
Noruega, cuya capital es Oslo, es un país con larga experiencia en procesos de paz y reconciliación, ha sido facilitador en decenas de procesos en los últimos cuarenta años, participando en diálogos de paz en Asía, América Latina, África y Medio Oriente. Es reconocido en la comunidad internacional como un mediador válido. Su política interna y externa, su neutralidad y su estabilidad política, económica y social, son algunas de las razones que da al gobierno de Noruega la condición de apoyar las mediaciones de conflictos en todo el mundo, por ello se ha ganado el respeto y consideración de todos.
Desde 2019, representantes del régimen que tenemos y de la oposición nacional han mantenido reuniones en el país nórdico, Noruega, con la idea de dialogar sobre una salida a la inmensa crisis que nos abate a todos. El país más rico de Latinoamérica y uno de los primeros del mundo, hoy padece una inmensa pobreza y hambre angustiantes, ahora somos uno de los más pobres y con hambre del mundo. La conversación se inició en Cuba y luego se trasladó a Oslo. Este diálogo fue recibido por el país en medio de un gran escepticismo, por los antecedentes fracasados.
En nuestro caso Noruega ha sido muy cauteloso a la hora de formular críticas al régimen de Maduro, para mantener su condición de mediador neutral. Oslo hizo y extremó todo lo que pudo para lograr una salida favorable, pero la irracional terquedad del régimen y su insólito deseo de mantener el gobierno para siempre, no hicieron posible un acuerdo aceptable. Ante esa conducta impropia de un gobierno civilizado, muy lamentablemente, Noruega acaba de decidir que ante la irracionalidad del régimen que pretende utilizar el diálogo solo para ganar tiempo, perpetuarse en el poder y sin voluntad real de negociar con racionalidad, además de la profunda desconfianza entre los actores y la ilegitimidad del régimen que no representa a nadie y perdió todo el calor popular que alguno vez tuvo, muy lamentablemente dar por concluida su intervención mediadora.
Lo ocurrido es una muestra más que con este régimen no se puede ni debe dialogar porque es perder el tiempo y uno acaba enardecido. La única manera de llegar a acuerdos con el régimen es ir al diálogo con disposición de entrega y sujetarnos a sus impuros deseos. La comunidad internacional guardaba cierta esperanza, pero lo sucedido o causado por el régimen, tira por tierra todo optimismo. Dios quiera rectifiquen, que no es nada fácil, pero Él, Dios, lo puede lograr, cuanto antes porque vamos disparados a la profundidad insondable del abismo más escabroso.