

Según cosas que he leído por acá y de otras que me han explicado más allá, cuando Simón Bolívar salió de Angostura en pleno invierno, con el agua hasta el pecho y al frente del Ejército Libertador Venezolano a remontar el empinado, escabroso, peligroso y culebrero “Paso de los Andes”, llevaba en su cabeza un proyecto de país que tenía como objetivo: sustituir el estado colonial español por un gobierno continental que conservara la unidad del hemisferio que se había heredado de España e hiciera posible que la Independencia significara un progreso efectivo con respecto a su pasado colonial.
Además, Bolívar intuía que estos pueblos atrasados no tenían otro camino que no fuese el de integrarse en una sola entidad política continental; de allí, su justificado proyecto de La Gran Colombia; millones de hombres, mujeres, ancianos y niños, ubicados en millones de kilómetros cuadrados de superficie fundidos en una sola nacionalidad de carácter internacional.
Para ese proyecto, América solo ofrecía una población que hablaba el mismo idioma, profesaba la misma religión y se encontraba dispersa en un inmenso territorio; por ello, la idea de Bolívar era combinar esos elementos en una entidad política superior que derivara su fuerza no tanto de las virtudes cívicas de sus pobladores sino en la identificación del hombre americano con su tierra.
Su estrategia consistiría en integrar primero y educar después a los pueblos (hoy en día la estrategia pudiera ser: educar primero e integrar después). Por lo tanto, unir esos factores, emancipar al indígena, abolir la esclavitud y establecer la igualdad jurídica entre sus habitantes, era su gran sueño; pues, el estado que propugnaba Bolívar tenía que ser lo suficientemente capaz de promocionar y promover la colaboración de todos los sectores presentes en la sociedad americana y realizar la unidad del continente a través de la participación de las masas populares.
Pero que va, el proyecto no llegó a feliz término; pues los mercaderes de la trapisonda, los filósofos de la confabulación y los enreda pueblo de todas las épocas lo sabotearon, le torpedearon su línea de flotación y este se vino a pique.
En este orden de ideas, aunque muy frustrante, es válido recordar la visión que de la América Hispana unida, imaginó El Libertador durante el discurso que pronunció ante el Congreso Constituyente de Angostura: en consecuencia, suelta la voz, tendidos los brazos y puesta la mirada sobre los diputados integrantes del Congreso Constituyente de Angostura, dijo Bolívar:
“Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos, que la naturaleza había separado, y que nuestra Patria reúne con prolongados, y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana: ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y oro; ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo; ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuan superior es la suma de las luces, a la suma de las riquezas, que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el Trono de la Libertad empuñando el cetro de la justicia; coronada por la Gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno”
Lamentablemente, el sueño no paso de ser un sueño, y aquí estamos sumidos en las profundadas abismales de un subdesarrollo duro de vencer y por añadidura, acompañados por la tristeza y el dolor de lo que pudimos haber sido y no lo somos.