Más de un año después de que la oposición venezolana presentara pruebas de que su candidato, Edmundo González, derrotó a Nicolás Maduro en las urnas, el fin de la autocracia en Venezuela parece más posible que en cualquier otro momento de la historia reciente. El optimismo renovado no está impulsado por cambios internos, sino por una mayor presión estadounidense sobre Maduro, incluida la amenaza del presidente Trump de usar la fuerza militar dentro del territorio venezolano.
Una pregunta apremiante ahora es: ¿Cómo reaccionará el ejército de Venezuela? La Fuerza Armada Nacional Bolivariana, o FANB, es el actor clave para decidir si Maduro permanece en el poder, o si Venezuela ve algún tipo de transición de liderazgo. Si bien una invasión militar estadounidense de Venezuela es muy improbable, una campaña de bombardeos sostenida dirigida a barcos de narcotráfico, y probablemente extendiéndose a ataques dentro de Venezuela contra pistas de aterrizaje clandestinas y laboratorios de drogas, combinada con negociaciones entre funcionarios de la administración Trump y miembros de la oposición venezolana, podría concebiblemente crear fracturas dentro del régimen que a su vez induzcan a los generales a realizar un cambio.
No sería la primera vez que ocurre una transición de un gobierno autoritario en América Latina. En la gran ola democratizadora de la región que comenzó en la década de 1980, solo dos dictaduras terminaron con intervención militar externa: el gobierno de Manuel Noriega en Panamá (Operación Causa Justa en 1989) y el gobierno de Raoul Cédras en Haití (Operación Restaurar la Democracia en 1994). Todas las demás terminaron a través de acciones desde dentro del país.
En un próximo estudio académico, analizamos el papel decisivo que los ejércitos latinoamericanos han desempeñado históricamente tanto en el sostenimiento como en el desmantelamiento de las dictaduras. Su misión, estructuras y políticas cambian profundamente después de la transición a la democracia. Argumentamos que hay factores clave que influyen en el destino del ejército después de una transición de un régimen autoritario: el tipo de régimen (personalista, de partido o liderado por militares); las dinámicas internas (cohesión, facciones, corrupción y exposición criminal); el modo de transición (negociada versus coercitiva/repentina); el papel del ejército en esa transición; la historia y la cultura política; y la influencia de actores externos.
En nuestros hallazgos, los gobiernos post-autoritarios generalmente han adoptado uno de cuatro enfoques para gestionar sus fuerzas armadas:
- Abolir el ejército por completo y reemplazarlo con instituciones de seguridad lideradas por civiles (Costa Rica, Panamá después de 1989).
- Disolver la institución pero reconstruir desde cero, excluyendo al personal anterior (Irak en 2003, una opción rara y arriesgada).
- Purgar selectivamente, eliminando a aquellos vinculados a abusos mientras se preserva un núcleo profesional (Argentina después de 1983).
- Entregar los ejércitos intactos a nuevos líderes civiles a través de transiciones negociadas y luego reformarlos gradualmente (Brasil 1985, Chile 1990).
Cada uno de estos caminos refleja el contexto de seguridad de un país, la naturaleza de su transición y la influencia que el ejército conserva.
Disolviendo las fuerzas armadas
Tras la invasión estadounidense que destituyó a Noriega, el nuevo gobierno democrático de Panamá optó por abolir el ejército y establecer la Fuerza Pública. Una reforma constitucional de 1994 formalizó la prohibición de un ejército permanente, reafirmando el compromiso con el control civil.
En Irak, el ejército se disolvió después de la invasión liderada por Estados Unidos que puso fin al gobierno de Saddam Hussein. La decisión creó un vacío de seguridad masivo, alimentó la insurgencia y prolongó la inestabilidad. El caso iraquí ilustra los peligros de eliminar un ejército sin un plan creíble para reconstruir estructuras de seguridad legítimas.
Purga y transiciones
El ejército de Argentina fue purgado después de la transición democrática en 1983. Debilitadas por la derrota en la Guerra de las Malvinas y la indignación pública por los abusos de los derechos humanos, las fuerzas armadas perdieron su capacidad de dictar los términos de la transición. El presidente Raúl Alfonsín redujo el ejército casi a la mitad y llevó a cabo una justicia transicional a través de procesos judiciales dirigidos a oficiales superiores.
En Brasil y Chile, los ejércitos fueron entregados a nuevos gobiernos democráticos a través de transiciones negociadas. En Brasil (1985), la transición fue pacífica, permitiendo a las fuerzas armadas conservar una autonomía significativa inicialmente, que luego fue reducida gradualmente. De manera similar, la transición de Chile (1990) puso fin al gobierno de Augusto Pinochet pero conservó amplias prerrogativas para las fuerzas armadas, que fueron erosionadas por décadas de reforma gradual.
Escenarios para Venezuela
Mucho dependerá del papel que desempeñen las fuerzas armadas venezolanas en cualquier transición:
- El ejército juega un papel dominante: Este sigue siendo el escenario más probable. Persistiría una institución "entregada", gestionando una transición controlada mientras retrasa reformas más profundas, como se vio en Brasil y Chile.
- El ejército juega un papel limitado o subordinado: Esto es menos probable. Si las fuerzas democráticas impulsaran la transición, podría seguir una purga selectiva, similar a la de Argentina.
- Invasión de EE. UU. y presencia prolongada: Altamente improbable. Podría conducir a la disolución de la institución, como en Irak.
- Abolición total de la FANB: Aún menos probable, ya que los vastos recursos de Venezuela y los desafíos de seguridad regional justificarán casi con certeza la retención de un ejército.
- Resultado híbrido: Reformas parciales que acompañen una transición negociada, buscando la desmilitarización gradual y la profesionalización mientras se equilibra la necesidad de estabilidad, rendición de cuentas y control civil.
Venezuela puede recurrir a los modelos probados de la región para trazar un nuevo curso, uno que reinvente a las fuerzas armadas como democráticas, profesionales y centradas en la misión.
SOBRE LOS AUTORES
- Brian Fonseca es Director del Instituto Jack D. Gordon de Políticas Públicas de la Universidad Internacional de Florida y Becario de Seguridad Internacional en el think tank New America.
- Fabiana Sofía Perera es profesora adjunta en el Programa de Estudios de Seguridad de la Universidad de Georgetown.
https://americasquarterly.org/article/what-will-venezuelas-military-do-history-offers-hints
Traducido por Gemini