Desde la semana pasada, los tres escenarios que utilizamos para caracterizar y hacer seguimiento a la situación de Venezuela, han tenido algunos cambios en cuanto a la factibilidad del escenario pesimista, porque se incorporaron mensajes desde el mismo presidente Trump, sobre que las acciones militares pudieran ir más allá de la mera extracción de capos, y extenderse a la destrucción del aparato narco. Pero esos cambios no incorporaron elementos nuevos, sino que aumentaron la intensidad de algunos de los que ya tenemos incorporados; nada que obligue cambiar las premisas y tener que ajustarlas.
Por lo que se podría concluir que, en los escenarios, estamos en un “más de lo mismo”, especialmente en cuanto a la dinámica de comportamiento de los actores, y en cuanto a la validez de las premisas y referencias:
- Optimista: El chavismo cede sin daños, facilitando una transición rápida y ordenada con apoyo internacional, especialmente de Estados Unidos. Su probabilidad ha disminuido levemente, siempre por debajo del 50%, debido a las divisiones internas en el chavismo, entre los institucionales que buscan entrega, y los radicales que prefieren resistir. Hay que tomar en cuenta que este escenario ya no contempla un exilio dorado, sino el sometimiento a juicio en EEUU
- Inocuo (actual): El chavismo resiste día a día, perdiendo sostenibilidad, pero manteniendo el poder por la fuerza, con una supervivencia agonizante, que se mueve en el campo de lo mediático y comunicacional; amenazas van y vienen, pero excepto las 4 lanchas hundidas, por el momento, para ellos, ya comenzó la Navidad. Este escenario sigue activo, con presión social e internacional creciente, pero sin desenlace inmediato. El humor social está al límite; el riesgo es que la ventana de oportunidad para el cambio se comience a cerrar y la frustración aporte al escenario pesimista
- Pesimista: Escalada de violencia y ruptura forzada para sacar al chavismo. La probabilidad de este escenario supera ampliamente el 50% y va en aumento ante la frustración social, la presión internacional y el deterioro del régimen. Se teme que el progresivo aislamiento y la presión externa puedan detonar episodios violentos no deseados por la mayoría de la sociedad. Y que si en estos días no dan un resultado concreto las conversaciones underground para que se entreguen (escenario optimista), entonces podrían comenzar las acciones militares que, por lo que se ve y se escucha de fuentes oficiosas bien informadas, irían más allá de los ataques desde afuera, y procederían a entrar en el terreno, asegurarse la destrucción del aparato narco que, para los americanos, es el gobierno en general, y se quedarían hasta que la situación se haya estabilizado
No obstante lo anterior, siempre hay que contemplar la opción de que el chavismo "se quede y no salga", más que nada porque no es la primera vez que se los da por “idos” y al final se quedan y “atornillan”; lo cual consistiría en la perpetuación del escenario Inocuo. Pero pareciera que esa ya no es más una opción posible, creíble ni sostenible a mediano plazo, puesto que el chavismo está aislado interna y externamente y ha perdido legitimidad, asociándose con grupos criminales y perdiendo el apoyo nacionalista tradicional.
Por ejemplo, un escenario de “malvinización” intentando lograr una cohesión interna frente a una agresión externa, no solo ya no les funciona, sino que, por el contrario, las lecturas de la situación interna indican que más bien la gente apoyaría esa intervención extranjera. Por lo que la permanencia sine die es poco probable, salvo condiciones imprevistas.
Por su parte, la política venezolana, está atrapada en un ciclo de colapso económico y precariedad social, y presenciando la disolución de su lenguaje tradicional. Los ejes que definieron la contienda durante el siglo XX y principios del XXI —el Nacionalismo Petrolero (tanto chavista como el nostálgico del siglo pasado) y la fidelidad partidista— han entrado en una fase de eclipse terminal.
Venezuela está acelerando su entrada a la era de la pos-ideología, considerando que el nacionalismo bolivariano, a pesar de su retórica, no pudo proteger a la población del colapso de la infraestructura ni de la hiperinflación. Por eso hoy, la única "ideología" que prevalece es la de la supervivencia económica. El votante, joven o mayor, es un “efectivista” que demanda resultados, y no discursos sobre soberanía. Se trata de la muerte del marco ideológico.
Por eso, la pregunta central ya no es qué doctrina ofrece un líder, sino qué capacidad de gestión o "desbloqueo" ofrece. De allí el refuerzo del liderazgo emergente de María Corina, bajo el criterio de que solo ella, y ningún otro político venezolano, tiene los atributos y el mensaje para resolver la situación y encaminarnos a un futuro venturoso.
El descontento no solo apunta al gobierno de facto, sino también a la burocracia lenta de la oposición tradicional. La Generación Z y los Millennials, que han crecido con el estado fallido, no ven a los partidos como vehículos de cambio, sino como extensiones del mismo bloqueo generacional que ha paralizado sus oportunidades.
Este vacío estructural —el eclipse del partido como mediador y del nacionalismo como narrativa—ha creado el escenario perfecto para el liderazgo personalista, cuya relevancia está condicionada por:
- Desintermediación: Conectar directamente con el votante sin la necesidad de la estructura partidista (la esencia del Outsider)
- Narrativa de Ruptura: Prometer un aprovechamiento rápido de las oportunidades, más allá de la tradicional alternancia izquierda/derecha
La política en Venezuela ya no se trata de quién representa mejor la historia, sino de quién promete gestionar mejor el futuro. Es la hora de los gestores; figuras que, independientemente de su origen, demuestren la capacidad de navegar la crisis y, crucialmente, entendimiento y relacionamiento con la geopolítica para conseguir el financiamiento que el país necesita desesperadamente.
Y pensando en la estructura política interna, el sistema de partidos en Venezuela está en una fase de decrecimiento y descomposición, altamente influenciado por la crisis prolongada y la hegemonía del chavismo. Los partidos de oposición tradicionales están debilitados y fragmentados, sin capacidad efectiva para desafiar al chavismo por sí solos.
Y en ese mismo campo político, el PSUV, partido oficialista, mantiene a Nicolás Maduro como presidente y a Diosdado Cabello como vicepresidente, y enfrenta el mismo desgaste que el chavismo, por la pérdida de legitimidad, la crisis económica y el aislamiento internacional.
El chavismo, como gobierno de facto, ensaya respuestas represivas y busca desesperadamente apoyo externo, que ya no consigue. Los sectores radicales internos tienden a resistir con fuerza y buscan formas clandestinas para sobrevivir, mientras el ala más institucional busca una salida negociada para minimizar costos y preservar su esfera de poder.
En el escenario post-transición, la relevancia de los partidos políticos tradicionales parece limitada, dada la desconfianza ciudadana y la tendencia hacia liderazgos personales emblemáticos como el de María Corina Machado.
Se vislumbra que el país podría evolucionar hacia un sistema político donde los liderazgos sean más personalizados y los partidos sirvan más como vehículos de apoyo que como actores decisivos independientes. La fragmentación y recomposición serán inevitables; inclusive poniendo en entredicho el sistema de gobierno, moviéndose hacia alguno, tipo parlamentario, que permita encarar proyectos de largo plazo, si lo hace bien; o que lo saquen de un momento para otro, si lo hace mal.
Pero claro... para un sistema parlamentario hace falta una madurez política que se perdió con el chavismo, y hacen falta los partidos políticos con los que ya no podemos contar… En fin… tenemos un país en reconstrucción multidimensional, porque lo que nos están dejando son escombros, y hace falta una mano firme, honesta y bien intencionada para manejarlo en su camino hacia la madurez.
En EEUU, el cambio de nombre del Departamento de Defensa a Departamento de Guerra (DoW), si bien simbólico, representa una ruptura radical con la diplomacia de disuasión y el compromiso de la guerra fría. Es la manifestación institucional de que, en la era de la POS-IDEOLOGÍA, EEUU ha adoptado la doctrina de que la guerra es un medio legítimo y directo para lograr la paz (o el orden) deseada.
El despliegue de frentes simultáneos (Rusia/OTAN, la presión sobre Israel/hamás y el Caribe Sur) demuestra que la estrategia de EEUU no está enfocada en un único punto, sino en imponer el orden en todos los frentes clave.
El riesgo para Venezuela y la región es que el país se convierta en el escenario de una gestión por la fuerza, donde el destino del bloqueo generacional interno se resuelve no por el efectivista en las urnas, sino por la estrategia militar de una potencia externa que ha declarado formalmente que está dispuesta a usar la guerra para lograr su versión de la paz.
Este giro, acompañado por el refrescamiento del generalato norteamericano, proyecta una agresividad que traslada la competencia de las potencias al nivel de la acción militar objetiva en tres frentes simultáneos, poniendo al Caribe Sur bajo una presión sin precedentes:
1. El factor geopolítico: La competencia asimétrica
Mientras EE. UU. intensifica la contención militar de Rusia a través de la OTAN, y utiliza la presión de un posible conflicto en Medio Oriente para forzar a Hamás a adherirse a su plan de paz, el frente venezolano se convierte en el eslabón débil donde la geo-gestión puede ser más directa y decisiva.
2. El frente del Caribe Sur: la tesis de la estabilización forzada
La nueva doctrina del DoW podría estar calculando una incursión o penetración militar limitada en territorio venezolano como un ejercicio de POS-IDEOLOGÍA aplicado al exterior. El objetivo no es una ocupación prolongada, sino un golpe quirúrgico para lograr el Desbloqueo estratégico:
- Objetivo Táctico: Extirpar las estructuras del narcotráfico que financian la inestabilidad y eluden el control global, cumpliendo una demanda interna de seguridad
- Objetivo Político: Crear un vacío de poder que facilite la transición a la democracia, apoyando a liderazgos validados por el voto (Edmundo González y María Corina Machado), para luego estabilizar el país
- La Premisa del Tiempo: La estrategia se basaría en un cálculo de semanas o pocos meses de despliegue, suficiente para asegurar centros vitales y evitar una guerra de guerrillas o una respuesta de Rusia/China, apostando a la parálisis de los adversarios
3. Consecuencia inmediata para la región
Este escenario proyecta la política de resultados de EEUU al máximo nivel: la búsqueda de una "paz" inmediata mediante la fuerza decisiva. El riesgo para Iberoamérica es que esta asertividad obligaría a los gobiernos vecinos a tomar partido de forma inmediata, profundizando la crisis y exponiendo a la región a ser no solo el objeto de la contienda geopolítica, sino el escenario de un conflicto; escenario posible, pero no probable, pues solo pasaría por declaraciones de los países con gobiernos de izquierda como Colombia, Brasil, México y Chile… pero solo declaraciones tibias
Tolstoi escribió la Guerra y la Paz, y Trump está escribiendo la Guerra para la Paz. En un mundo donde la guerra se escribe como preludio de la paz, Venezuela debe elegir entre el colapso o la reconstrucción, liderada por quienes entienden que el futuro no se promete, sino que se gestiona.
A lo largo de este análisis he utilizado POS-IDEOLOGÍA y GEO-GESTIÓN que son los términos que acuñamos para encapsular la disolución de las narrativas políticas tradicionales y la creciente influencia de liderazgos personalistas en un contexto de crisis económica y presión internacional.
Además de reemplazar el lenguaje político obsoleto del siglo XX, utilizamos la pos-ideología para describir la era actual donde la lealtad a etiquetas históricas como 'izquierda' o 'derecha' está muriendo; el votante es ahora un efectivista que demanda resultados rápidos y transparencia, no doctrina.
Por su parte, la geo-gestión define el nuevo campo de batalla como la capacidad de los líderes no solo para gestionar la crisis interna del bloqueo generacional, sino también para navegar y obtener beneficios de la agresiva rivalidad entre las potencias globales (EEUU y China). Estos conceptos son esenciales porque nos permiten analizar la política de Iberoamérica no por lo que dice, sino por lo que hace y por qué se ve forzada a hacerlo.
Este es el momento crítico: la ventana de oportunidad está abierta, pero puede cerrarse rápidamente. Venezuela se dirige hacia una transición inminente; la estrategia debe ser clara, decidida y coordinada día a día para evitar el fatalismo y el deterioro irreversible.
Recomendaciones
- Para el gobierno chavista (de salida): Negociar urgentemente una salida ordenada a través de un canal de diálogo formal con mediadores internacionales lo antes posible, minimizando daños personales y familiares, garantizando estabilidad y evitando una intervención militar que agravaría la crisis. No estirar el escenario inocuo, que agota el margen de maniobra y favorece el escenario pesimista
- Para el gobierno electo (liderado por Machado y González): Desligar claramente al proceso democrático del contexto de grupos criminales que usan la Bandera Venezolana como pantalla y escudo. Redoblar la presión por una transición pacífica, coordinando con actores internacionales (principalmente EE.UU.) y desarrollando un plan de comunicación pública masiva en plataformas digitales para consolidar la legitimidad, desmarcarse de grupos criminales y garantizar resultados rápidos que respondan a las demandas de la Generación Z y Millennials
- Para los empresarios honestos y trabajadores (ya no perderé más tiempo con la dirigencia cooptada por el chavismo): Dejando atrás la dirigencia cooptada, prepararse para un escenario de apertura económica abrupta, adaptando infraestructura y operaciones. No anclarse en el escenario actual, sino anticipar los cambios profundos que se vienen. Anticipar alianzas estratégicas con organismos internacionales (FMI, Banco Mundial) para acceder a financiamiento y asesoría técnica, adaptando infraestructura y operaciones para liderar la reconstrucción económica en un entorno post-crisis
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