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Los emigrantes

Opinión
Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 4 min.

“Yo vengo donde el pan ha dejado de ser para los hombres. Yo vengo de la guerra, del llanto y de la cruz ¡Ampáranos oh tierra maravillosa!”. Estas palabras desgarradoras, tomadas de Mi padre el inmigrante, del poeta Vicente Gerbasi en homenaje a su progenitor venido de Vibonati, pueblo de Italia de donde también procede la distinguida familia Bruni Celli, pueden aplicarse a los más de cuatro millones de venezolanos que han tenido que emigrar por la situación política y económica ocasionada por el régimen totalitario de Chávez-Maduro. Por cierto, Fernando Gerbasi, destacado internacionalista e hijo del poeta, está exiliado en España.

Desde sus inicios Venezuela fue un polo de atracción para nacidos en otras tierras, los cuales fueron factor determinante para su prosperidad hasta mediados de la década de los setenta. Su aporte fue tanto en la agricultura y el comercio, como en el orden artesanal, profesional e intelectual. Mi abuelo paterno contaba que en Monte Carmelo, estado Trujillo, lo más granado del pueblo era de origen italiano, tales como los Quintini, Paolini, Anselmi, Garbati y Pogiolli y que en ocasión de una visita del Presidente del Estado, para no ser menos se le presentó como Ramirini. Hoy, los hijos de inmigrantes italianos, españoles, portugueses y de otras nacionalidades están regresando a la tierra de sus ancestros, lo cual afectará negativamente la recuperación del país cuando caiga la dictadura.

Juan Vicente Gómez y Pérez Jiménez obligaron a exiliarse, en número limitado, a ciudadanos relacionados con la política, los cuales regresaron al país a la caída de esos regímenes. Hoy son millones lo que buscan refugio en otros países. La primera ola fue de profesionales que huyeron por razones políticas, por la inseguridad y por la pérdida de la calidad de vida. Al respecto se menciona la cifra de 24.000 médicos, miles de ingenieros y de contadores. La segunda ola es de compatriotas desesperados por la falta de trabajo, la escasez de todo tipo, la delincuencia y los atropellos de la Guardia Nacional y policía cuando protestan por falta de agua, luz y gas. Sin duda que esa emigración masiva está ocasionando serios problemas a los países receptores, cuyos gobiernos y población han apoyado a nuestros compatriotas. Como es natural, se han producido algunos hechos aislados de xenofobia, muchos de los cuales como reacción al mal comportamiento de algunos de los nuestros.

A título de ejemplo, del tesón de nuestros jóvenes, nos permitimos citar el de una profesional que fue despedida junto con su esposo a raíz de los sucesos de abril del 2002. Sobrevivió un tiempo elaborando brownis, para lo cual iba desde el este de Caracas hasta Quinta Crespo para adquirir la materia prima. Participó junto con su esposo en todas las marchas de protesta y recibió 110 perdigonazos a quemarropa. Después de un tiempo ambos lograron conseguir empleo gracias a la solidaridad de muchos. El temor por la vida y el futuro de sus dos hijos los motivó a emigrar a Colombia. De allí a Canadá. Ella trabajó de mesonera y paralelamente estudiaba para revalidar su título, lo cual logró después de dos años y presentación de cinco exámenes. El esposo trabajó inicialmente de taxista con el sistema Uber y de mesonero. Hoy, al igual que muchos compatriotas que residen en ese gran país que es Canadá, progresan gradualmente.

¿Regresarán a Venezuela los jóvenes que con mucho esfuerzo están logrando un mejor futuro para ellos y para sus hijos? Esta reflexión surge con motivo de los cincuenta años de mi hija Gloriana, odontóloga, y de su esposo el capitán Michael O’Brien, así como los próximos de mi hijo Eduardo, ingeniero mecánico con maestría en Canadá, quien empezó como obrero especializado y hoy es gerente general de una planta de producción de papel. Su esposa Alxiomir Portales, ingeniero de sistemas, realizó una maestría, trabajó en un centro de llamadas e inició producción de galletas en el sótano de su casa. Hoy tiene un local y su empresa evoluciona día a día. Pido disculpas por mencionar un caso personal y recalco que hay muchas otras historias de mayores esfuerzos.

Con este ejemplo solo quiero reconocer el esfuerzo de todos los compatriotas que tuvieron que emigrar en contra de sus deseos, así como expresarles a mis hijos gratitud por practicar y defender principios y valores de nuestra civilización y por la solidaridad y afecto que han ofrecido a sus padres. Lamentablemente temo que ni ellos, ni otros jóvenes regresarán. Los rojos han logrado descapitalizar al país de excelentes profesionales y ciudadanos. El bardo Gerbasi escribió “venimos de la noche y hacia la noche vamos”. Hoy podemos decir venimos de la noche y hacia la aurora vamos. Venezuela saldrá pronto de la dictadura.

Como (había) en botica:

Excelente la iniciativa de compatriotas en Estados Unidos de fundar la orquesta Bolívar Phil. Sus jóvenes voceros deben entender que se encuentran fuera de Venezuela por razones políticas y que en nuestro país se violan los derechos humanos, por lo cual extraña que declaren que “la música no se debe ensuciar con la política”. Nuestra excelsa pianista Gabriela Montero sí entiende la situación y por eso declara frontalmente contra la dictadura.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotlail.com