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Américo Martín

Más sobre el informe de la ONU

Américo Martín

La Misión Internacional, cuyas conclusiones han estremecido a la opinión mundial, fue creada por el Consejo de DDHH de la ONU con el objeto investigar ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes cometidos por el gobierno de Maduro desde 2014 hasta el sol de hoy. La idea era dar con los autores e identificar a sus víctimas.

Revisé minuciosamente el trabajo de la Misión y no encuentro palabras para expresar mi venezolana gratitud por un esfuerzo tan grande como el que realizaron y con tan estricto apego a la normativa legal nacional e internacional, incluida una rigurosa relación de Tratados, Convenios y Protocolos que obligan a Venezuela.

El marco jurídico invocado por los investigadores fue impecable y los hechos incluidos, más todavía. En cambio apenan ciertos manejos –a ratos tan pueriles– de la parte oficial venezolana, ¿a quién pretendieron marear al impetrar –mediante una remisión dirigida a la Corte Penal Internacional– que abriera una investigación sobre crímenes de lesa humanidad en Venezuela? Como si gente experimentada pudiera impresionarse porque el investigado salte al ruedo clamando ¡A mí que me registren!

Y en efecto, lo registraron y el resultado ha sido escandaloso.

No se necesita ser especialista en leyes para reconocer el gran valor del trabajo de los comisionados. Tras analizar con especial cuidado su Informe, no veo lo que pueda faltar para que se adopten decisiones ejecutivas y se abran procesos judiciales. Los integrantes de la Misión han sido claros y por eso la temperatura política se ha situado en el top de un posible desenlace.

" La Misión considera que en Venezuela se cometieron crímenes de lesa humanidad y afirma que aparecen señales de que la cúpula del poder no es ajena a lo ocurrido. Podemos imaginar que se desencadene un posible huracán de acusaciones. Su fundamento es serio y ahora las víctimas tendrán argumentos adicionales para hacer valer sus derechos.

No sería raro que Miraflores intente negociar. Su causa ha perdido terreno y falta contar el cúmulo de grietas que presumiblemente aparezcan en la fachada del Poder. En mi opinión las negociaciones pueden ser necesarias y aprovechables. solo los que asocian el cambio con la exterminación del último de sus contrarios, adversarios o enemigos pueden seguir aferrados a teorías sonoras pero mil veces desmentidas por la realidad, a tenor de las cuales con dictadores es moralmente inaceptable tan siquiera sentarse a dialogar, cuanto menos incurrir en el pecado de negociar, que es insubsanable precisamente por ser mortal.

Resulta que no es así, en la vida, la historia, la democracia y la Política, concebida como ciencia y arte, las cosas no funcionan de esa manera. Un célebre, por brillante, general prusiano que se prodigaba con exquisita probidad tanto en el ámbito de la guerra como en la paz, acuñó un concepto acerca del objetivo de las guerras, que no tiene desperdicio. Carl von Clausewitz, el personaje de quien hablo, se expresó de esta manera

  • El objeto de la guerra no es aniquilar hasta el último soldado enemigo, sino colocar al contrario en condiciones de comprender que ya no puede pensar en victorias, y por lo tanto, detener la sangría y prepararse para negociar. La negociación podría ser la opción menos costosa para vencedores y vencidos. No sé, no tengo indicios de que la cuestión ya esté ubicada en esos términos, pero una dirección inteligente debe sacarle provecho a las analogías, y hacerlo con la eficacia del que necesita resultados ahora, no para las calendas griegas. Las víctimas pueden estar mejor posicionadas que los victimarios y saben que la opinión mundial las acompaña con más decisión y lucidez que nunca.

En cualquier caso, la política electoral que hemos seguido encaja en la situación que se percibe después del Informe de la Misión. Nunca aceptamos la apropiación del emblema electoral por el oficialismo, el principal de sus detractores, que quiso usar la explicable pero totalmente injustificada fobia contra la institución del sufragio para poner la carreta delante los caballos.

El sufragio es un instrumento democrático, no autocrático, y es este último el autor de las condiciones que enturbian su transparencia. El punto no es rechazar las elecciones sino limpiarlas de vicios para garantizar su fiabilidad.

" De gran ayuda sería en ese sentido aprovechar la suspensión de las parlamentarias, incluida en el Amparo introducido por Andrés Caleca, que muchos suscribimos, y la fuerte campaña promovida con mucho ímpetu por “Universitarios por Venezuela”.

La percepción que se tiene acerca de la eficiencia de las medidas adoptadas por el gobierno para enfrentar la pandemia es claramente negativa.

Aceptar la verdad no es habitual dada la tradicional soberbia del Poder, ni siquiera cuando se acumulan factores que iluminan el creciente campo donde habita la alternativa democrática. Sin embargo, el Informe de La Misión del Consejo de los DDHH de la ONU y el rotundo fracaso de los disparates educativos, a la insondable crisis que sostiene el sobrecogedor malestar de los venezolanos, podría modificar sustancialmente la perspectiva.

Los hechos nuevos, además de elevar el costo de las políticas represivas, revelan cuán difícil es engañar al otro en medio del despertar de la vigilancia mundial, tan profundamente enfocada en conjurar la tormenta venezolana.

La conciencia despierta ha pasado a ser el más grande de los activos democráticos en la empresa dura pero cada vez más auspiciosa de salvar a Venezuela. Que las tumbas sean sobrepujadas por la libertad y la democracia y la prosperidad sean los tres grandes símbolos del pabellón tricolor. Es lo que hemos comenzado a recuperar con el despertar de la conciencia.

Twitter: @AmericoMartin

Retomando la ruta

Américo Martín

Los desencuentros entre factores principales de la oposición no dejan de ser agobiantes y desesperanzadores. El efecto es diabólico, se expande una terrible sensación de pérdida sin retorno. No obstante, obran dinámicas capaces de restablecer el equilibrio y reimpulsar el anhelo de cambio democrático.

Si oposición y gobierno acusan visible desgaste, aquella sigue siendo la tendencia del progreso y ésta la expresión en ruinas de utopías impresentables. Concentra en su mano las palancas principales del poder, cercado por la Asamblea Nacional, cuyo líder, Juan Guaidó, desempeña un interinato presidencial ampliamente reconocido por calificadas fuerzas solidarias. Por fortuna, el oficialismo no ha logrado imponer la plenitud del poder y los recursos que monopoliza, a la imparable crisis que hunde a Venezuela.

Capítulo especial viene a ser el de la Peste Negra, el covid-19, que le ha declarado la guerra a muerte a la especie humana. Sería un exabrupto cargarle la culpa de ese mal universal a Nicolás Maduro y su entorno. No lo es, en cambio sí lo es, imputarle el mal manejo y la pésima preparación para afrontarlo, como lo demuestra holgadamente, el segundo informe de la prestigiosa Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Es de esperar que no sea tan indecorosamente desdeñado por el gobierno, como sucedió con el anterior, cuyas consistentes verdades resultaron abrumadoras. Dice este segundo informe:

  • El número de pruebas positivas sigue siendo insuficiente; no se aproxima al número real de personas infectadas. Los casos que reporta diariamente el gobierno continuarán sin reflejar el daño real. La propagación del virus es más rápida que el aumento de la capacidad diagnóstica. Se calcula que para inicios de septiembre se superaron ¡Los 4 mil infectados por DIA! Y si se mantiene la desatención actual llegaríamos ¡HASTA 14 MIL DIARIOS!

Semejante escándalo tiene connotaciones explosivas. Miraflores ha declarado que de todas todas las parlamentarias se producirán el 6 de diciembre. Si solo tomáramos la incidencia de la pandemia, da para dudarlo muy seriamente. La contradicción en la cúpula de Miraflores es dramática.

Obsesivamente se nos pide no salir de la casa, y no menos obsesivamente se nos presiona a entrar en la más notable dinámica de calle.

Lo más pintoresco es que tanto en punto a retornar a clases el 16 de septiembre, como a salir a votar en pleno auge de la pandemia, se incurre en un contrasentido a conciencia. Más grave aún es la insistente campaña a salir a la calle en masiva contravención de la ya aburrida exigencia de permanecer en ella contra viento y marea.

¿A quién responsabiliza el ciudadano de causar este desbarajuste general? La encuesta FVM/UCV es clara como el agua clara, sencilla como el pan de canilla. Nada menos que 88% apunta con el dedo acusador a Nicolás Maduro. La gente votaría casi por reflejo condicionado contra los candidatos del madurismo. Razón más que natural, para que por medio del sufragio, si las condiciones de transparencia fueran medianamente creíbles, transcurra el cambio.

Observé que un bárbaro prejuicio envenenó las relaciones entre organizaciones, grupos y personalidades con el perverso daño que era de esperarse. Se impone pues restablecer el sentido común para alcanzar, si fuera factible, la necesaria unidad sin exclusiones.

No sé si habrá elecciones, habida cuenta de las muchas dificultades que las asedian. Solo sé que son la principal fortaleza de la democracia y que de abrirse una posibilidad de trabajar unidos por ellas, no debemos rechazarlas. Lo cierto es que en todas consultas de opinión prevalece la alternativa democrática.

Acabamos de presenciar en las elecciones de Belarús el mecanismo en acción de un fraude resistido por el pueblo y sostenido por la poderosa Rusia, dispuesta a conservar con uña y dientes la presa que tiene en la mano. El pueblo bielorruso borró los últimos vestigios de la popularidad que alguna vez tuvo Lukashenko, dictador con pretensiones de perpetuidad, que respondió a la aplastante mayoría decretando un fraude tan inflado como increíble, que resultó condenado unánimemente por la Unión Europea.

Pero en beneficio de la unidad venezolana, afectada por la falsa disyuntiva de votar o abstenerse, la opción de suspender o posponer las elecciones parlamentarias podría ser una obra pacífica del covid-19 y un regalo inesperado para sus declarados enemigos. Es un reto de difícil manejo por todas las partes, no obstante el rostro más ominoso de la realidad podría ser el mejor remedio casero para los púgiles y seconds del cuadrilátero.

Twitter: @AmericoMartin

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Dirigencia a tumbos

Américo Martín

Desaconsejo, como lo saben mis lectores, caerle como hienas a quienes cometan errores reales o supuestos. La ferocidad con que se les agrede, descubre la honda rivalidad que guardan en su alma los dados al insulto procaz y calumnioso. La carga que le ponen a las palabras denota que el propósito no es pedagógico o ético: se trata pura y simplemente de socavar moralmente a los celados rivales para apoderarse de su cargo o de su ámbito de influencia.

Por supuesto, en cualquier época podría ocurrir lo mismo, trátese del mundo político, el cultural, el profesional. Las luchas por alcanzar la cima del liderazgo es el pan de cada día, pero la descalificación inmisericorde y la hidrofobia exhibida por algunos para irrogar epítetos infames, no recuerdo haberlas percibido en otros momentos históricos. La frecuencia, su intensidad actual, parecería sugerirnos que si fulano de tal es el campeón entre los depredadores de traidores y vendidos es porque él mismo está libre de pecados.

Puesto que se han autodesignado jueces inapelables querrán gozar de inmunidad, así sea “zoológica” ya que no “lógica”. Desde luego, no siempre funciona semejante ardid. Con frecuencia he mencionado la saga de Girolamo Savonarola monje iracundo quien sin ostentar cargo alguno en la administración eclesial, paralizó de terror a Florencia y al propio Pontífice Alejandro VI, asumiéndose restaurador frente a los avances corruptores del infierno.

Los grandes artistas que mostraban vírgenes y efebos en estado de desnudez, le irritaban hasta enloquecerlo. Centraba sus pasiones contra el gran Lorenzo de Medicis, cuya muerte inesperada les restó a los artistas sus égidas protectoras.

En dos voraces hogueras encendidas por el inquisidor en la Plaza de la Señoría se consumieron grandes talentos renacentistas a quienes se condenó por herejía. Protestar por la bárbara injusticia no parecía aconsejable pues quienes se quejaran corrían el peligro de ser condenados, por el tortuoso monje, a extinguirse también en las llamas. Lo “inteligente” o “prudente” era mirar para otro lado para no comprometerse.

El gritón, el vengador y el caza-traidores no tenían que probar ni argumentar; solo quedaba plegarse o guardar un ominoso silencio.

Menos mal que los grandes genios del Renacimiento pudieron huir. Leonardo, Miguel Ángel, Lorenzo Ghiberti, Brunelesci, Donatello salvaron sus acosadas vidas y la Humanidad retuvo su inmenso y fluyente tesoro cultural.

Finalmente el inquisidor fue excomulgado. Ardió devorado por las llamas que iluminaron al inmortal río Arno y a la incomparable Florencia.

Si La Meca debe ser visitada por los fieles del Islam, cuando menos una vez durante su existencia, yo diría que la Humanidad toda debe visitar Florencia, La Meca, Jerusalén y los mejores testimonios culturales del ser humano, al menos mil veces. Sobre todo si ha podido sobreponerse emocionalmente a la despiadada destrucción de Venezuela.

Esa y todas las formas de demolición de cultura y de la humillación del ciudadano desvalido deben ser superadas, en primer lugar, por los mismos venezolanos, magna empresa perfectamente factible, si aprendemos elementales reglas de la Ciencia y el Arte de la Política, varias de las cuales resumo de esta manera:

1) forjar una sólida unidad sin retaceos, zancadillas y cálculos mediocres,

2) usar todos los instrumentos de la Política, según vayan fluyendo las oportunidades: elecciones, diálogos, negociación, hacer fluir -si fuere posible- los disidentes de la otra acera si coincidimos en la orientación del cambio democrático. No tener remilgos a la hora de tender francamente la mano cordial a quienes coincidan en la común causa.

3) Capítulo especial merece el Estilo que exija esta amplia política. Lo primero es no contaminarla de garrulerías, suspicacias constantes, amenazas vengativas, y por el contrario vincularla a la necesaria convivencia fundamental para que nadie se sienta gratuitamente perseguido y se robustezca la solidaridad con nuestra nación. Solo así la recuperación será rápida, eficaz y plena.

Una objeción se interpondrá: ¿Hemos de cultivar la impunidad? Imposible abolir la Justicia, que consagraría la impunidad, pero justicia no es venganza; convertir los perseguidos de hoy en perseguidores de mañana sería perpetuar la violación de los DDHH

¿Y la clemencia? Hay que aplicarla, sí, pero siempre con criterio. Recordemos el consejo del hidalgo loco al gobernador de la ínsula de Barataria:

Cuando tengas que doblar la espada de la justicia, que no sea por el peso de la dádiva sino en casos de justificada clemencia.

@AmericoMartin

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Cara o cruz

Américo Martín

La esperada decisión relacionada con la participación o no en las parlamentarias convocadas a tontas y a locas por la cumbre de Miraflores, está sometida a cuenta regresiva. En general, predomina la desconfianza en el ambiente porque el oficialismo no termina de responder al universal reclamo de las garantías de transparencia que le piden en el territorio nacional y prácticamente en casi todos los Continentes.

A estas alturas, las opiniones se dividen entre quienes anteponen las condiciones que determinarían la viabilidad de unas elecciones libres, y ese es un punto crucial, y los que no necesitan más evidencias para adelantar lo que harán. Consideran que el fraude está escrito, por lo que debe procederse a declararlo, sin más retardos.

Sospecho que incurren en un error, al hacer prevalecer lo jurídico-formal sobre lo político que desaprovecha el enorme potencial solidario mundial en la lucha por la transición democrática y el cambio de poder.

La comunidad internacional no puede actuar como si fuera parte de la oposición y por lo tanto necesita sostener y ampliar su presión sin mostrar preferencia anticipada por ninguna de las tesis enfrentadas. Por eso apelan a principios de validez internacional: la solución ha de ser pacífico-electoral y negociada, además de dejar en manos del sufragio el futuro inmediato del país.

Tal desideratum es más que obvio. Cara o Cruz: elecciones libres y, puesto que el debate se centra en la transparencia, nada más lógico que acompañarlas de condiciones que las garanticen.

No es que sean ingenuos, ciegos o tontos, necesitan proporcionar una base clara a la decisión que finalmente tomarán. El punto es sencillo como el pan, Miraflores acepta en forma convincente lo que el mundo reclama, y a votar todos o no acepta, no se atreve y el tinglado se caerá. Cara o Sello, Cara o Cruz.

El oficialismo todavía podría, claro está, ofrecer alguna caricatura que nada valdrá dado que la calificación queda a la otra parte y a la comunidad internacional. Póngase lo que haga al juicio comedido y racional de la respetada comunidad universal y no al capricho de los interesados. Más racional que eso es difícil.

La oposición mayoritaria, la que se agrupa alrededor de Guaidó y la AN, en línea con los 27 países de la Unión Europea + Reino Unido, EEUU, Canadá, Grupo de Lima, IDEA, Japón y suma y sigue, ha cerrado filas en demanda de elecciones transparentes en Venezuela. Que no serían consideradas tales sin precisar las resobadas condiciones.

El diputado Omar Barboza, a nombre de Guaidó, la AN y el G4, respondió en documento de diez puntos. Quedó en negro sobre blanco la tesis de la oposición, no con la idea de plantarla a hierro y fuego, sino para trabajarla con la otra parte e inducir el criterio internacional.

Es el diálogo posible, sin ánimo de confundir, dividir o engañar al otro. A partir de ese momento se ha esperado inútilmente la respuesta oficialista, en resumidas cuentas ¿qué entiende Miraflores por elecciones libres? Los días pasan y no hay rechazo ni contraposición, ni respuesta. Nada, ni la sombra de una variante tangencial. Labios sellados y mañana –dicho con palabras propias de Jorge Luis Borges– el olvido, el común olvido.

Me preguntan: ¿y qué ganaría Maduro poniendo su suerte en unas elecciones viables, limpias y libres que muy probablemente perderá? Ganará lo que la democracia le garantiza a perdedores y ganadores: salir o entrar al poder serenamente, con el confortable abrigo constitucional que el estado de derecho le brinda sin distingo a todos los ciudadanos.

De vivir como ahora, en tensión eterna, observado por el ojo que nunca dejó descansar a Caín, a disponer de la oportunidad de reconstruir su partido usando el largo receso que le espera, para estudiar con probidad las causas de su derrota.

Digo, si le sigue gustando el desnudo oficio político, cosa que dudo de veras, viéndolo como a Laocoonte, entre serpientes que lo atacan en forma implacable.

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@AmericoMartin

Unidad o disolución

Américo Martín

Históricamente los grandes cambios que se han escenificado en Venezuela, por no decir en el mundo, se han materializado como consecuencia de una unificación de fuerzas políticas y sociales desplegadas con suprema inteligencia y habilidad. Pese a que esos fueron los rasgos dominantes en Angostura (1819), donde se forjó la doctrina y práctica de la emancipación conducida por el Libertador, me atrevería a decir que la más depurada expresión de un movimiento unitario exitoso fue la encarnada por la Junta Patriótica (1957) y el Pacto de Nueva York, firmado por los grandes líderes Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera, el 20 de enero de 1953.

La JP integró los cuatro partidos que habían sobrevivido a la feroz dictadura militar: URD (Fabricio Ojeda), AD (Silvestre Ortiz Bucarán), PCV (Guillermo García Ponce) y COPEI (Enrique Aristeguieta Gramcko). Desde Nueva York la unidad fue perfecta y eficaz, los líderes que se habían enfrentado, a ratos, con ferocidad, se dieron la mano de cara a la comunidad democrática internacional.

Demostraron así que no guardaban, entre ellos, vestigios de acrimonia o reservas de ningún tipo. Esa unidad material y espiritual fue como la palanca que pedía Arquímedes para mover el mundo y, efectivamente, la palanca de Nueva York movió al mundo.

En Venezuela, los cuatro partidos que se habían desgarrado por rivalidades y pugnas desconcertantes, por iniciativa de Alberto Carnevali, un brillante merideño de AD, iniciaron el restañamiento de las heridas y la más sorprendentemente fraterna unidad que pueda concebirse. Por desgracia la dictadura detuvo a Carnevali y, según se dijo, lo dejó morir en la cárcel. En su honor, Betancourt dijo que se había llevado a la tumba su gran secreto de estadista y estratega revolucionario.

Para evidenciar su sincera disposición unitaria, el ilustre merideño propuso a Pompeyo Márquez, lo que Márquez y los demás presentes jamás hubieran imaginado, que fuera Pompeyo el encargado de presentar el boceto del primer manifiesto de la unidad nacional.

La unidad nacía en medio de una danza de gestos afectuosos, sin intercambiar recibos de cuentas por cobrar y bajo la encendida convicción que el anuncio del encuentro de las organizaciones de la resistencia, en medio de un espíritu de fraternidad, sin zancadillas, descalificaciones mediocres y haciendo gala de una solidaria nueva relación que cristalizará el 23 de enero de 1958 con la clamorosa victoria de la unidad democrática. Mientras el movimiento se limitara a ser una suma material de factores los avances serían bastante limitados, pero cuando aquel sentimiento tocó el alma de los rudos combatientes, se convirtió en una fuerza volcánica sin otro destino que triunfar.

En el oficialismo el deterioro abría su marcha y la pregonada unidad opositora, sin esguinces, sin cartas escondidas y exhibiendo una amistad profunda, incidió sobre los estremecidos cimientos de la dictadura. No puedo olvidar que poco antes de ser encarcelado y maltratado por feroces torturadores, las organizaciones de la Junta Patriótica y el Frente Universitario actuábamos como los mosqueteros de Dumas (padre), ¡Uno para todos y todos para uno! Recuerdo, específicamente, que distribuimos una carta del joven líder de Copei, Luis Herrera Campins, titulada Frente a 1958, y lo hicimos con la misma emoción de nuestros compañeros copeyanos, en la misma tónica, las otras organizaciones del Frente Universitario, JCV y Vanguardia Urredista.

Nadie halaba la brasa para su sardina porque estábamos bajo una guía superior: la libertad, la democratización y la prosperidad de Venezuela.

Otra esencial lección emanada de esa épica fue que la unidad está destinada a crecer o, en su defecto, a estancarse y desaparecer. En función de la necesidad de crecer, centramos la dirección de la política contra un objetivo visible y comprensible. Tres figuras dominantes sostenían el edificio de la dictadura, Marcos Pérez Jiménez, Laureano Vallenilla Planchart y Pedro Estrada Albornoz, es decir, solo un militar y dos civiles. Pedíamos, en forma infatigable, la salida de ese trío y llamábamos a militares y civiles a unirse a la libertad de Venezuela.

Mano tendida hacia todos ellos, no importa las posiciones que hubiesen ocupados bajo la dictadura, siempre que estuviesen dispuestos a salvar la Patria. Luchábamos por la unidad nacional, que no cierra puertas sino que las abre.

Sin odios, con amplio sentido de reunificación, sin destrozarnos en la guerra. Nadie tenía que renegar de nada, porque todos tenían mandatos superiores emanados de la Constitución, incluso la de Pérez Jiménez. No alentábamos derramamientos de sangre, aunque estábamos dispuestos a verter la nuestra en favor de tan luminosa causa.

Como si estuviera escrito en el cielo, al mitigar los odios recíprocos, se abrieron los caminos hacia la negociación y los acuerdos de paz. El 1º de enero, los propios militares se pronunciaron atraídos por esas robustas consignas. No había células políticas entre ellos, simplemente habían comprendido que la diversidad política era la garantía para el pluralismo democrático y la alternabilidad en el mando. Decíamos también que la intransigencia era un mecanismo perverso y los venezolanos, que tan firmemente se unieron para fundar su República, tendrían que volver a hacerlo.

Es insólito que Venezuela, después de sus grandes momentos de prosperidad, creatividad, generosidad y solidaridad con los condenados de la tierra, haya sido reducida a una miseria avasallante, sin libertad y en acelerado deterioro en el más amplio y pleno sentido. Torino Capital, la Encovi y Fedecámaras coinciden al definir los perfiles de nuestra desgracia, lo que resalta la urgencia de la unidad nacional sin perseguidos ni perseguidores.

Se trata, pues, de alcanzar juntos las condiciones de transparencia para una solución política-electoral. Así como estamos obligados a devolver los derechos a los ciudadanos, es preciso que asuman la responsabilidad de su propio destino utilizando las mejores experiencias del pasado.

@AmericoMartin

Del foro

Américo Martín

Los partidos son políticos no ideológicos. La primera calificación se desprende de la flexibilidad y el pragmatismo naturales que necesitan las organizaciones políticas para luchar por el poder, ejercerlo desde el gobierno, defenderlo de eventuales arrebatos y recuperarlo por las vías que fueran indispensables. Se comprenderá que siendo esos los propósitos esenciales de los partidos, su idoneidad política ayuda mucho más que su hieratismo ideológico, por cierto, especialmente marcado en las organizaciones extremistas de cualquier signo.

La propensión dogmática de las ideologías partidistas se incrementa en la medida en que las confrontaciones entre movimientos recurren a la fe filosófica de ciertas teorías o al carácter confesional-religioso de sus adversarios, tratados -por la fuerza del debate mismo- como enemigos y ya no como simples rivales.

El Foro de Sao Paulo nació en julio de 1990 en respuesta de la izquierda latinoamericana a las demoledoras consecuencias de la caída del muro de Berlín sobre el mundo social-comunista, que había llegado a ocupar entre la tercera parte del planeta. El objetivo del flamante foro latinoamericano era combatir al neoliberalismo o más bien a la caricatura que fue desfigurada, atribuyéndole la función de trasladarlo todo al mercado. Por eso la nueva pugna “ideológica” se redujo a una falaz confrontación entre el Estado -supuestamente interesado en salvar el nivel de vida del pueblo- y el mercado, cuya única motivación sería el lucro con sacrificio brutal de cualquier consideración humana o social. Véase pues cómo semejante concepción ideológica, también llamada de izquierda, reducía al exitoso enemigo -la derecha- que lo había pulverizado después de Berlín, al tamaño de sus propias fuerzas para así poder vencerlo.

En la realidad, en ningún país se estableció un sistema de mercado libre por completo de intervencionismo estatal, ni siquiera el de los dos modelos que parecía encarnar la mencionada caricatura: el de Ronald Reagan de 1981 a 1989, popularizado con el nombre de “reaganomics” y el de Margaret Thatcher, llamado “thatcherismo”. Aunque recuperaron poderosamente a EEUU y al Reino Unido con drásticas medidas de mercado, aplicaron, sin embargo, fórmulas proteccionistas, tributarias y arancelarias buscando una todavía mayor competitividad. Cierto es que enfatizaron correctamente el mercado, falso es que dejaran todo a su exclusivo dominio.

El Foro de Sao Paulo se lanzó, no obstante, a una lucha irracional contra un modelo neoliberal que podía ser criticado pero nada ayudaba caricaturizarlo. Era, pues, el uso de la ideología por sobre la flexibilidad política, el arma mellada del Foro para defender el proteccionismo estatal y amotinarse contra la racionalidad del mercado.

Fue una confrontación sin escrúpulos debido a su carácter falaz pero políticamente exitosa, sobre todo para gobiernos de “izquierda” que no podían combatir flagelos como el de la inflación, la recesión, la improductividad crónica de la llamada economía real, apoyándose en la nueva causa revolucionaria y planificando ofensivas para impulsar una ola encadenada de victorias en latinoamérica. El antineoliberalismo fue el emblema del socialismo del siglo XXI y el Foro de Sao Paulo la principal plataforma de lanzamiento. En su momento de auge, el Foro tuvo 111 partidos y organizaciones de la izquierda latinoamericana, pero se trató de un crecimiento inconsistente porque, atraídos por los avances, se afiliaron muchos grupos cuya motivación era alcanzar el poder a cualquier costo. Organizaciones guerrilleras, partidos fidelistas, el actual PSUV, movimientos peronistas personalistas como el kirchnerismo e incluso su gran rival el Partido Radical Intransigente, el Partido Socialista chileno, el Frente Amplio de Uruguay, los ecologistas colombianos -Partido Alianza Verde-, el PRD mexicano.

La heterogeneidad conspira contra el objetivo político inicial del Foro y contra su perfil ideológico. Bastaría con recordar las estructuras unitarias monitoreadas por Chávez, quizá Fidel Castro y con decreciente entusiasmo por Lula, para observar su rápido deterioro, en contraste con el crecimiento eruptivo del Grupo de Lima, que ha asumido una actitud de militante enfrentamiento al régimen de Maduro y al socialismo del S. XXI. Ese cambio en las políticas de los miembros del Foro le confieren a éste la forma de un acordeón, que se infla o se desinfla según las circunstancias.

En algún momento el jefe del PSUV y máximo representante del socialismo S. XXI confesó que estaban actuando conforme al mandato emanado de la reunión del Foro en Venezuela en 2019. Pero lo que se presencia ahora es una desintegración y realineamiento en contra de aquel supuesto mandato. Valdría preguntarse: ¿más allá de títulos y lemas, el Foro de Sao Paulo, de veras sigue existiendo o no es más que una sombra de lo que inicialmente pretendió ser?

https://talcualdigital.com/del-foro-por-americo-martin/

Apostando fuerte

Américo Martín

La OFAC advirtió que las sanciones no son permanentes y que están sujetas a los cambios de comportamiento de los involucrados para favorecer el “orden democrático en Venezuela”.


(Departamento del Tesoro EEUU)

Los poderosos del mundo no han alcanzado un acuerdo aunque, evidentemente, están interesados en lograrlo para una salida negociada de la crisis de Venezuela. Creo que, al final, la negociación tendrá éxito porque así lo aconsejan los enormes peligros que quizás expondrían al mundo a un inmerecido baño de sangre.

Los protagonistas directos en la tensa pulseada son el presidente Trump, quien ha demostrado que no habla por hablar, y la empresa Rosneft, plenamente apoyada por el presidente Putin, quien tampoco es precisamente un hombre de ánimo endeble.

Para que hayan llegado al extremo sugerido por el comunicado de la OFAC del Departamento del Tesoro de EEUU, tiene que ser demasiado atractivo lo que premiaría una persistencia que pareciera rayar con el suicidio. Y en efecto lo es.

Rosneft está exportando el 62% del petróleo venezolano; posee el 100% del vasto proyecto gasífero, por 30 años, de los yacimientos de Patao y Mejillones en la costa oriental de Venezuela y, por si fuera poco, ilimitadas exenciones arancelarias y de todo tipo. Maduro también pone en juego su pregonado nacionalismo como lo revelan las acusaciones que le ha disparado el medio digital argentino http://www.laizquierdadiario.com/, hasta ahora, aliado suyo.

Quizá la codicia pudo más que la prudencia, Rosneft debió haber pensado que el gobierno norteamericano no permitiría, por inadvertencia, su juego de manos. Es lo que nos tiene a todos al borde del precipicio. Solo podemos imaginar que alguien o algo cederá, o dan nuevos pasos en el camino de la confrontación para que asome su rostro la violencia o el desenlace sea el acuerdo, negociar en serio, preservando desde luego los intereses de tirios y troyanos, conseguir una solución electoral pacífica que garantice la recuperación democrática de Venezuela junto con su libertad, su prosperidad y la convivencia de todos los pensamientos.

De hecho, pese a la locura desatada por estos acontecimientos, asomaron opiniones sanamente políticas, entre las que cabe destacar la aclaratoria contenida en el epígrafe y la opinión de Leopoldo López recordándole a Rusia que, en una Venezuela libre y democrática, tendría buenas oportunidades como seguramente las tendrán todos los países y empresas que quieran invertir, con reglas claras, en el desarrollo de Venezuela.

Sería perfectamente lógico que estos asuntos ya estén siendo considerados por las partes, pero mientras más rápidamente se despeje un camino como este, rumbo hacia desenlaces nítidos, transparentes y negociados pacíficamente, la superación de la dramática situación vivida por Venezuela y las peligrosas tensiones que pueden llevarnos a una nueva guerra fría podrán ser dominadas por la inteligencia del liderazgo. La noche quedará atrás y los jefes políticos que así lo determinen ganarán un buen espacio en la historia.

"La guerra no es opción, en todo caso sería una fatalidad desgraciada para todos los protagonistas y, en la era de la crisis energética, no sería una demasía decir que también para el mundo."

En Venezuela hay dos poderes enfrentados, más allá de legitimidades y reconocimientos universales. El punto es aprovechar las dimensiones de esta situación tal como ella es y no como quisiéramos que fuera para impulsar la consulta soberana e internacionalmente supervisada, depurándola de los factores que la enturbian y ponerle fin cuanto antes a esta tragedia interminable. La oposición debe reencontrar el camino de su unidad en la diversidad y Maduro comprender que es imposible postergar el cambio anhelado por los venezolanos.

Sin duda, la complejidad internacional ayudará a encontrar ese desideratum porque, tal como puede verse, los intereses de todos están en juego y de lo que se trata es de que la solución sea equitativa hasta donde pueda serlo. La respuesta está en manos del voto soberano y de la cabeza fría del liderazgo.

La lógica común vertida en una pregunta dejada correr en un programa televisivo no podría despacharse con respuestas no meditadas. ¿Cómo va a aceptar el poder en Miraflores ir a unas elecciones libres temiendo que por serlo se traduzcan en una segura derrota?

https://talcualdigital.com/apostando-fuerte-por-americo-martin/

Poderes enfrentados

Américo Martín

Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida

(Cervantes)

Llamativo espectáculo brinda el poder ficticio presidido por el diputado Parra. Carece de legitimidad de origen y de ejercicio, no obstante no de afasia porque habla como muñeco al que se le acaba el sonido; pregona apego legal y pretende operar en el más desenfadado acto de fuerza. En los hechos, sin embargo, actúa como si fuera una institución constitucional. Al punto que se ha configurado en Venezuela lo que en la doctrina se denomina estado de dualidad de poder.

Debo aclarar que no me refiero al aspecto legal porque es universalmente conocido que la Asamblea Nacional -legítima y legal- presidida por el diputado Juan Guaidó es la única que existe. La dualidad de poder se repite entre Miraflores y San Francisco, se proyecta a nivel de embajadores y a otros altos cargos como la Contraloría General de la República, tras el nombramiento de Juan Pablo Soteldo, hijo de uno de los mejores amigos que yo haya tenido, el homónimo Juan Pablo Soteldo, quien ya no está con nosotros.

Poderes duales de tanta significación como el que se ha instalado en nuestro país, expresan la peculiar lucha entre la democracia y la autocracia y son casos que, sin ser muy numerosos, tampoco dejan de florecer al extremo que en la historia de la política se ha elaborado toda una teoría para explicarlo. Uno de los autores que escribió con más frecuencia sobre el tema fue el líder bolchevique Lev Trotsky. Como autor marxista atenido a la pretensión del carácter “científico” del socialismo, llenó de “leyes” semejante fenómeno pero no dejó de verter ideas agudas y verdades fácilmente demostrables.

En su historia de la revolución rusa, Trotsky aplicó la teoría del poder dual a los casos de la Inglaterra de Cromwell, quien al frente de masas de artesanos y burgueses emergentes, creó un poder propio en Oxford como paso previo al derrocamiento de la monarquía en Londres. También se refirió a la Comuna de París, tomada audazmente en 1872 por los revolucionarios quienes desde esa posición impulsaron la guerra civil y conquistaron la convención francesa. Y por último, refirió el líder bolchevique, como más claro ejemplo histórico de poderes duales las revoluciones rusas de marzo y noviembre de 1917. Los obreros, campesinos y soldados crearon los soviets de dominio local, de modo que será desde el soviet de Petrogrado, presidido por el propio Trotsky, que bajo la consigna de “todo el poder a los soviets” le dio el golpe final al gobierno moderado presidido por el socialdemócrata Aleksándr Kerensky.

Los esquemas de poder dual podrían no llegar tan lejos. Una provincia, un conjunto de sindicatos o grupos de la sociedad civil pueden imponer su lógica de poder en sus localidades, porque cuando llegan a niveles críticos las confrontaciones sociales y políticas suelen expresarse en distintos ámbitos. Espero pues que se entienda mejor lo que significa una situación de doble poder. No son estados estáticos sino dinámicos, ninguno en capacidad de derribar todavía al otro, pero la tensión que los enfrenta se alimenta de sí misma, no cesa de crecer; y por eso cualquiera de los dos frentes puede vencer al otro y unificar bajo su modelo todo el poder del Estado. Repito, no es asunto de legalidad sino de fuerza. La de Miraflores descansa en los militares, las finanzas públicas, las cárceles y los irregulares armados por el régimen. Y la de San Francisco, reside en la mayoría de los electores, la decisiva solidaridad internacional, los universitarios, los trabajadores, los pobladores urbanos y rurales que sin embargo no han alcanzado los más altos grados de disciplina y organización.

No es cuestión de creer que su factibilidad dependa de la buena fe, la candidez o la inocencia. Lo decisivo es la capacidad de resistir las presiones que lo exijan y el papel que jugaría, en los seguidores de Miraflores, la sensación íntima de que no es posible seguir gobernando a costa del país en lugar de hacerlo para el país. Deberían poner en un platillo de la balanza la carga cada vez más pesada de mantener un poder que los desborda y en el otro las ventajas para Venezuela y para todos, e incluso para ellos mismos, de un cambio democrático por vía constitucional y electoral a satisfacción del mundo.

No se me escapa que ese es el sentido de las presiones emanadas de la solidaridad internacional y muy especialmente el objeto de la gira y los actos de Juan Guaidó. Elecciones libres y transparentes para el cambio democrático que haga de la libertad el premio al esfuerzo de superar la trágica situación en que nos encontramos todos los venezolanos, sin

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Dos asambleas. Dos presidentes

Américo Martín

La lucha por el poder en Venezuela acaba de cristalizar en un extraño, aunque no original sistema de dualidad de poderes o poder dual, como también se le conoce. Es un caso que por momentos ha sido objeto de apasionadas discusiones particularmente en el mundo de los comunistas en tiempos de Lenin, Trotski y a su modo, Stalin. En general, se caía en el tema de las instituciones estatales, de su apariencia y sustancia. Un notable historiador italiano, Benedetto Croce recomendaba no identificar la realidad del poder estatal con los simplismos que inducían a confundirlo con ciertas indicaciones que parecen contundentes pero muchas veces se alejan más bien de la verdad.

Maduro, dirán algunos, es presidente real porque tiene el ejército. Guaidó tiene popularidad, agregarán, que siempre cede a la fuerza armada y cuerpos análogos.

Es la melancolía del que espera soluciones inmediatas eternamente postergadas que, por eso mismo, ponen la suerte del cambio democrático en manos del azar o del poder armado exhibido como salvador de la patria.

Confiarse al azar equivale a apostar a los dados quién sea el ganador sin necesidad de irse a las manos, hacen una breve tregua para contar los cañones que tiene cada bando y el que disponga así sea de uno más, es declarado vencedor. Un astuto homenaje a la paz.

Lo que sin duda es cierto es que el destino de las controversias y tensiones presentes donde combatan dos poderosos búfalos, engarzadas sus cornamentas y empujándose con toda su alma, el que será el más fuerte es el que al final se alzará con la victoria.

El asunto es definir la calidad de esas fuerzas y usar la inteligencia política. De entrada no puedo saber si el más fuerte es el que se entrega a las armas y grupos que las portan, o quien suma factores distintos y no deja de ganar gente en el campo adversario y de perfeccionar la defensa de su causa en el entendido del enorme papel de la opinión pública, decisiva como la que más. Conspira contra sí mismo quien desprecia la paz y asume la fatalidad de la guerra y adicionalmente considera que la venganza es una forma de justicia y no su negación. Porque si triunfa la paz será premiada la política que la hizo posible. Y si pese a todo, la violencia extrema impone la guerra, habría que afrontarla empuñando la bandera oficial de la paz y nunca la calavera pirata y las tibias cruzadas, alguna vez usadas por Augusto César Sandino.

Esa intangible lucha por ganar la batalla de la opinión la está perdiendo con sus actos Nicolás Maduro, como le han reprocharon con energía de un extremo a otro del mundo, también los opositores, digamos neutrales, y muchos oficialistas que comienzan a no verle sentido a los actos sectarios, agresivos y excluyentes. Leo que algunos se niegan a seguir reuniéndose con el PSUV hasta que no cumplan su promesa de liberar presos políticos. Esa medida siempre partió de los gobiernos como gesto de paz, no medio de negociación. Bueno, ¡con su pan que se lo coman! Pero como sea hay que exigirla y extenderla a los muchos militares que los acompañan ¡Mano tendida a todos los que quieren cambios y presionan la libertad de compatriotas encarcelados!

¿Dónde está pues el poder real, en el esquema de la dualidad de poderes? Las fuerzas del cambio contraen nuevas alianzas y más países del mundo hacen suya la causa que defienden y corrientes plurales consolidan la unidad de lo diverso para que prosiga sin pausa la serena y tenaz lucha por acrecer la favorable opinión de terceros, al tiempo que se hacen visibles retrocesos oficialistas en esos dominios.

Parece que la ubicación del poder real será cada vez más obvia. Sería un buen momento para acelerar sin cartas marcadas el cambio profundo y urgente exigido por nuestra atormentada Venezuela.

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El nombre de la libertad

Américo Martín

Edgar Yajure debería esculpir en el frontis de su apartamento la frase que transcribo al final de esta columna. Angustiado por la desgracia que ha caído sobre nuestro abrumado país, y dueño de un temperamento original como pocos, me ha tentado con la idea de organizar un salón como los que funcionaron en los albores de la Revolución Francesa. Su misión era fundir la muy avanzada cultura alcanzada por los enciclopedistas (Diderot) y los iluministas (Rousseau, Montesquieu, Voltaire) con la creciente miseria en que bajo la monarquía de los Capeto sucumbía la nación.

De semejante sociedad, de esa, podrían esperarse la prosperidad y la libertad enriquecidas por la luz de la Razón. Tras el estallido de las de 1789, 1830, 1848 y 1872, Francia fue considerada la tierra de las revoluciones, y la causa no fue otra que la confluencia entre el pensamiento más avanzado y la Libertad flameando en todos los espíritus. La libertad respondiendo al torrente de las necesidades materiales y al anhelo de justicia. Un tizón incandescente prendiendo lagunas de combustible.

Eugene Delacroix pintó la Libertad con sus pechos desnudos, entre trincheras y escombros avanzando a la cabeza de los parisinos exaltados, a su lado un niño esgrime un arma. Es el mismo pintor quien, subyugado, no pudo resistir el deseo de incorporarse a su obra, justo aliado de la deidad. Niños armados, la ciudad en escombros, la guerra en toda su salvaje crudeza.

Los salones de Paris cumplieron a cabalidad aquella noble tarea. Uno en particular: el de los esposos Roland (Jean-Marie y Marie-Jeanne) alcanzaron la celebridad por su notable desempeño y por la forma como Marie-Jeanne encontró la muerte. La influencia de Madame Roland creció como la espuma. Escribía bien, era culta y persuasiva. Altas figuras de la ciencia, la filosofía y la política eran presencias habituales en su Salón, los líderes girondino y jacobino, Petion y Robespierre cultivaron su amistad.

¿Era una mujer bella? Aunque no sé de algún pintor de Madonas que la haya retratado, pero hubiera sido una inaceptable desarmonía que no lo fuera. Quizá Madame Roland fuese una Catherine Deneuve o Gina Lollobrigida, la impactante ragazza italiana, que según nuestro Aquiles Nazoa tenía todo el fuego del Vesubio en la mirada.

El caso es que ese símbolo de luz y libertad fue detenida por esbirros hoscos y de grotesco aspecto. La llevaron a empellones a la Conciergerie. Le restregarían su superioridad revolucionaria y su ignorancia burlona. No faltaron aquellos que, cohibidos, la respetaran al saber quién era, pero la jauría, sedienta de sangre, rechazaba el más tenue asomo de “colaboracionismo”. Sin miedo -porque a un sicario hay que mirarlo de frente y sin miedo, con fría dignidad- dobló Marie Jeanne su hermoso rostro ante la filosa cuchilla y de un solo golpe su cabeza rodó. En circunstancias parecidas, Danton le gritó al verdugo: ¡levanta mi cabeza cortada y muéstrala a la turba para que vea cómo ríe Danton después de muerto!

Resulta que el corte preciso se pretendía humanitario. El hacha de los antiguos verdugos a veces fallaba, mutilando partes del cuerpo pero dejando hálitos palpitantes de vida. Entonces, Joseph Guillotin pidió con vehemencia la aplicación eficaz ingenio de efecto inmediato y “limpio” que popularizó su nombre.

¡Más bien debías agradecer la justicia revolucionaria, Danton! Y tú también, Marie-Jeanne, pero preferiste dejar de lado tu delicadeza femenina, para increpar con palabras impropias de una dama, a la horda que agredía entre risotadas arrojando despojos extraídos del más fétido albañal

¡Libertad -respondiste- cuántos crímenes se cometen en tu nombre!

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