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Venezuela en la geopolítica y nuestra alineación con estrategias del gobierno Trump

Opinión
Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 4 min.

En este escrito expongo cómo participa Venezuela en la confrontación geopolítica mundial de hoy, y advierto sobre el riesgo de que nuestra Oposición Democrática se vea envuelta en un juego estratégico del Gobierno Trump que nos aleje de lograr una solución a nuestra crisis y eventualmente impida que aseguremos un futuro de progreso y libertad.

Estados Unidos, acompañado de estados amigos, por una parte, y por la otra China y Rusia, cada uno con sus respectivos aliados, están librando una nueva Guerra Fría en lo comercial, financiero, tecnológico y político-cultural, intentando desestabilizar a los oponentes y destruir sus capacidades estratégicas.

En adición a las características que tenía la Guerra Fría del Siglo XX, la nueva confrontación se vale de redes híbridas, que tienen simultáneamente fines políticos y delictuales, y los esfuerzos de desestabilización de cada potencia a sus contrarios, además de incorporar sabotajes informáticos, por ejemplo, despliegan organizaciones comunicacionales y de tráfico de drogas que buscan generar disrupción sociocultural en la sociedad del antagonista, y agregan a esas redes circuitos financieros y otros tejidos que las apoyan logísticamente realizando lavado de dinero, entre otros delitos. Venezuela y sus áreas inmediatas de influencia en Suramérica y el Caribe, son ejemplo de un teatro de confrontación de la nueva Guerra Fría, en el cual se despliegan toda clase de actores y redes como los mencionados.

El estado venezolano es un miembro activo de esas redes, aliado de China, Rusia e Irán y de organizaciones de otros países del Oriente medio, como es HezBolla; no es simplemente un estado fallido, gobernado por narcotraficantes o colonizado por otros estados. Entender la lógica descrita es indispensable para desplegar una estrategia eficaz y es lo que aparentemente dio origen a nuestra alianza con más de sesenta democracias del mundo y en particular con los EEUU, la cual ha rendido resultados importantes en las sanciones económicas y políticas al régimen chavista, que sin duda han limitado sus maniobras.

Sin embargo, el Gobierno Trump se mueve simultáneamente en este y en otros tableros, como es lógico en la dirigencia de una potencia de vocación global, y no siempre coinciden sus intereses inmediatos con los de la libertad de Venezuela. Por una parte, la geopolítica del Oriente Medio hace improbable que los EEUU profundicen su participación en Venezuela en el corto plazo. Por la otra el Gobierno Trump juega hoy otras dos estrategias no necesariamente beneficiosas a Venezuela, una dirigida a la reelección en noviembre de 2020 y otra, de ámbito global, que persigue afirmar a los EEUU como el hegemón y único poder del mundo (su ideal de America First).

En la primera estrategia, de implicaciones inmediatas, el Gobierno Trump está armando una “cruzada por los valores judeo cristianos de Occidente”. En la segunda está buscando destruir al sistema multilateral mundial, porque evidentemente es un obstáculo a la hegemonía absoluta de los EEUU.

Algunos venezolanos se han adherido a la “cruzada”, influenciados por la campaña electoral y los recientes disturbios y desmanes, algunos promovidos por extremistas, sucedidos en varias ciudades de los EEUU. Aparentemente cegados por su rechazo al chavismo y sus aliados internacionales, la lectura que hacen esos venezolanos de los disturbios, demostraría la versión interesada del Gobierno Trump de que existe “una conjura contra la civilización occidental y los valores judeo cristianos”.

Lo antes comentado no sería tan relevante si entre los adherentes de la “cruzada” no estuviesen varios políticos venezolanos, quienes repiten que existe esa supuesta conspiración y que en ella participan entes y figuras estadounidenses que adversan al presidente, entre ellos el New York Times y otras organizaciones comunicacionales, magnates como Soros y Buffet, economistas como Stiglitz y Krugman, otros académicos de universidades como UCLA y Harvard, políticos prominentes como Barak Obama y Hillary Clinton, y por supuesto “el partido demócrata que está cayendo en poder del marxismo”.

…¿Es esa la postura de la Oposición venezolana?... ¿Qué está haciendo la diplomacia del gobierno legítimo de Venezuela para diferenciarse del perfil republicano extremista de esta “cruzada” y no arriesgar el apoyo futuro de los líderes demócratas y otros norteamericanos influyentes a la causa venezolana si Trump fuese derrotado en las elecciones venideras?...

En cuanto a la segunda estrategia, las organizaciones multilaterales han sido blanco de una campaña despiadada de descrédito y de agresiones económicas por parte del Gobierno Trump desde su inauguración hace cuatro años. Oyendo a algunos opositores venezolanos, no parecieran conocer que esas organizaciones han perfeccionado el derecho internacional en favor de una sociedad mundial en la que los estados poderosos no puedan atropellar a los más débiles, en la que todas las sociedades vean realizados sus anhelos de disfrute sostenible de la salud y el medio ambiente; de la paz, la justicia y la plenitud de los derechos humanos; de un comercio libre y equilibrado entre países; de la ciencia y la cultura; de la protección y realización de la niñez, y, en fin, del desarrollo de todos los países de la tierra.

Si bien el tema multilateral lo deberemos enfrentar un poco más tarde, no podemos dejar de advertir desde ya que una alineación de líderes venezolanos, entre ellos los voceros del gobierno legítimo de Venezuela con esta estrategia y sus mensajes, sea por convencimiento o por conveniencia para obtener favores, perjudicaría gravemente a nuestro país y nos enfrentaría con la mayoría de los países del mundo.

Concluyo con un llamado al liderazgo democrático venezolano, referido a su posición respecto a las dos estrategias comentadas. Aunque nos apoyemos en nuestros aliados, debemos mantener una estrategia autónoma, inspirada en nuestros intereses, como hace poco sugirió públicamente el ex presidente del gobierno español Felipe González al presidente(e) de Venezuela.