


Con José Gómez Febres mantuve una amistad que se transformó en fraterna y solidaria, durante más de cincuenta años. Más allá de las diferencias partidistas de entonces, logramos construir una entrañable sintonía que nos llevó a compartir objetivos comunes cada quien en sus respectivas trincheras, coincidíamos en luchar por alcanzar el Bien Común y la Justicia Social, particularmente y de manera privilegiada en favor de los vulnerables.
Compartimos buen tiempo en la Cámara de Diputados del Congreso de la República y particularmente en la Comisión Permanente de Finanzas donde él era la cara amable y cordial del gobierno de Caldera II; existían otras, pero preferíamos tratar los temas con el “Trucu”. Fuimos juntos al Congreso Mundial de Parlamentarios realizado en Moscú, Rusia, allí nos llenamos de nuevos conocimientos y disfrutamos de un buen vodka y exquisito caviar; lo pasamos excelentemente muy bien.
Cuando fue Embajador Plenipotenciario de nuestro país en Barbados, hablamos con frecuencia, vía telefónica, y me invitó reiteradamente a visitarlo, razones sin explicación me lo impidieron. Cuando regresó nos prometimos tomar café y hablar mucho, lo que por desgracia tampoco fue posible.
La última vez que nos vimos fue en el salón del Seminario Diocesano de Maracay con motivo de una conferencia que dictó Eduardo Fernández sobre la famosa Encíclica “Rerum Novarum; me dijo que no conocía las dotes milagrosas de Eduardo que lo sacó de su casa, igualmente me comentó que admiraba a Eduardo y le apasionaba el tema. José en el tiempo y pienso por las circunstancias, se fue separando de sus viejos dogmas comunistas y últimamente lo sentía cerca del pensamiento humanista.
Renunció a la Embajada, después de más de cuatro años, por diferencias con este régimen y ello dice bastante sobre su integridad y autenticidad.
Para mí es un inmenso pesar la desaparición física del “Trucu”, como le decían sus allegados, nos deja su grato recuerdo cargado de valores, de rectitud y firmeza. Oramos por el eterno descanso de su alma y por el fortalecimiento espiritual de su esposa, hijos y demás familiares y amigos. Lo recordaremos como una excepción del cuadro político, de muy escasa calidad, que lamentablemente aún tenemos.