Aristóteles tenía razón:
"El hombre es un animal político"
En la evolución humana, al cambiar la vida nómada por la sedentaria, se fundaron poblados, muchos de los cuales con el tiempo formaron ciudades. Algunas de ellas alcanzaron un alto grado de desarrollo, como es el caso de importantes ciudades-estado griegas --llamadas "polis"--, este es el origen de la palabra “política”, derivada de “politês”, el habitante de la ciudad; es decir, el ciudadano; la política está así estrechamente ligada al concepto de ciudadano. Desde un inicio, para garantizar la convivencia, y por lo tanto las posibilidades de progreso de las ciudades, las relaciones sociales se hicieron cada vez más complejas. La interacción entre personas, con intereses individuales y colectivos, hizo necesario tomar importantes decisiones, teniendo en cuenta el bien común para crear normas de coexistencia, a partir de las cuales se conformaron relaciones económicas, un sistema de protección y defensa, de servicios públicos, etc. Es decir, se creó la necesidad de "hacer política"; lo cual convierte a los ciudadanos, necesariamente, en entes políticos. Por lo que, considerarse totalmente apolítico es un contrasentido, pues implicaría una actitud insociable en un sistema de naturaleza sociable. De alguna u otra manera, intervenimos y somos afectados por la política; lo reconozcamos o no, estamos sujetos a la acción de la política.
La política, en sentido restringido, se refiere a la administración de los asuntos del Estado, para garantizar los derechos y el bienestar de los ciudadanos, así como el de la nación. Por otra parte, identificamos como políticos a las personas que ocupan cargos en la administración pública, o pretenden ocuparlos, ya sea que pertenezcan a un partido político o no; aunque es pertinente tener presente que si se participa en actividades como dar opiniones sobre la situación del país, asistir a una manifestación de protesta, o intervenir en un proceso de elecciones -tanto si decidimos participar o abstenernos- también se está actuando en política.
Un buen político debe tener siempre presente el bienestar de los ciudadanos y el progreso de su país. Para lo cual es imprescindible tener vocación de servicio, preparación, experiencia y sentido de responsabilidad; así como una conducta ética y valores morales fundamentales, como el respeto a las leyes, la honestidad, la tolerancia y la solidaridad, entre otros. Pero no podemos llamarnos a engaño; si bien algunos toman con responsabilidad su participación en la vida política, otros hacen de la política una actividad lucrativa y pretenden vivir económicamente de ella. Así que no es extraño encontrar a malos políticos o, peor aún, políticos corruptos. En Venezuela, ha sido un mal común el aprovechamiento indebido del poder político; la prepotencia, el tráfico de influencia y la corrupción, son viejos vicios que se arrastran desde mucho tiempo atrás; sin olvidar al populismo, la demagogia y la llamada “guerra sucia” de la política; todo lo cual ha contribuido al agotamiento ideológico y el desgaste y desprestigio de los partidos políticos. En los últimos años, el abuso descarado del poder, la corrupción desmedida, la ineficacia de los mecanismos de rendición de cuentas y la aplicación de políticas erróneas, han agravado aún más estos problemas; el quehacer político se ha envilecido hasta alcanzar niveles intolerables.
Probablemente, en buena parte, haya influencia de la conocida "viveza criolla"; es decir, el saltarse las leyes y las normas de conducta, el aprovechar las oportunidades que se puedan dar para el beneficio particular, en desmedro del bien común. Lo peor, en este aspecto, es que no falta quien admire, incluso envidie, este tipo de comportamiento.
Sin embargo, los malos y corruptos políticos los puede haber, y de hecho los hay; pero afirmar que "todos los políticos son iguales" es una generalización injusta que no es cierta, y que descalifica a quienes ejercen la política con honestidad.
En todo caso, está en manos de los ciudadanos interesarse en el tema, para actuar como un muro de contención, para evitar llevar a cargos públicos a políticos manipuladores, corruptos, o que los utilicen para su propio beneficio; no basta con la crítica, es necesario actuar al respecto. El que se aprovecha indebidamente de la cosa pública no es, según el término popular, un “vivo”; pues éste es un vicio de conducta muy perjudicial para la sociedad y para el país en general. Claro, esto no justifica, de ningún modo, actuar a tal fin sin tener las certezas necesarias.
Sin duda, hay personas que ejercen la función política, sean militantes de partido o no, pertenecientes a instituciones o gremios, ONG’s, o de cualquier otra instancia u organización de la sociedad civil, incluso independientes, que son honestas y se preocupan y actúan en beneficio de la comunidad y del bienestar y progreso del país. Los políticos honesto no son bichos raros, por más deshonestos y corruptos que haya.
Por último, viene al caso recordar el dicho popular, según el cual “No son todos los que están, ni están todos los que son". Siempre habrá políticos, así que es mejor ejercer un adecuado control ciudadano sobre su desempeño en la vida pública que ignorarlos o limitarnos solamente a la crítica.
Profesor, Facultad de Agronomía, UCV