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Epílogo de Gobernar con Don Quijote

Quijote
Tiempo de lectura: 12 min.

No es fácil concluir un tema como este, por ello comenzaré por mencionar la opinión de autores − que no son muchos− que han destacado los aspectos políticos de la obra de Cervantes: Don Quijote de la Mancha; sin embargo, entre ellos hay algunos nombres importantes, como Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset; algunos autores marxistas, el propio Carlos Marx y más cercano a nosotros −respetando y siguiendo su propia clasificación− el marxólogo: Ludovico Silva. Veamos, brevemente que plantea cada uno de esta pequeña selección.

Algunos autores y don Quijote

Miguel de Unamuno, en “Vida de Don Quijote y Sancho”, propone una lectura política, una «cruzada» para rescatar a Don Quijote de manos de los «bachilleres», racionalistas y burócratas, para diferenciarse de la razón y la ciencia europeas y acercarse a la «locura» quijotesca de la fe y la voluntad, en una política del irracionalismo heroico.

José Ortega y Gasset, en “Meditaciones del Quijote”, ve reflejada en el Quijote la tragedia de España; un personaje, heroico, que intenta imponer su voluntad −»Yo soy yo»− a una realidad −»mi circunstancia»− que no lo acepta. Políticamente, Ortega usa esto para criticar la falta de liderazgo que conduzca a España para salir de la decadencia nacional.Karl Marx, y el marxismo en general, ven al Quijote como un documento histórico que retrata al feudalismo y el nacimiento del Capitalismo. La “locura” de don Quijote era precisamente vivir bajo las reglas de la caballería en un mundo que ya había comenzado a vivir bajo reglas burguesas: “Don Quijote pagó caro el error de creer que la caballería andante era compatible con todas las formas económicas de la sociedad.»Ludovico Silva, “marxologo” venezolano al reflexionar sobre la «Plusvalía Ideológica», plantea que la ideología es la falsa conciencia de la realidad, y eso es lo que los libros de caballerías eran para don Quijote: no veía la realidad −molinos, rebaños, ventas, etc.− sino lo que los libros de caballerías le decían que debía ver: gigantes, ejércitos, castillos; sin embargo, Silva, filólogo y poeta al fin, para él la locura de Quijote no es psiquiátrica, sino lingüística y social, de alguien que sustituyó la realidad por imágenes y palabras.

La otra mirada

Cuando propuse “otra mirada”, otra lectura, de Don Quijote de la Mancha, es porque estoy convencido que, en su obra, Cervantes no se limita a parodiar los libros de caballerías, sino que a través de su novela se reflexiona y discuten cuestiones esenciales de la vida social y política, de su época y hasta nuestros días. Aunque son múltiples las visiones y las formas de acercamiento a su obra, yo escogí una “mirada” política. A través de algunos personajes, diseminados por toda la novela, y especialmente mediante los consejos a Sancho Panza acerca de cómo gobernar, y la breve experiencia de gobierno de este en la ínsula de Barataria −apenas diez días−, el autor plantea una reflexión sobre la libertad individual y el ejercicio del poder. Los episodios, aparentemente secundarios para el propósito de analizar los principios de gobierno de don Quijote, sin embargo, revelan una visión crítica sobre la legitimidad de las decisiones impuestas y sobre los fundamentos del gobierno, el de su época y proyectado a hoy. Entre las diversas posibilidades, hay dos hilos de historias en el Quijote que quiero destacar −y sobre las cuales proponer esa “otra mirada”− que llamaré: “Buscando la Libertad” y luego, los consejos a Sancho Panza acerca de cómo gobernar.

Buscando la Libertad

Por ejemplo, en el capítulo 29 de la Primera Parte del Quijote, Cervantes introduce, a través de la historia de Dorotea y Cardenio, una reflexión que trasciende lo amoroso para convertirse en una meditación sobre la libertad individual, el poder y el derecho de cada persona a decidir su propio destino, lo cual tiene claras resonancias e implicaciones políticas y sociales

Cervantes resalta durante varios capítulos, a través de los abusos contra Dorotea por parte de Fernando, que la voluntad de los individuos debe prevalecer sobre la imposición externa; proyecta, además, una crítica a los abusos de poder de la nobleza y aristocracia de la época y en general de todos los que creen tener derecho a disponer de la vida de los demás. La defensa, en el caso de Dorotea y Cardenio, nos plantea −si así lo queremos ver− el principio, muy moderno, de que el consentimiento de los gobernados es lo que confiere legitimidad política y social y no la fuerza o el privilegio. Esa defensa del “caballero andante”, en varios episodios que he mencionado en mis artículos anteriores −los galeotes, la dama vizcaína, Dorotea y Cardenio, y otros− Cervantes al plantear que nadie puede ser forzado contra su voluntad, va más allá del idealismo, la irrealidad o la fantasía del Quijote, y se convierte en una verdadera metáfora de la libertad política frente a la tiranía, que trasciende siglos, hasta nuestros días.

Algunos pasajes, como el mencionado de la historia de Dorotea y Cardenio −una mujer engañada y un joven despojado de su amor− nos permiten leer el Quijote no solo como sátira caballeresca, sino como un texto que propone algunos principios básicos, precursores de debates más contemporáneos sobre derechos humanos e individuales. Cervantes, al dar voz a personajes marginados, cuestiona las jerarquías sociales y políticas de su tiempo, en donde plantea −trasladándolo al campo político− que la libertad y el consentimiento son esenciales para cualquier forma de justicia y gobierno. En esta parte de la novela, como ya dije, Cervantes trasciende lo anecdótico amoroso para convertirse en una meditación sobre la libertad y el poder. Cervantes, con su habitual ironía y hondura, convierte las desventuras amorosas en una muestra de las tensiones sociales y políticas de su tiempo. Veamos entonces, en más detalle, como es el desarrollo de estos principios en la obra cervantina.

Los principios fundamentales

Para mi hay tres principios o ideas fundamentales, que se repiten de diversas maneras, a todo lo largo de Don Quijote de la Mancha: la contradicción entre idealismo y realidad; la defensa de la justicia, del débil, expresado en el deber caballeresco; y la dignidad humana, que se expresa en la defensa de la libertad o la realización de la libre voluntad. El mundo caballeresco de don Quijote, versus la realidad, nos invita a desarrollar la imaginación, los sueños, el idealismo y confrontarlo con la realidad; ese mismo mundo caballeresco lleva al Quijote, constantemente, a deshacer “…todo género de agravios…” y a defender a los débiles, desvalidos y menesterosos, frente a una sociedad de castas, de separación, de privilegios donde los poderosos abusan de ese poder; y llevan a Cervantes a plantear la libertad, el ejercicio de la voluntad como valores supremos: “la libertad, Sancho es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos…por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…” (Parte II, cap. LVIII).De esta manera, podemos concluir que Cervantes, en medio de la locura o el fracaso de su personaje, nos presenta la justicia y el deber moral como como fundamentos de un buen gobierno y de la ética personal, aun cuando −y lo vemos en las desventuras de don Quijote− sea difícil aplicarlos en la práctica. Estos tres principios, como dije, diseminados y recurrentes a lo largo de la novela, son los que han hecho del Quijote una obra infinita, inagotable, eterna, universal, para la filosofía política, la ética y la condición humana en cualquier época.Ética del poder y buen gobiernoEn el capítulo 29 de la Primera Parte, Cervantes presenta la historia de Dorotea y Cardenio como un drama íntimo que trasciende lo personal, para convertirse en una meditación sobre la libertad y el poder; y en los capítulos de la ínsula Barataria (Parte II, caps. 42–53), Cervantes nos lleva a una reflexión en el terreno de la política y el gobierno. Sancho Panza, antes de ser gobernador, recibe consejos de Don Quijote que resumen la ética del poder: “Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te avergüences de decir que vienes de labradores” (cap. 42). El buen gobierno, según Cervantes, no depende de la nobleza ni del rango, sino de la prudencia y la justicia. Durante su mandato, Sancho dicta sentencias célebres −“Dad al hombre el juramento, y si jura, soltadlo; que no está en mi mano hacer más” (cap. 45)− y con estas decisiones, Sancho protege la dignidad de los gobernados y evita abusos, mostrando que el poder político legítimo consiste en garantizar la libertad y la equidad. Sin embargo, al final reconoce sus límites: “Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades” (cap. 53), lo que subraya la dificultad de convertir los ideales en práctica política.

La conexión entre ambos momentos es, para mí, evidente: en el capítulo 29, Cervantes defiende la libertad como derecho individual frente a la imposición de los poderosos; en la ínsula Barataria, muestra que esa misma libertad debe ser el eje del gobierno justo. La experiencia de Dorotea y Cardenio denuncia los abusos de quienes creen tener autoridad sobre la vida ajena. A través de esos personajes, en una trama divertida, Cervantes nos muestra que la libertad individual es esencial y que el poder arbitrario destruye tanto la justicia como la armonía social. Por otra parte, los consejos de don Quijote a Sancho y la experiencia de gobierno de este, revelan que el poder político solo es legítimo cuando se ejerce en favor de la libertad y el bienestar común. De esta manera don Quijote, más allá de su locura, nos brinda a los contemporáneos, una visión coherente: la política no puede desligarse de la moral y el respeto a la libertad individual es la base de cualquier forma de gobierno legítimo. Importante lección para una época, la nuestra, en la que muchos piensan que los problemas del mundo no se pueden resolver en el marco de los valores y los principios, llamémoslos, democráticos.

Libertad y poder

Lo que quiero resaltar, a los fines de lo que he venido describiendo y analizando, es que con la trama que comienza en el capítulo 29 −el caso de Dorotea, Cardenio, Luscinda y Fernando− Cervantes, con su habitual ironía y hondura, nos recuerda que la libertad individual es el fundamento de toda justicia y que el poder arbitrario, sea en el ámbito privado o en el político, destruye la armonía social. En ese capítulo, una historia sentimental se convierte en un ensayo narrativo sobre la necesidad de respetar la voluntad de los individuos. En Dorotea y Cardenio late la misma exigencia que Sancho Panza descubrirá en la ínsula Barataria: que gobernar, amar o convivir solo es legítimo cuando se respeta la libertad de los otros.

Ambas historias, la de Dorotea y Cardenio, junto con la sátira del gobierno de Sancho, muestran que Cervantes concibe la libertad como el núcleo de toda convivencia justa. En el ámbito privado, la imposición de Fernando destruye la dignidad y el amor verdadero; en el ámbito público, el poder sin prudencia ni respeto conduce al fracaso del gobernante. De este modo, el Quijote se convierte en una obra que trasciende la literatura caballeresca para ofrecer una meditación sobre la política y la moral: la libertad individual no es solo un derecho personal, sino el fundamento indispensable de cualquier forma legítima de gobierno.Comparación con Platón Pero esta reflexión, esta “otra mirada” comenzó con el nombre de Nicolas de Maquiavelo y una breve alusión a su obra; por lo tanto, creo que es justo terminar con una reflexión y comparación de los principios fundamentales que hemos resumido de don Quijote, con la óptica de Maquiavelo e incluiría a un griego clásico, como Platón, por ejemplo, dado que Cervantes y su personaje se nos revelan como verdaderos platónicos. Aunque Cervantes pudo haber conocido El Príncipe, publicado 60 años antes de comenzar a escribir su obra.

En La República, los principios para un buen gobernante difieren, solo en matiz, de los consejos de Don Quijote, ya que Platón cree también en la importancia de la justicia, pero la vincula estrechamente con la sabiduría y para él, el gobernante debe ser un “filósofo-rey”, una figura que ha alcanzado la sabiduría, para saber qué es lo justo y no solo hacer justicia, sino entenderla profundamente; vemos así como se asemeja en algo al consejo de don Quijote a Sancho de que gobierne con justicia y no se deje llevar por las apariencias; pero, Platón tiene una visión más intelectual y académica del liderazgo y advierte también de la tentación de los halagos, ya que un gobernante sabio no debe actuar por orgullo o deseo de reconocimiento. Este consejo coincide con el de Don Quijote, aunque Platón lo enfoca más en la formación intelectual y ética que en el comportamiento moral cotidiano. De allí se desprende que un gobernante debe haber sido educado en las artes y las ciencias, para que pueda tomar decisiones sabias para el bien común. Don Quijote, por su parte, no enfatiza tanto la educación formal, sino más bien el comportamiento ético y la moderación; además, recordemos que Sancho ni siquiera sabe leer, aunque esto no lo descalifique, a los ojos de don Quijote para ser un buen gobernante.

Nicolas Maquiavelo

Maquiavelo, por otra parte, tiene una visión muy diferente y sus consejos al gobernante pueden parecer más pragmáticos y menos idealistas que los de Platón y por supuesto que de los de Don Quijote. Maquiavelo nos describe que en la práctica los gobernantes se muestran y son crueles o despiadados para mantener el poder y −en El Príncipe− sugiere que la moral tradicional puede ser sacrificada por el bien de la estabilidad política. No ve, como don Quijote, que la justicia sea un fin en sí mismo, sino un medio para mantener el poder y de allí que nos diga que para el gobernante “es mejor ser temido que amado”, ya que el temor es más controlable que el amor. Claramente para Maquiavelo la política de su época era un juego de poder, no de desarrollo de ideales elevados; por lo tanto, el gobernante debe ser pragmático y capaz de adaptarse a las circunstancias. A don Quijote, ya vemos que no le incumben mucho las realidades políticas y está más enfocado en una moral idealista y caballeresca.

Conclusión:

Los consejos de Don Quijote a Sancho reflejan una visión moral e idealista del gobierno, en la que se valoran la justicia, la moderación y la prudencia, pero sin un conocimiento profundo de la política o de la psicología humana. Don Quijote se acercaría más a Platón, pues ambos coinciden en la importancia de la justicia, aunque Platón pone más énfasis en el conocimiento y la educación filosófica. Ambos proponen un modelo de gobierno que se fundamenta en la virtud y en la búsqueda del bien común; pero, Platón parte de la filosofía y don Quijote de la ética caballeresca.

Para Maquiavelo, por otra parte, en su descripción de El Príncipe, esto sería una visión ingenua. Para mí, El Príncipe es una descripción de la realidad que observó Maquiavelo y por eso se aleja completamente de la visión “moralista” de don Quijote y adopta una postura pragmática y realista y describe un gobernante pragmático, astuto y capaz de recurrir al engaño o a la fuerza si la conservación del poder lo exige. La virtud, en su sentido clásico, queda subordinada a la eficacia política: lo importante no es ser justo o compasivo, sino mantener la estabilidad y la autoridad; para el gobernante que describe Maquiavelo la estabilidad y el poder son más importantes que la justicia.

Los consejos de don Quijote a Sancho parten de un ideal caballeresco y moralizante para hacer un gobernante justo y virtuoso. Para Platón esto se refleja en su idea del “filósofo-rey”; para Maquiavelo, ya lo vimos, esto sería una visión ingenua. En cualquier caso, aquí dejo en un simplificado resumen, estas visiones del mundo, que en el fondo difieren menos de lo que nos suelen presentar.

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