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COVID19: Una reflexión juvenil para un mundo mejor

Opinión
Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 4 min.

Nuestro planeta tierra y sus habitantes en el momento actual sufren por un grave problema generado por una pandemia. Esta pandemia es el COVID19, inició en China en 2019 y es declarada por la OMS el 11 de marzo de 2020 ante la propagación acelerada que amenaza a muchos Estados. El COVID19 es una real amenaza para la humanidad, su extensión en el mundo parece no tener límites a pesar de los gigantescos avances tecnológicos y científicos, es un virus muy peligroso que diluye rápidamente las fronteras nacionales afectando a cualquier ser humano sin distinción alguna y está generando desastrosas consecuencias a nivel político, económico pero, sobre todo, social.

Está será una breve reflexión de esta pandemia a nivel social, no desvinculado de lo político ni lo económico. La humanidad en el siglo XXI, en especial en el 2020, está herida y se manifiesta con una conmoción social, debido a la multiplicación acelerada y lamentable de muertos y pacientes infectados por el COVID19. Un coronavirus desenfrenado que desafía al mundo con una catástrofe humanitaria afectando a muchos de sus Estados y a sus habitantes, en especial a China, España, Italia y los Estados Unidos. Una catástrofe humanitaria mundial, que nos prueba a todos y sobre todo a los Estados, siendo evidente las fallas a nivel político ante esta pandemia.

El COVID19 es una novedad trágica por una emergencia sanitaria global, que va cambiar nuestra percepción de la vida y que transformó en definitiva al mundo. En el mundo se prenden las alarmas para que los Estados se hagan más responsables y eficientes en sus competencias y funciones políticas con respecto a esta pandemia Los Estados-nación deben adecuarse a la globalización, a la postmodernidad y a la humanidad para ajustar los cambios necesarios, es decir, cooperando a nivel internacional y trabajar eficientemente con el apoyo heroico de la ciencia médica y, en especial, de sus discípulos los médicos y enfermeros, para ir superando progresivamente esta situación de premuras y dificultades.

Un contexto de dificultades, pero plantea retos y desafíos a la clase política, a la comunidad internacional, a la sociedad, a la familia y a todos los seres humanos. Entre los retos para aproximarnos a un cambio innegable ante esta adversidad, es el poder interior. Un poder interior de adentro hacia afuera para adaptarnos y lograr cambios en positivo, siendo necesarios los esfuerzos mancomunados de todos, además que internalicemos la responsabilidad individual en roles y funciones a nivel laboral, político, familiar y personal. Estas responsabilidades no son para buscar culpables ahora, sino para identificar las fallas de cada uno de nosotros. Graves fallas que crearon y agravan esta situación, que nos exigen aprender de ellas para disminuir las consecuencias y sus efectos en nuestro mundo.

El mundo se encuentra en un contexto grave de contingencia, una emergencia sanitaria llena de riesgos y peligros. Pero no hay peligros de mirar hacia adentro, es decir, mirar hacia el interior de cada uno de nosotros, de ampliar la visión de la vida y de elevarnos por encima de estos problemas. Esta pandemia del COVID19, es un problema mundial que impregna de tristeza, de incertidumbre y hasta desesperanza, también es una real oportunidad para manifestar el poder y la disposición multiplicada de cambiar a un mundo más humano que económico y político.

Esta nueva realidad mundial, que tan difícil se ve, tan difícil se siente es porque ya lo fácil lo sabemos hacer y porque debemos aprender unas lecciones de esta triste y compleja situación. Las lecciones en este momento son más simples, que pueden ser la desvalorización de la ciencia, la ausencia de espiritualidad y la preminencia del dinero y de bienes materiales sobre la humanidad. Con esta difícil experiencia nos damos cuenta que existe un Ser Supremo al que debemos acudir mediante la fe, y así reconocer que la existencia humana es lo más importante antes que el dinero. Con la desproporción y excesos en la búsqueda del dinero y de una supuesta felicidad, se nos ha ido la vida tan deprisa, que se nos olvidó vivir en lo espiritual, cuidar la familia, cuidar el planeta y sobre todo se nos olvidó vivir a plenitud.

Para una vida a plenitud, tenemos que ser conscientes de nuestros problemas y fallas en cada uno de nuestros roles. Podemos aprender de las lecciones, reconociendo el valor de la ciencia, aumentando el apoyo a la educación, olvidando que somos independientes y que no estamos solos, entendiendo que somos vulnerables todos a pesar del poder económico que pueda tenerse. Enfrente está el desafío inminente de ser proactivos y adaptarnos a una vida integra que se mejore con la necesaria interdependencia de múltiples esfuerzos. Un esfuerzo mancomunado y progresivo, que cultive principios y también valores como el amor, la espiritualidad, la solidaridad, la tolerancia, la cooperación, el respeto y la paciencia. Principios universales convirtiéndolos en hábitos que nos permitirán sobreponernos ante la adversidad y la desesperanza.

La desesperanza, la incertidumbre y la impaciencia son natural en estos momentos de peligro y adversidad. Pero la impaciencia es una resistencia para cambiar y aprender. Cuando exigimos que todo se haga ahora mismo, de inmediato, no estamos dando el tiempo necesario para aprender las lecciones implícitas de este problema que hemos creado. Todos queremos terminar nuestros problemas, en especial erradicar el COVID 19, pero debemos entender que requiere tiempo y del cumplimiento de las pequeñas cosas que sumadas nos darán la gran solución.

Tenemos la oportunidad y el reto aún para iniciar en esta cuarentena, el cultivo de principios, valores, sí de lograr esas pequeñas cosas, cumpliendo con las medidas de prevención, quedarnos en casa y pedirle con mucha fe la intercesión milagrosa de (Dios, Jehová, etc.), en fin a ese Ser Supremo. Dios nos prueba en este momento a cada uno de nosotros con el COVID19, nos enseña con tristes consecuencias que amenazan la destrucción de la humanidad de forma inesperada, para que verifiquemos que tenemos debilidades y a su vez grandes fortalezas para afrontar y superar estas dificultades.

Aprendamos a ser más humanos y responsables para vivir mejor en sociedad, podemos cambiar para bien ante el mal…nuestro planeta también lo necesita. (24 de marzo de 2020)

Politóloga UCV. Estudiante de Maestría UNIMET