partidos consultaron ampliamente la decisión o no, es otro detalle, pero ¿Cómo si no, se podía tomar esa decisión? ¿En una Asamblea multitudinaria de oenegés? ¿En una reunión de partidos y oenegés? ¿Cuáles? ¿Mediante un plebiscito?

¿Se celebrarán las primarias?

Con respecto a la preocupación de algunos por el retraso, que los lleva a dudar si se celebrarán o no las primarias, yo creo que si se van a llevar a cabo; por la muy simple razón que en este ambiente que conocemos de falta de credibilidad en los partidos y en la política, ¿Cómo le explicarían los partidos al país que el candidato no se escogerá mediante primarias? Además, creo que los partidos no tienen mejor opción; siempre será políticamente mejor poner esa decisión en manos del colectivo, antes que exponerse a ser acusados de llevar a cabo una “componenda”.

No me cabe duda, al menos no una razonable, que habrá un proceso de primarias y que de allí saldrá un candidato −alguien va a ganar− en eso no veo problema; tendremos un candidato único, aunque después se lancen dos o tres; que se lanzarán, porque seguramente de alguno de esos partidos ilegítimos, creados por el régimen y el TSJ −e incluso de alguno de los que consideramos democrático− saldrá un candidato “rebelde”, del cual la gente se encargará, porque la gente juega a ganador y cree en la “unidad”, aunque sea un concepto algo abstracto, y al que no se meta en el redil, le pasarán factura. Y si no recordemos: ¿Cuánto votos obtuvieron los candidatos que se lanzaron por fuera de la unidad en 2012 y 2013? ¿O los que participaron en las elecciones de 2018, cuando los partidos democráticos llamaron a abstenerse? ¿O los candidatos que se lanzaron por fuera del acuerdo de “unidad” en Barinas?; no tienen vida política quienes se coloquen al margen de la unidad democrática.

Primarias en el exterior.

Para concluir el punto, conecto con lo de las primarias en el exterior. He afirmado que, dadas las enormes dificultades técnicas, políticas y falta de motivación −también las dificultades jurídicas, pero estas son más fáciles de resolver− veo difícil que se pueda hacer en el 2024 una votación masiva por parte de los venezolanos en el exterior. No repetiré lo ya dicho, los invito a leer mis artículos anteriores, ¡No se votará…! y Estrategia del voto en el exterior en: https://bit.ly/3LkwNw3−; sin embargo, con la celebración de las primarias en el exterior, nos estamos ahogando en un vaso de agua, pues esto es algo que podemos resolver “caseramente”, sin involucrar al CNE; pero, eso implica llegar a acuerdos básicos y allí la sociedad civil puede presionar para lograrlo, para que en el exterior se hagan las primarias, bajo estas características: 1) sin CNE, porque, de todas maneras, el CNE no las va a hacer; 2) que se acepte que todo mayor de 18 años, con una cédula de identidad o pasaporte venezolano, pueda votar, y 3) que cada comunidad de venezolanos en el exterior, organice sus votaciones en el lugar donde vive.

Bajo estas premisas, si se logra que en unas elecciones primarias de la oposición participen más de un millón de venezolanos en el exterior, sería un éxito político enorme. Pero, tiene que haber un acuerdo firme en que se van a respetar los resultados; y llamo “acuerdo firme”, más allá de firmar un papel, que quien no lo haga, se denunciará públicamente, para que el pueblo lo identifique y le pase factura.

Educación

En el tema educativo no estoy involucrado de manera directa; mis conocimientos al respecto son los de cualquier ciudadano que escucha con preocupación lo que familiares y amigos, con hijos en edad de estudiar comentan; pero, hay que estar ciego para no darse cuenta que el deterioro del sistema educativo es uno de los problemas más graves del país y hay que enfrentarlo a todos los niveles; desde las guarderías o lo que llamábamos “hogares de cuidado diario” −aquellos centros que existían o deben existir para que los padres dejen a sus hijos en un lugar seguro y puedan trabajar− pasando por la educación básica y media, la educación técnica o de oficios, para preparar para el trabajo, hasta la educación universitaria.

El nuevo gobierno, por el que luchamos para acabar con este régimen de oprobio, tendrá que decidir donde pondrá recursos y a que le dará prioridad: ¿A la educación de los niños, o a las universidades?, pues posiblemente no habrá recursos para atender todo, desde los sueldos ruinosos de maestros y profesores, hasta el mantenimiento de locales y presupuesto de las universidades; por ejemplo, he presenciado discusiones en las que se plantea de manera muy seria el tema de si es realista que la educación universitaria o superior en general, pueda seguir siendo gratuita, como lo fue siempre.

La juventud y su educación.

Pero con respecto al “adoctrinamiento” ideológico al que ha estado sometida la juventud venezolana, en las aulas y en la vida misma, todos hemos escuchado la preocupación de padres y educadores acerca de que la juventud venezolana no ha vivido en democracia, solo ha conocido este sistema, del supuesto “socialismo del siglo XXI”, que ha destruido al país y propiciado la diáspora y huida al exterior de casi ocho millones de venezolanos.

Ciertamente es preocupante que tenemos una generación −ya casi dos− de jóvenes que han vivido bajo este régimen de oprobio durante los últimos 23 años; que no conocen la democracia; que para ellos elecciones son esas comedias que nos monta el régimen con el CNE; que no saben lo que es una Asamblea Nacional, un parlamento, verdaderamente democrático, en donde se concilien ideas e intereses, se hagan leyes para todos, un cuerpo legislativo que controle al poder ejecutivo y los demás poderes; no han visto un parlamento, sino un antro de componendas. Nuestros jóvenes tampoco conocen un sistema de justicia independiente, sino uno despótico que “imparte justicia” a la medida del gobierno; jóvenes que solo solo conocen partidos políticos como maquinarias electorales; jóvenes para quienes la policía y las FFAA no son funcionarios que protegen al ciudadano o al país, sino individuos que abusan de su poder para matraquearlos y agredirlos.

Y sin embargo, paradójicamente, debo reconocer que por lo que hemos visto, no creo que sea un problema tan grave de resolver; me explico: los jóvenes de la llamada generación del 2007, por ejemplo −que fueron factor decisivo para derrotar la reforma constitucional de Hugo Chávez, que pretendía cambiar el ordenamiento jurídico del país−, la mayoría de esos muchachos estoy seguro que cuando tenían entre 7 y 10 años, acompañaban a sus mamás en aquellas jornadas de protesta, por todo el país, en las plazas públicas, en contra del decreto 1011, de infausta recordación y con aquella consigna: “con mis hijos no te metas”; y en esa época, 2007, cuando los muchachos de las “manos blancas” protestaban por el cierre de RCTV y contra la reforma constitucional, los niños que en ese entonces tenían 7, 8, 9 años, fueron más tarde aquellos jóvenes “escuderos” que protestaron en las calles en el 2014 y 2017, enfrentándose a la policía y los cuerpos represivos, lo que costó la vida a varios cientos de ellos.

Es decir, esa es otra manera de educar, de socializar; o si se quiere, de crear “capital social”, en nuestros niños y jóvenes, al hacerlos testigos de lo que sus padres y abuelos estamos haciendo para salir de este régimen, que vean que no nos estamos cruzando de brazos; esa es una manera de dejar el miedo y la desesperanza, frente a un régimen descontrolado y corrupto. Será en la casa, en la familia, en donde enseñaremos a los jóvenes la lección más importante para sus vidas: Que es vivir en democracia.

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