
“Yo tuve un sueño feliz y mi guitarra cogí, puse todo el corazón y me inspiré pensando en ti”, es parte de la letra de una muy linda y vieja canción tropical. La traigo a colación porque efectivamente tuve un sueño y como no sé tocar guitarra, me reduje a meditar sobre mi país.
Soñé con una Venezuela que había superado íntegramente la crisis y nos desenvolvíamos en franco desarrollo integral, tanto material como espiritual, con zonas industriales inmensamente prósperas y ubicadas en muchos sitios del país, con un comercio e intermediación pujantes, con centros de salud y educativos de primer mundo, con todos los servicios públicos eficientes, disfrutábamos de salarios dignos que nos permitían atender las necesidades básicas, el esparcimiento y podíamos ahorrar, no había pobreza ni hambre, el bienestar y la felicidad eran rebosantes y las disfrutábamos de mil maneras. Era un pueblo infinitamente solidario y el malestar de unos era de todos, éramos amigos fraternos y las diferencias las dirimíamos con altura y civilidad, compartíamos los momentos buenos y también los pocos malos. Teníamos gobernantes de una estupenda convicción de servicio y vocación de ser útiles, demócratas y amantes de la libertad y la justicia. Los partidos políticos entendían que cuando se trataba del interés nacional, era solo eso y nada más y como tenían la recién experiencia que unidos superamos la crisis, ello nos sirvió en mucho para asimilar la función pública como si fuera de apostolado.
Viví y disfruté esos instantes, los del sueño, cargado de una inconmensurable emoción, optimismo y con la esperanza de todo ser mejor aún, optimizar nuestras vidas. Los gobernantes eran personas dignas, éticas, respetables e íntegramente dedicados a servir, nunca a servirse y ello les ganó un merecido gran prestigio, eran muy respetuosos de la autonomía e independencia orgánica y funcional de las ramas que integran el Poder Público Nacional. Bien puedo decir el país soñado.
Pero como los sueños sueños son, me desperté y volví a la realidad pensando que ese país soñado es alcanzable y perfectamente posible, solo falta que nos unamos y nos pongamos de acuerdo, que todos rememos en la misma dirección y apartemos las subalternas diferencias que nos distancian. Los recursos aún los tenemos solo falta su buen e inteligente uso y disposición.
Los sueños generalmente son cargados de fantasía que llegan a la utopía, pero éste que tuve para nada lo es. Todo lo señalado es perfectamente posible, transformarlo en realidad depende exclusivamente de nosotros. El espíritu de grandeza origina acciones también de grandezas, lo primero lo tenemos, el espíritu, hace falta acometer lo segundo, las acciones. Pensemos y tengamos bien claro que solo necesitamos la compañía y ayuda de Dios, que las imploramos a diario, lo demás es de nuestra exclusiva responsabilidad que debemos atender cuanto antes, YA.