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Américo Martín

Democracia representativa

Américo Martín

Escucho al vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello. Está comparando la “revolucionaria” democracia directa con la “reaccionaria” democracia representativa. Por la importancia del personaje y porque el tema lo merece, pongo cuidadosa atención a sus palabras. Diosdado bifurca el río: por principio desconfía de la utilidad de las elecciones, no cree en sistemas basados en el voto. Los agitadores electorales –dice- arman violentas trapatiestas para que grupos de follones mandados por ellos pesquen el poder abriéndose paso en la confusión.

Desde el siglo XVIII la autoridad intelectual de enciclopedistas e iluministas resolvió el trascendental tema de la residencia de la soberanía. ¡Reside en el pueblo! fue la idea emergente ¡Ya no más monarcas absolutos ni autócratas envanecidos! Esa convicción se hizo parte de la cultura occidental regada con la sangre de las revoluciones francesas (1789, 1830, 1848,1872) y la de la Independencia de EEUU.

La función de la derecha consistirá, según Cabello, en inhibir el despliegue de la democracia directa, oponiéndole el sufragio. La idea es dejar las cosas donde siempre han estado, ¡Y que nada cambie!, remataría en su Gatopardo Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa.

Resulta que en los días siguientes al triunfo de Chávez sobre Salas Römer, mi amigo Manuel Quijada me invitó a almorzar. No entendía que alguien de mi reputación no se entusiasmara con la victoria del audaz barinés. Está interesado en lograr mi respaldo a una causa en la que no creo; ha sido ministro en el gabinete de Herrera Campins y no es un improvisado. Decido debatir afectuosamente con él.

La novedad de Hugo, arranca Manuel, es que por primera vez aparece un serio defensor de la democracia directa. Todos los demás siguen atados, más allá de su talento, a la falaz democracia representativa.

Pero dime Manuel, ¿consideras viable la gobernanza de todos al mismo tiempo?

Sí lo creo, responde sin desconcierto aparente.

Es decir, que le parece posible discutir minuciosamente reuniendo al soberano en una plaza donde quepan millones, todos con derecho a voz.

No irían millones…

No es solo eso. La complejidad de la agenda gubernamental pide más expertos en oficinas no ruidosas en lugar de presencias masivas y ruidosas. En el famoso Ágora ateniense se decidía el ostracismo de jefes célebres mediante tablillas para el sí y el no. Un asunto grave pero de trámite sencillo. ¿Cómo decidir mediante tablillas sobre guerra y paz, alianzas, gestión ordinaria, epidemias, orden público? La democracia directa de Pericles es otro mito, sin dejar de ser una excelente democracia.

Los discursos del gran arconte y de los jefes del partido democrático han sido deslumbrantes. Agradecida, la historia ha dejado que sin especial rigor cubran con el nombre de democracia directa las estupendas innovaciones promovidas por los jefes del partido democrático en la organización de la justicia y la sociedad. Pero mejor déjame comentarte las paradojas de la democracia, según Norberto Bobbio. Explican por qué la única democracia factible es la que desprecias: la representativa. Salvo en muy pequeña escala –un condominio quizá, y solo para asuntos del vivir cotidiano cabe imaginar sociedades de democracia directa.

Mencióname solo dos de esas paradojas, no sea que perdamos el almuerzo.

Muy bien, va la primera: la democracia eleva las expectativas de mejora social, para satisfacerlas se crean órganos especializados con gente escogida por sus destrezas técnicas. Es una minoría especializada que ensancha la burocracia. Es esa la primera paradoja: al aumentar la democracia aumenta la burocracia y consecuencialmente se vuelve a reducir la democracia, ¿Voy con la otra, Manuel?

El tiempo se nos fue. Mejor dejémoslo ahí.

Por desgracia mi amigo Manuel ya no está con nosotros, el debate se interrumpió sin remedio.

¿No querrá Diosdado continuarlo o enviar un delegado suyo a representarlo? Sería otra válida evidencia de la curiosa policromía de la democracia representativa.

https://talcualdigital.com/democracia-representativa-por-americo-martin/

Repetir aciertos, no errores

Américo Martín

Los hechos políticos no se repiten al carbón. Es imposible que lo hagan si recordamos que cada uno de ellos resultó de la concurrencia de infinitos factores, emanados de infinitas combinaciones en circunstancias que podrían ser infinitas. Aún así ciertos paralelismos pueden ser impresionantes, lo que da lugar a decisiones limpias en lo posible de errores. La experiencia ayuda en ese sentido, pero lo que es imprescindible es asumir la Política como ciencia y arte.

Se ha dicho que los partidos llegan al poder a horcajadas de sus recientes enemigos. Se ha repetido que Chávez ganó en 1998 con los sufragios de AD. Si eso fuera cierto debería ser invocado para anticipar mensajes y políticas en la palpitante realidad actual.

  • ¿Y qué hace éste aquí? preguntaría un soldado de Bolívar al encontrar al Negro Primero en las filas llaneras de Páez, durante el encuentro de los dos grandes próceres de la Independencia.
  • La última vez que lo vi fue en las tropas de Boves, masacrando patriotas.
  • y pa´que usté vea, ahora, desde las de mi general Páez, aterroriza a los realistas
  • Es uno de mis mejores hombres –intercepta el catire- siempre va al frente; delante de él, solo la cabeza de su caballo.

Era un momento emocionante. Por fin se unificarían los grandes agrupamientos patriotas bajo el mando del tenaz caraqueño.

Páez, que a nadie temía, reconoció lo que no mucho antes previó el presidente Petión: que en la baraúnda de líderes patriotas, el que por muchas razones garantizaría la victoria republicana era Bolívar. Demostró a su vez el bravo lancero portugueseño una aguda perspicacia al reconocer la jefatura única del caraqueño.

Muchos, seguramente los realistas en extraña coincidencia con celosos rivales del perseverante Simón Antonio, acariciaban la esperanza de que el llanero no cedería el mando al patiquín capitalino. Mucho subestimaron el temple de Páez para someter sus legítimas pasiones al gobierno de la razón. También el genio del Libertador en el trato de personalidades.

Al ver al Negro Primero en acción nadie dudaba de lo acertada que había sido aquella adquisición, que viene al pelo para recordar una regla de la política, a propósito de los caudales humanos que puedan desplazarse o contenerse en los límites de una de las aceras del conflicto venezolano, al compás del malestar causado por la fallida gestión oficialista, el desengaño en relación con las infladas e incumplidas promesas revolucionarias; y por contraste, la simpatía o antipatía que despierte en la oposición el arriesgado realineamiento desde las playas del poder a las agitadas del cambio democrático.

¿Qué viene a ser entonces la Política? Definiciones sustantivas de lo que sea esta mixturado ciencia y arte, hay bastantes, en general más bien adecuadas. La regla a la que me refiero es instrumental y vale para cualquiera de los sectores enfrentados. Parte de que la esencia de la Política es el poder del Estado: ¿cómo alcanzarlo, ejercerlo, perderlo y, en tal caso, recuperarlo?

Para cualquiera de esos objetivos es imprescindible aplicar técnicas que supongan­:

  • atraer a todo el que pueda ser atraído, como logró atraer la oferta chavista a tantos demócratas decepcionados
  • neutralizar al descontento que no pueda ser atraído pero tampoco quiera prestarse a agredir u odiar a opositores cuyas ideas hayan ido confluyendo con sus propias y legítimas quejas
  • enrumbar el filo opositor solo contra quienes no puedas atraer y ni siquiera neutralizar y en cambio intensifiquen la intolerancia, el trato agresivo y hostil

El estilo debe ajustarse a semejante política como el guante a la mano. Si quieres atraer o lograr confluencias de cambio democrático, no puedes perjudicar tu propia política asumiendo un lenguaje insultante, plagado de promesas de venganza, que no de justicia y de penas brutales que desdicen de la democracia civilizada e institucionalizada que se espera del cambio democrático. Menos comprensible es degradar y encanallar a quienes desde la variada y plural oposición sustenten ideas distintas, la encarnada en el sólido eje Guaidó-Asamblea Nacional. Siendo de la más alta prioridad fortalecer una muy amplia unidad nacional es totalmente contraproducente la indecencia estilística y las campañas infamatorias, los epítetos denigrantes condimentado con un grave desprecio a la presunción de inocencia y debido proceso. Se ha llegado al espeluznante extremo de dar por sentenciado a quien ose pedir pruebas de la acusación.Afortunadamente la Inquisición anda de capa caída.

Savonarola, Torquemada, la inversión de la carga de la prueba vuelvan al siglo XV. Y llévense a los émulos que hayan encontrado en este trémulo siglo XXI.

@AmericoMartin

https://talcualdigital.com/index.php/2019/11/03/repetir-aciertos-no-erro...

¿Fábula o realidad?

Américo Martín

El concepto de ideología es confuso, pero su sonoridad es llamativa. Para el Marx de los sueños del comandante, era una mala palabra. Una superestructura destinada a legitimar la dominación social. Chávez accedió al poder por elecciones, vía en la que no creía. Hubiera preferido entrar a Miraflores armas en mano, como lo intentó en 1992. Decía que los cuarteles son la mejor escuela de democracia. El problema de los problemas que le salieron al paso fue que el voto le ataba a la odiada alternabilidad y el detestado pluralismo democráticos, y por eso se refugió en la sonora “ideología” con el fin de sostener la impostada revolución que no tardó en ofrecer su verdadero rostro. ¿Pero por cuánto tiempo pueden mantenerse lealtades “ideológicas” en una gestión totalitaria e inviable?

Describiendo una suma agobiante de datos y hechos con tendencia acumulativa, sostiene el profesor José Toro Hardy, que las sanciones hacen todavía más inviable el actual modelo. Pese a que no se trata de una conclusión matemática, es válida a la hora de escrutar la naturaleza íntima de la pomposa revolución. Los factores en contra de la quimera revolucionaria son abrumadores. Ya ni se formulan planes. Todo se va en contener la ola de adversidades. Esfuerzo infructuoso que no obstante deja ver el macabro desierto causado a su paso por el socialismo siglo XXI. Si no hay opción para revertir esta tragedia bajo la permanencia del modelo madurista, fluye naturalmente la necesidad del cambio democrático del poder.

Se irá el ancien regime, pero no puede ser indiferente la forma de semejante destino. El sufrimiento de los venezolanos no tiene precedentes. Por lo tanto, hay que tratar de evitar que el cambio navegue en un lago de sangre. Para evitarlo, la comunidad internacional postula una salida negociada con agenda precisa y pertinente, y efectiva supervisión internacional, que Miraflores evade porque sabe que no podría burlar la voluntad mayoritaria.

El pasado 30 de abril, el presidente interino Juan Guaidó, acompañado de Leopoldo López y la legítima Asamblea Nacional hicieron un pronunciamiento pacífico frente al Aeropuerto de La Carlota. La idea era dar una muestra visible de que no se trata de golpes sino de apelar al país, incluso a los militares y empleados públicos. A mi modo de ver se ratificó la premisa básica de la situación: el régimen es sostenido por los factores que controlan la Fuerza Armada, pero es rechazado por la más vasta, incansable, consolidada y organizada mayoría popular.

El hecho es que las armas no detienen la ira ciudadana, ni ésta ha quebrado sustancialmente la base militar del régimen. Lo haría en su momento pues el tiempo no corre a favor de quien no puede sostener su modelo sino del que se fortalece como centro receptor del descontento nacido de la inviabilidad del otro. De ser franco consigo mismo, el Poder entendería que si el país no lo soporta hoy, menos lo hará en lo sucesivo. Es imposible burlar con artimañas enclenques a gente que agoniza de hambre.

Se ha dicho que Maduro estaría dispuesto a negociar si se garantizara al abrigo constitucional su eventual salida, sin mutilación de derechos políticos y humanos, incluidos los de su organización partidista. En negociaciones serias siempre se irá al detalle, mas en lo que a mí respecta adelanto que ¡ojalá fuera cierto! Sería compatible con la probada condición democrática del vasto y multicolor movimiento encabezado por el presidente Guaidó y la Asamblea Nacional.

Aunque lo primero es saber si se trata de fábula o realidad, que de todo hay en la viña del señor.

Entre Guaicaipuro y Cervantes

Américo Martín

Juan Guaidó y su principal soporte institucional, que es la Asamblea Nacional, se consolidan con los días. Tanto el presidente interino como el poder legislativo han sido arbitrariamente inhabilitados al tiempo que enaltecidos aquí y en el mundo. Mientras más agredidos, más pulido el acero de su cauce. Guaidó es mandatario provisional conforme al artículo 233 constitucional y la Asamblea Nacional es la única rama del Poder Público que puede jactarse de su constitucionalidad formal y su legitimidad real: goza de legalidad por emanar de una elección irreprochable, y de legitimidad por contar con la aceptación ampliamente mayoritaria del país, del Hemisferio americano y de, hasta ahora, más de 50 Estados-miembros de la ONU.

La volcánica tragedia y la desesperada resistencia de los venezolanos no permiten que semejantes convicciones sean relegadas. El régimen alterna perversidades contra Guaidó y la Asamblea Nacional. Sabe que arriesga todo si materializa su plan de exterminio, pero persiste. Deshoja la cebolla con el joven líder, le atribuye falsos delitos y complicidades,

Cualquier carrera presidencial suscita rivalidades. Es posible que los méritos de Guaidó, conjugados con circunstancias que él y la AN han aprovechado con maestría, alienten enfrentamientos. El drama del oficialismo es que no puede incentivarlos mucho sin descubrir el juego al poder sancionatorio internacional. Guaidó es una realidad, su articulación con la Asamblea es universalmente apoyada. No por casualidad es víctima principal del encolerizado oficialismo. La victoria democrática pasa por defenderlo a todo dar. ¿Cómo escapan, a valiosos opositores, esas obviedades? Enervar los actos del liderazgo reconocido solo conviene a la cúpula de Miraflores. El fracaso de Guaidó arrastraría a todo el país

Buscando en el carácter hispanoamericano la razón de la sinrazón que vela el juicio de gente inteligente, releí mis fichas de Américo Castro, Ortega y Gasset, Menéndez Pelayo y José Enrique Rodó. Encontré respuestas al ilógico regodeo en fórmulas que no aceptan el renacimiento de Venezuela si “malas compañías” (¿quién probó que lo fueran?) lo manchan con su presencia. Ganar la más grande de las causas no es más importante que dejar la reputación en alto, al punto de sacrificar primero aquella que ésta. En la misma vía va la pasión por restar y dividir con el objeto de reducir el movimiento al exclusivo club de quienes piensen como uno y confundan la justicia con la venganza. “Si se incluye a chavo-maduristas decepcionados, renacerá automáticamente la dictadura” Ese “eticismo” nada tiene en común con la Moral, siempre abierta a sanas rectificaciones, ni con la Historia, si solo recordamos que los grandes virajes político-sociales tendieron la mano a oleadas de disidentes de la corriente rival. No se autocondenaron a la derrota por la absurda intolerancia de rechazar a quienes, asumiendo el riesgo de romper con el Poder, decidieron sumarse a la causa democrática. Es, en otro sentido, la ilusión de trascendencia del sabio atorrante que no se “ensucia las manos” apoyando, llegado el caso, al mejor aviado para triunfar.

Cervantes resalta otro ángulo, más bien cómico: luchar para que nos vean luchar y no para vencer.

– ¡Dichoso el soldado que cuando combate sabe que su príncipe lo está mirando!

Pelear, pues, no es nada; que lo miren pelear, es todo. Incluso se enaltece a quien se abstiene cubierto de frases rotundas que protegen su dignidad. Juan de Austria probablemente no vio batiéndose al célebre manco. Si fue así, Cervantes no lo olvidó. Era hispano. El mejor.

¿Habrá quien crea que Guaicaipuro está más en nosotros que el milagro literario de don Quijote?

Detonante

Américo Martín

La avasallante mayoría democrática, su natural relación con la libertad, la sociedad civil, estamentos, gremios, etnias, religiones, oficios, explican el universal afecto que lo rodea y protege. Registra bajas graves: inhabilitados, encarcelados, torturados, fallecidos, medios desaparecidos, violación crónica de derechos humanos. La población es diezmada por el hambre y la emergencia humanitaria. El sistema dejó atrás la sombría dictadura de Pérez Jimenez.

El peso de factores propios de nuestra época como la planetaria defensa de los derechos humanos y el papel de las redes en la filtración de noticias y denuncias anti represivas no atenúan aquel juicio porque no son del activo del régimen. Además, la vocación totalitaria está al acecho para volver a la carga al menor parpadeo. Lo acabamos de padecer con impresionante fiereza en las fronteras para el infeliz propósito de destruir la ayuda humanitaria y ensañarse incluso como nadie contra el pueblo Pemón y otras etnias. ¡Caso bien singular por cierto! Con su vacía retórica acerca de la soberanía indígena y su tonto ensañamiento contra Cristóbal Colón, prueba de nuevo su verdadera índole con esta exhibición de odio desalmado contra las etnias en Guayana, Delta, Amazonas, Zulia y donde quiera levanten voces de protesta.

La vasta amplitud opositora, acostumbrada a sumar descontentos e inconformidades, es lógica y sanamente heterogénea, pero el hecho de serlo le restaba efectividad a la unidad plural, unidad de lo diverso. Pero como la necesidad crea el órgano, al renovarse el 5E la AN, se dio un salto de gigante en la asignatura pendiente. Desde entonces el país y el mundo acompañan el eficaz eje unitario Guaidó-Asamblea Nacional, y la solidaridad universal ha sabido encontrarse con una sólida dirigencia opositora en el momento más necesario.

Los venezolanos tienen que acostumbrarse a domeñar sus pasiones. Conquistada la amplia y militante simpatía mundial, algunos emiten juicios ligeros contra países que simpatizan con nosotros con un generosísimo sentido de entrega, que debemos agradecer. Conservan, como es natural, su propio criterio y no son dados, con razón, a invadir a las primeras. Téngalo en cuenta el Poder para que mida bien sus pasos. Sus acostumbradas acciones lo conducen a fatalidades volcánicas. Lo que debería comprender adicionalmente es que si bien el margen para negociaciones amplias se ha reducido, precisamente porque ustedes lo han aprovechado para otros fines, aún podrías hacerte a un lado y conservar tus derechos ciudadanos y constitucionales.

Por lo demás, el abigarrado número de países solidarios con la democracia venezolana se inclina a llegar a acuerdos de esta tesitura, aprovechando la muy inteligente Amnistía dictada por la Asamblea Nacional.

Tres factores pueden ser decisivos para el destino democrático de Venezuela. 1) La muy mayoritaria alternativa democrática encabezada por el presidente Juan Guaidó 2) la poderosa y auxiliar solidaridad mundial 3) la Fuerza Armada. El primero sigue ahí, alerta y plagado de iniciativas racionales que la violencia del régimen quisiera detonar. El segundo insiste en la ayuda humanitaria, que ya fue detonada infructuosamente en estos días. Y el tercero crece con deserciones que se unen a los muchos militares exiliados.

Se les pide que no disparen contra sus compatriotas o que exijan la renuncia pacífica y negociada de Maduro.

Prometeo: (…) Espera a saber lo que te aguarda

Coro: (…) Cuéntame, sí. Para el enfermo es dulce saber el mal que ha de sufrir

Maduro tiene su futuro en las manos, pero no ha descubierto lo que más le conviene. Convendría que más vale retirarse pacíficamente al abrigo constitucional que desaparecer en medio de agitadas turbamultas.

@AmericoMartin

Del 23 al 23

Américo Martín

Ei 23 de enero de 1958 y el de 2019 fueron pródigos en resultados, aun cuando el segundo no ha completado su victoria que sin embargo se perfila en el horizonte. Ambos fueron prodigios de unidad de lo diverso en busca de cambios democráticos y humanos. Dejo de lado los cambios regresivos destinados a imponer la irracionalidad totalitaria que borra la historia en nombre de la fantasía del hombre nuevo. Como escribiera Mariano Picón Salas:

  • El ascenso sorpresivo de fuerzas bárbaras a la rectoría de los pueblos con el prurito de condenar lo realizado por la generación anterior, explica el poco escrúpulo que han tenido para arrasar con el pasado.

El 23 de enero de 1958 fue ante todo un triunfo de la unidad en su diversidad. Sin ella no se habría logrado un frente tan impactante como la Junta Patriótica. “Impactante” por lo mucho que sugería pese a la escasa fuerza material que al principio tenía. No se crea que este triunfo de la razón fue fácil. Los partidos y sus líderes llegaron a odiarse hasta descubrir que la división era un suicidio. Entonces se unieron y se respetaron. Así se forjó la histórica victoria contra la dictadura militar de Pérez Jiménez.

Si los líderes actuales hubieran recordado aquella experiencia singular no hubiesen desdeñado el poder de la unidad plural. Por no entender su sentido desdeñaron al instintivo llamado popular que exigía sumar fuerzas. Prefirieron agrupar a los que coincidieran más condenándose a la impotencia. Esa teoría desembocó en territorios muy trillados: los que piensen distinto, pese a coincidir en el fundamental objetivo común, son enemigos. El intercambio de epítetos habría condenado a muerte la idea misma de la unidad nacional de lo diverso, hasta que casi por milagro el 5 y el 10 de enero el cadáver resucitó.

El 5 fue la rotación pactada que dio la presidencia de la AN al sorprendente Juan Guaidó. Habían jurado que enemigos ocultos estrangularían el pacto, pronóstico que resultó falaz. Viendo que no era difícil sembrar minas en la unidad, laboratorios oficialistas quisieron envenenar las relaciones entre Guaidó y Leopoldo López. Pero siendo ambos de la misma fibra, la maniobra falló.

La unidad emergió con sagrado ímpetu el 10 de enero. La colosal movilización del 23 de enero exhibió su poderío. La juramentación ante una concentración nunca vista fue recibida con entusiasmo mundial. La prudencia guía al presidente provisorio. Mantiene una relación a prueba de balas con la AN. Decenas de países lo reconocen, militares y oficialistas le guardan respeto. Guaidó se aferra al plan: fin de la usurpación, gobierno de transición y libérrimas elecciones. Todos necesitan que su gobierno avance serenamente. La ley de Amnistía dictada por la AN exhibe una fría habilidad que despierta simpatía y neutraliza la represión

He recordado el Decreto de Guerra a muerte dictado en 1813 por el Libertador. Se cree excesiva su oferta de muerte, pero es brillante el eximente nacido de su genio político.

  • Contad con la muerte…

Si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América

Sin ofrecer muertes, la ley de Amnistía extiende sus beneficios en el espíritu de Bolívar.

  • Si luchas por el retorno de la constitucionalidad

Porque no es un conflicto entre civiles y militares. Es la movilización de la Nación unida en busca de libertad, democracia, prosperidad y – según postulara Tomas Payne- derecho a la felicidad

¿Pensar con el corazón?

Américo Martín

El sistema totalitario pretende imponer un común denominador a todas las actividades humanas

Claude Lefort (1981)

¿Pensar con el corazón? Metafóricamente se afirma que en ese órgano reside la pasión, no la conciencia o la razón, las que más bien se aquerencian en la cabeza. Para guiar la acción, es conveniente sumar ardiente corazón y fría sesera. A su modo lo postuló Platón en su Diálogo El Político. Los rasgos que a su juicio definen a un político mantienen su vigencia dos milenios y medio después: ímpetu para impulsar el movimiento, y temple para contener los excesos de la pasión. El apasionado sin bridas probablemente termine en el fondo del barranco si la helada razón no lo encauza.

Los apasionados sin razón serán desmentidos por la realidad tanto como los razonadores sin pasión.

Ambos podrían interpretar lo ocurrido en clave de victoria y excederse contra quienes hayan disentido u opongan la duda metódica. El mejor liderazgo es binario: piensa y actúa, enlaza cerebro y corazón

Temía que una diabólica confrontación en la oposición alrededor de las municipales propiciara más intransigencia y disputa de cara a lo que deba ocurrir el 5-E, con una AN más fuerte en la renovación sin traumas de su directiva, y a lo que nos reserve el crucial 10-E. Las municipales evidenciaron la desolada impopularidad del régimen y la insostenibilidad de cantos de victoria en la acera opositora. La pasión, no la razón, impediría fortalecer la unidad cuando más necesaria y urgente es.

No obstante el Frente Amplio, que me pidió hablar en robusto acto organizado en Mérida, muestra un auspicioso desarrollo y una certera comprensión del papel de la unidad. Ha tenido el acierto de desterrar el lenguaje gárrulo de la descalificación de quien disienta y acoge en pie de igualdad a quienes desde cualquier procedencia se incorporen a su indetenible dinámica. Si, como se espera, se renueva sin problemas la directiva de la AN conforme al pacto de rotación, tendremos una prueba tangible de ejercicio democrático que dará a la AN más fuerza para el rol histórico que ha de cumplir.

Al vencerse el lapso del señor Maduro, será la AN la única rama del Poder Público legalizada por el voto y legitimada por el reconocimiento mundial. Lo constitucional será elegir nuevas autoridades con una transición que la haga técnicamente posible. Lo inconstitucional, pretender mandar (usurpar) prescindiendo del voto soberano. Se comprende el enaltecido papel en esa coyuntura de la AN, pero no que la afiebrada pasión arrastre a gente valiosa a desmeritarla

Encaramos un modelo vocacionalmente totalitario, el más brutal e inhumano de los sistemas. Pretende cerrar su dominio absorbiendo cada manifestación del hacer. Copa hasta la íntima conciencia, pero mientras la democracia resista unida en cada lugar donde palpite vida, y acumule fuerza para recuperar terrenos aplastados, el absolutismo no se consumará. En rigor nos acosa una vocación totalitaria inconclusa. La civilización universal la combate. Sobreponiéndose a sus duros desencuentros se espera que los venezolanos alentados por la generosa solidaridad mundial y sin dejación de principios, encabecen la polifacética lucha contra el perverso designio totalitario.

Sobre escombros pestilentes, podrán impulsar el cambio democrático de poder, ancho e irisado horizonte que espera por todos, sin caprichosas exclusiones

Gestos y logros

Américo Martín

¿Puro gesto sonoro o sonoro logro puro?

“El caballero español necesitaba rodearse de trascendencia y honor. Sentíase en un más allá mágico y como en vilo sobre la faz de la tierra. De ahí el desdén por las actividades mecánicas, comerciales o de pura razón”

La profunda reflexión de don Américo Castro sobre el carácter español (España en su Historia. Ed Grijalbo 1983) explica el pendular hispano e hispanoamericano entre ilusionismo y determinismo, individuo y masa, racionalidad y espontaneidad primitiva, norma y anarquía, intento de razonar y disolución de la razón.

  • La civilización hispana vivía emparedada dentro de tales disyuntivas.

Bien lo refleja el debate que se libra en Venezuela acerca del destino del país, el decadente sistema madurista, el impacto hemisférico y mundial de un triunfo de la democracia. Compiten, sin proponérselo, la motivación al gesto o frase “para salvar la reputación”; y la motivación al logro de la victoria democrática, que coronaría el potencial nacional e internacional ya acumulado en función del cambio de poder.

Un pueblo tan creativo como el español, tan dado a la imaginación y la belleza, alcanzó cotas elevadísimas en la literatura y el arte, lo cual fortaleció su sentido de lo grande, al tiempo que el mesianismo, el caudillismo, el sentido épico que rodea su existencia individual.

  • El hispanoamericano no piensa que es un miembro de la colectividad, ni que esta dependa del esfuerzo de todos, espera un adalid de dotes taumatúrgicas. La historia se vuelve así un alternado proceso de ilusiones y desencantos forjado por la fe o el desengaño en torno a los jefes de la nación, y la exaltación del ídolo o el vituperio del culpable.

Los políticos han salvado la humanidad de catástrofes terminales y sin embargo se les odia tanto como se les necesita. ¿Por qué?

  • La política –responde Ortega y Gasset- simboliza la necesidad en que estamos de contar con los demás… es lo que produce irritación y frenesí: tener que contar con los demás a quienes por eso en el fondo se desprecia o se odia.
  • Es la propensión individualista de actuar para salvar la reputación personal antes que para materializar el noble objetivo de sus programas.

La razón pide respaldar sin pausa a la Asamblea Nacional, único poder público mundialmente reconocido y clave para la transición democrática. La sin-razón rastrea errores, con el fin de descalificarla. No generalizo. No comparo solvencias morales. La tarea es tan grande que pide el más grande de los esfuerzos. Todos son imprescindibles. La amargura es como nunca masiva, nacional, desborda fronteras partidistas penetrando en la propia fuerza gobernante.

Sé que Américo Castro, Ortega y Gasset, Menéndez Pelayo y otros formidables analistas españoles, precisamente por su profunda manera de penetrar en el pensamiento y el hacer de las naciones, pueden incurrir en generalizaciones no siempre sostenibles. Pero en lo mucho que aciertan, aciertan de verdad: sus hallazgos dan base para descifrar la inclinación de muchos a desalojar de buena fe territorios ocupados por la razón para entregarlos al pálpito, la conjetura sin pruebas, el fatalismo o la homologación, sin más, de político y ladrón o traidor.

No obstante, sin política no habría civilización. Semejante fracaso recaería en todos, incluyendo a quienes la combaten en nombre de un rígido extremismo moral. En todo caso, pérdida tan atroz desmentiría a Anaxágoras, para quien el hombre es el más sabio de los animales.

Catástrofe

Américo Martín

“Sigue siendo un diamante en bruto” consignó Heraclio Atencio Bello al referirse a Venezuela antes que pisara tierra la planta revolucionaria. ¿Puede hoy repetirse esa frase? La devastación causada alcanza dimensiones insuperables y no obstante, sí, la frase se sostiene aunque el esfuerzo de tallar la piedra sea inconmensurablemente mayor.

Estamos envueltos en la catástrofe. El país la siente, el pueblo la padece. Se discurre sobre implosión social o acerca de soluciones de fuerza. El caso es que el gobierno nos ha hundido en un pestilente pantano sin ofrecer salidas creíbles, lo que intensifica la desesperanza y da alas a fórmulas fundamentalistas. El ruido relacionado con el 10 de enero no es caprichoso, sigue una secuencia lógica o, si se quiere, fatal.

Precisamente porque pueda serlo debería considerarse crucial. El reconocimiento internacional del primer gobierno de Maduro viene de la aceptada victoria que le dio por primera vez la presidencia. Con posterioridad forzó la barra, adelantó los comicios algo más de 7 meses y se hizo elegir en 2018 para un segundo mandato. La comunidad internacional desconoció la operación basándose en serias razones entonces invocadas para considerar que se había producido un fraude.

De allí que, mientras Maduro imagina que su plazo constitucional está comenzando, la comunidad mundial y la mayoritaria oposición sostienen, por el contrario, que concluirá el 10 de enero. En esa fecha terminará su primera y única elección. Ni un día más. Ni un día menos.

Supongo que el cuestionado presidente está al tanto de la complicada situación en que se encuentra. Habrá sido informado que la comunidad internacional no ha variado su posición, de modo que el 10 de enero -para ella y para la mayoría de los venezolanos- habrá un vacío de poder. Al igual que en la atmósfera, los vacíos son intolerables en asuntos de política y gobierno y podrían resolverse con violencia ciclónica. ¿Cuál sería la reacción de los factores principales, si el inquilino de Miraflores se hace el desentendido y se queda en el Palacio? Al extinguirse su poder, sencillamente no podrá válidamente hacerlo. Al esfumarse su legitimidad de origen perdería automáticamente su puesto en la OEA.

Supongamos ahora que las sanciones mundiales se multiplican como se ha anticipado y que Venezuela incluso fuera declarada país terrorista. ¿Bastaría tan grave secuencia para forzar un cambio democrático? Posiblemente termine siendo ese el desenlace natural pero sería menester una negociación que culmine en elecciones mundialmente garantizadas.

Pueden estudiarse otras posibilidades siempre que ninguna sacrifique el sufragio universal, en el marco de los acuerdos para que las garantías constitucionales protejan efectivamente a unos y otros. Sería considerable un breve tiempo de transición con base en los acuerdos de las partes y el programa de urgencias, comenzando con la ayuda humanitaria, libertad de presos políticos, rescate de Instituciones democráticas, correcta implementación de la justicia, decapitación de la hiperinflación, reactivación de la economía.

Imposible dejar de construir en sana paz una fructífera convivencia democrática. Decisiones de esa índole levantarían la moral colectiva después de tantas inmerecidas humillaciones. Seríamos una próspera, libre y ejemplar nación de flameantes banderas que unen y fortalecen la savia de su doble riqueza. Próspera por su desarrollo diversificado y autónomo; afortunada por su alentadora libertad y fortaleza emocional.

Del abatimiento al salvacionismo

Américo Martín

Consciente de las limitaciones que me imponen la edad y el hábito racionalista, ninguna adversidad me hará desertar de la razón, aunque parezca aburrida para espíritus inflamados cuyas decisiones así como las emociones que las inspiran, pasan de la rotundidez al abatimiento. No dudo de la honestidad que inspira semejante cambio porque emana de espíritus comprometidos con el país. Para mí eso basta para guardarles consideración sin caer en la pésima costumbre de cubrir de epítetos estúpidos a quienes disientan de lo que sostenga.

Al descifrar el enigma de nuestra tragedia conviene restablecer la dignidad de la razón para fundamentar lo que se proponga y la forma hacerlo. Nadie es dueño de la verdad, pero el estilo que se adopte abre o cierra los cauces del fanatismo. De ese firme no me moveré ni un centímetro.

La situación actual es paradójica y también paralógica (ilogica con apariencia de lógica). Las medidas gubernamentales destinadas a revertir la morbosa degradación de la economía, la han intensificado. Ninguna de ellas ha ido al corazón del problema. Los controles, la falta de incentivos para invertir, la contumacia del déficit fiscal de la República y de su infartado corazón Pdvsa, se pagan emitiendo dinero sin respaldo que propagan el fuego de la inflación.

Nuevos controles de precios son inútiles. Se agotan al hacerlo los inventarios y su destino inmediato es el desabastecimiento. El default generalizado multiplica embargos y paraliza la precaria producción que pretenda rehuirlos. La diáspora de inversionistas y productores, tan brutal como la de compatriotas que huyen de la marabunta venezolana confirma los pronósticos más atroces sobre inflación y retroceso del PIB. El mundo no se engaña acerca del estado de la economía, los DDHH, la libertad y democracia de este país. Lo sorprendente es que nadie toma en serio las recetas del poder.

Sin un profundo y hasta hoy inesperado viraje político, el Gobierno seguirá saltando de un círculo dantesco a otro. Y es precisamente lo que una presión internacional cada vez más intensa le está exigiendo al señor Maduro. Elecciones verdaderas, libres, garantizadas e internacionalmente supervisadas.

El mundo no ha tomado a la ligera el caso venezolano. ¿Comprenderá Maduro, en la oscura situación en que se encuentra, cuál es su mejor o menos mala salida? Es de suponer que haya calibrado sus opciones: aceptar un proceso garantizado por la Constitución y la observación internacional o seguir alzado contra todos.

Si hay lógica en el mundo la oposición, sobre reales, artificiales o cómicas diferencias debería contar con una sólida y universal unidad plural, una moral alta –consciente de las posibilidades de cambio- y un lenguaje persuasivo, sin altisonancias retóricas ni desplantes maximalistas. Rechazar las elecciones libres reclamadas por el mundo, alegando que “nunca” habrá un proceso creíble, es asunto del gobierno, no de la oposición.

Esa paradoja: la proximidad de un cambio democrático sin sangre ni venganzas, acompañado de un curioso abatimiento emocional, me hace recordar a Picón Salas en su milagrosa obra: “De la conquista a la Independencia” (Edit FCE 1944).

Pese al optimismo trepidante de la ilustración, apreció don Mariano un estado crepuscular de cansancio negador de la cultura y la política, que idealizaba el ingenuo mundo natural y proclamaba la terapéutica salvacionista.

Una sofisticada manera de suicidarse, agrego ahora con la venia del ilustre merideño.