
José Ortega y Gasset, uno de los pensadores, filósofo y ensayista español más destacados del siglo pasado, en su famoso libro “La rebelión de las masas”, nos dice que hay momentos en la historia de los pueblos en que los extremos se encuentran y unen. Creo interpretar al filósofo para afirmar que esos momentos son cuando está en juego el alto y sagrado interés nacional. Pienso que no solo debe ser en esos momentos, sino hacer lo posible para que lo más que se pueda ocurran.
Debemos unirnos y vivir así para no morir solos. Como hoy, en grado superlativo, nuestro interés nacional está en juego y nadie desea morir solo, es nuestro deber inaplazable e insoslayable luchar sin descanso para lograr la unidad y que todos rememos en la misma dirección para llegar cuanto antes a tierra firme.
Científicamente se define la unidad a la propiedad de todo aquello que existe de manera singular, que no puede ser dividido sin alterar o destruir su esencia. En lo social podemos decir que la unidad es un valor humano que consiste en compartir un propósito común y juntar esfuerzos para lograrlo. Parto de la idea que todos tenemos planteado como propósito el progreso integral del país, material y espiritual, el bienestar y felicidad generales, particularmente las de los pobres y vulnerables, es decir, vivir bien en todos los aspectos.
Si eso es así, entonces por qué estamos tan desunidos, que nos ocurre que estamos ferozmente enfrentados. Me atrevo a decir que es por mezquindades absolutamente sin sentidos y subalternas, porque unos hacen lo que les da la gana sin ninguna limitación y otros desean transitar por el camino real, porque unos se creen los buenos y califican a los otros de malos, porque importa mi yo por encima de los demás.
La pobreza y el hambre no se superan con ideologías, a ellas poco o nada les importa la democracia o el comunismo, lo que desean con desesperación es superar cuanto antes su muy lamentable situación.
En esta enorme crisis que confrontamos, imponer tesis ideológicas luce descarriado y sin sentido racional, lo que todos deseamos es que nos saquen de este pozo tan obscuro y ver la claridad.
El bien recordado y admirado PAPA León XIII, en su famosa encíclica Rerum Novarum, la primera en abordar la cuestión social , afirma, “No le hables de Dios al hambriento porque no te va a entender” y ello es una verdad del tamaño del templo más alto. Para exigirle a la gente que se comporte de acuerdo a la mejor escala de valores, es necesario que tenga resuelto al menos un mínimo de sus necesidades primarias, básicas y elementales para vivir como humano.
Mientras exista pobreza y hambre, tenemos colocada una bomba de tiempo que en cualquier momento puede explotar y nos llevará a todos sin contemplación. Esa bomba debemos desactivarla YA, lo que supone desaparecer las razones de su existencia y ello se logra con unidad, firme voluntad, dedicación y convicción de servicio con intereses de grandeza. Manos a la obra ya, después puede ser tarde.