Dedicado a Carlota Perez, desde hoy Dra. Honoris Causa de la UCV,
−con los pies en su tierra venezolana−, una quijotesca soñadora
de la innovación y el desarrollo.
Comenzamos a ver en la entrega anterior los principios éticos que están detrás y diseminados por toda la obra de Cervantes: la búsqueda de la justicia y la “defensa de los desamparados, con base en ‘desfacer entuertos” y favorecer a los débiles. Estos principios se desarrollan en la segunda parte de la obra, en los consejos que da don Quijote a Sancho acerca de cómo debe desempeñarse como gobernador de la ínsula de Barataria. Ese será el tema que desarrollaré a continuación, en esta “otra mirada” a Don Quijote de la Mancha.
La promesa de Don Quijote
El capítulo 7 de la primera parte −fundamental, pues allí se define uno de los núcleos de la novela− inicia la relación entre don Quijote y Sancho: caballero y escudero, amo y vasallo; y lo más importante, el idealismo del caballero frente al sentido práctico, realista y materialista de su escudero. Buscando corregir algunas de las desgracias de su primera salida, don Quijote encuentra en un vecino, Sancho Panza, al escudero que lo acompañe en una nueva aventura. Todo parte de una promesa espectacular y fantástica: para convencerlo, le explica que es práctica común que los caballeros andantes obtengan reinos o ínsulas en sus batallas y las entreguen a sus leales escuderos. Así le promete a Sancho:
“…le podría suceder aventura que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernar de ella.”
Sancho, materialista, codicioso y simple, aun ignorando qué es una ínsula, deja casa, mujer e hijos y se convierte en su escudero.
La promesa de la ínsula y la gobernación es constantemente recordada por Sancho:
“Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me tiene prometido, que yo la sabré gobernar, por grande que sea.”
Esa promesa es renovada por don Quijote en varias oportunidades. Pero es sobre todo en el capítulo 33 de la segunda parte cuando la fantasía se convierte en promesa real, al provenir de un noble de alto rango, el Duque. Para Sancho, ello constituye una garantía absoluta que lo lleva a prepararse con seriedad para la gobernación de la ínsula Barataria.
Se concreta la promesa
Los denominados Duques juegan un papel importante en el cumplimiento de la promesa a Sancho. Aparecen por primera vez en el capítulo 30, cuando se encuentran con don Quijote y Sancho. Los reconocen por haber leído la primera parte de la novela −publicada en 1605− y deciden invitarlos a su “casa de placer o castillo” para burlarse de ellos, montando diversos actos basados en las novelas de caballerías. Las burlas son prolongadas, crueles y complejas, e incluyen nombrar a Sancho gobernador de Barataria, una propiedad de los Duques que hacen pasar por la ínsula prometida por don Quijote.
Los Duques nunca son identificados por sus nombres en la novela. En ellos, Cervantes representa a la nobleza y aristocracia de la época, criticada de manera mordaz por utilizar su poder y riqueza para humillar a quienes consideran inferiores, en este caso el caballero y su escudero.
En el capítulo 33, ante una afirmación de Sancho: “…viva él y viva yo, que ni a él le faltaran imperios que mandar ni a mí ínsulas que gobernar.”, el Duque reafirma el ofrecimiento de don Quijote:
“No, por cierto, Sancho amigo −dijo a esta sazón el duque−, que yo, en nombre del señor don Quijote, os mando el gobierno de una que tengo de nones, de no pequeña calidad.”
La promesa, de manera burlona, se concreta en los capítulos 42 y 45 de la segunda parte, con todas sus implicaciones.
Los consejos de Don Quijote
En los capítulos 42 y 43 de la segunda parte de la monumental novela, don Quijote ofrece a Sancho Panza una serie de consejos −antes de que parta a gobernar la ínsula Barataria− que constituyen un verdadero código moral y político para guiar el gobierno. Para algunos analistas de El Quijote (cosa que yo no soy), estos capítulos son uno de los tópicos más importantes de la obra, donde se manifiestan la sabiduría y el humanismo de Cervantes y su caballero andante, parta o no de su “locura” caballeresca.
Podemos dividir estos consejos en dos grupos: los que tienen que ver con la ética y el gobierno, y los que se refieren más a la moral, entendida como un conjunto de normas prácticas, costumbres y valores que una sociedad considera correctos.
Consejos éticos y morales
Don Quijote es consciente de la gravedad que implica gobernar, pues:
“…los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones.”
Por eso le dice a Sancho que no atribuya a sus “merecimientos la merced recibida…” y comienza a detallar los principios éticos que considera esenciales para un gobernante justo. Podemos resumirlos así:
- Temer a Dios y ser sabio: “…has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.” En un mundo enteramente laico, si tal cosa existiera, don Quijote nos diría que lo que hay que temer es violar la ley fundamental, producto del acuerdo entre los hombres: la Constitución, resumen de nuestra sabiduría social.
- Conocerse a sí mismo y ser humilde: “…has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse.” Le recuerda su humilde origen: “haber guardado puercos en tu tierra… de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores… préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio.” Podría interpretarse hoy como un llamado al gobernante a recordar al pueblo de donde procede su mandato.
- Aplicar la justicia y la misericordia: “…no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.” Además: “Al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.” Y concluye: “…aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia.”
- Imparcialidad en el juicio: “Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso.” También le advierte: “Si viniere a hacer justicia alguna mujer hermosa, aparte tus ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos… hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico.”
- No ser envidioso: “…si tomas por medio a la virtud y te aprecias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y abuelos tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.”
- Reconoce los lazos familiares y el mérito: Don Quijote le recomienda a Sancho que no reniegue de sus orígenes y pasado: “…si acaso viniere a verte cuando estés en tu ínsula alguno de tus parientes”. Pues le recuerda que la sangre se hereda, pero la virtud se adquiere. Le dice que no se avergüence de su linaje humilde y que honre la virtud por encima del abolengo.
- Verdad sobre Promesas: Le advierte que “…descubras la verdad entre las promesas y dádivas del rico, como entre los sollozos e importunidades del pobre”. Es decir, debe buscar la verdad sin importar la posición social.
De allí pasa don Quijote a darle a su escudero algunos consejos acerca de cómo comportarse y presentarse en público, para reflejar la “dignidad” de su cargo.
Consejos para el Cuerpo y el Comportamiento
Este segundo grupo de consejos se centra en cómo debe presentarse y comportarse Sancho en público, para mantener la dignidad de su cargo; consejos que se harían extensivos a todos los gobernantes, incluso hoy en día:
- Pulcritud y vestimenta: Debe ser limpio y cortarse las uñas. En cuanto al vestir, le recomienda evitar lo “desceñido y flojo”, pues la compostura del cuerpo refleja la del alma. Le sugiere vestir con decoro de gobernador, no de villano, y le da recomendaciones concretas. A pesar de ello, los Duques visten a Sancho como “letrado” y “capitán”; pero Sancho, siempre realista y consciente de su condición, replica: “Vístanme… como quisieren, que de cualquier manera que vaya vestido seré Sancho Panza”.
- La manera de andar: Don Quijote, quien conoce bien a su escudero, le recomienda: “Anda despacio; habla con reposo… toda afectación es mala.”
- Moderación en el comer y beber: “Come poco y cena más poco; que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.” De igual manera le pide ser templado con el vino, que “ni guarda secreto ni cumple palabra”; y que evite ciertos alimentos, como ajos y cebollas “…para que no saquen por el olor tu villanería”. También le aconseja moderar el sueño y el descanso, pues “…el que no madruga con el sol, no goza del día… que la diligencia es madre de la buena aventura y la pereza, su contraria…”
- Evitar la vulgaridad: Le pide que no “masque a dos carrillos” −no coma con la boca llena− y que evite “erutar” −regoldar− delante de la gente.
- Evitar el uso de refranes: En una discusión cómica y frustrante para Don Quijote, le pide que modere su inmensa costumbre de insertar refranes en todas sus conversaciones. Aunque son sentencias breves, su abuso “…hace la plática desmayada y baja… más traen consigo pesadumbre que agrado”. Sancho promete seguir el consejo, pero al responder lo hace “…con una letanía de ellos”, para exasperación de Don Quijote.
Entre los consejos de Don Quijote hay dos que no se ajustan exactamente a ninguno de los grupos anteriores, pero que vale la pena destacar:
- Recomienda a su escudero que, si trae consigo a su mujer a gobernar −algo que debe hacer todo gobernante−: “…enséñala, doctrínala y debástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto suele perder y derramar una mujer rústica y tonta.” Qué duda cabe que este consejo le habría venido muy bien a algunos gobernantes de hoy, sean hombres o mujeres.
- Aconseja que no dispute sobre “linajes” y menos: “…comparándolos entre sí… pues por fuerza uno ha de ser el mejor, y del que abatieres serás aborrecido, y del que levantares en ninguna manera premiado
En esencia, Don Quijote, el supuesto loco, imparte una lección magistral de ética política, humildad y decoro social al rústico Sancho Panza, preparándolo para un cargo que, irónicamente, es una elaborada broma de los Duques. Sancho, a pesar de sus debilidades, en su muy breve ejercicio −apenas diez días− aplica muchos de estos principios, demostrando la bondad innata de su corazón.
Cómo gobernó Sancho
Sancho se dirige a gobernar la ínsula Barataria, que en realidad es un pequeño pueblo −parte de los dominios de los Duques, quienes habían preparado una elaborada broma− y los habitantes lo reciben como parte de la farsa.
Durante su breve gobierno, Sancho Panza deja ver toda su “sabiduría”, por ejemplo, en varios juicios que le tocó enfrentar y que resolvió de manera inesperada e ingeniosa. A título de ejemplo, describiré muy brevemente uno de ellos, esperando estimular la curiosidad del lector a buscar los demás a partir del capítulo 45 de la segunda parte.
Todos los fallos de Sancho son originales y divertidos, pero éste resulta una clara demostración de sabiduría popular. Se trata de una mujer −que Sancho identifica de inmediato como prostituta− que acusaba a un hombre de abusar de ella por la fuerza y, además, negarle el pago de sus “servicios”. Sancho obligó al hombre a entregarle a la mujer veinte ducados en una bolsa y le ordenó a la mujer que se marchara, lo cual hizo complacida. Luego le dijo al hombre que la siguiera y le quitara la bolsa; al no lograrlo, ambos volvieron ante él y la mujer reclamaba enfurecida. Sancho tomó la bolsa de la mujer, se la entregó al hombre y le dijo a ella:
“…si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esa bolsa la mostrárades… para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza. Andad con Dios… y no paréis en esta ínsula… so pena de doscientos azotes… ¡churrillera, desengarzada y embaidora!”
Más allá del ingenio de Sancho, Cervantes muestra que la justicia no depende de la erudición, sino del sentido común y la honestidad. Sancho, sin formación alguna, totalmente iletrado, aplicó su lógica y pragmatismo para desenmascarar engaños y proteger a los más débiles. Cumplió, además, los consejos de Don Quijote: ser prudente, imparcial y cercano al pueblo, evitando dejarse llevar por otros intereses.
Final del gobierno de Sancho
Omitiré detalles del gobierno de Sancho −que invito a leer de los capítulos 45 a 53− y referiré solo el repentino final de su mandato, que apenas duró diez días y terminó con lo que hoy podríamos calificar como un fallido golpe de Estado, al ser víctima de una falsa invasión militar organizada como burla por los Duques.
Sancho, apaleado y adolorido por combatir a los “invasores”, pero sobre todo lamentando haberse subido “…sobre las torres de la ambición y de la soberbia…”, se sintió abrumado por los peligros del poder y reconociendo que la carga del gobierno no era para él, renunció voluntariamente, diciendo:
“Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada… Yo no nací para ser gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas… sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernantes de otras ínsulas…”
Sancho declara sin dudarlo que prefería la paz de su humilde vida a las vicisitudes y engaños del poder.
Conclusión
Podríamos decir que Sancho “gobernó” −sin saber que era burlado por los Duques y el pueblo de Barataria−, con la verdadera sabiduría que le daba su humilde condición. Demostró, con sus fallos, varias enseñanzas sobre la justicia práctica y concluyó su experiencia reconociendo que la verdadera libertad estaba en regresar a su vida sencilla, al lado de Don Quijote.
Concluiré en la próxima entrega con un “epílogo” que nos dejan los consejos de Don Quijote acerca de cómo gobernar.