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Edmundo González Urrutia: “La reconstrucción ya comenzó; es la hora de levantar a Venezuela, no de lamentarla”

EGU2

Entrevista por Julio Blanca

Desde el exilio, el presidente electo de Venezuela habla de reconstrucción, reconciliación y del desafío de gobernar un país en crisis. Una mañana luminosa y una llamada inesperada. Es media mañana y el sol entra por las ventanas de una casa acojedora, llena de serenidad. En la sala, Edmundo González Urrutia, presidente electo de Venezuela, conversa pausadamente sobre la esperanza y el retorno a la democracia. A su lado, Mercedes, su esposa, irradia amabilidad y calidez: ofrece una bandeja con café recién hecho y unos pastelitos que perfuman la estancia. Hay en ellos una hospitalidad sencilla, profundamente venezolana, que hace sentir al visitante como en casa.

La conversación fluye serena, sin estridencias. Hablamos de futuro, de reconciliación, del desafío de gobernar un país fracturado y exiliado de sí mismo.

De pronto, suena el teléfono. Nos llega la noticia: María Corina Machado ha ganado el Premio Nobel de la Paz. Edmundo González se queda inmóvil unos segundos, asimilando lo que acaba de escuchar. Luego toma el teléfono y la llama. Una voz emocionada estalla al otro lado de la línea: es la alegría de María Corina, que acaba de recibir la confirmación del galardón.

El rostro de González cambia. Se levanta, abraza a Mercedes y luego a mí. Es un gesto espontáneo, profundo, que resume años de lucha y esperanza contenida. “Venezuela quiere paz —dice con voz firme—, y el mundo entero hoy lo reconoce.”

Con emoción visible, añade:

Maduro y su mafia tienen una última oportunidad para irse en paz. Eso es lo que los venezolanos queremos, y eso es lo que grita el mundo entero con este reconocimiento a María Corina. Démosle todos una última oportunidad a la paz. Yo le digo al régimen: váyanse ahora, denle un último chance a la paz".

El ambiente se llena de una alegría contenida, casi solemne. Después de unos segundos de silencio, el presidente electo vuelve a su asiento y, con la serenidad de quien carga sobre sí una responsabilidad histórica, retoma la conversación.

El hombre que simboliza el retorno democrático

En un país marcado por la incertidumbre y el éxodo, Edmundo González Urrutia se ha convertido en la figura que encarna la posibilidad del retorno a la democracia.

Con más de ocho millones de votos, el diplomático de carrera y presidente electo de Venezuela representa para amplios sectores de la población la esperanza de una transición pacífica después de años de crisis económica, represión política y fractura social.

Desde el exilio, González se mueve con la cautela de quien conoce las complejidades del poder y la urgencia de un país en ruinas. Mientras el régimen de Nicolás Maduro se aferra al control institucional, crece la presión internacional: el Parlamento Europeo ha pedido incluir al Cartel de los Soles en la lista de organizaciones terroristas, y Estados Unidos advierte que “usará todo su poder” contra el narcotráfico que opera desde territorio venezolano.

En este escenario de tensiones y esperanza, González aparece como la calma que se convierte en fuerza, un hombre que habla más con la serenidad que con el discurso.

“El cambio no es un sueño —dice—, es una misión que ya tiene rostro y voluntad.”

—Presidente, mientras conversábamos esta mañana sobre la esperanza y el retorno a la democracia, usted recibió la llamada de María Corina Machado para darle la noticia de que había sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz. ¿Qué representa para usted y para Venezuela este reconocimiento?

—Qué te puedo decir. Es un merecidísimo reconocimiento a la larga lucha de María Corina, una voz firme y valiente. Su reconocimiento internacional reafirma que la causa venezolana es justa y universal. En ella se premia la perseverancia,el coraje civil, la fe en la democracia.

Cuando María Corina me dio la noticia, sentí que no solo se premiaba a una persona, sino a la valentía de un pueblo que no se ha rendido. Ese Nobel de la Paz pertenece también a cada venezolano que ha resistido con dignidad: a los que marcharon, a los que emigraron, a los que siguen luchando dentro del país por una Venezuela libre.

Este primer Nobel a una mujer venezolana, a la querida y admirada María Corina, es un símbolo de lo que viene: una transición pacífica, profundamente venezolana, donde la concordia sustituya al odio y el diálogo al enfrentamiento. Porque la verdadera paz no se decreta, se construye con justicia, verdad y reconciliación.

“La reconstrucción ya comenzó”.

—Presidente, mucha gente que lo sigue en redes pregunta: ¿en qué anda Edmundo González Urrutia? ¿Qué está haciendo el presidente legítimo por la libertad de Venezuela?

—Desde el exilio cumplo el papel que me corresponde como presidente electo. He recorrido más de 60 mil kilómetros en 90 horas de vuelo, llevando nuestro mensaje a distintos países y foros internacionales. La prioridad ha sido defender el 28 de julio y hacer respetar la voluntad de los venezolanos, que se expresó con claridad y no prescribe. Estamos generando respaldos, documentando el fraude y consolidando una coalición internacional que entiende que Venezuela atraviesa un momento definitorio. La reconstrucción ya comenzó; es la hora de levantar a Venezuela, no de lamentarla. Estamos listos para gobernar con serenidad y sentido de país.

—¿Cuál es su evaluación del momento actual? ¿En qué parte del proceso estamos?

—Vivimos tiempos convulsos, con guerras, migraciones masivas e inestabilidad económica. Venezuela sufre una tragedia económica y social de grandes proporciones. El hambre, la pobreza y la falta de servicios básicos golpean cada rincón del país. Son las consecuencias de 25 años de mala gestión y corrupción, que han destruido el aparato productivo, expulsado a millones de venezolanos y dejado a la mayoría sobreviviendo entre apagones, inflación y salarios que no alcanzan para comer. Desde 2016, el régimen ha renovado casi treinta veces su llamado “estado de emergencia económica” sin resolver nada: solo más control, más propaganda, más ruina. Y sin embargo —y esto lo creo profundamente—, el país no está vencido. Hay una Venezuela que resiste y que ya empezó su reconstrucción moral. Nos preparamos para una transición pacífica, ordenada y profundamente venezolana. Una transición que no solo recupere las instituciones, sino que devuelva la dignidad al trabajo, la comida a la mesa y la esperanza a los hogares. El descalabro fue grande, pero nuestra voluntad de reconstruir es mayor. Por eso hablo de una Venezuela que va a renacer desde la esperanza y la dignidad. Aun así, Venezuela está cerca de su victoria definitiva. Hemos demostrado al mundo que la democracia puede renacer incluso en medio del colapso. Esta transición será pacífica, ordenada y profundamente venezolana. No se trata de venganza ni revancha, sino de reconstrucción. Gobernar no será un privilegio, será una responsabilidad ante millones de miradas.

—¿Cree usted que los estados de emergencia económica han servido o son parte del problema?

—Son parte del problema si se usan sin resultados. Desde 2016, el régimen ha renovado el estado de emergencia económica al menos 28 veces, con promesas que no se cumplen. La respuesta ha sido siempre la misma: más inflación, más pobreza, más descontento. El decreto que Maduro anuncia ahora no puede ser otra ilusión más para engañar al pueblo. Necesitamos, en cambio, políticas reales: salarios dignos, servicios básicos que funcionen, inversión que respete la dignidad y un modelo económico transparente.

—Si finalmente se lograra expulsar a la dictadura en Venezuela, no sería un triunfo exclusivamente político: sería la oportunidad para transformar una batalla declarativa en resultados concretos. La administración que preside Donald J. Trump ha invertido —política, diplomática y legalmente— en una arquitectura diseñada para perseguir a las redes que hoy convierten al Estado venezolano en plataforma del crimen transnacional. ¿Cómo imagina usted ese escenario?

—Cuando logremos poner fin a la dictadura, no solo estaremos recuperando la democracia, sino rescatando al país de las estructuras criminales que lo secuestraron. Venezuela ha sido convertida en un centro operativo del crimen transnacional, donde confluyen la corrupción, el narcotráfico y la impunidad. La reconstrucción que viene no será únicamente institucional, será moral y económica: habrá que levantar las bases de un Estado que vuelva a generar confianza, inversión y trabajo digno. La administración del presidente Trump —como la de otros gobiernos democráticos— ha entendido la magnitud del problema. No se trata solo de sanciones, sino de justicia internacional. Lo que ocurre en Venezuela afecta la seguridad del continente. Y como dije recientemente: La decisión del Parlamento Europeo evidencia la creciente preocupación internacional por las estructuras criminales que amenazan la estabilidad de todos… Venezuela merece justicia y un futuro democrático. Esa justicia será también económica. Tenemos un pueblo que ha vivido hambre, que ha visto cómo la pobreza destruye familias enteras. El cambio que viene tiene que traducirse en bienestar real: empleo, seguridad alimentaria y servicios básicos. Solo así la libertad será completa.

—Muchos creen que ni la diplomacia ni las sanciones traerán el cambio. ¿Qué responde a eso?

—La solución corresponde a los venezolanos. Ningún país puede sustituir nuestra voluntad. Las sanciones o la presión internacional ayudan, pero la fuerza definitiva está en la movilización cívica. Lo que necesitamos es fe, organización y persistencia.

—Usted ha hablado mucho del exilio y la diáspora. ¿Qué papel tienen en esta nueva etapa?

—Un papel fundamental. La reconstrucción de Venezuela necesita de todos, también de quienes están lejos. El exilio no es olvido: es una promesa pendiente de regreso. A la diáspora le digo: su experiencia, su trabajo, su formación, son la semilla del futuro. Las puertas estarán abiertas para todos los venezolanos de bien.

—¿Qué lugar ocupará la prensa libre en su eventual gobierno?

—Un lugar esencial. El periodismo libre será el oxígeno de nuestra nueva democracia. No hay democracia sin libertad de prensa, ni libertad sin verdad. Los presos políticos no están solos; son la conciencia viva de la nación. Y el respeto al derecho será la primera piedra de la reconstrucción. Durante demasiados años, el régimen convirtió la información en un instrumento de manipulación, silenciando, censurando y persiguiendo a los periodistas. Eso debe terminar. En la nueva Venezuela, el periodismo no será un enemigo del Estado, sino un aliado de la transparencia y la justicia. Queremos un país donde ningún periodista sea perseguido por preguntar, donde ningún medio sea clausurado por informar, y donde la verdad vuelva a ser un bien público. Porque una democracia sin prensa libre es solo una apariencia de libertad.

Presidente, usted ha vivido muy de cerca el drama de los presos políticos. Su yerno, esposo de su hija Mariana, lleva meses privado de libertad, sin acceso a defensa legal ni visitas familiares. ¿Cómo se enfrenta un líder —y un padre— a una injusticia tan personal? ¿Qué le dice este caso sobre la magnitud de la violación de derechos humanos que atraviesa Venezuela, y qué compromiso asume usted con todos los que hoy están tras las rejas por razones políticas?

González escucha la pregunta con una mezcla de serenidad y dolor contenido.

La experiencia lo atraviesa no solo como dirigente, sino como hombre de familia. Su yerno, Rafael Tudares, lleva más de 9 meses detenido arbitrariamente, sin acceso a su abogado ni contacto con sus seres queridos. “Cuando la represión toca a tu propia casa —dice con voz pausada—, comprendes en carne propia lo que viven cientos de familias venezolanas. No hay justicia, no hay debido proceso, y se pretende quebrar el espíritu de quienes piensan distinto".

El presidente electo recuerda que ha hecho llamados reiterados a no olvidar a los presos políticos ni a quienes siguen sufriendo persecución o censura dentro del país. En febrero de 2025, durante una intervención en Ginebra, denunció ante la comunidad internacional las detenciones arbitrarias y las torturas en Venezuela. “Los venezolanos no descansaremos hasta recuperar nuestra libertad y alcanzar la justicia”, afirmó entonces.

Hoy, desde el exilio, renueva su compromiso con esas palabras. “Mi deber es con todos ellos —asegura—. Vamos a trabajar para que ningún venezolano vuelva a ser encarcelado por sus ideas. Mucho ánimo, mucha fortaleza espiritual, y que nunca olvidemos que la libertad no se mendiga: se conquista y se defiende.”

—¿Se siente optimista? ¿Puede asegurarle al país que esta vez sí habrá un cambio real?

—Sí, profundamente. Los tiempos del cambio pueden variar, pero la tendencia hacia la recuperación democrática es irreversible. Tenemos un país unido, un liderazgo claro y una elección ganada. Nada puede detener a una nación decidida a levantarse. La democracia vuelve a ser el punto de partida. Nuestro compromiso no es con el poder, es con los venezolanos y con los demócratas del mundo.

Así resume Edmundo González Urrutia su visión de país: calma, convicción y esperanza. Venezuela, dice, ya comenzó a renacer desde la dignidad.

El presidente da por concluida la entrevista. “Hay mucho trabajo que hacer”, dice, mientras se levanta con la calma de quien lleva sobre los hombros el peso y la esperanza de un país entero.

La voz de González se apaga lentamente, pero deja una certeza luminosa: la de un país que aún no se rinde. Habla de reconciliación, de justicia y de un reencuentro inevitable entre los venezolanos. “He aprendido —dice— que incluso en la oscuridad, la fe puede abrir camino. Venezuela volverá a levantarse, porque su gente no ha perdido la esperanza.”

https://www.elnacional.com/2025/10/edmundo-gonzalez-urrutia-la-reconstruccion-ya-comenzo-es-la-hora-de-levantar-a-venezuela-no-de-lamentarla/