El futbol es el único deporte que se juega con los pies. Implica patear el balón, ese objeto redondo que pesa un poco menos de medio kilo y cuyos movimientos hay que saber controlar. Aunque a primera vista luce simple, es complicado. De acuerdo con la descripción Jorge Valdano, se trata de “una representación teatral en la que nunca se sabe dónde está el nudo de la obra”.
Progresivamente se ha convertido en un enorme negocio, cuyo eje es la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA), organización fundada en 1904 y coordinadora de una red federaciones nacionales, esparcida por todos lados. No obstante ser desde el punto de vista jurídico, una asociación sin fines de lucro registrada en Suiza, actualmente semeja una gran corporación que maneja grandes enormes cantidades de dinero que, por supuesto, se dejan colar en sus decisiones, contradiciendo la doctrina del “fair play”.
La FIFA tiene a su cargo la organización de la Copa Mundial, un evento que se realiza cada cuatro años acaparando la atención de cerca de dos tercios de los terrícolas y que se llevara cabo el próximo año, teniendo como sede a tres países (México, Estados Unidos y Canadá).
No hubo el Pacto de la Arepa
La selección venezolana nunca ha podido clasificar, es la única sudamericana que no lo ha logrado. Pero en esta ocasión, y gracias al azar, pudimos tener la ilusión de que lo conseguiría, aunque algunos feligreses del escepticismo dijeron que podría tratarse de un espejismo.
No obstante, siempre hay que inventarse motivos para creer que ocurrirá lo que deseamos que ocurra y, por tanto, yo “tuve fe”. Ciertamente la clasificación parecía estar al alcance de la Vinotinto, dado que, por un lado, la FIFA elevo de 24 a 48 el número de selecciones participantes y, por otro, nuestra selección consiguió la oportunidad de llegar al “repechaje” o “repesca”, última oportunidad que se la de a un equipo para participar, tras no haberlo logrado el pase en una primera instancia. Así las cosas, nuestra selección se clasificaría porque, aun perdiendo contra Colombia, pues resultaba inconcebible pensar que la selección de Bolivia saliera victoriosa frente a la brasileña.
Pero el balón, redondo e imprevisible, desmintió las profecías. Ocurrió que Colombia apabullo a nuestra selección, refutando lo que algunos deslenguados calificaron como el “pacto de la arepa”, en virtud del cual el equipo de nuestros vecinos se dejaría ganar. Y, por otro lado, Bolivia sacó provecho de su estadio, ubicado a cuatro mil metros de altura, y venció a Brasil, mediante un dudoso (¿sospechoso?) penalti.
En fin, ocurrió lo peor y lo que parecía menos probable. Hasta Gemini se equivocó al vaticinar que “Colombia y Venezuela igualarían a un tanto, lo mismo que Bolivia y Brasil”
Chao Bocha
El director técnico de la selección, el argentino Fernando “Bocha” Batista, fue el foco de las críticas. Sin tener una trayectoria marcada por logros notables, fue contratado por la Federación Venezolana de Futbol (FVF) por tres millones de dólares, cifra impensable (¿inmoral?) en un país cercado por una crisis humanitaria, convirtiéndose, según revelan los especialistas, en uno de los diez entrenadores mejor remunerados del planeta.
El mismo reconoció su fracaso y fue destituido poco después de que el presidente Nicolás Maduro declarara que “Venezuela toda exige una reestructuración del cuerpo técnico”, asegurando que “el fútbol ha crecido hasta casi desplazar al beisbol como deporte nacional, y que “es imperativo reorganizar la estrategia, la doctrina y la línea de combate y de trabajo”. Aquí entre nos y en honor a la verdad, no me quedo muy claro lo de la doctrina y el combate.
Sin embargo, le falto señalar que la responsabilidad recae principalmente en la Federación de Futbol de Venezuela (FVF), presidida por el empresario Jorge Giménez, estrechamente ligado a su gobierno, y cuyo primer vicepresidente es Pedro Infante, miembro de la directiva del PSUV y ex Ministro del Deporte
Dentro del estilo aparatoso, ruidoso y con pocas nueces, que marca las iniciativas gubernamentales, cambió la sede del organismo, ubicándola en una amplia oficina situada en el pent-house de un gran edificio y, mediante un acuerdo con la aerolínea Rutaca, se dispuso de un avión Boeing 777, pintado con los colores de la Vinotinto, para trasladar a la selección durante las eliminatorias.
Así mismo, apostó a una campaña publicitaria que, ciertamente, genero una imagen muy positiva, mediante un atractivo mensaje resumido en “Mano, Tengo Fe” y tal como lo han señalado diversos periodistas, fortaleció la Marca Vinotinto. Pero, como seguramente lo ha escrito Perogrullo en alguno de sus libros, el desarrollo del futbol va más allá del “marketing”
En verdad, históricamente la FVF no tiene mucho de que presumir. Antes se podría entender su intranscendencia, dado que el balompié era poco importante que como deporte y como espectáculo, no tenía comparación con el beisbol, pero esta no es, para nada, la situación hoy en día.
La historia se repite
Dado que soy muy desordenado no pude encontrar el archivo donde guarde un artículo que había publicado hace muchos años y tuve, entonces, que pedirle Gemini que me lo buscara. A continuación, copio las conclusiones que escribí.
“En fin, desde hace tiempo en el balompié venezolano vienen pasando cosas, pero sin que, en verdad, pase nada. Todo sigue más o menos igual dentro de un largo ciclo de ilusiones (esta vez seguro que sí ¡¡) y de frustraciones (que vaina, nos fue mal otra vez ¡¡), que lo que hace es ocultar los temas de fondo y posponer el plan de tareas que hay que emprender para mejorar, no maquillar, nuestro fútbol. No puede decirse, entonces, que cuente con los cimientos apropiados ni que se encuentre bien encausado, aun cuando últimamente haya habido mejorías. Al contrario, sigue haciendo gala de una ostensible precariedad – no hay tornillos que sujeten las cosas, sólo alfileres -, una condición inexplicable después de tanto tiempo. Es que nuestro fútbol padece un déficit estructural, no se trata de catarro y no le basta, por lo tanto, con aspirinas y limonada caliente, requiere de medidas de más calibre”.
En pocas palabras, el pasado continúa.
HARINA DE OTRO COSTAL
(La sombra de la violencia en Estados Unidos)
Donal Trump continúa haciendo de las suyas, baipaseando normas e instituciones y haciendo de Estados Unidos un país cada vez más polarizado y violento. La última señal de lo anterior son las declaraciones y medidas que ha tomado a raíz de la muerte de Charlie Kirk, el joven líder político que lo apoyaba, asesinado mientras pronunciaba un discurso durante un evento universitario.
Su reacción frente a semejante tragedia no pudo haber sido peor. Inmediatamente, sin siquiera tener la certeza sobre las circunstancias que rodearon lo acontecido, culpo a la izquierda, termino amplio del que ha echado mano para calificar a quienes muestran inconformidad con su gestión, un saco amplio en el que también suele meter al Partido Demócrata. Son ya varias las medidas tomadas, penalizando, incluso, a los que sin la menor vacilación han condenado el crimen, pero prenden las alarmas frente a la violencia y cometen el pecado de llamar a la concordia nacional
En suma, el evento está siendo utilizado para justificar una mayor represión política y no son pocas las voces autorizadas que asoman la posibilidad de una guerra civil en Estados Unidos.
Dicho la anterior, resulta inexplicable que, desde sectores de la oposición venezolana, se siga viendo a Trump como opción para salir del pésimo gobierno de Nicolas Maduro, ignorando, por cierto, la mala experiencia de las intervenciones norteamericanas en otros países (Irak, Libia, Afganistan…)
El Nacional, 19 de septiembre año 2025