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Demagogia y verdad

Artículos de opinión
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La demagogia, definida en términos muy sencillos y comprimidos, es la censurable práctica política consistente en pretender ganarse el favor popular mediante halagos, palabras melosas y ofrecimientos incumplibles. Es una degeneración de la democracia que lleva a algunos que se dicen políticos a hacer concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos para tratar de conseguir o mantener el poder. 

Este término está muy cerca del populismo, del efectismo y electoralismo que son tendencias para atraer a las clases populares con miras a ganarse simpatía y aceptación. Por lo tanto el demagogo, quien se vale de la demagogia como estrategia, es un falso y mentiroso y como tal queda al descubierto en corto tiempo y debe presentar cuentas en algún momento, aunque existen casos que solo al escucharlo uno sabe estar presente ante un demagogo y como quien se aparta de la verdad se distancia de la coherencia que debe existir de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente, inmediatamente queda expuesto, porque lo que se dice debe salir del pensamiento y sentimiento. 

Debemos decir solo lo que pensamos y no necesariamente todo lo que pensamos debemos decirlo, existen variables como el tiempo, las circunstancias y la prudencia que debemos considerar, pero todo lo que digamos debe venir del pensamiento y del sentimiento.

La demagogia es una estrategia utilizada por personas sin principios y sin valores que no les importa usar la mentira para lograr sus objetivos.

Cuentan que un político en un mitin de un pueblo ofreció un puente sobre el río, alguien presente le dijo, compañero aquí no hay rio, respondió, entonces también haré el rio. Ese tipo de gente siempre queda arraigada a la orilla del camino porque con la invención mentirosa nunca se llega. 

Los apóstoles después de la muerte y Resurrección de Jesús, se emplearon con mayor fuerza e ímpetu a llevar la palabra y enseñanzas del líder más fantástico de la humanidad, con la conciencia que con ello arriesgaban sus vidas; todos fueron asesinados. Si alguno de ellos tenía alguna duda, esta fue despejada con la Resurrección del Enviado. Murieron contentos y felices porque predicaban y practicaban la verdad y pronto estarían al lado del Señor Padre e Hijo. 

La verdad es razón suficiente para entregar la vida, la falsedad lo es para execrar a quien la practica.