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El Síndrome de Hubris, complejo enfermizo del político

opresión
Tiempo de lectura: 4 min.

La diosa HUBRIS o HIBRIS que para los griegos pasaba la mayor parte del tiempo entre los mortales, personificaba en su mitología la insolencia o la falta de moderación o de instinto razonable, lo que era considerado como comportamiento deshonroso y censurado en en esa antigua sociedad. Esa conducta negativa se aplicaba generalmente a héroes que lograban la gloria en contiendas bélicas y asumían posturas faltas de moderación con conductas que infringían las normas de convivencia establecidas.

Los psiquiatras Manuel Ángel Franco, presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatria y David Owen expolitico y neurólogo británico, han realizado profundas investigaciones sobre el tema y fue Owen quien tituló el fenómeno como “Síndrome de HUBRIS” para explicar lo que él califica como “un trastorno de personalidad que no se da sino en el medio de cultivo del poder que lo activa y lo exacerba”. Ambos estudiosos del tema señalan que quienes sufren esta endemia tienden a considerar su campo de acción como el escenario donde deben ejercer su poder para realizar sus grandes ambiciones que las lleven a conquistar la gloria.

En el ámbito de la actividad política se da con mucha frecuencia ese comportamiento que configura un cuadro clínico o patológico, con características de una enfermedad o de una condición o estado negativo que, según Owen y Franco, se deriva de la “locura” que promueve el poder que con frecuencia, intoxica tanto afectando al juicio de los dirigentes, y se acentúa cuando algunos conquistan posiciones relevantes de gobierno en las que, auspiciados por una legión de incondicionales progresivamente asumen la creencia de que esas posiciones las han logrado por mérito propio y se consideran infalibles e insustituibles, lo que los lleva a promover planes megalómanos y tesis personales de gobierno que desbordan toda realidad y su capacidad de acción.

La permanencia en el poder hace que el político con el Síndrome de HUBRIS, desarrolle un estado paranoico y delirante que lo lleva a promover el culto a su personalidad y la obsesión por su auto imagen, considerándose como un mesías o un designado por los dioses o antiguos héroes. Con ese trastorno el afectado tiende a sospechar de todo el que le haga una mínima crítica, llegando al extremo de reducir a unos muy pocos sus asesores de confianza y a tomar decisiones por su propia cuenta en la creencia de ser el dueño absoluto de la verdad, por lo que no reconoce sus equivocaciones ni acepta controles externos a su gestión, lo que genera un caldo de cultivo propicio a los manejos y ilícitos y a la corrupción. Lo más grave, según el psiquiatra Franco es que es difícil tratar ese cuadro patológico porque quien lo padece no tiene conciencia de ello.

Las características del Síndrome de HUBRIS encajan perfectamente en la conducta o comportamiento de muchos actores políticos que han dejado profundos daños en su gestión como operadores políticos y como gerentes de gobiernos. En la historia contemporánea se señalan muestras relevantes de estos
personajes que han ejercido la política y el poder al impulso de este síndrome esquizofrénico. A nivel mundial los casos de Hitler, Stalin y de Mao Zedong, destacan por la masacre de seres humanos que causaron. Hitler ocasionó con su ideología racial y el Nacional Socialismo la muerte de más de 40 millones de civiles y 20 millones de soldados, incluyendo 6 millones de judios durante el Holocausto. Stalin con su dictadura comunista provocó La Gran Purga o el gran terror, incluyendo una masiva hambruna y fusilamientos para sostener su genocida régimen dictatorial e impulsar una forzada industrialización de Rusia, todo lo cual generó más de 20 millones de pérdidas de vidas humanas. Mao, el mayor genocida de la historia, impuso en China un sanguinario régimen comunista, también con delirios de grandeza y de poder para forzar, con El Gran Salto, la industrialización y colectivización agrícola de China, generando una hambruna que causo más de 45 millones de fallecidos, además de los provocados por su llamada Revolución Cultural que elevó a más de 75 millones de muertos el total de las víctimas de su genocida régimen.

En America Latina y el Caribe las secuelas del Síndrome de HUBRIS han sido reforzadas por la histórica cultura caudillesca, presente en la región desde los inicios de esos países como republicas independientes y que con regímenes populistas y jerarcas enfermizos, demagogos y mesiánicos, han entorpecido severamente el progreso económico y social y el desarrollo de las instituciones democráticas de los mismos.

Como recurrente padecimiento de actores políticos, el síndrome de HUBRIS representa uno de los males que afecta a la democracia en America Latina y el Caribe, en parte relacionado con la cultura caudillesca y los defectos del sistema presidencialista que con frecuencia facilita que los jefes de estado asuman posturas monárquicamente y autoritarias. Por ello se hace impostergable la necesidad de promover la educación cívica y los valores democráticos para fomentar el capital social, combatir la ignorancia y asegurar una genuina democracia de ciudadanos, con la que al menos se pueda reducir notablemente estas falencias que tipifican la endeble institucionalidad democrática de la región. Recordar que como lo señalaba Juan Bautista Alberti, (1810-1884)- escritor y político argentino, promotor de la democarcia liberal en su país-,: “La ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende”.

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