
La crisis humanitaria compleja que afecta a Venezuela se proyecta con un impacto devastador en el inicio del año escolar 2025-2026, exacerbando las profundas deficiencias del sistema educativo. El regreso a clases, en el marco de la crisis, representa la crónica de un colapso inminente que compromete el derecho a la educación de millones de niños, niñas y adolescentes.
Diferentes factores negativos, que afectan a la educación, de no ser resueltos, conducirán al colapso definitivo del sistema educativo. Entre otros factores, podemos señalar:
El despido de más de 50.000 educadores: La salida masiva de docentes calificados, ya sea por despido o por renuncia, crea un vacío insustituible. Esto no solo genera una sobrecarga en el personal restante, sino que también disminuye drásticamente la calidad de la enseñanza. Muchas aulas se quedarán sin maestros o serán atendidas por personal no especializado, lo que compromete el aprendizaje de los estudiantes.
La diáspora estudiantil: La emigración de familias venezolanas ha provocado una fuga masiva de estudiantes. Esto no solo afecta la matrícula escolar, sino que también desarticula el tejido social de las comunidades educativas. Las escuelas, que deberían ser espacios de encuentro y crecimiento, se ven vacías y sin la vitalidad que aportan los estudiantes.
El deterioro de las escuelas y la falla de servicios: La infraestructura escolar se encuentra en un estado deplorable, con aulas en ruinas, baños sin agua, y fallas permanentes en el servicio eléctrico. Esta situación insalubre e insegura pone en riesgo la salud y la integridad física de la comunidad educativa, y hace casi imposible el desarrollo de actividades pedagógicas mínimas.
La falta de comedores escolares: El programa de alimentación escolar, crucial para muchos estudiantes en situación de vulnerabilidad, se ha visto drásticamente reducido o ha desaparecido en muchas instituciones. Para miles de niños, la comida que reciben en la escuela es la única del día. La ausencia de este servicio se traduce directamente en desnutrición, lo que a su vez afecta la concentración, el rendimiento académico y la asistencia a clases.
Los salarios de hambre de los docentes: Los bajos salarios de los educadores los sitúan por debajo del umbral de la pobreza extrema, forzándolos a buscar otras fuentes de ingresos. Esta situación no solo desmoraliza al gremio, sino que también los obliga a desatender sus responsabilidades en el aula para poder subsistir.
La pobreza crítica de más del 80% de los hogares: La precariedad económica de las familias venezolanas es un factor determinante en la deserción escolar. Los padres no tienen los recursos para cubrir los gastos básicos de alimentación, ni tampoco para comprar útiles, uniformes o pagar el transporte, lo que hace que la educación de sus hijos se vuelva un lujo inalcanzable.
La imposibilidad de comprar la canasta básica de alimentos, útiles y uniformes: La hiperinflación y la pérdida del poder adquisitivo han hecho que los gastos relacionados con el regreso a clases sean inasumibles para la gran mayoría de las familias. La prioridad se centra en la supervivencia diaria, relegando la educación a un segundo plano.
En conclusión, el panorama para el inicio del año escolar 2025-2026 es sombrío. La combinación de estos factores estructurales y coyunturales amenaza con acelerar la desintegración del sistema educativo venezolano, con consecuencias humanitarias y sociales de proporciones históricas. La educación, en lugar de ser un motor de desarrollo, se ha convertido en una víctima más de la crisis.