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Ismael Pérez Vigil

Los mensajes en Fedecámaras

Ismael Pérez Vigil

Lo ocurrido en la Asamblea Anual N° 77 de Fedecámaras el 20 de julio es motivo de una intensa polémica −o cayapa− que no baja de intensidad. Yo me referiré a los mensajes contenidos en los discursos de tres de los actores: la Iglesia, el Gobierno y Fedecámaras; obviamente tomaré en cuenta sus discursos, pero también lo que no se dice, pues en este tipo de eventos es tan importante lo que se dice como lo que se calla.

El mensaje de la Iglesia

Aparte de sus propias palabras −breves, profundas, trascendentes−, el vocero de la Iglesia, Monseñor Ricardo Barreto, Obispo auxiliar de Caracas, envió dos mensajes políticos importantes. El primero fue la ausencia del Cardenal Baltasar Porras; yo no puedo imaginar qué compromiso podía tener el Cardenal Porras en Mérida que fuera más importante que atender la invitación del máximo organismo empresarial del país, en su Asamblea Anual, a la que asistiría la Vicepresidente de la Republica. No voy a especular ni hacer conjeturas acerca de los motivos de Cardenal Porras para no asistir. Dejo simplemente mi duda.

El segundo mensaje fue la lectura de la carta del Cardenal Pietro Parolin al Presidente de Fedecámaras. Esta carta, obviamente, representa la posición de El Vaticano, del Papa Francisco, porque el Cardenal Parolin ejerce el cargo de Secretario de Estado. La carta contiene, en mi criterio, dos puntos importantes: La necesidad de que participe la sociedad civil como protagonista en la solución de los problemas del país; y que esto solo será posible mediante la disposición a negociar, de modo serio, por parte de los que tienen responsabilidades en el país.

La verdad es que por más que leo y releo la carta −que me parece bastante formal y anodina− no alcanzo a entender por qué la misma molestó tanto a algunas personas y de manera tan particular al gobierno y provocó tan duros comentarios y descalificaciones por parte del presidente Maduro, quien se refirió a la misma señalando que es “… una carta llena de veneno, de odio, de intrigas, de cinismo, de ataques» (¡?)

El mensaje del Gobierno

Obviamente el elemento que irritó y ha levantado todas las críticas en prensa y redes sociales fue la invitación y presencia en la Asamblea de la Vicepresidente Ejecutiva de la República, Delcy Rodríguez. Si esto se considera un error, hay que decir que el mismo se cometió hace un año cuando el Directorio de Fedecámaras fijo la política de buscar una ruta eficaz: “Por una Nación incluyente y productiva”. En la búsqueda de esa ruta se han producido acercamientos con el Gobierno, reuniones, invitaciones, diálogos, mesas de trabajo, etc., que ya han sido motivo de críticas al organismo empresarial, muy en particular los intentos fracasados de diálogo que se produjeron en el mes de febrero de este año. Al respecto publiqué un artículo el 13 de febrero de este año, con motivo de aquel famoso y frustrado episodio; en una época en la cual está de moda desdecirse y recoger las palabras, yo ratifico todas y cada una de las ideas expresadas allí, sobre Fedecámaras, el diálogo y el papel del empresariado.

Por lo tanto, la invitación a la Asamblea de este año a la Vicepresidente Rodríguez es una consecuencia de esa política del organismo empresarial. Y sobre la inclusión de la Vicepresidente en la agenda caben solo dos interpretaciones: o bien los empresarios están de acuerdo con esa política o bien el sector que la promueve tiene mucha más fuerza que los que se oponen. No hay otra posibilidad y de nada sirve rasgarse las vestiduras al respecto. Queda por ver si el nuevo directorio, que asumió esta semana, continuará con esta política, la modificará o la abandonará. Por cierto, me recomendaron que escuchara el discurso de Carlos Fernández G., el nuevo Presidente de Fedecámaras, lo hice y se los recomiendo a todos.

Si algunos consideran que fue un error invitar a la Vicepresidente Delcy Rodríguez pues implica el reconocimiento a un gobierno, que muchos no reconocen. Hay que decir −como varios ya lo están destacando− que su presencia allí es también un reconocimiento del gobierno hacia Fedecámaras, como la expresión y representación del empresariado venezolano, gremio e institución que ha intentado destruir y reemplazar durante 20 años y no lo ha logrado. Esa resistencia es sin duda, un éxito de Fedecámaras.

De resto, las palabras de la Vicepresidente Rodríguez están en el marco de lo esperado, no suponen ninguna novedad. Fue un discurso, en mi opinión, poco estructurado, lo cual no quiere decir que fue improvisado o poco elaborado; todo lo contrario, creo que cada una de sus piezas fue cuidadosamente pensada. Contiene, eso sí, las exageraciones, calificativos y falsificaciones de la realidad que se podían esperar y a los que ya nos tienen acostumbrados.

Yo no voy a contribuir a destacar nada de su discurso; pero en todo caso, no cabe la menor duda que la Vicepresidente Delcy Rodríguez supo sacar partido a su presencia en la Asamblea de los empresarios.

El mensaje de Fedecámaras

Lo siento, pero lo menos que se puede decir del discurso de Ricardo Cussano, presidente saliente de Fedecámaras, es que fue desafortunado, en la forma y en el fondo. Que un “bajón de luz” le haya impedido terminar su discurso no creo que sea una excusa suficiente para la ocasión de que se trataba, su despedida como presidente de la institución empresarial del país, que hasta el propio régimen ya ha reconocido. Ciertamente fue un discurso inconexo, difícil de seguir. Cuesta reconocerlo en comparación con su discurso en la Asamblea pasada de Fedecámaras, la N° 76, de agosto de 2020.

Lo de menos es que Cussano haya dicho que se opone a las sanciones internacionales, pues es algo que −como él mismo señaló− ya lo había dicho el año pasado; y además, esa es una posición −la de oponerse a las sanciones internacionales, excepto a las personales, como el aclararía posteriormente− que es compartida por muchos empresarios y políticos en el país. Tampoco creo que sea criticable que haya señalado que está en favor de participar en el proceso electoral del mes de noviembre, pues igualmente hay muchas personas que favorecen esa posición y es un tema que aún está por definirse en la propia oposición; de manera que cualquiera puede argumentar su posición al respecto, por lo menos hasta que se defina una posición unitaria.

Omito referirme a sus alusiones a la importancia que le da al reconocimiento o no de la comunidad internacional o a lo de poner en pie de igualdad, porcentual, a los que estamos por uno u otro modelo de país; los atribuyo a comentarios desafortunados, dentro de un discurso poco elaborado o elaborado apresuradamente.

Más lamentable es que su discurso careció de contenido, de orientación específica, de planteamientos y propuestas. Creo que se quedó en señalamientos generales e insustanciales. Pero, en todo caso, el principal problema del discurso de Cussano el 20 de julio de 2021 fue que desaprovechó la presencia de la Vicepresidente de la Republica, para fijar la posición del empresariado en algunos puntos importantes, cruciales, para la institución y el país. Esa oportunidad, por lo menos él, no la volverá a tener.

Pero, como ya dije, en este tipo de eventos, es tan importante lo que se dice −en este caso el líder−, como lo que se calla. El expresidente Ricardo Cussano, en su discurso final en la organización que presidió durante dos años, en presencia de la Vicepresidente de un gobierno que ha agredido severamente al sector empresarial y que no participaba en un evento de Fedecámaras desde hace 20 años, perdió la oportunidad de decir lo siguiente:

– “Venezuela agoniza… Ya no es suficiente decir que está en crisis. … No fue suficiente el petróleo, el rentismo, la redistribución de beneficios que solo terminaron socavando todas las capacidades para invertir, para producir… para convivir.”

– “No tenemos instituciones ni referentes… ante la ausencia de propuestas y conducción política … El modelo de socialismo del siglo XXI desapareció casi 400.000 empresas. El afán controlador, la política expropiatoria y el exceso de burocracia y regulaciones levantaron enormes barreras a la producción… (completado con)…la colosal caída de la producción petrolera.”

– “de ser un país puntal en Latinoamérica…(hemos pasado) a ser hoy la economía más pequeña…con cerca de un 80% de venezolanos en pobreza extrema que no pueden cubrir la canasta alimentaria…. El salario mínimo… (es) inferior a los 1,25 dólares diarios fijados en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas… El 74% de los hogares vive en inseguridad alimentaria de moderada a severa y el consumo proteico promedio sólo llega al 34%…”

– “Todo esto ha ocurrido a la vista de un Estado desmantelado, incapaz de planificar ni aplicar un esquema ordenado de decisiones coherentes en política económica… (No hay)…un ambiente propicio a la inversión del sector privado, con políticas públicas coherentes y visión a largo plazo que respete la libre iniciativa y la propiedad privada…

– “Deben abrirse los espacios para los acuerdos políticos, donde cada actor pueda asumir el rol que le corresponde… privilegiar al país por encima de ideologías o intereses partidistas, garantizar una gestión pública eficiente con rendición de cuentas, sin corrupción, y con el objetivo superior de satisfacer las necesidades ciudadanas”.

– “No compartimos el modelo centralista ni rentista que trajo este desastre a nuestra puerta. Pero, tampoco queremos un modelo que limite nuestras libertades políticas, económicas y sociales en función de la centralización del poder y el control de la sociedad, nos negamos a transitar hacia un modelo como el chino o vietnamita…Sugerimos un modelo propio… Un modelo de desarrollo sustentable, con democracia, progreso y justicia social.”

– “El único proyecto político que apoyamos en Fedecámaras es el que respeta los derechos humanos y constitucionales que enarbolan la vida, el acceso a la salud, la educación, la alimentación, el respeto a la propiedad privada y la libre iniciativa, el derecho al voto; en fin, libertades plenas en lo político, económico y social.”

– “La sociedad que queremos no es compatible con la existencia de persecución y represión, con la permanencia de presos de conciencia o con el desmantelamiento de los partidos políticos.”

Todo lo presentado en el párrafo anterior está tomado, textualmente, del discurso de Ricardo Cussano ante la Asamblea N° 76 de Fedecámaras de agosto de 2020. No obstante, Fedecámaras −una institución democrática con 77 años de existencia, 22 de los cuales los ha vivido bajo el asedio y la amenaza de un régimen que ha tratado de eliminarla−, sobrevivirá a cualquier desafortunado discurso.

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Tiempo, debilidad y comunas

Ismael Pérez Vigil

La llamada “negociación” se abre camino, continúa, y es por tanto importante no errar en el análisis del régimen que tenemos enfrente y en comprender su estrategia y objetivos; o más simplemente, en el análisis de por qué hace lo que hace y en consecuencia, en el análisis de nuestra propia fuerza y estrategia.

Temas sobre la mesa

Solemos batirnos en algunos temas sin reparar en que, a lo mejor, se trata de uno de esos famosos “trapos rojos”, término que nosotros mismos hemos acuñado para describir las cosas que hace el régimen, que atribuimos a estratagemas para distraernos, atemorizarnos, ver hacia otro lado y sobre todo para que nos enzarcemos en discusiones estériles que lo que sirven es para dividirnos y debilitarnos más y más – su verdadero objetivo.

Por ejemplo, ahora nos debatimos con varios, entre ellos los de “ganar tiempo, la “debilidad” del régimen y las ciudades comunales o ley de las comunas. No pretendo polemizar o ir contra corriente en estos temas. Solamente quiero llamar la atención para que les dediquemos un segundo pensamiento, una reflexión desde otro ángulo, que nos abramos a la posibilidad de que estemos tomando el rábano por las hojas o planificando con base a mitos o temores que no son tan ciertos. Veamos

Ganar tiempo

Con respecto al “tiempo” o atribuir lo que hace el gobierno a su intento de “ganar tiempo”, siempre me he preguntado; ¿Quién está apurando al gobierno?, ¿Quién lo amenaza tan seriamente con desalojarlo del poder, como para que esté interesado en “ganar tiempo”?

Creo que cometemos un error en ese análisis. El régimen tiene todo el tiempo que necesita, nadie lo está apurando, nadie −que represente una amenaza real− lo está empujando para que se vaya; y si alguien lo hiciera a nivel interno, que representara una sombra de amenaza. Cuenta el régimen con la fuerza armada −más bien el régimen es la Fuerza Armada−, con los mecanismos de represión del Estado y con el sistema de justicia para someter hasta el más mínimo y tibio alzamiento o desorden, que vaya más allá de las diarias protesta por todo tipo de carencias que tiene la población; protestas justificadas, numerosas, importantes, pero desarticuladas de contexto y eficacia política. Creo que confundirse en ese análisis y pensar que “ganar tiempo” es el objetivo del régimen es alimentar la fantasía del fin inmanente e inminente, en la que hemos caído varias veces.

Más bien creo que somos nosotros, en la oposición, los que estamos interesados en “ganar tiempo”. En efecto, nosotros necesitamos “tiempo”: para dirimir nuestras diferencias y alcanzar la tan ansiada unidad; para limar las asperezas y librarnos de las discusiones estériles en las que nos envolvemos y nos consumen; necesitamos tiempo −que ya no queda mucho, por cierto− para decidir si vamos o no a participar en las elecciones regionales; tiempo para que, en caso que decidamos participar, encontrar los candidatos apropiados, esos que despierten la atención y el entusiasmo de votar de una población amodorrada y ensimismada −con toda razón− en resolver su pesada cotidianidad; tiempo para que podamos organizar unas primarias, si esa va a ser la fórmula para escoger los candidatos, o para decidir por “consenso” quienes serán, opción que por cierto consume mucho más tiempo; o simplemente, necesitamos tiempo para organizarnos, en caso de que la decisión sea la de no participar, para dar una respuesta alternativa, que nos distinga de la abstención indiferente que desde 1998 se instaló en casi un tercio de la población votante del país. De manera que, no creo que sea precisamente el régimen el interesado en “ganar tiempo”.

La debilidad del régimen

Otro tema que fácilmente aflora en las discusiones es el de la “debilidad” del régimen. Uno de los argumentos hace alusión a que el gobierno ya “no tiene recursos”, como los que tuvo años atrás −cosa que, por lo demás, es cierta− debido al despilfarro, la destrucción de la economía, la corrupción y −desde luego− las sanciones internacionales.

Pero, también me pregunto, ¿Quién ha dicho que este gobierno se sustenta en “recursos”? Esa fase del populismo que necesitaba recursos para repartir dádivas y ganar procesos electorales que lo “legitimaran” ya quedó atrás. Ahora al régimen le basta con la fuerza y la represión que ejercen aquellos para quienes los recursos que existen sí son suficientes: los jerarcas del régimen, sus aliados internacionales y quienes los mantienen en el poder −fundamentalmente militares− que no están tratando de resolver los problemas del país, pues ese no es su objetivo, para lo que sí se necesitarían recursos. Además, el régimen tampoco sufre por la falta de recursos, pues tienen suficientes para ellos: no sufren por la falta de gasolina o diésel, no tienen escasez de gas o de alimentos, seguramente están vacunados contra el coronavirus −y seguramente también, con dos dosis− de manera que la pandemia les afecta menos; ¿Cuál es entonces la debilidad del régimen?

Por supuesto que quieren mejorar su imagen internacional y lograr que les levanten las sanciones −que les permitiría acceso a mayores riquezas que continuar expoliando− y por ello se avienen a “negociar” y hacen algunas “concesiones” que desde luego no comprometen ni ponen en riesgo su poder. Creo que ese tema de la “debilidad” del régimen no debe ser una conclusión axiomática y, sobre todo, no la debemos confundir con nuestros deseos, o lo que es más grave, con nuestra propia debilidad.

Comunas y ciudades comunales

Pero lo que menos me cuadra es eso de que al régimen y a quienes lo sostienen no les preocupa el resultado electoral o que, por ejemplo, están eliminando la figura de los “protectores” porque su “plan B” es la ley de las comunas, que acabará con gobernadores, alcaldes y municipios.

No hay ninguna duda acerca del carácter inconstitucional de todo lo que gira en torno a las comunas, poder comunal o ciudades comunales. No pongo en duda los exhaustivos, prolijos, profundos y bien fundados análisis que han hecho muchas personas, connotados juristas y analistas políticos. Mucho menos desestimo la pertinencia y adecuada argumentación esgrimida para alertar al país de este nuevo despropósito de inspiración totalitaria. Solamente digo que debemos dar a este tema, como a los anteriores, un segundo pensamiento, “fuera de la caja”, como dicen los anglosajones, para evitar que con un análisis ligero, una vez más, nos dejemos llevar por una falsa interpretación, enfatizada en algunos casos por un anticomunismo enfermizo, que nos haga ver fantasmas detrás de cada árbol y nos impida ver el bosque.

Estamos enfrentando un gobierno que ha hecho todo tipo de esfuerzos por debilitar la democracia; acabó con la descentralización y creó, precisamente, la figura de los “protectores” (aunque ahora, cumplido su propósito, los elimine… pero ojo, que en cualquier momento, máxime controlando todos los poderes del Estado, los puede volver a poner, con ese, u otro nombre), para quitarle poder y recursos a los gobernadores y alcaldes en los lugares en los que perdió las elecciones; y lo hizo porque consideraba que esos gobernadores y alcaldes atentaban contra el poder omnímodo que el régimen quiere mantener a toda costa.

Por otra parte, la FFAA −que es el “poder” real que tiene por detrás el régimen− es jerárquica, militar, autoritaria, para nada democrática y es la que sostiene a un gobierno que se ha esforzado en centralizar y controlar, hasta el punto de nombrar autoridades políticas, judiciales, electorales y académicas a dedo, o en todos aquellos lugares y procesos en los que no logra ganar o hacer trampa.

Ante esos dos elementos surge mi duda: ese régimen, sostenido por una fuerza militar que se ha aprovechado del poder, ¿va a tolerar que se cree una estructura −como las ciudades comunales− que le pudiera a la larga minar o competir por su poder? ¿Va a transferir recursos y competencias, a unas autoridades que −aunque no electas por el voto universal, libre y secreto, sino designadas verticalmente−, se pueden terminar convirtiendo en unos reyezuelos locales, que serán difíciles de controlar en el tiempo?

Dicho de otra manera, un régimen que con Hugo Chávez Frías intentó tomar el poder por las armas en 1992, que lo “conquistó” luego a base de engaños en 1998 y lo mantuvo con trampas y repartiendo recursos a troche y moche, abusando del poder, persiguiendo y encarcelando a sus enemigos, acabando con la expresión de la democracia −los partidos políticos−, acosando a la sociedad civil, etc. … que designó después un heredero, y ese “heredero”, después de 21 años en total de régimen autoritario, ¿va a acabar con ese proyecto de centralización del poder, creando una estructura de caciques o tiranuelos locales, difícil de manejar, con la que a la larga él también perderá el poder de designar a dedo autoridades regionales y locales? Me parece que eso va contra toda la lógica totalitaria del régimen.

Por último, desde 2006 el régimen está tratando de reacomodar el territorio y los esquemas de poder; para ello creó consejos comunales, habiendo fracasado en modificar la constitución en 2007, decretó entonces una ley en el año 2010; creó zonas de paz en el año 2013, etc. y en estos días −de manera brutal, especialmente para los que viven en el oeste de Caracas, pero antes en el interior del país− estamos viendo en lo que han acabado esos “experimentos”. El Koki, el Vampi, el Conejo, el Garbis, el Willeisy y todos los demás, están acabando con el “sueño” del poder comunal y las comunas del régimen. Si los diputados de su dócil Asamblea Nacional, espuriamente electa en 2020, tienen dos dedos de frente, creo que se cuidarán muy bien de continuar ese experimento de crear estructuras que una vez “empoderadas” pueden resultar en una tragedia incontrolable de violencia como la que estamos viviendo en estos días.

Es probable que me equivoque con estos temas −lo de “ganar tiempo”, el de la supuesta debilidad del régimen y el de su “estrategia” con las comunas o ciudades comunales−, pero invito a todos a que le demos un segundo pensamiento, a que por lo menos sean tema de conversación y no una suerte de dogma o anti anatema. No proyectemos en el régimen lo que podrían ser algunas de nuestras fallas y redoblemos el esfuerzo de presentar una opción que unifique al país.

Politólogo

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Corte Penal Internacional, ¿Nueva ilusión en órbita?

Ismael Pérez Vigil

Aún no están claras las perspectivas de una negociación y la oposición democrática tampoco ha asumido, de manera definitiva, una decisión política en cuanto a la participación o no en el proceso electoral del 21 de noviembre. Sin embargo, esas dos opciones −llamémoslas así, para no entrar en profundidades− ya están en discusión por parte de la oposición democrática, sin pretender igualarlas en peso e importancia.

Hay sin embargo varios peligros o amenazas de las que debemos cuidarnos. Uno, es que ya la discusión, poco a poco, se ha ido agriando, perdiendo el tono civilizado que tenía los primeros días del año y desde que se hizo evidente que el mantra de los tres puntos −cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres− pasó a la historia, como política, no sus objetivos, insisto. En cualquier caso, ya la discusión ha comenzado a adquirir el pesado y oscuro color de la intransigencia e intolerancia, que debemos evitar.

La “crítica opositora a la oposición” es lo que está a flor de piel; y en esa gama de la “crítica opositora a la oposición” nos hemos especializado en poner ilusiones en órbita y creérnoslas. Descartando, como historia, cosas como el referendo revocatorio del 2004, la “deslegitimación” que produciría la abstención en las elecciones de la Asamblea Nacional del 2005, la supuesta “victoria electoral no reclamada” en las elecciones presidenciales de 2013, el frustrado intento de revocatorio en 2016, hemos tenido ilusiones en órbita, simultáneamente o por separado muchas otras cosas. Con algunos ejemplos concretos lo vamos a entender

Tuvimos en órbita la esperanza en la OEA, con Almagro y sus discursos y proclamas, con sus esfuerzos denodados para que la invocación de la carta interamericana concluyera en la intervención externa que algunos anhelan. Luego pusimos en órbita la ilusión de que el gobierno de los EEUU, con Donald Trump al frente y su discurso de “todas las opciones están sobre la mesa” y sus marines en la retaguardia, serían los que vendrían a salvarnos. Cuando eso se fue disipando, apareció simultáneamente la mítica comunidad internacional, con más de 50 países democráticos que nos apoyan, y las esperanzas en países vecinos, como Colombia y Brasil; en el primero pasaron por la presidencia Uribe, Santos y Duque sin mayores cambios efectivos; y el Brasil de Bolsonaro, tampoco tomó iniciativas más allá de la retórica; aunque ambos países están recibiendo solidariamente a nuestros “desplazados”, que no es poca cosa. Tomaron también turno las organizaciones internacionales −como la Unión Europea y hasta la ONU− en nuestras ilusiones orbitales con que invocarían el R2P y constituirían una fuerza internacional de salvamento, cosa que tampoco ocurrió. Aparecieron después grupos ad hoc, creados para apoyarnos −como el Grupo de Lima, hoy casi en extinción− e impecables e implacables informes de grupos internacionales sobre violación de derechos humanos.

Ahora parece que es el turno de la Corte Penal Internacional (CPI), probablemente porque lo facilita la salida de ese personaje infausto de Fatou Bensouda, que a última hora sintió algo de vergüenza (¡?) y anunció “alguna” decisión −no hay nada peor que “alguna” decisión− sobre Venezuela, para el primer semestre de 2021. Me parece loable que experimentados juristas y políticos, así como brillantes y voluntariosos jóvenes abogados insistan ante este tribunal; pero si bien necesitamos su persistencia, debemos pedirles que nos hablen con sinceridad, con información precisa, que eviten crear falsas expectativas, que desembocan en desengaños, frustración y apatía.

Por ejemplo, que aclaren cosas como que hasta ahora la CPI, en el caso de Venezuela, solo ha abierto una investigación preliminar; que este tribunal no enjuicia países, gobiernos ni instituciones, sino personas; que, por lo que se ha visto hasta el momento, no juzga en ausencia −¿o me equivoco? −; que aun pudiendo hacerlo, según algunos juristas, no ha enjuiciado todavía a ningún alto funcionario en ejercicio; y que no ha abierto ningún caso contra ningún funcionario de un gobierno o ex gobierno latinoamericano.

Además, y ojalá me equivoque también, si la misión de la CPI es juzgar a las personas acusadas de cometer crímenes de genocidio, guerra, agresión y lesa humanidad, me van a perdonar −aunque no me salvaré de los insultos− pero va a ser difícil que personajes importantes del gobierno venezolano vayan a ser acusados de alguno de esos crímenes; excepto quizás −y es un quizás un tanto fortuito− por crímenes de lesa humanidad; en todo caso dudo que la CPI, en lo inmediato, vaya a ir más lejos de lo que ya ha dicho informalmente: que algunos de los delitos presentados se pueden tipificar como delitos que pudiera considerar ese Tribunal.

Pero en todo caso, y esto es lo más importante, lo que se debe aclarar de manera muy precisa, aun suponiendo alguna decisión favorable a nosotros o en contra de la dictadura, en la CPI o en cualquier “tribunal” o instancia internacional, la pregunta siempre será la misma: ¿Quién y cómo se va a ejecutar esa decisión?

No pretendo ser pesimista, todo lo contrario, parto de la premisa que se deben abrir ante todas las cortes y tribunales, aun los nacionales, la mayor cantidad de casos posibles por violaciones de derechos humanos o cualquier delito cometido, para que quede el registro jurídico y en la memoria de los venezolanos los crímenes y delitos ocurridos en Venezuela y que eso sirva de alguna satisfacción a las víctimas, mientras se logre una justicia verdadera. Tan solo por eso son importantes los casos que se puedan abrir en la CPI, reiterando, que no se convierta, por falsa información y falsas expectativas, en una nueva frustración.

Ahora que Canadá, los Estados Unidos y la Unión Europea han emitido una declaración conjunta anunciando su disposición a revisar las sanciones sobre el régimen venezolano si hay “avances significativos” en un proceso de “negociación integral”, todos los informes que ya conocemos sobre violación de derechos humanos en Venezuela −de la OEA, de la ONU, de varias oenegés, nacionales e internacionales− un caso ante la CPI, además de un medio para obtener justicia, puede ayudar a ser un mecanismo más de presión internacional.

Sin embargo, nos sigue faltando una tarea que es de todos los venezolanos: la presión interna; pero, su coordinación y articulación es una tarea que corresponde a los partidos políticos y la sociedad civil organizada. Muchos analistas y quienes manejan encuestas, afirman que entre un 85% y un 90% de los venezolanos queremos un cambio de sistema. Los números a mí no me dan esos porcentajes, pero esperando que no se trate de un nuevo mito, hablaremos del tema en un próximo artículo.

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Tres líderes y tres artículos

Ismael Pérez Vigil

Tres artículos recorren las redes sociales y grupos de WhatsApp la semana que cerramos hoy. Uno de Mari Montes, otro de Soledad Morillo y el tercero del Padre Luis Ugalde. Los tres fueron publicados en diversos medios, pero yo los tomo de la siempre actualizada, bien documentada y útil página de César Miguel Rondón.

Los tres tratan diversos temas, con estilos bien distintos y niveles de emotividad diferentes; pero los tres tienen un punto en común; una crítica a la situación política que estamos atravesando y al liderazgo de oposición, que es lo que me interesa destacar.

Mari Montes, en Escrito desde el hartazgo, entre sus muchas frases y comentarios, al referirse a los tres líderes opositores − María Corina Machado, Leopoldo López y Henrique Capriles− resaltó esta:

Es increíble que no se den cuenta de que sus actitudes han terminado agotando a mucha gente, y no me refiero a los “Ni-Ni” de otrora o de siempre… Hablo de quienes siempre hemos estado dispuestos a apoyar a los políticos que luchan contra la tiranía, por encima de simpatías, ideas, pareceres, posiciones, por encima de todo…

Y, sin embargo, esa frase, de por si lapidaria, es pálida comparada con las preguntas que les hace a los líderes mencionados:

¿Han calibrado el impacto que tienen sus palabras en todos y cómo han contribuido a que muchos no creamos en ninguno?, ¿se han dado cuenta de la frivolidad con que asumen la política?

Por su parte Soledad Morillo, en Mari Montes y la verdad, emprende una cerrada defensa de la periodista ante los insultos que ésta ha recibido por sus opiniones que no hacen sino confirmar la “frivolidad” que menciona en su artículo, al menos de parte de algunos de los seguidores de los tres líderes. Soledad, más comedida, no deja sin embargo escapar la oportunidad de soltar una frase que también tiene su “piquete”:

… no me extraña en lo absoluto que haya escrito un texto que es un reclamo a la inteligencia. No se trata de caer en el llantén. Se trata sí de apuntarle a los liderazgos eso que quizás, porque el trabajo político es difícil y duro, no han detectado suficientemente: el hartazgo ciudadano”,

Remata más adelante advirtiendo que ambos artículos −y otro, que yo no menciono− son:

…un llamado de alerta a los liderazgos, algunos con nombre y apellido, como hacemos varios otros que estamos sumergidos en un mar de preocupación… Fueron cartas con destino. Cartas directas, francas, escritas con el lenguaje de la sinceridad”.

El tercer artículo que quiero comentar es el del Padre Luis Ugalde, S.J: ¿Hechos o Palabras?. El artículo de Ugalde, como todos los suyos, bien pensado y reflexivo se sale del contexto de la crítica a la oposición, que tiñe el artículo de Mari Montes o de las advertencias que nos hace Soledad Morillo, al defender a su colega y amiga; y, sin embargo, el Padre Ugalde abre el suyo con una frase que igualmente nos debe poner a pensar, pues encierra una crítica sorda y aguda:

Parece que ya nadie cree en nadie, ni en el poder dictatorial ni en la oposición democrática”.

Pasar por alto la parte final de esa frase puede tener consecuencias graves para un liderazgo democrático −representado en los tres que mencionó Mari Montes− y que cada uno a su manera, con matices o por mampuesto han planteado la necesidad de una negociación.

Ugalde expresa claramente lo que considera debe ser el objetivo, claro, prístino, ineludible, de todos los esfuerzos que se están haciendo:

Para reconstruir a Venezuela no hay más camino que lograr acuerdos básicos fundamentales con decidido cambio de modelo y sumar todas las fuerzas posibles (hoy enfrentadas) para que la deseada reconstrucción democrática no sea un estrepitoso fracaso”.

Desde luego, las baterías de Ugalde, como es usual en él, apuntan directamente a su objetivo que no es otro que el régimen de oprobio que gobierna al país y advierte, sin duda alguna al liderazgo opositor, que para esa negociación que estaría en ciernes, hay que evaluar muy bien un “decálogo del mal”, si es que vale esa expresión, con cuyos hechos el régimen, estaría evadiendo una verdadera negociación, sobre la cual, el Padre Ugalde señala, marcando pauta y resumiendo magistralmente, lo que debe ser la tarea de la oposición:

Necesitamos una ciudadanía movilizada para elecciones integrales y más allá, una negociación libre de toda ingenuidad y partidismo y una presión internacional en la que Europa y América se den la mano en ayuda de la vida digna y libre de los venezolanos”.

Los tres artículos referidos nos deben hacer reflexionar; pero, en particular, el último nos define las tareas pendientes, que más de una vez he propuesto: la presión para romper el bloque hegemónico del mal que nos gobierna, debe provenir de una fuerza de tenaza, cuyos dos brazos aprieten al unisonó: la movilización y presión interna, de un país organizado para enfrentar a la dictadura; y la presión internacional, que asfixie al régimen; la aplicación de ambas fuerzas, simultáneamente, serán las que permitirán una salida de este régimen de oprobio.

Politólogo

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Opciones y críticas

Ismael Pérez Vigil

Está claro que el objetivo de los venezolanos es salir cuanto antes de este régimen de oprobio. Pero muchos dicen: Ir a una negociación, ¡No!; dialogar con la dictadura, ¡No!, esas no son opciones; ir a elecciones, mucho menos, porque dictadura no sale por elecciones; tampoco con diálogo o negociación, solo sale por una fuerza igual a mayor de la que él pueda desplegar.

Pero, lo cierto es que carecemos de esa fuerza contundente, para obligar a la dictadura a dejar el poder, enfrentándonos a su FFAA y los grupos armados que lo defienden. Al igual que al Papa Pio XII, de la época de Stalin, si nos preguntaran: ¿Con cuantas divisiones cuenta −en este caso− Juan Guaidó?, tendríamos que responder: con ninguna – salvo la “división” de la oposición, que no es precisamente una fortaleza.

Los países que nos apoyan y reconocen al gobierno de Juan Guaidó, algunos −no todos− están dispuestos a aplicar sanciones personales a los protervos del régimen y sus aliados, pero no están dispuestos a intervenir militarmente en Venezuela. Por lo tanto, esa, la salida de fuerza, que es la única posibilidad −según algunos− para sacar a una tiranía como la que nos gobierna, que no estaría dispuesta a abandonar el poder “por las buenas”, por una votación, por una negociación, es una salida que también debemos descartar

La anterior, la de la fuerza, es una posición solo asumida políticamente por una minoría y ya hoy ni siquiera de manera muy enfática. La oposición democrática ha definido una estrategia de negociación que es la que se está desplegando; y para el proceso electoral fijado para el 21 de noviembre aún no se ha definido una posición definitiva. Faltan seis meses y es mucha el agua que aún puede correr bajo el puente.

Hoy ambas opciones, votar o abstenernos, luce que son igualmente malas pues nos llevan a retroceder en materia política frente a la mayoría opositora del país que, según encuestas, cerca del 50% no está interesada en participar en ningún proceso electoral.

Quizás por eso parece que la decisión del sector mayoritario de la oposición será la de no participar en el venidero proceso. Decisión equivocada. Lo esperable de una dirigencia política opositora es ofrecer a la mayoría del país una alternativa de cambio sobre la cual se debe construir la unidad opositora para derrotar al régimen, que le de esperanza y le sirva para enfrentar las duras condiciones de vida a las que está sometida la mayoría del pueblo venezolano, opositores y no opositores.

Siguen siendo válidas las preguntas, y no me cansaré de hacerlas: ¿Qué plantean los que promueven la abstención como curso de acción para evitar esa mortífera inmovilidad que acompaña a todas las abstenciones? ¿De qué nos sirvieron las abstenciones adoptadas oficialmente y extraoficialmente en 2005, 2017, 2018 y 2020, que ni nos hicieron crecer ni nos condujeron a ninguna parte? Ante la ausencia de respuestas, concluimos que lo de la abstención, más que una respuesta política, parece una respuesta a la frustración y al reconcomio, al resentimiento, que suele ser de dos tipos. Los que están resentidos porque consideran que no se les ha prestado atención a sus consejos, advertencias y propuestas, que no se les ha reconocido en la oposición, el prominente lugar del que se creen merecedores; pero hay otros, que están resentidos por lo que el chavismo ha hecho al país y a ellos en particular, que se han visto privados de trabajo, propiedades, oportunidades e incluso algunos, perseguidos o sintiéndose acosados, han tenido que abandonar el país o no han podido regresar a él.

En materia de críticas se escuchan recriminaciones y acusaciones que no responden a lo que podríamos llamar una reflexión intelectual, de pensamiento serio, sino al viejo paradigma de demoler y destruir al otro; muchos solo ven la oportunidad de desplazar, finalmente, al que teniendo o no más méritos que él, ocupa ese lugar, ese pináculo, que él creé merecer para sí, para su familia, para sus allegados, para sus compañeros de ideas.

Por supuesto que la crítica a la oposición es necesaria e inevitable pero debe ser fundamentada y lo suficientemente contundente para que conduzca a la reflexión y a la rectificación oportuna, de ser necesario. Los líderes opositores no son de plastilina, para aguantar toda clase de embates e improperios, pero tampoco son frágiles piezas de porcelana que no resisten el mínimo impacto. En la crítica a la oposición, siempre son blanco fácil de ella, los que hacen algo y no los que no hacen nada.

Junto con la acción emprendida por los líderes de los partidos y los diputados de la AN2015 −los que siguen activos− de recorrer el país, de plantear y escuchar propuestas, de alentar a la gente y tratar de organizarla, la vía de la negociación que ya está definida, ayudará a ese liderazgo opositor a mantener el apoyo internacional, como fuerza externa imprescindible para presionar al régimen, y como experiencia para crecer en liderazgo.

Además de lo anterior, hacia la población en general, hacia la sociedad civil, se han iniciado un conjunto de acciones, como los encuentros en el marco de “Las ideas de todos” y algunas actividades como las marchas de los estudiantes: “La ruta por Venezuela”.

Hace falta definir una vía específica hacia los militantes de base de los partidos políticos en las regiones del país y esa puede ser la vía de la participación en las elecciones regionales y locales. Nadie está pensando que con esa participación y recuperando algunas gobernaciones y alcaldías se va a lograr que el régimen abandone el poder; pero, sí permitirá recuperar actividad, beligerancia ante la población golpeada por la crisis humanitaria y la pandemia, y les permitirá recuperar espacios y recursos con los cuales sobrevivir haciendo política.

Lo dicho, faltan aún seis meses y que mucha agua corra por debajo de los puentes, pongámosla a circular.

Politólogo

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Las condiciones de la oposición

Ismael Pérez Vigil

La semana pasada hice una evaluación de la estrategia del gobierno y sus condiciones para el complejo proceso de negociación que está abierto y señalé que la de la oposición está dispersa en varias opciones, lo que para algunos la hace más confusa.

Resumen de la estrategia opositora

Que sea más dispersa y aparentemente menos clara no significa que no existe, todo lo contrario. Como ya vimos hace un par de semanas la propuesta opositora de negociación no solo existe sino que se despliega en tres vertientes, que podemos resumir de esta manera:

– Una vertiente que quiere negociar de manera “integral” y propone como moneda de cambio la eliminación de las sanciones; estrategia un tanto débil, para algunos, si partimos de considerar que el levantamiento de las mismas no es una decisión de la oposición venezolana; para otros, esa es precisamente su fortaleza, pues el levantamiento de las sanciones no es algo que pueda negociar la oposición.

– Otra de las vertientes es más limitada en su aspiración negociadora y propone como moneda de cambio su participación en el proceso electoral regional; para algunos ésta es su debilidad, dado el ambiente abstencionista en el país; para otros es su fortaleza pues aseguran que esa “matriz” de opinión estaría cambiando.

– La tercera vertiente aspira negociar la salida del régimen, de una vez, como condición previa a sentarse a la mesa, a la que solo lo haría para discutir “detalles” al respecto; esta propuesta se ampara en una fuerza interventora externa, sin proponer nada a cambio, quizás una cierta “impunidad” para algunos delitos; pero es una estrategia también débil, toda vez que la llamada “comunidad internacional” con capacidad para “intervenir” como fuerza externa, se ha negado de muy variadas formas a hacerlo.

A estas estrategias, se suma ahora otra variante −propuesta por un grupo opositor, diferente a los tres anteriores, de origen mayoritariamente chavista−, que promueve un referendo revocatorio, que hasta hace poco era una mera idea y que se encuentra con la resistencia de las dos experiencias anteriores, la primera en 2004, cuando la oposición fue derrotada y la del 2016, que ni siquiera se llegó a realizar, bloqueada la posibilidad por las marramuncias legales del régimen.

El ambiente de discusión interno

El ambiente de discusión en el país, al interior de la oposición, se ha enrarecido innecesariamente porque una buena parte de la población opositora se rasga las vestiduras con las condiciones que el gobierno ha puesto para negociar −y que analizamos la semana pasada −, con el consabido: “te lo dije, no hay intención sincera de negociar”, etc.; pero, olvidan que la oposición ha puesto unas condiciones que resultan igualmente “leoninas”, intolerables e irritantes para el régimen: nada menos que la salida del presidente Nicolás Maduro.

Solo a título de ejemplo, para recordar lo que algunos parecen haber olvidado, Juan Guaidó, quien representa el grupo opositor mayoritario y tiene la propuesta más elaborada en cuanto a las condiciones, presentó en su proyecto de acuerdo de Salvación Nacional, un mes antes de las condiciones solicitadas por el gobierno, un conjunto de propuestas bien duras y contundentes, difíciles de tragar por el régimen (Elecciones presidenciales, además de parlamentarias, regionales y locales; garantías democráticas y elecciones libres con observación y respaldo internacional; la entrada masiva de ayuda humanitaria y vacunas contra el covid-19; la liberación de todos los presos políticos y el regreso de los exiliados; la habilitación de políticos y partidos, y otras más).

Parte de la confusión con las propuestas opositoras es que pareciera que, siendo el objetivo salir del régimen y la estrategia, la negociación, el enredo mayor está en que lo que debería ser una mera táctica: el tema electoral. Es el que se convierte en el centro de las agrias disputas al interior de la oposición, pues las tres estrategias de negociación se presentan con dos variantes electorales: participar o abstenerse en las elecciones regionales, más la nueva variante que incluye un referendo revocatorio.

Una dosis de realismo

Mientras en la oposición nos deshacemos en agrias disputas, tal parece que no hemos entendido que aquí habrá un proceso de negociación decidido por el régimen y que lo efectuará a su manera, con quien esté dispuesto a sentársele enfrente.

Querámoslo o no habrá elecciones regionales en noviembre, porque el régimen, que ahora controla todas las instituciones, quiere arrebatar a la oposición algunas de las gobernaciones que perdió en 2017, sin tener que anularlas con el subterfugio de los “protectores” o quitando funciones y presupuesto. Los municipios y alcaldías son además una meta jugosa para el gobierno, pues tienen cierta autonomía financiera y recursos propios que al gobierno se le hace más difícil controlar y lo quiere hacer sin tener que apelar a perseguir y apresar a sus alcaldes o improbarles la gestión para destituirlos, algo que sin duda le da “mala imagen” internacional.

Querámoslo o no, el régimen, por muy ilegitimo que lo consideremos, controla los hilos del poder, controla los recursos del país, que si bien escasos para resolver nuestros problemas, son suficientes para enriquecerse y querer mantenerse en el poder. Por último, querámoslo o no, nos guste o no, aunque nuestros aliados también consideren “ilegitimo” al régimen, empieza a ser para algunos de ellos una referencia y lo es también para muchos organismos internacionales; y hay otros que se excusan en que ellos hablan con quién les “responda el teléfono desde Miraflores”.

Al parecer, por el tono de las discusiones, para algunos el objetivo no es salir de este régimen de oprobio, sino salir de él de la forma en que ellos dicen. Así el “negacionismo”, no al diálogo, no a la negociación, nos está llevando a un juego trancado y lo que nos quedaría es rendirnos, resignarnos o irnos, como ya lo han hecho casi seis millones de venezolanos. Pero esa no es una alternativa, mucho menos tras una resistencia obstinada de la oposición democrática y ciudadana después de 21 años. ¿Hay alternativas?, seguramente muchas, aunque no es el caso detallar aquí ninguna.

La tarea interna

Pero, todas las alternativas tienen que llevar a acorralar a la dictadura y que se vea obligada a negociar una salida. Se trata de una pinza, una tenaza, donde la presión internacional cumple con su función en este juego para quebrar la dictadura. Pero, un solo brazo no hace fuerza. La pinza necesita dos brazos y uno es el interno. Nuestra tarea es lograr que éste crezca y se fortalezca. Lograr que el régimen pierda el poco apoyo popular que le queda; que los sectores que ha enriquecido a base de privilegios, compartir ganancias y corrupción, se le volteen porque entiendan que esa es su mejor salida, para disfrutar sus fortunas mal habidas, antes que todo esto se derrumbe y los arrastre en la caída; que los sectores militares que lo apoyan −que son lo único que lo sostiene en el poder− dejen de hacerlo, lo obliguen a negociar o se mantengan neutrales; en fin, que se rompa ese “bloque hegemónico” −del que hablan los politólogos− en torno al poder dictatorial, en busca de salvar su pellejo, los que no hayan cometido delitos de lesa humanidad o contra los DDHH.

La salida electoral

No nos engañamos con que la vía electoral sea, hoy por hoy la salida inmediata, pues en las condiciones actuales sabemos que la tiranía no dejará el poder porque le ganemos unas elecciones, si es que respeta los resultados o tenemos la fuerza para hacer que los respete; pero, tras una negociación −o que se produzca por algún milagro la renuncia o la hoy imposible salida de fuerza con la que algunos sueñan−, la opción electoral es a la que llegaremos, en última instancia, y para la que tenemos que estar preparados y dispuestos.

Por supuesto no se trata de ir “practicando”, participando en los procesos electorales de cualquier manera. De hecho, ya nos hemos abstenido varias veces. Se trata, sí, de luchar por condiciones electorales aceptables que nos permitan participar y aprovechar esos procesos para organizar a la oposición para restarle fuerza al gobierno, arrebatándole espacios y obligándolo a presentarse ante el país y ante la comunidad internacional, como están de aislados y lo fraudulentos y tramposos que son para aferrarse al poder.

¿Dará eso resultado? Solo podemos decir que ha ayudado en otras partes; pero, en todo caso lo que si sabemos ya, positivamente, es que quedarnos cruzados de brazos, negando cualquier opción por imposible, no nos ha conducido a nada, salvo a la desesperanza popular y mayor división.

Esperamos en los próximos días ir conociendo detalles de las actividades concretas que cada uno de los grupos opositores va a llevar adelante, en apoyo a su propuesta y estrategia de negociación.

Politólogo

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Las Condiciones del Gobierno

Ismael Pérez Vigil

Abrir “negociaciones” con la oposición en varios tableros forma parte de la estrategia del régimen para desmoralizar y dividir a sus “enemigos”, porque el régimen no tiene rivales, adversarios u oponentes, sino enemigos a los que tiene que doblegar y destruir. Desde Hugo Chávez Frías, la política es una “guerra permanente” (Pedro Benítez, Al Navío, 14/05/2021) y el mejor ejemplo de esta estrategia es un video que esta semana recorrió profusamente las redes sociales.

En ese video, en el marco de una reunión para hablar sobre una “ley de zonas especiales”, que nada tienen que ver con el tema, Nicolás Maduro anunció sus “condiciones para negociar”. Pero el mensaje no son solo los anuncios o condiciones que pone el régimen, el escenario y el contexto forman también parte importante del mensaje. Un amplio salón, una gran mesa rectangular, con mesas adicionales detrás, todos los presentes formalmente vestidos, con sus respectivas mascarillas y guardando cierta distancia, el presidente en el extremo de la mesa, en el lugar dominante, sin mascarilla y con toda la soberbia a las que nos tiene acostumbrados, envía en silencio su primer mensaje: “Aquí estoy yo… y vean bien, tengo la sartén por el mango”.

Asentado ese elemento, que es también un mensaje para sus propios seguidores, viene la primera provocación hacia la oposición: “… los obligamos a venir por el camino electoral…” y agrega de manera triunfal, como adorno: “… por el camino electoral y de la negociación y del diálogo… los derrotamos y los obligamos…”; pero el trapo rojo aquí es el del “camino electoral”, pues sabe muy bien el régimen como irrita y como hiere la sensibilidad de una parte importante de la oposición venezolana cualquier alusión o “invitación” que haga el gobierno a un proceso electoral; el rechazo es inmediato y el coro de las redes sociales así lo deja ver. Ese era uno de los objetivos de esa intervención, lanzar una provocación que, a la par de dividir más a la oposición, estimule la abstención, que es en realidad lo que busca, pues eso le garantiza un cómodo triunfo en el próximo proceso electoral.

Luego remata con sus “condiciones”: 1) El levantamiento inmediato de todas las sanciones y medidas coercitivas, unilaterales, contra Venezuela; 2) El reconocimiento pleno de la Asamblea Nacional legitima y de los poderes establecidos; y 3) La devolución de las cuentas bancarias a las instituciones y de los activos a PDVSA, el BCV y otras. Las dice como provocación, porque en realidad no es nada nuevo o inesperado, esos son sin duda sus objetivos de negociación y de alguna forma ya habían sido divulgados por sus seguidores y acólitos.

Pero como dije, hay aquí varios mensajes, dirigidos a públicos diferentes. Hay un mensaje interno, a un sector −radical− de sus seguidores: No cedemos. Hay, desde luego, un mensaje y una provocación a la población opositora, a la que busca desmoralizar, y un mensaje a su dirigencia, pues busca profundizar su división. Aún es prematuro afirmar si el gobierno tiene verdadera intención de negociar o de llegar a algún acuerdo, pero con la reiteración en la mencionada reunión de su “disposición a negociar” −de manera amplia y “generosa”, en una “gran mesa de diálogo nacional” y con “participación del gobierno de Noruega” y que se invite a “diversos sectores internacionales” −, el régimen persigue también enviar un mensaje a la comunidad internacional, tratando de mejorar ante la misma su deteriorada imagen.

Concluida la descripción de ese video con las condiciones del gobierno, es necesario analizar aspectos de esa intervención, que posiblemente escaparon a la intención del régimen. Este mensaje deja también entrever, de manera subliminal, dos grandes debilidades: Una, la principal, es que, al centrar sus objetivos en el levantamiento de las sanciones internacionales y en la devolución de las cuentas bancarias y recursos, deja en claro, sin duda alguna, que las sanciones le están pesando y limitan su margen de acción −interna e internacional−, pues sigue aislado internacionalmente y sin recursos para continuar sus políticas demagógicas y populistas, internamente.

La otra debilidad, que yo quiero destacar, es que los venezolanos, adictos como somos a series televisivas, sabemos bien que los forenses al analizar la “escena” de los sucesos se fijan en lo que está presente y en lo que no lo está. En el sainete montado para lanzar las condiciones de negociación vimos al presidente rodeado de sus acólitos, acompañado de su oposición alacrana y la consabida barra de funcionarios, todos prestos a aplaudir cualquier cosa que se dijera; pero, se “notó” una ausencia de “charreteras” en la reunión; es decir, los amos de este valle de lágrimas, los verdaderos dueños del tinglado, los que lo sostienen por la fuerza de sus armas, no estaban presentes. ¿Tiene esto algún significado? ¿Estarán de alguna forma afectando los acontecimientos fronterizos recientes? O simplemente, no hacen falta que estén. No hago ninguna interpretación, solo dejo esa inquietud y reflexión y regreso a la evaluación de la estrategia.

Teniendo claros que esos son los objetivos del régimen, no podemos no caer en sus provocaciones y estrategia de desmoralizar y dividir. Suponemos que la dirigencia opositora está ya curtida al respecto, pero muchos opositores, abrumados por las dificultades de la cotidianidad y años de frustración, son más sensibles a esos mensajes, para los que todos debemos estar preparados y tenerlos en mente para comprender algunas acciones del gobierno, que de otra forma no se entenderían, en el complicado y múltiple tablero de la negociación que está abierta.

Por ejemplo, lo ocurrido recientemente con allanamiento de El Nacional por la GNB, en ejecución de una confusa sentencia; algunos se preguntan cómo entra eso en este juego, porque es obvio que los atropellos a la libertad de expresión no favorecen mucho la “imagen internacional” que el régimen quiere rescatar. ¿Fue una mera casualidad, es parte de la estrategia negociadora del régimen, o forma parte del pleito interno? Pareciera −al menos es la interpretación con la que yo me quedo− que se trató de una jugada del sector radical chavista para decir “presente” o para trancar la negociación, al sentirse excluidos o saberse los más perjudicados sí se llegara a un acuerdo que abriera el juego y llevara a la larga a la salida de este oprobioso régimen. En todo caso, si formaba parte de la estrategia negociadora o fue una jugada que salió mal, es lícito pensar que lo ocurrido nos refleja también que hay una procesión que va por dentro, que no todo es monolítico en este régimen neo dictatorial.

Aun sin poder asegurar que haya una verdadera intención negociadora por parte del gobierno, algunos hechos que −a lo mejor− escapan de su control o no parecerían “premeditados” o proceder desde la misma fuente, dejan ver debilidades y fisuras; en todo caso, la estrategia del régimen está desplegada. ¿Y la de la oposición? ¿Está cada vez más clara o es más confusa?, aun dispersa en varias opciones, la examinaremos en la próxima entrega.

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La Negociación.

Ismael Pérez Vigil

Nadie se engañe con el título, aunque es en singular, en el país están en curso varias negociaciones, así, en plural, no es una sola, pero se pueden discutir bajo un mismo paraguas; e igualmente en torno al tema se desarrolla en la oposición una tensa polarización, valga decir discusión y diatriba, sobre su significado y sus protagonistas.

Nada de raro tiene que sean varias “negociaciones”, pues desde que el régimen parece haber tomado de nuevo las riendas de la iniciativa en la discusión política, como bien dice el periodista P.P. Peñaloza: “Valiéndose de la dispersión, el chavismo instala tantas mesas como factores de la oposición existen” (Tuit del 16/05/2021). No voy a repetir lo que se dice, en torno al tema en cada variante, solo me referiré a un par de aspectos de la discusión, que me llaman la atención.

Por ejemplo, sería interesante conocer cómo se responden a sí mismas las vestales de la anti negociación, algunas de las interesantes preguntas que ellas formulan para oponerse a la misma: ¿para qué?, ¿con quién?, ¿qué negocian? ¡Negociar, horror!, además ¿sin un plan? ¿Cuál es el plan?

Les confieso que yo no lo sé; no sé si hay o no un “plan”, espero que sí; pero, algo que siempre me ha intrigado es: ¿Cómo saben las vestales que niegan la negociación que no hay un plan? Podría aceptar que en el pasado hubo serias dudas acerca de la existencia de ese plan, o al menos que haya habido una “planificación” de la negociación −que no es exactamente igual−; pero, si fuera así, ¿Eso, de que no hay plan, es ya algo inmanente?, sí alguna vez no lo hubo, ¿significa que ya no lo habrá jamás?, ¿es algo así como una maldición?, ¿no cabe la posibilidad de que esta vez sí haya un plan, aunque antes no lo hubiera y que, obviamente, no se puede estar divulgando?

Descartando a los “alacranes” −de los que siempre diré que no son oposición y que, en todo caso, ya “negociaron” en el peor sentido del término− me extraña la satanización actual que se hace de la “negociación”, porque las tres fuerzas principales de la oposición democrática, hablan de ella y la proponen. Con cierta reticencia aun y temor a la palabra, con diferentes aproximaciones, objetivos, estrategias −o más bien, tácticas−, pero negociación al fin.

En orden de “magnitud” −verificada en votos y encuestas− la oposición Guaidó/G10 se plantea acordar un plan para la “Salvación Nacional”, que incluya al Gobierno, naturalmente a la oposición y a la comunidad internacional; obviamente a esta última, pues el apoyo de esta negociación −y en realidad, de todas− descansa en la comunidad internacional y sus sanciones. La oposición que encabeza Henrique Capriles, aunque la consultó, excluye la participación directa de la comunidad internacional −al menos la que apoya a Guaidó− y se plantea un plan más modesto: acudir a las elecciones regionales con algunas condiciones y garantías, para ir recuperando espacios y organizando a la oposición. Para fracción que encabeza María Corina Machado no es el punto más importante, pero no la descartan y tiene un objetivo más preciso, solo está dispuesta a dialogar y negociar con base en la salida de Nicolas Maduro y toda su gente, por supuesto apelando a la presión que pueda ejercer la comunidad internacional, bajo alguna forma de intervención directa (?) y con ese sentido de desalojar del poder al régimen actual. De manera que, como vemos, las tres facciones mayoritarias, representativas de la oposición, hablan de “negociar” y todas ellas, de alguna forma, descansan en la presión que pueda ejercer la comunidad internacional; pero, ¿son todas ellas igual de “diabólicas y perversas”? Ese es un punto que no me queda claro cuando escucho o leo a determinados voceros o personajes influyentes de una u otra opción.

En cualquier caso, todas las vestales anti-negociación vienen con la misma cantaleta, ¿Dónde está el plan? Y sin esperar respuesta, añaden a continuación: “¡No hay un plan! Luego, el plan es cohabitar, proteger sus propios intereses y legitimar al régimen”. Eso sí, cuando se les pregunta cuál es el suyo, se molestan, no les gusta que se lo recuerden, se ofenden y alegan que este no es el momento ni el lugar para exponerlo… y de pronto, tienen razón, porque ningún plan para derrocar a una dictadura se publicita, ni se ha publicado en la prensa o en las redes sociales. Lo que no es lógico es criticar a los demás por no dar a conocer algo que ellos tampoco están dispuestos a revelar.

Por su parte los “futurólogos”, que siempre abundan, ya “descubrieron” y advierten que eso de negociar, en el fondo lo que busca es darle “impunidad a los narcotraficantes, violadores de DDHH, de la dictadura”. Y los más “radicales”, haciendo caso omiso de que algunos de sus líderes también hablan de negociación, siguen blandiendo su “yo se los dije” y critican las propuestas negociadoras, indiscriminadamente, porque son la evidente demostración de lo que ellos siempre han dicho, que lo que quieren, Guaidó, el G10, y los otros “farsantes” opositores, es “continuar cohabitando con la dictadura”; y así sigue la polémica en los meandros de Internet, para evidente regocijo del régimen, que cada poco la aviva y estimula, desconociendo a unos, insultando a otros, aupando a terceros o rechazándolos a todos.

Nadie parece preguntarse ¿Por qué un régimen con tanto poder, que controla todas las instituciones, todas las policías y las fuerzas −legitimas e ilegitimas− del estado, especialmente las FFAA (en realidad, su único sostén), cede dos rectores principales en el CNE y accede a sentarse a negociar?; aun cuando dudemos de su buena fe, lo menos sería pensar que “algo” debe de estar pasando.

Pero todos sabemos que una negociación es algo abstracto, por lo lejano, porque puede darse o no, porque puede desarrollarse o fracasar de maneras insospechadas, porque muchos acontecimientos cotidianos la pueden influenciar; así que, apartémonos por un momento del tema de la negociación y ocupémonos de algo que si es concreto y que tenemos al doblar la esquina: las elecciones regionales. En este sentido, el tema de la anti-negociación no viene solo, viene lastimosamente adosado a otro igualmente “perverso”, la abstención; o, mejor dicho, la no participación electoral, porque algunos −los mismos mencionados más arriba− también se molestan si los llaman abstencionistas.

Ese es otro tema, la abstención, que implica otro conjunto de argumentaciones bastante peculiares y extensas, que no repetiré. Me referiré solamente a un aspecto que también me llama la atención. Es el caso de los que dicen que participar en los procesos electorales que se efectuaron contra las dictaduras −por ejemplo, la de Pérez Jiménez o la de Pinochet− estaba “justificado” y era “legítimo”; solamente participar en los procesos electorales de ahora, no está justificado ni es legítimo. Aquellos, al parecer, sí tenían el famoso “plan”; al menos hoy lo sabemos o suponemos −o así nos lo venden, la historia siempre la escriben los vencedores− pues esas dictaduras cayeron al poco tiempo; de lo que no estoy seguro es sí, en su momento, los que fueron a votar, y los que llamaron a hacerlo, sabían también que había un “plan” que daría ese resultado.

Pero ojo, lo anterior no es una crítica. En mi opinión, tan válido fue que se votara como parte de un “plan” para derrocar a esas dictaduras, o que se fuera a votar por mera “inercia” de la resistencia contra ellas durante tantos años, de tantos que ofrecieron sus vidas y su seguridad personal y que de pronto vieron un resquicio, una fisura, en regímenes que lucían imbatibles y se lanzaron a esa “aventura”, por algo tan efímero y abstracto como el deseo de vivir en democracia y libertad. Lo cierto, es que hoy, estando todos de acuerdo en que se debe abrir una vía para la negociación, lucimos más divididos que nunca y son cada vez más ásperos los argumentos y recriminaciones mutuas.

Dividir un conglomerado humano es muy fácil, lo difícil es volverlo a unir, lo que facilita la tarea de los que nos han privado de la libertad a todos y han destruido al país.

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¿Qué pasará si…?

Ismael Pérez Vigil

En Venezuela, en materia política −y en otras áreas también− las posiciones están tomadas; son fijas, inamovibles, encallecidas, mineralizadas, por algo hablamos de polarización. Y la polarización es justamente eso, dos polos que divergen y que −como los de un imán− se repelen y sí es imposible que coincidan, menos aún, unirlos.

Lo grave es que la polarización no solo lo impregna todo, sino que genera conductas agresivas, que omiten argumentos y razones y rápidamente afloran los insultos y las descalificaciones, que incrementan la división opositora y el regocijo del régimen. Por eso hay que cuestionarse si vale la pena discutir y si no será mejor seguir de largo y olvidar la discusión. Total, no vamos a convencer a nadie y nadie nos va a convencer. Sin embargo, hay demasiado en juego como para abandonarla.

Las razones en cuanto a las condiciones ilegitimas y abusivas con las que se eligió al Presidente de la Republica en 2018, la Asamblea Nacional en 2020 y antes de eso, la forma en que se designó al TSJ, al Fiscal General, al CNE anterior y, naturalmente, incluyen al actual y dicen que no es un árbitro y además esta deslegitimado; este es el núcleo del argumento que lleva −a quienes proponen no participar− a la inevitable conclusión, absolutamente de lógica formal, de que no hay condiciones para hacerlo.

Además de esa razón de fondo, quienes platean no acudir al proceso y abstenerse, dan algunas razones adicionales, describiendo de manera detallada y clara lo que va a pasar si participamos en el proceso electoral y que se puede resumir de esta manera:

· Aunque el régimen libere presos políticos, mantendrá algunos y eventualmente llevará a la cárcel a otros políticos o dirigentes opositores −para mantener su “inventario de negociación” − y si accede a habilitar a algunos dirigentes opositores, solo lo hará después de que esté seguro que la oposición democrática no concurrirá a las elecciones.

· El gobierno ganará esas elecciones y para ello se valdrá de todo tipo de trampas para restar votos a la oposición −incluida la intimidación de votantes y testigos− y no dudará en las gobernaciones y alcaldías críticas, en alterar los resultados, como ocurrió en el Estado Bolívar en 2017.

· Aunque haya una mayor participación electoral, debido a la oposición “alacrana” y la falsa oposición que ahora llama a participar, si eventualmente se mantiene el número de cargos que ahora tienen y aunque el régimen les ceda algunos más, de nada servirá pues, como ya hemos visto, el régimen les nombrará “protectores”, les quitará funciones y presupuesto, para anularlos completamente y los concejos municipales chavo/maduristas improbarán las memorias y cuentas de los alcaldes opositores que serán destituidos.

· Por lo tanto, aunque se incremente la participación electoral, solo servirá para que el régimen se legitime, se atornille más en el poder, gane tiempo y alardee sobre su “flexibilidad” ante la comunidad internacional y eso ayudará en su objetivo de levantar las sanciones internacionales y continuar el proceso lento, pero sostenido, de desgaste del apoyo a Juan Guaidó y la Asamblea Nacional de 2015.

Reitero, no es lo que yo pienso, esto es lo que dicen que pasara −quienes están en contra de la participación y en pro de la abstención−, si participamos en el proceso electoral del 21 de noviembre próximo. Creo que está bastante completo el resumen y no hace falta abundar más.

Pero, ¿Qué pasará si no concurrimos al proceso electoral? ¿Qué pasará si nos abstenemos? Eso no nos lo dice nadie y vale la pena reflexionar al respecto; déjenme decirles lo que yo creo que pasará.

Si nos abstenemos, ocurrirá lo mismo que ha ocurrido las otras veces que nos hemos abstenido: nada. Y de todas formas ocurrirán algunas de las cosas que dicen los abstencionistas: En efecto el gobierno ganará, con trampas, claro, y a lo mejor sin fraude electrónico, pues no lo necesitará. No tendrá importancia la cantidad de cargos que obtenga la oposición, pues de obtener algunos seguramente les nombrarán los consabidos “protectores” y les quitarán funciones y presupuesto. Pero no tendrá tampoco ninguna importancia el porcentaje de abstención, ni el número de votos que saque la oposición democrática que concurra −la “alacrana” ni siquiera se tomará en cuenta−, pues hace tiempo el poder del régimen no se sustenta en legitimidad alguna, ni en el número de votos, ni en el apoyo popular, sino en las FFAA, los colectivos armados y los grupos violentos, en la frontera y en las ciudades.

Todo lo anterior puede ocurrir si no acudimos, pero además de lo anterior, tendremos el agravante, de que:

- Habrá una mayor división en la oposición, por las recriminaciones mutuas, el pase de facturas unos a otros, por la derrota sufrida y por no haber salido del régimen

- Habrá una mayor frustración y desmoralización de la gente al darse cuenta que nada ocurre, a pesar de la masiva abstención, y se alejará aún más la posibilidad de una salida de este oprobio, y

- Veremos, cuando cese la pandemia y sea posible desplazarse, un mayor éxodo de venezolanos al exterior

Hoy en día, en la situación en que nos encontramos en la oposición, parece claro que participar o abstenerse no es el problema. ¿Qué hacer? ¿Cuáles son las alternativas?; ese sí es el problema. Y no es un problema jurídico o legal, es un problema político.

En mi opinión, participar, con candidatos únicos, no hará que salgamos del régimen, menos en unas elecciones regionales; pero, al menos nos permite salir del inmovilismo en que nos encontramos, nos permite organizar a la gente de una manera bastante segura, para recorrer el país, pueblo por pueblo, con un mensaje alternativo al marasmo en el que vivimos, nos permitirá ganar en organización y niveles de conciencia acerca de la situación que vivimos. Y si además ganamos algunas gobernaciones, alcaldías, concejos municipales y asambleas legislativas, eso ayudará a los partidos y organizaciones políticas a nivel local y regional en su relación con la gente.

Insisto en lo dicho otras veces, lamento que nadie diga qué hacer en vez de no participar, aparte de abstenerse pasivamente. Nadie espera que se den detalles al respecto −en la prensa o redes sociales−, pero, al menos esperaríamos ver acción en alguna parte, y es lo que no hemos visto y no vemos.

El “qué hacer” es el tema a seguir discutiendo, porque si no lo hacemos, habrá que concluir con la enigmática parte final del título de mi artículo de la semana pasada, en el que comenté acerca de la designación del CNE, estaremos… atrapados sin salida.

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Nuevo CNE y Atrapados sin salida

Ismael Pérez Vigil

La designación del nuevo CNE ha traído −como se esperaba− polémica, diatribas y reacciones muy adversas, con posiciones que se ven difíciles de conciliar, dado el ambiente polarizado e intransigente que vivimos; pero, hay allí personas cuya trayectoria como opositores no podemos desconocer y más allá de eso, el tema como tal abre la discusión de importantes problemas políticos para la oposición, que no podemos omitir, aun a riesgo de insultos y disgusto de amigos y conocidos.

El resultado.

Con relación al resultado final, quedarse en la “aritmética” del CNE −eso de sí quedaron 4 a 1, 3 a 2, 10 a 5, 5 a 0, 8 a X, etc.− no creo que sea lo importante, pues el régimen siempre conserva el control; en cualquier caso, en otras ocasiones con dos rectores hemos hecho poco, con uno hemos hecho más y a veces, como la última, no logramos nada.

Lo importante −creo− son dos cosas, la primera es que este resultado, que hace un mes nadie sospechaba, es una demostración de que a este régimen es posible forzarlo a negociar y llegar a algunos acuerdos, a pesar de todo su omnímodo poder; ese me parece que es un resultado que no podemos ignorar y que hay que seguir trabajando. La segunda cosa importante es preguntarse, esos rectores, a los que no les faltan conocimientos técnicos ni experiencia política, ¿qué tanto podrán lograr en cuanto a cambios sustantivos del proceso electoral, mejores condiciones electorales o en “rescatar la ruta del voto”, como han dicho, palabras más palabras menos, algunos de ellos? Como dije más arriba, habida cuenta que el gobierno siempre tiene el control mayoritario de ese organismo, personalmente me conformaré con que hagan denuncias con información y conocimiento de causa de lo que pase de ahora en adelante, no de lo que ya pasó, que por lo demás muchas de las cosas que se dicen nunca nadie las ha podido demostrar o probar. Con lo que se pueda hacer de ahora en adelante, eso ya será −para mí− un buen logro.

Fotografía de la oposición.

Pero la reflexión importante es: ¿Cómo quedamos en la oposición, después de este episodio? Y a juzgar por las reacciones y escaramuzas en medios y redes sociales que hemos visto, creo que no muy bien. Veamos cómo está la oposición.

Sin contar los “alacranes”, a quienes no considero oposición, en la democrática nos encontramos con: un sector “radical”, que descarta la vía electoral; un sector más moderado, que apoya la vía electoral e incluso participa en procesos electorales y el sector más numeroso del llamado Frente Amplio, hoy nueva Plataforma Unitaria. A esta oposición democrática hay que añadir ahora otro sector “moderado”, e igualmente pro vía electoral y negociación, apoyado fuertemente y conformado básicamente por organizaciones de la sociedad civil, escisión del Frente Amplio, agrupado en el Foro Cívico, (que presentaron los 15 candidatos a rectores y lograron meter 4 en el CNE).

Sin incluir a los opositores “radicales”, en la oposición democrática hay varios sectores que claramente están por la opción de negociar una salida electoral a la crisis, aunque no necesariamente apoyan todos los procesos electorales y oscilan entre participar o abstenerse. Y todos estos sectores tienen su correlato o espejo en el exterior, para facilidad o complicación de la situación. Es un escenario poco halagüeño, pero es la realidad de la cual hay que partir.

La estrategia del régimen.

¿Qué podrá ocurrir ahora? En primer lugar, consideremos la estrategia del régimen, que está en desarrollo y aparentemente, con éxito:

- Se atribuyen como un logro suyo la designación de los cinco rectores del CNE −con dos importantes figuras de oposición− y tres rectores suplentes incorporados; de los tres suplentes incorporados, uno es opositor, para quedar así en una relación 5 a 3, siempre asegurándose el control del organismo.

- La diatriba interna, especialmente contra los rectores electos, es señal de que el régimen logra su objetivo de dividir más y profundizar y ensanchar la brecha en la oposición democrática;

- Se asegura que la Plataforma Unitaria, al tenor de lo opinado por varios de sus voceros, seguramente lanzará la política de no participación o abstención en el próximo proceso electoral, facilitando así un triunfo holgado al gobierno.

- De todas formas, el régimen se tratará de anotar otro punto pues habrá una participación electoral algo mayor, arrastrada por los sectores moderados que apoyan a los rectores del Foro Cívico;

- Aunque seguramente la oposición que participe logrará algunas gobernaciones más, no muchas, esto no cambiará el mapa político del país, ni debilitará al régimen, que conservará todo su poder institucional y de fuerza, a nivel nacional

- Por algunas reacciones que hemos visto, el régimen está también logrando una cierta flexibilización en la posición de rechazo de la llamada comunidad internacional.

- Para reforzar esta “matriz” de opinión, es probable que hasta permita una observación internacional más calificada y diversa, que abundará más en favor de la imagen de “flexibilidad” y “apertura” del régimen.

Reitero, que esta es mi interpretación de la estrategia del régimen, no que sea lo deseable o lo ya totalmente logrado.

Apoyo internacional y participación.

Antes de evaluar la posible estrategia del sector opositor, y dadas las críticas que he visto en estos días, me pregunto: Primero, con respecto al apoyo internacional, ¿Cuál ha sido la eficacia práctica de la resolución de la OEA del 2020? ¿De los comunicados firmados únicamente por el Secretario General? ¿O del apoyo de 50 países, especialmente los de la UE?, que ni siquiera han logrado ponerse de acuerdo para homologar o mantener las mismas sanciones. Y segundo, con respecto a la participación electoral, aunque pueda haber dudas de su eficacia después de estos 22 años, no puedo dejar de resaltar que también nos hemos abstenido, oficialmente en tres oportunidades y extraoficialmente, en algunas más −en 2005, Asamblea Nacional; en 2017, elección de Gobernadores y alcaldes, posición no oficial; en 2018, elección presidencial y en 2020 Asamblea Nacional−; y ¿de qué nos ha servido? La política de abstención solo nos ha llevado a tener desmovilizada a la población, a tener una oposición más fracturada, con enormes fisuras, tras sacarnos los ojos unos a otros en la discusión del tema.

Eficacia del apoyo y sanciones internacionales.

Respondiendo descarnadamente a los interrogantes anteriores, comenzando por el apoyo internacional, soy de los que cree que algunas sanciones internacionales −sobre todo las personales− han sido efectivas, han obligado al régimen a negociar, de alguna u otra manera, este CNE es una demostración; pero, hay otras cuya efectividad debe ser revisada. Y lo mismo pienso del apoyo de más de 50 países. Ha obligado al régimen a negociar, a flexibilizarse, pero aunque tengo claro que nada lograremos sin apoyo internacional, el que tenemos no ha sido suficiente o no ha sido eficaz. Cabe preguntarse: ¿Por qué no lo ha sido?

No ha sido eficaz por dos razones; una, porque no es una amenaza creíble, porque no va a pasar de allí −y el régimen lo sabe− contra lo que algunos esperaban y deseaban, que era ver una fuerza física que entrara como una tromba desde Colombia, Brasil y por la costa, enfrentara al régimen y nos liberara; y dos, porque tenemos un país sumido en una crisis económica y social, agravada por la pandemia, sin una opción que seguir, con una población desmovilizada, achantada, consumida por la crisis interna y esperando, no sé qué milagro o una fuerza del exterior que nos libere.

No teniendo una fuerza física equivalente a la del régimen, hay que obligarlo a una negociación y no habrá negociación sin apoyo internacional, pero no habrá apoyo internacional sin un escenario interno de presión adecuada y este escenario no existirá con un país inmovilizado, paralizado políticamente como el que tenemos ahora. Y, ¿Cómo se moviliza a un país diciéndole que todo está perdido, que no hay nada que hacer, que este régimen es invencible, que siempre ganan? y un largo etcétera, que el propio régimen ha estimulado, sembrado y propiciado.

La participación y la eficacia de la abstención.

Y participando electoralmente, muchos preguntan, ¿Qué vamos a ganar? ¿Es que esta gente se va a ir y entregar el gobierno porque le ganemos las elecciones? No, no lo creo, no soy tan ingenuo como para pensar que eso será así de sencillo; pero, es mejor eso que decirle a la gente que se quede en casa viendo para el techo durante los procesos electorales, y viendo cómo la gente, en masa, se va del país. Desde 2017 tenemos al país inmovilizado esperando quién sabe qué, porque: “con este CNE no”, porque “votando no se logra nada”, porque “nos hacen trampa”, porque “si ganamos nos ponen protectores”, etc... Somos víctimas de nuestros propios demonios y de la estrategia de intimidación, desmoralización y división de la oposición por parte del régimen, que por lo que vemos ha funcionado y nos ha llevado al desconocimiento del voto, que ahora hay que estarse preocupando de cómo recuperarlo. Ya he dicho en ocasiones anteriores que, en el peor de los casos, la participación electoral es una manera de mantener a la oposición movilizada, de ganar en niveles organizativos y de conciencia y de educar políticamente a la población.

La estrategia opositora.

En resumen, en cuanto a estrategias, en el campo opositor tendremos que la Plataforma Unitaria, que es la mayor fuerza opositora, seguramente lanzará la política de no participación o abstención en el proceso electoral próximo −que esperemos no se quede en una abstención pasiva, como ha sido en ocasiones anteriores−. Por otra parte, aunque la diatriba interna continuará entre partidarios de la participación y la abstención −y especialmente contra los rectores opositores electos− sin embargo, en el próximo proceso habrá una participación electoral algo mayor, arrastrada por el sector opositor moderado, que ahora apoya el Foro Cívico, y que seguramente lograrán algunas gobernaciones más, no muchas, como para retar la hegemonía del gobierno.

Conclusiones.

La política es dinámica, cambiante, debe ser evaluada constantemente, no hacerlo no es mantener una posición coherente o de principios, es convertir esos principios en una caricatura, en posiciones “principistas”, que es una desfiguración que impide reflexionar y avanzar. Personalmente, lo he dicho otras veces, defenderé y apoyaré con toda fuerza y en todo foro a mi alcance, la opción de participar en el proceso electoral, mientras no se decida una posición unitaria. Valoro la estrategia de la unidad como algo esencial para derrotar una dictadura; pero la unidad no puede ser blandida como un chantaje para impedir que se discuta y mucho menos para descalificar y satanizar posiciones diferentes, sin plantear ninguna otra alternativa coherente o efectiva.

No sé qué tanto lograrán los ahora vilipendiados rectores opositores del CNE, en cuanto a mejorar las condiciones electorales y rescatar el valor del voto; pero, hay que trascender la discusión de aspectos personales y reconocer que por lo pronto nos despertaron del soporífero letargo en el que nos encontramos y está sobre la mesa la necesidad de que la oposición democrática defina con mayor claridad y premura, no solo los objetivos generales de la lucha contra el régimen de oprobio, sino también las formas concretas para lograrlo.

El régimen se ha apropiado de unas consignas como si fueran logros suyos y trata de mejorar su posición internacional con la supuesta “flexibilización” que eso supone (la designación de un CNE con rectores opositores, la mayor participación electoral que seguramente habrá y hasta la observación internacional que a lo mejor se permita); preocupación fundamental de la oposición debe ser cómo contrarrestaremos esa pretensión del régimen.

Aunque muchos en la oposición no crean en la participación electoral, el régimen sí le teme y también a las sanciones y cede a la presión internacional, por eso −con todo a su favor, especialmente la fuerza armada− se sienta a negociar y acepta opositores en el CNE y trata de convencer a la comunidad internacional de que lo hace porque está siendo “flexible”. Antes de pensar en que lo ocurrido es otra estratagema suya, hay que sacarle punta a la posibilidad de que haya sido su fisura interna lo que permitió un CNE con figuras opositoras del relieve de las que fueron designadas.

Como oposición democrática y a pesar de que estamos fraccionados y peleando a cuchilladas, tenemos por delante una doble tarea interna: uno, la de convencer a la gente de que se movilice, que vote, y organizarla para que, de ser posible, defienda ese voto, que siempre será mejor que no hacer nada; y dos, convencer a la comunidad internacional de que aquí hay algo que defender, un pueblo que resiste y no se ha entregado o resignado, para que nos siga apoyando y que sea más pro activa en ese apoyo.

¿Es un camino largo?, sí; ¿Es difícil?, también, pero si alguien tiene una mejor alternativa, realista, −no el delirio de una hipotética intervención externa o la ilusión de que nos salvará una resolución de algún organismo internacional−, es el momento de decirla.

El panorama que se vislumbra no es halagüeño, pero al menos es un escenario político interesante, mejor que la pasividad actual. Hay mucho por hacer para no quedar atrapados y sin salida.

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