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“Fortis cadere, cedere non potest”

Artículos de opinión
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“Fortis cadere, cedere non potest” es una vieja expresión latina que significa, “el valiente puede caerse, pero no puede rendirse” o “el fuerte puede caer, pero nunca ceder”. Se expresa con ella que una persona valiente y fuerte, con principios y valores bien colocados, aunque sufra derrotas o adversidades físicas, nunca abandona la lucha ni su formación. 

Esta frase es de incierto origen aunque algunos la atribuyen a la filosofía estoica que enfatiza la resistencia y la perseverancia ante la adversidad. Otros indican que pertenece a Séneca que fue un filósofo destacado y dramaturgo elevado romano, pero de ello tampoco existen pruebas.

Como bien se puede entender, un hombre fuerte y con valores se puede caer o ser derrumbado, pero nunca se queda inerte en la tierra, se incorpora, da la cara y el pecho y continúa en la lucha por lo que sus valores le indican. quien carece de valores generalmente también es débil, en el primer viento es arrastrado y se deja llevar sin hacer el mínimo esfuerzo para reincorporarse, el valiente y bien formado lucha hasta vencer el viento.

La situación puede ser muy adversa, caracterizada por persecuciones , amenazas y negaciones absurdas, pero ante ella el valiente se empina y mantiene en la lucha sin renunciar hasta vencer. aunque se afirma que “los amigos de las tinieblas son más astutos que los de la luz”, ésta, la luz, siempre triunfa, el bien en todo tiempo se impone ante el mal.

Jesús, nuestro señor enviado, fue tentado mil veces por el demonio, pero al final éste se retiró derrotado a la obscuridad y jesús triunfo para el bien de la humanidad, partiendo la historia: antes y después de él. El glorioso triunfo de Jesús, tan inmenso que venció la muerte, se debe a su palabra y testimonios que fehacientemente probaron ser el hijo enviado del padre eterno para nuestra salvación. 

La convicción de Jesús fue y es única, inconmovible y sostenida en todo momento, Dios permita que nosotros al menos nos acerquemos a ella y a él. Lo torturaron, lo obligaron a cargar un pesado madero que sería su cruz y llegar hasta el sitio de su crucifixión; nunca se paró, siempre siguió hacia adelante a sabiendas que lo esperaba su muerte física y momentánea. Más dura y adversa no pudo ser la situación, pero nunca se paró, en medio de su inmenso y agotable dolor siguió siempre hacia adelante. 

Imitémoslo en su valentía, fuerza y perseverancia que al fin se imponen.