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Joseph S. Nye, Jr.

¿Qué pasó con el poder suave?

Joseph S. Nye, Jr.

A finales de 2021 Rusia había acumulado tropas cerca de su frontera con Ucrania, China llevó a cabo vuelos con aviones militares cerca de Taiwán, Corea del Norte continuaba con su programa de armas nucleares y los combatientes talibanes seguían patrullando las calles de Kabul. Frente a todo esto, mis amigos me preguntaron: «¿Qué pasó con el poder suave?».

Una respuesta es que podemos encontrarlo en otros eventos recientes, como la Cumbre Virtual para la Democracia convocada por el presidente Joe Biden, a la que asistieron representantes de más de 100 países. China, que fue excluida, recurrió a la radio, la televisión y las redes sociales para proclamar que tenía otro tipo de democracia, más estable que la ensalzada por Estados Unidos. Lo que veíamos era una competencia entre las grandes potencias por el poder suave, entendido como la capacidad de influir sobre los demás mediante la atracción en vez de la coerción o los pagos.

Cuando escribí por primera vez sobre el poder suave en 1990 buscaba superar una deficiencia en la manera en que los analistas pensaban en términos generales sobre el poder, pero el concepto adquirió gradualmente una resonancia más política. En algunos aspectos, la idea subyacente no es nueva; podemos rastrear conceptos similares hasta antiguos filósofos como Lao Tse. El poder suave tampoco se limita al comportamiento internacional ni a EE. UU. Muchos países pequeños y organizaciones también poseen la capacidad de atraer y, al menos en las democracias, el poder suave es un componente fundamental del liderazgo.

De todas formas, actualmente se suele asociar este concepto con las relaciones internacionales. Mientras la Unión Europea se desarrollaba hasta alcanzar su forma actual, los líderes europeos usaron cada vez más este término. Y desde 2007, cuando el entonces presidente chino Hu Jintao declaró que China debe desarrollar su poder suave, el gobierno invirtió miles de millones de dólares en esa empresa. El desafío actual para China es implementar una estrategia eficaz de poder inteligente. Si logra acompañar eficazmente su creciente poder duro con poder suave, será menos probable que provoque coaliciones que procuren funcionar como contrapeso.

El poder suave no es ni la única fuente de poder ni la más importante, porque sus efectos tienden a ser lentos e indirectos (pero ignorarlo o descartarlo es un grave error estratégico y analítico). El poder del Imperio romano no solo residía en sus legiones, sino también en la atracción de la cultura y la ley romanas. De manera similar, como alguna vez dijo un analista noruego, la presencia estadounidense en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial fue «un imperio por invitación». No fue una descarga de artillería la que echó por tierra al muro de Berlín, sino que fue demolido con martillos y topadoras por gente que había sido afectada por el poder suave occidental.

Los líderes políticos astutos saben, desde hace mucho, que los valores pueden crear poder. Si puedo lograr que alguien quiera lo que yo quiero, entonces no tengo que obligarlo a hacer lo que no quiere. Si un país representa valores que para otros son atractivos, puede ahorrar en el uso de premios y castigos.

El poder suave de un país proviene principalmente de tres fuentes: su cultura; sus valores políticos, como la democracia y los derechos humanos (cuando los respeta); y sus políticas (cuando se las percibe como legítimas porque su marco considera los intereses de los demás). Un gobierno puede influir sobre otros a través del ejemplo de su comportamiento local (como la protección de la prensa libre y el derecho a manifestarse), en las instituciones internacionales (consultando a los demás y fomentando el multilateralismo) y a través de su política exterior (por ejemplo, promoviendo el desarrollo y los derechos humanos).

Durante la pandemia de la COVID-19, China trató de usar la llamada «diplomacia de vacunas» para aumentar su poder suave, que se había visto perjudicado por su gestión secreta del brote inicial del coronavirus en Wuhan. Los esfuerzos del gobierno procuraron reforzar su Iniciativa de la Franja y la Ruta, que apoya proyectos de infraestructura en muchas partes del mundo.

Pero muchas encuestas internacionales muestran que los resultados fueron decepcionantes. En términos de su atractivo, China va a la zaga de EE. UU. en todos los continentes excepto África, donde ambos países están empatados. Uno de los motivos del menor nivel de poder suave de China es su intenso uso del poder duro en la búsqueda de una política exterior cada vez más nacionalista. Esto quedó claramente demostrado con las sanciones económicas a Australia y sus operaciones militares en la frontera del Himalaya con la India.

China tiene un problema de poder inteligente. Después de todo, es difícil llevar adelante simultáneamente la diplomacia de vacunas y una «diplomacia de lobo guerrero» (intimidación agresiva y coercitiva a los países más pequeños).

Es cierto, las encuestas internacionales muestran que el poder suave de EE. UU. también cayó durante la presidencia de Donald Trump. Pero, afortunadamente, Estados Unidos es más que su gobierno. A diferencia de los activos del poder duro (como las fuerzas armadas), muchos recursos del poder suave están separados del gobierno y solo responden parcialmente a sus propósitos. Por ejemplo, las películas de Hollywood que muestran a mujeres independientes o protestas de minorías inspiran a otros en todo el mundo. También lo hace el trabajo caritativo de las fundaciones estadounidenses y la libertad de llevar a cabo investigaciones en las universidades.

Las empresas, universidades, fundaciones, iglesias y movimientos de protesta desarrollan su propio poder suave. Algunas de sus actividades refuerzan las metas de la política exterior oficial, y otras veces se oponen a ellas. De cualquier modo, estas fuentes privadas de poder suave son cada vez más importantes en la era de las redes sociales.

La insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio estadounidense ciertamente perjudicó al poder suave de ese país. Pero quienes lamentan prematuramente la muerte de la democracia estadounidense deben recordar que las elecciones de 2020 tuvieron una participación sin precedentes a pesar de la pandemia. El pueblo estadounidense aún es capaz de derrocar a un demagogo en una elección libre y justa.

Esto no significa que la democracia y el poder suave de EE. UU. no tengan problemas. Trump debilitó muchas normas democráticas que ahora hay que recuperar. Biden fijó como una de las metas de su presidencia el fortalecimiento de la democracia tanto en el país como en el extranjero, pero los resultados aún están por verse.

Nadie puede saber cuál será la trayectoria futura del poder suave de un país, pero es indudable que la influencia a través de la atracción seguirá siendo un componente importante de la política mundial. Mark Twain tuvo una famosa ocurrencia: «los informes de mi muerte son muy exagerados», lo mismo puede decirse del poder suave.

Traducción al español por Ant-Translation

11 de enero 2022

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/whatever-happened-to-soft-p...

Después del orden internacional liberal

Joseph S. Nye, Jr.

Muchos analistas sostienen que el ascenso de China y la elección del presidente estadounidense Donald Trump pusieron fin al orden internacional liberal. Pero si Joe Biden derrota a Trump en la elección de noviembre, ¿debería tratar de revivirlo? Probablemente no, pero sí reemplazarlo.

Los críticos señalan, con razón, que el orden liderado por Estados Unidos después de 1945 no fue ni global ni fue siempre muy liberal. Dejaba fuera a más de la mitad del mundo (el bloque soviético y China) e incluía a muchos estados autoritarios. Lo de la hegemonía estadounidense siempre fue exagerado. Pero lo cierto es que el país más poderoso debe llevar la delantera en la creación de bienes públicos globales; de lo contrario nadie los proveerá (y los estadounidenses saldrán perjudicados).

La pandemia actual es un buen ejemplo. Un objetivo realista para una presidencia de Biden debería ser establecer instituciones internacionales basadas en reglas, con membresías diferentes para temas diferentes.

¿Aceptarán China y Rusia participar? En los años noventa y dos mil, estos países no podían contrarrestar el poder estadounidense, y Estados Unidos pasó por alto el principio de soberanía, en pos de la defensa de los valores liberales.

Bombardeó Serbia e invadió Irak sin aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y en 2005 apoyó una resolución de la Asamblea General de la ONU que instituyó la «responsabilidad de proteger» a ciudadanos de otros países contra la violencia de sus propios gobiernos; luego en 2011 usó esta doctrina para justificar el bombardeo de Libia a fin de dar protección a la población de Bengasi.

Los críticos describen estos hechos como un ejemplo de orgullo estadounidense post‑Guerra Fría. Por ejemplo, cuando la intervención de la OTAN en Libia dio lugar a un cambio de régimen, Rusia y China se sintieron engañadas. Los defensores de la doctrina, en cambio, la presentan como la evolución natural del derecho humanitario internacional. En cualquier caso, el incremento del poder de China y de Rusia puso límites más estrictos al intervencionismo liberal.

¿Qué queda entonces? Rusia y China recalcan el principio de soberanía de la Carta de las Naciones Unidas, según el cual los estados solamente pueden ir a la guerra en defensa propia o con aprobación del Consejo de Seguridad. La captura por la fuerza de territorios de países vecinos ha sido infrecuente desde 1945, y allí donde sucedió, dio lugar a costosas sanciones (por ejemplo, cuando Rusia anexó Crimea en 2014). Además, el Consejo de Seguridad ha autorizado muchas veces el despliegue de fuerzas de mantenimiento de paz en países convulsionados, y la cooperación política limitó la proliferación de armas de destrucción masiva y misiles balísticos. Esta dimensión de un orden basado en reglas sigue siendo crucial.

Pero en el plano de las relaciones económicas se necesita una revisión de las reglas. Ya mucho antes de la pandemia, el sistema híbrido de capitalismo de Estado chino era sostén de un modelo mercantilista injusto que distorsionó el funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio. El resultado será un desacople de las cadenas globales de suministro, sobre todo allí donde esté en juego la seguridad nacional.

Aunque China protesta contra la negativa estadounidense a que empresas como Huawei construyan redes de telecomunicaciones 5G en Occidente, la postura de Estados Unidos es compatible con el principio de soberanía. No olvidemos que China apela a razones de seguridad para impedir a Google, Facebook y Twitter operar en su territorio. La negociación de nuevas reglas comerciales puede ayudar a evitar un agravamiento del desacople. En tanto, la crisis actual no ha debilitado la cooperación en el crucial ámbito financiero.

Pero la interdependencia ecológica alza ante el principio de soberanía un obstáculo insuperable, dado el carácter transnacional de las amenazas. Por más que retroceda la globalización económica, la globalización ambiental continuará, porque obedece a las leyes de la biología y de la física, no a la lógica de la geopolítica contemporánea. Estas cuestiones afectan a todos, pero ningún país puede manejarlas por separado. En temas como la Covid‑19 y el cambio climático, el poder admite una dimensión de suma positiva.

En este contexto, no basta pensar en ejercer el poder sobre otros. También hay que pensar en ejercer poder con otros. El acuerdo de París sobre el clima y la Organización Mundial de la Salud suponen beneficios para Estados Unidos y para los otros países. Desde el encuentro de Richard Nixon con Mao Zedong en 1972, las diferencias ideológicas no han impedido la cooperación entre China y Estados Unidos. La pregunta difícil para Biden es si ambos países podrán cooperar en la provisión de bienes públicos globales al tiempo que compiten en las áreas tradicionales de la rivalidad entre grandes potencias.

Hay una nueva cuestión importante (el ciberespacio), que aunque es en parte transnacional también está sujeta al control de los gobiernos soberanos. Internet ya está parcialmente fragmentada. Aunque un acotado círculo de democracias puede elaborar normas de libertad de expresión y privacidad en Internet, los estados autoritarios no las respetarán.

Como señala la Comisión Mundial sobre la Estabilidad del Ciberespacio, existen ciertas normas que protegen la estructura básica de Internet, cuyo cumplimiento también interesa a los estados autoritarios, en la medida en que quieran conectividad. Pero allí donde esos actores usen proxies como herramientas para la guerra informativa o para interferir en elecciones (violando así la soberanía de otros países), dichas normas no serán suficientes, y habrá que complementarlas con reglas como las que negociaron Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría (pese a la hostilidad ideológica) para limitar el riesgo de escalada de incidentes en altamar. Estados Unidos y otros países con ideas similares tendrán que anunciar qué normas tienen intención de defender, y se necesitarán medidas de disuasión.

La insistencia en la defensa de los valores liberales en el ciberespacio no implica un desarme unilateral de Estados Unidos, sino más bien distinguir entre el poder blando permitido de la persuasión no encubierta y el poder duro de la guerra informativa encubierta; en el segundo caso corresponde que Estados Unidos tome represalias. Esto implica aceptar programas y actividades de difusión de Rusia o China que se realicen en forma no encubierta, pero oponerse a conductas encubiertas coordinadas, como la manipulación de las redes sociales. Además, Estados Unidos debe seguir criticando el desempeño de estos países en materia de derechos humanos.

Las encuestas muestran que la población estadounidense quiere evitar intervenciones militares, pero no abandonar las alianzas y la cooperación multilateral. Y todavía da importancia a las cuestiones de valores.

Si Biden gana la elección, la pregunta que deberá responder no es si es necesario restaurar el orden internacional liberal, sino si Estados Unidos puede trabajar con un núcleo interno de aliados para promover la democracia y los derechos humanos, y al mismo tiempo cooperar con un conjunto más amplio de estados en lo referido a la gestión de las instituciones internacionales basadas en reglas que se necesitan para enfrentar amenazas transnacionales como el cambio climático, las pandemias, los ciberataques, el terrorismo y la inestabilidad económica.

6 de julio 2020

Traducción: Esteban Flamini

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/biden-must-replace-liberal-...