Pasar al contenido principal

Trumpificación del Mundial de Fútbol

duda y lupa
Tiempo de lectura: 4 min.

El año que viene se celebrará el Campeonato Mundial de Futbol, en su edición
número veintidós. Esta vez tendrá lugar, con algunos cambios que rompen,
digámoslo así, con su tradición. Por primera vez contará con tres sedes
(México, Canadá y sobre todo Estados Unidos, en el que habrá muchos más
juegos), con el mayor número de selecciones (cuarenta y ocho) y con casi el doble de los partidos (ciento cuatro). Así mismo, será el más largo,
comenzará en el Estadio Azteca el 11 de junio y culminará en el MetLife
Stadium, ubicado en Nueva York, el 19 de julio.
La “revancha” de Donal Trump
Hace unos días se celebró el sorteo que decidirá cómo se integran los ocho
grupos que determinaran la manera como se enfrentan las distintas
selecciones, al inicio de la competencia. Por cierto, me entero de que
clasificaron dos países que, perdóneseme la ignorancia, ni siquiera sabía que
jugaban futbol, haciéndome cada vez inexplicable y lamentable que la
Vinotinto quede por fuera y uno tenga que canalizar sus simpatías hacia otros
equipos.
El evento se llevó a cabo en el Kennedy Center, con Donald Trump
acaparando todos los reflectores, y proclamando, con la modestia a la que nos
tiene habituados, que este mundial será el mejor de la historia y, abro comillas,
“el mejor del futuro”.
Fue éstas la ocasión propicia para que el presidente de la FIFA, Gianni
Infantino, su gran amigo, le entregara el Premio Mundial de la Paz,
enmendando la injusticia cometida al no concedérsele el Premio Nobel que se
otorga en Noruega, a pesar de “sus acciones excepcionales y extraordinarias
para promover la paz”. “He salvado millones de vidas, convirtiendo al mundo
en un lugar más seguro”, expresó Trump en sus palabras de agradecimiento.
Dicho sea de paso, el galardón dio pie para que la organización de los
derechos humanos Fair Square, acusara a Infantino de violar el Código de
Ética, al no respetar las cláusulas que pautan su neutralidad política.

La politización del Mundial
Con la anuencia y la complicidad de Infantino, el presidente norteamericano
mostró que también en el futbol puede hacer las cosas al margen de cualquier
criterio que no sea el suyo, tal y como lo ha demostrado en su estrategia
arancelaria, la despiadada política migratoria, su intervención en el conflicto
planteado entre Rusia y Ucrania, las tensiones que ha generado con la Unión
Europea, la resurrección de la Doctrina Monroe con respecto a América Latina
y otros arbitrariedades que encajan dentro de la Estrategia de Seguridad
Nacional, recientemente aprobada, y en cuyo preámbulo se establece la
importancia de los intereses propios de Estados Unidos y la supeditación del
mundo a ese fin.
A lo anterior se suma la degradación progresiva de la propia democracia
americana, denunciada por algunas organizaciones de derechos humanos que
han advertido la implantación de un “populismo autoritario”
Un negocio espectacular
Por su parte, Infantino sabe que, con el respaldo incondicional de Trump,
puede asegurar su reelección para un tercer período como jefe del balompié
mundial. Está seguro de que, más allá de lo que ocurra en la cancha, este
deporte es un gran negocio y lo seguirá siendo en sus manos. Bajo este
propósito está tomando nota de los principales eventos deportivos
estadounidenses (rugby, beisbol, baloncesto), que cada vez más se venden
como un espectáculo.
De allí la idea de multiplicar los espacios, con el fin de que antes, en y después
de los partidos, sean inundados por anuncios comerciales. Un “detalle” sirve
de ejemplo de lo anterior: se ha decidido que en todos los partidos,
independientemente de las condiciones meteorológicas, debe incluir un
descanso de tres minutos a mitad de cada tiempo, denominado “pausas de
hidratación”, lo que dividirá los juegos en cuatro cuartos, concebidos para
aumentar las propagandas.
Cuando se llevó a cabo el mundial anterior que organizó Estados Unidos
(año 1994), temí que el futbol se fuera a “norteamericanizar”, mediante la modificación de algunas de sus reglas, cosa que afortunadamente no ocurrió.
Pero de cara el que se realizará el próximo año, estoy un poco pesimista. Me
asusta, no exagero, el interés de Trump por el “soccer”, su obsesión por ser
recordado como quien lo convirtió en el deporte más popular de su país.
Ni Trump ni Infantino lo impedirán
El fútbol es el deporte más universal, el más importante desde el punto de
vista social, cultural y económico. El único que se juega con los pies,
utilizados para patear el balón, ese objeto redondo, cuyos movimientos hay
que saber descifrar. En este sentido, el poeta Antonio Deltoro habla de “la
venganza del pie sobre la mano”, señalando que la especie que se desarrolló
gracias al cerebro, al ojo y al pulgar, vuelve a su origen pateando una pelota.
Aunque a primera vista luce simple, el futbol es complicado. De acuerdo con
la descripción Jorge Valdano, gran jugador y hoy en día un referente
intelectual indispensable para comprender este deporte, se trata de “una
representación teatral en la que nunca se sabe dónde está el nudo de la obra”.
O como, en otra versión, lo expresó Johan Cruyff, el capitán de la famosa
“Naranja Mecánica, como se denominó a la selección holandesa de la década
de los setenta, se trata de “un deporte muy sencillo, pero jugar un fútbol
sencillo es la cosa más difícil que hay".
En fin, a pesar de lo escrito en estas líneas, yo estaré atento al mundial. Hago
mías las palabras que dijo en una entrevista Kevin Keegan, gran jugador
inglés, "El asunto más difícil es encontrar algo para reemplazar al fútbol,
porque no hay nada. Trump ni Infantino lograrán que no lo vea. Mi vida
siempre ha girado en torno al balón, no puedo traicionar al niño que fui.
Y estaré pendiente, aunque Gemini me quiera quitar el suspenso y adivine que
la selección de España ganará la Copa Mundial.