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El regreso de Dios

paloma
Tiempo de lectura: 4 min.

“Dios está muerto. Dios permanece muerto. Y lo hemos matado nosotros”, escribió Friedrich Nietzsche en su libro La gaya ciencia publicado en alemán en 1882. Su famosa y provocativa declaración estaba respondiendo al hecho de que el avance de la ciencia y el racionalismo, y sobre todo la teoría de la evolución de Charles Darwin expuesta en El origen de las especies de 1859, había demolido la base teológica de las creencias cristianas, las ideas del mundo como creación divina y de Dios como un ente supernatural todopoderoso. Pero en los argumentos de Nietzsche, desarrollados en varias obras en los años siguientes, más que una liberación esto fue un drama para los seres humanos. “Dios está muerto, pero su estatua se mostrará por siglos en una cueva donde seguirá echando una sombra, tremenda y espantosa, en la pared”, prosiguió. No obstante, para él intentar mantener el contenido ético y moral del cristianismo sin creer en la teología era una hipocresía y una mentira, como señala Sue Prideaux en ¡Soy dinamita!, su magnífica biografía del filósofo alemán.

La solución que muchas sociedades occidentales encontraron fue el Estado laico y una sociedad cada vez más secular. Pero como Nietzsche anticipó, la sombra en la cueva nunca se borró. Los valores judeocristianos seguían en los cimientos de las sociedades europeas. En muchos países latinoamericanos el Estado laico chocó con la religiosidad popular, profundamente arraigada. En México este choque desató una guerra civil, la Cristiada, que costó tal vez ochenta mil vidas entre 1926 y 1929. Escribo estas líneas desde Lima, donde este octubre, como todos los octubres, decenas de miles de fieles acompañan a la imagen del Señor de los Milagros en sus múltiples salidas por el centro histórico de la ciudad en un culto que se remonta al siglo XVII. En Estados Unidos, por otro lado, la primera enmienda a la Constitución, apoyada por Thomas Jefferson, prohibió el establecimiento de una religión patrocinada por el Estado. Eso no impidió que las iglesias cristianas jugaran un papel fundamental en la vida nacional.

Sin embargo, la observancia religiosa por lo general ha disminuido en las sociedades occidentales, especialmente en Europa. España es un caso radical de esto. Cuando murió el general Franco hace exactamente cincuenta años, 95% de los españoles eran católicos bautizados y 60% asistían a misa. En 2022 solo uno de cada dos se identificó como católico y uno de cada cinco todavía iba a misa.

Todo esto hace particularmente digna de atención una reciente recuperación en la religiosidad en Occidente y, más ampliamente, en el mundo. En Dios ha vuelto, publicado en 2009, John Micklethwait y Adrian Wooldridge (ambos excolegas míos en The Economist) identificaron un renacimiento global de la fe hacia finales del siglo XX. En el mundo islámico, esto se manifestó en el surgimiento de regímenes y movimientos islamistas, que en algunos casos desplazaron a regímenes militares laicos. En la India, Narendra Modi, la figura política dominante en este siglo, reivindica el lugar preeminente del hinduismo en la nación a expensas de la minoría musulmana. En Estados Unidos, varias figuras influyentes en el movimiento maga de Donald Trump son católicos, como Steve Bannon y J. D. Vance.

 

Ahora parece que este renacimiento religioso está llegando a Europa, la región laica por excelencia. Se manifiesta especialmente entre los jóvenes. En Reino Unido, un estudio reciente estimó que el 16% de los adultos jóvenes ahora asisten regularmente a servicios religiosos. Y en España el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) encuentra que entre los españoles con menos de 35 años los que se identifican como católicos se han incrementado de un mínimo histórico del 35% en 2023 al 41% en 2025. Un interesante artículo de Diego Garrocho (“El giro católico”) en El País que analizó este fenómeno parece haber tocado una fibra, suscitando una serie de reflexiones en el mismo periódico y en otros. Garrocho enumeró varias señales de que “el catolicismo está de moda”, desde las imágenes religiosas en la publicidad para el nuevo álbum de Rosalía a Los domingos, la nueva película de Alauda Ruiz de Azúa sobre la vocación de monja de una joven, o el otorgamiento del premio Princesa de Asturias de Humanidades a Byung-Chul Han, un pensador católico surcoreano.

No es difícil encontrar explicaciones para este renacimiento religioso, en la crisis del liberalismo y el fracaso del culto al progreso, que en buena medida reemplazó a la fe en Dios. El declive relativo de Occidente ha llevado a que las generaciones jóvenes ya no vean posibilidades de tener mejor vida terrenal que sus padres. Las identidades tradicionales se encuentran amenazadas por la percepción de una inmigración no controlada y la revolución digital. El surgimiento de las redes sociales ha llevado a una paradoja: muchos estudios registran que más jóvenes que nunca expresan sentimientos de aislamiento social. La pandemia creó un sentimiento generalizado de vulnerabilidad humana. Frente al individualismo del mundo neoliberal, hay una búsqueda de valores más comunitarios. Detrás de la crisis política que representa el populismo hay una crisis moral que Nietzsche identificó hace siglo y medio: creer en Dios es difícil, pero vivir sin él es más difícil aún.

Si se consolida y avanza, ¿habrá implicaciones políticas de este giro religioso? Hasta ahora ha sido un refuerzo para la derecha. Una de las características de los votantes de partidos de derecha en España es su identificación religiosa. En América Latina, la insurgencia de las iglesias evangélicas ha sido un factor en el surgimiento de una derecha más radical. Pero no necesariamente va a seguir así. Por cierto, el cristianismo intentó imponer un código de comportamiento conservador, especialmente para las mujeres. Pero fue precisamente su establecimiento como una fuente de valores independientes del Estado lo que permitió, a la larga, la aparición del liberalismo y la democracia. Históricamente, el cristianismo ha sido tanto conformismo como disidencia. Si bien nos cuesta vivir sin mitos que nos reconfortan, estos pueden tomar muchas formas distintas.

1 de diciembre 2025

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