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No se entiende

duda y lupa
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El populismo se arroga la condición de representar, por antonomasia, al pueblo noble y puro, víctima de injusticias históricas. El pueblo es uno con el líder visionario. Éste (siempre son hombres) señala quienes son los enemigos que lo oprimen e invoca pasadas glorias para motivarlo a insurgir en su contra. Promueve la confrontación con un lenguaje de odio y el abuso de la mentira para polarizar la sociedad entre los buenos (nosotros) contra los malos (los que no se creen el cuento). Prepara, así, el sometimiento y discriminación, de estos últimos, muchas veces con el ejercicio de la violencia.

Chávez fue un maestro en el manejo de tales lides. Con una interesada tergiversación de la historia y de los símbolos patrios, logró erigirse como una especie de Libertador redivivo capaz de canalizar, para su provecho político, los resentimientos y ansias de retaliación de muchos, buscando vengar las injusticias de las que creían ser víctimas. Porque Chávez ES el pueblo. Su prédica tuvo éxito mientras pudo ilusionar que en él estaba la salvación ante las promesas insatisfechas de la democracia bipartidista. Cuando los desaciertos de su gestión empezaron a socavar tal imaginario, vino al rescate la providencia con los mayores precios, jamás vistos, por la venta internacional del crudo. El reparto dispendioso y alegre de esta bonanza a través de misiones y corruptelas le permitió, al final de su mandato, clamar que seguía representando al pueblo. Y logró aún ganar las elecciones de 2012.

Maduro y sus cómplices creen que este arraigo les pertenece por herencia. Siguen alegando ser el pueblo. Al sentirse amenazados por una flota militar estadounidense frente a nuestras costas, denuncian, cual acto reflejo, que Venezuela –no ellos—se encuentra en peligro, para añadir, de inmediato que “se defenderá con las armas”. Pasan por alto su larga y contundente ristra de fracasos, que terminaron por enterrar, definitivamente, cualquier identificación que pudiera tener el pueblo con ellos. Para muestra, lo siguiente.

En lo económico, Maduro se equivocó, sucesivamente:

  • Creyendo, recién elegido en 2013, que continuar con las políticas de Chávez le rendiría frutos;
  • por no cambiar de política cuando se desplomaron los precios del crudo a finales de 2014;
  • al no hacerle caso a los economistas cuando alertaban acerca de las consecuencias inflacionarias (e hiperinflacionarias) de financiar el déficit público con dinero inorgánico;
  • cuando entregó el control de PdVSA a los militares (Manuel Quevedo), quienes culminaron la labor de destrucción iniciada antes por el primo de Chávez, Asdrúbal, entre otros;
  • al incrementar, aún más, la deuda pública externa, mientras mermaban los ingresos del crudo;
  • al no intentar reestructurar y/o refinanciar esta deuda, con las garantías del caso;
  • sosteniendo, en tales circunstancias, el control cambiario, perpetuando lo que ha sido la mayor fuente de corruptelas que registra la historia del país;
  • al no rendirle cuentas a la representación popular electa en la Asamblea Nacional, 2016 – 2021;
  • formulando y aprobando presupuestos y créditos adicionales de espaldas a esa Asamblea;
  • expropiando empresas nacionales y extranjeras, muchas veces sin compensación;
  • fijando elevados impuestos y severos controles sobre la actividad económica privada y propiciar la extorsión y confiscación de sus frutos por parte de sus partidarios, civiles o militares;
  • entregando la explotación del oro y otras riquezas minerales a bandas criminales internacionales (ELN), en alianza con mafias militares (anticipó la estafa milmillonaria de El Aissami y su grupo);
  • al abrirle las puertas al narcotráfico como fuente de financiamiento.

Como resultado, la actividad económica había disminuido en un 75% para 2021, el Estado estaba en default, arrojando déficits financiados por el BCV, y el país aislado del financiamiento externo. Los ingresos por venta de crudo están ahora en un mínimo, las reservas internacionales casi inexistentes. 

Cuando, ¡al fin!, Maduro introdujo correctivos, lo hizo de la peor forma. A una economía devastada, con un altísimo desempleo de recursos productivos, basó su ajuste en contraer el gasto y el crédito. Buscó anclar los precios internos al dólar sin contar con divisas suficientes para sostenerlo. Resultó en una depresión aún mayor de los salarios, sobre todo del Estado, le restó dinero a los servicios públicos y privó al sector productivo de financiamiento. Al colapsar el anclaje cambiario por falta de divisas, se disparó la inflación –terminará en torno al 300% este año--, como el precio del dólar. Y, en medio de esta depresión económica, Maduro se burla de los venezolanos hablando de crecimiento. Como no publica cifras y amedrentó a reconocidos economistas para que no opinasen, todo es válido. 

Lamentablemente, sus errores políticos han sido todavía más graves:

  • Nunca entendió que debía buscar la reconciliación con las fuerzas democráticas para legitimarse;
  • Antepuso la represión como única respuesta al descontento, con centenares de muertos, miles de detenidos y demasiados desaparecidos;
  • Terminó de desmontar la autonomía y equilibrio de poderes, centrales a la Republica, creando una institucionalidad paralela para acorralar a la Asamblea Nacional electa en 2015;
  • Terminó por destruir a la FAN, promoviendo al mando a los más corruptos y violadores de DD.HH.;
  • Ahuyentó a casi la tercera parte de la población al extranjero, separando familias y vaciando al país de talento y fuerza de trabajo;
  • Al no restituir el ordenamiento constitucional, eliminó toda posibilidad de financiamiento y apoyo internacional, como de acuerdos con la oposición para resolver problemas de gobernanza;
  • Con pésima gestión, aún buscó reelegirse en 2018, inhabilitando a quienes podían derrotarlo;

Y luego, el error más garrafal de todos, robarse abiertamente las elecciones del 28 de julio de 2024 cuando quedó manifiesta, públicamente, su contundente derrota frente a Edmundo González Urrutia. Con ello hizo desaparecer el poco espacio político que le quedaba, tanto nacional como internacional. Lo suplantó exclusivamente con represión, atrayendo más investigaciones en su contra por violación de derechos humanos y justificando su imputación penal. Porque, con los dictámenes de la corte del distrito sur de Nueva York, los testimonios que habrían dado el “pollo” Carvajal, Cliver Alcalá Cordones y Walid Makled --mientras estuvo preso en Colombia---, así como sus “narcosobrinos”, debe haber suficientes indicios para inculpar a Maduro y sus seguidores más cercanos de auspiciar el narcotráfico a través de bandas como el llamado Cartel de los Soles o del Tren de Aragua. Y, al ser un mandatario ilegítimo por haberse robado descaradamente las elecciones, se torna muy vulnerable para acciones armadas en su contra, no por ser un dictador, sino para combatir el narcotráfico.

No sabemos hasta dónde va a llegar Trump con su flota armada frente a las costas venezolanas. Con él, todo es posible. Pero es obvio que los menos indicados para llamar a defender la soberanía nacional ante una amenaza eventual son aquéllos –Maduro y sus cómplices—que la han pisoteado y traicionado tanto. La defensa de la patria no puede ser otra que deshacerse de quienes, además de destruir a la nación, la han colocado, con sus crímenes, en la picota de posibles acciones militares.

A todas éstas, ¿cómo es que este campeón del error y del fracaso se mantiene aún en el poder? Se me dirá que encabeza una alianza de complicidades en el expolio del país, incluidas el alto mando de la FAN y del poder judicial. Pero, incluso las mafias se preocupan por sobrevivir. Y el fracaso es una constante en Maduro. ¿Por qué hundirse con este perdedor? ¿Hasta cuándo? La permanencia en el poder de tan cruel personaje es un contrasentido. No se entiende. No debe ser. Por falta de espacio, el examen de las razones que podrían explicar su resiliencia tendrá que esperar a otra entrega.

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela 

humgarl@gmail.com