Estamos hablando de ese fenómeno que algunos llaman expansión de la ultraderecha, otros, nuevo fascismo, y algunos (entre los que me cuento), nacional-populismo. En fin, estamos frente a un giro histórico de dimensiones globales al que podríamos entender incluso con el nombre de revolución.
Ucrania pertenece a Europa y todo ataque a Ucrania es un ataque a Europa. Si Trump entendió o no ese mensaje, es harina de otro costal. Aunque después de la intervención europea, Trump parece haber entendido más de algo.
El mundo no sólo es contradictorio. Además, es multicontradictorio. Es también un mundo brutal y como tal debemos pensarlo, al menos cuando escribimos sobre ese terreno tan sucio como es el de la política internacional.
No se trata de pedir al Partido Comunista chileno que deje de ser revolucionario (la verdad, nunca lo ha sido demasiado). Solo basta pedirle que no sea el partido conservador, pro-dictaduras y reaccionario que hoy sigue siendo.
Qué lejos se ven los tiempos en los cuales pensábamos el mundo de acuerdo a la razón ideológica. Cada cosa estaba puesta en su lugar, los enemigos estaban claramente definidos.
Quién lo iba a pensar: estamos llegando al momento en que leer La Democracia en América de Alexis de Tocqueville puede llegar a ser, bajo la égida de una revolución como la trumpista, un acto de desobediencia civil.
Si Rusia quiere ser una potencia económica militar, que lo sea hacia el Oriente (donde podría chocar con China) es un criterio que parece primar en la UE.